domingo, 3 de diciembre de 2023

La Paz de Danilo


 

Fui testigo y lamento que el relevo del Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda, se produjera a través de un trino, mientras respondía a una entrevista de Yamid Amat, quien también sorprendido preguntó ¿Qué pasó? Para luego darle un giro al interrogatorio y permitir al entrevistado exponer sus ideas fundamentales sobre la Paz Total, de la que es inspirador, y la valoración de su gestión.

Recordé, en ese momento, los abrazos con los cuales celebramos la victoria de Gustavo Petro, frente a la máquina de escribir que perteneciera a nuestro común y querido amigo, el asesinado abogado y defensor de los derechos humanos, Eduardo Umaña Mendoza, en la sede de Contagio Radio, donde nos juntamos por invitación de Danilo, para analizar los resultados electorales.

Días después, en uno de sus primeros nombramientos, Gustavo Petro, primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, nombró a Danilo Rueda, Alto Comisionado para  Paz, y, mediante decreto, amplió las funciones del cargo para colocarlo a la cabeza de las gestiones por el fin de la violencia y la reconciliación en el país.

A pesar de los esfuerzos del Fiscal General, un sector de los medios de comunicación, algunos “pazólogos”, varias de las organizaciones de derechos humanos, miembros del gobierno Santos y la oposición, de desprestigiar y desconocer la brega revolucionaria y audaz con la que Danilo adelantó su misión, los resultados y perspectivas que deja son muy importantes para hacer realidad el mandato constitucional de la Paz.

Tiene en su haber, como promotor intelectual, la Ley de Paz Total (Ley 2272 de 2022), declarada exequible en sus aspectos fundamentales el pasado 28 de noviembre por la Corte Constitucional. La ley establece criterios clave para el gobierno del cambio como Paz Total y Seguridad Humana, habilita negociaciones políticas con grupos armados organizados y conversaciones sociojurícas para el sometimiento de estructuras armadas de crimen organizado, y los ámbitos y mecanismos para adelantar diálogos y conversaciones.

En sus escasos quince meses en el cargo, acompañado de una miríada de apasionados de la lucha por los derechos humanos y la paz, la mayoría, como él, forjados en las resistencias en el territorio, exmilitantes de las izquierdas y las guerrillas, que hemos hecho de la paz y la justicia social  la cruzada de nuestras vidas, logró traer de nuevo a la mesa de negociaciones al Ejército de Liberación Nacional, proceso que ya completa su quinta ronda de conversaciones con acento en la participación popular.

La delegación gubernamental, por lineamiento de Danilo, es diversa, amplia y representativa, destacándose la participación del partido de oposición uribista Centro Democrático, a través del experimentado negociador José Félix Lafourie. Otro tanto sucede con la conformación de los designados por el presidente para adelantar diálogos con el Estado Mayor Central que congrega parte de las disidencias de la Farc que se opusieron, desde el comienzo, a las negociaciones con Santos. Allí el CD está representado por el experimentado Fabio Valencia.

Danilo acordó con el presidente que estos procesos estuvieran en cabeza de un luchador de izquierda humanista, Camilo González Posso, con EMC, y un líder histórico de la guerrilla en la que se formó el presidente, Otty Patiño, comandante del M19 en la época de su desmovilización por la paz, con el ELN.

Contrario a lo propalado por medios y analistas, el EMC, cuya cuestionada integración permitió establecer un diálogo conjunto con agrupaciones dispersas, lo que habría sido un obstáculo para el avance de la política de paz, acaba de fortalecer su representación en la mesa de negociación con miembros de su alto mando, mientras se concreta la agenda a discutir y se superan impasses, no obstante los cuales ha mantenido su disposición a dar continuidad al proceso. La Segunda Marquetalia, disidencia a la que por provenir del proceso ya en marcha con las extintas Farc se le ha negado el reconocimiento político, está a la expectativa y dispuesta a acordar los términos de un diálogo, como lo constató Danilo con su líder “Iván Márquez”.

En cuanto a las estructuras armadas de crimen de alto  impacto, las gestiones dirigidas por Danilo para disipar la violencia urbana han logrado aquietar la actividad de una decena de bandas en Quibdó, desescalar la confrontación entre Shottas y Espartanos en Buenaventura -que posibilitó que por primera vez en medio siglo  llegara un crucero turístico al puerto- y un acuerdo con todas las organizaciones de Medellín y el Valle de Aburrá que, al día siguiente de su  reemplazo, iban a firmar un acuerdo para adelantar conversaciones de cara a la opinión pública sobre aspectos sensibles de la cotidianidad de las comunas y poblados empobrecidos y tenaces  de donde emergen, mientras se concreta el marco jurídico de su posible reinserción en la sociedad, abandonando la criminalidad a cambio de incentivos jurídicos.

La crítica furiosa al cese al fuego unilateral decretado por el presidente Petro, a instancias de Danilo, con seis organizaciones al margen de la ley el 31 de diciembre pasado, por la inconsistencias de algunas de ellas más que por error del gobierno, no permitió apreciar la bondad de la iniciativa y la grandeza del gesto. El ELN, en actitud arrogante, se deslindó. Un horroroso ajusticiamiento interno del EMC en el Putumayo obligó al gobierno a reactivar la acción militar contra ese grupo en algunas zonas del país. Un “paro armado” en el bajo Cauca antioqueño y el ataque a la policía impuso también la suspensión con las autodenominadas autodefensas gaitanistas.

Esos hechos, repudiables e inadmisibles todos si estamos sinceramente por una opción a la carnicería en que se ha convertido el país, por supuesto son golpes para un tejedor de alternativas y obsesionado por superar décadas de sufrimiento de los territorios que padecen el conflicto armado. Danilo habría preferido ir a hablar, razonar, buscar acuerdos y salvar vidas y la vía del diálogo pero se impuso la presión por obrar con fuerza. Muy a pesar de las diatribas, los canales de comunicación se mantuvieron y ningún de los grupos descartó la posibilidad de avanzar hacia acuerdos. Meses después pasó algo similar en el corregimiento de El Plateado, Argelia, Cauca, y volvimos a lo mismo, o diálogo y más diálogo o bala y guerra eterna.

Cuando todos los interesados le caían en gavilla a Danilo para acabarlo, la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz le dio un espaldarazo contundente a su gestión. En los lugares donde hay cese al fuego, diálogos o conversaciones han disminuido las afectaciones a la población, las bajas de la fuerza pública, los golpes entre armados y aberraciones como la extorsión, el secuestro y la violencia sexual se expresan, con mayor magnitud, en zonas donde no operan o lo hacen parcialmente los actores armados.

En el momento en el que el compañero presidente Gustavo Petro le comunicó a Danilo su decisión de relevarlo, impulsaba con entusiasmo iniciativas suyas surgidas de su profundo conocimiento de los territorios, los actores y las formas de hacer acuerdos. Queda el embrión de MisiónPaz, los núcleos civilistas de un nuevo país de convivencia que fructificarían en Ecosistemas de Paz donde el concepto se ampliaría a todos los espacios de interacción del ser humano, y su estratégica visión de los planes de acción de transformación territorial transversal con los que aspiraba hacer realidad el Estado Social y Ambiental de Derecho en los territorios. Anima que el nuevo Alto Comisionado, Otty Patiño, asume que es imprescindible territorializar la paz.

A Danilo Rueda no le faltan méritos académicos pero, a diferencia de muchos supuestos expertos en paz, ha hecho de su vida una misión recorriendo descalzo los barrizales ensangrentados, los ríos llenos de cadáveres y los pastizales que guardan muertos anónimos, para animar a los deudos dolientes. Con la mochila al hombro y el dolor en el pecho acompañó la terquedad pacifista en el Catatumbo, en las riveras del Telembí, en el Atrato y el bajo San Juán, en Calima y Cacarica, en el Putumayo, en los Montes de María, en los llanos del Yarí, y a la comunidad de San José de Apartadó, estigmatizada y flagelada por defender a fondo el principio cristiano de que la vida es sagrada, y convirtió la sangre de sus mártires en cacao para el mundo. Gracias Danilo.

viernes, 17 de noviembre de 2023

Edy regresa a Pasto de la mano de La Guaneña


Paseábamos con Edy Martínez, junto con Josean Ramos -escritor boricua biógrafo de Daniel Santos y de la Espada de Bolívar- por el parque Alcalá, al norte de Bogotá, cerca del alojamiento donde vive. Entre tema y tema sobre el maravilloso mundo del Jazz Latino, en el que Edy vivió y fue protagonista, Josean le indagó si conoció a Lou Pérez, y el maestro, como si nada: 

 - Como no, gran señor, trabajamos, fuimos amigos, allí hay mucho de la música latina 
 
Edy hablaba de un afamado músico y compositor que arrebató los “yores” en los 60 con su charanga por la que pasaron insignias como Israel “Cachao” López, Oswaldo “Chi hua hua” Martínez, Eddie Zervigón, Ralhp Carrillo, Julito Collazo, Ángel “Cachete” Maldonado, Cándido Camero, José “Chombo” Silva, Javier Vásquez, Víctor Venegas, Virgilio Martí, Gonzalo Fernández, Eddie Drennón, Ray Mantilla, Mike Martínez, Steve Berrios, y muchos más, todos colegas y “parceros” del virtuoso pastuso y estrellas del universo jazzístico y salsero. 

 - ¿Y al fantástico flautista cubano Gonzálo Fernández, precursor de las charangas? -le pregunto- 

 - ¡Ah sí! ¡Cómo no! Gran señor, una personalidad. Hizo un tema lindo a Cartagena. Nos tuvimos gran aprecio 

 Se refería a una de las tantas glorias a las que conoció o con las que trabajó y no se inmutaba. En su modestia, es algo normal. De repente, recibió la llamada de uno de sus sobrinos para invitarlo a un toque de un grupo de amigos, entre los cuales, su también sobrino, el afamado percusionista Samuel Torrres, Danny Rosales y Jorge Guzmán en las congas, en la terraza del Hotel Tequendama. Vamos tres respondió, mirándonos. El motivo era la presentación familiar por Samuel de su esposa estadounidense, virtuosa violinista. Abrieron los dos con música de los Apalaches y luego el grupo se fajó tremenda descarga. Edy, consentido por familiares y amigos, meneaba la cabeza, seguro recordando sus noches en algún club nocturno de Nueva York. 

 Meses antes, una noche, junto a Josean, y su pareja y paisana Lenis Oropeza, nos gozamos una sesión salsera y jazzista del maestro Edy con su grupo en Casa de Citas, sitio que junto con Café Libro lo han programado varias veces. Antes de inciar el jam, los presenté y se dio una amena charla colmada de afecto y admiración. Josean ha hecho parte de su vida periodística narrando la música cubana y borinqueña, escribió una soberbia biografía de Daniel Santos, de quien fue secretario de prensa, y estaba asombrado del desconocimiento del papel de Edy en la historia de la música afrocaribeña y el jazz. 

 Días después, por Jairo Grijalba, musicólogo y minucioso investigador musical, me entero que estaba a punto de estrenarse ¡Viva Edy! Historia de una música indestructible!, un documental basado en la biografía monumental aun inédita de Jairo sobre Edy. La película fue producida por Carlos Ospina, un caleño apasionado, comprometido y juicioso, gustador de la música y de hacer cine, quien hace algunos años fundó La Topa Tolondra, el salseadero más sabroso de la “sucursal del cielo”. Había generado mucha expectativa desde que TelePacífico la programó a finales del año pasado y se ha codeado en varios festivales de prestigio recibiendo varios premios y es un tremendo homenaje testimonial al maestro. 

 Quise verla, llevarla a Pasto, ir con Edy, Carlos y Jairo. Me obsesioné hablando con todos los funcionarios que pude. Nadie arrancó. Llegó la presentación comercial nacional en septiembre. Los organizadores de Pasto Jazz tuvieron el acierto de hacer un pre estreno tributo con el maestro presente, vivito y tocando. La vi por fin en Bogotá, en el Festival de Jazz de Colsubsidio, donde un Edy tímido pero lleno de alegría departía junto a Carlos con seguidores bogotanos, que tantas veces lo han aplaudido y no pararon de ovacionarlo. Estaba en otro momento, muy distinto al de Jazz al Parque, en junio, cuando tuvo una conversación con el melómano Manny Durango en Quiebracanto, y, era tal su postración física, que al saludarlo me dieron ganas de llorar. 

 Edy es un gigante. Destacado pianista, arreglista y compositor de la escena neoyorquina. Nacido en el sur de Colombia, se comió el mundo. En la visita que comenté al inicio, le pregunté por qué había grabado La Guaneña en Latín Jazz y me respondió con la metáfora de que se la había encontrado en Pasto y la había invitado a conocer cómo se vive en otros países, en Estados Unidos, Europa y Japón, donde él había estado. Los ojos le brillaban, su hablar era cansino, el vaso de café temblaba en sus manos. En conjunto, la emoción del profundo afecto por nuestra tierra, nuestros orígenes, nuestros amores. Con él, La Guaneña ha viajado lejos, conoció mucho, amó de los veras. 

 En el espléndido libro Zacude zapato viejo, editado por Mario Jursich para la Alcaldía de Bogotá, Jairo Grijalba devela, en un capítulo sin pierde, que bajo la dirección de Edy, con producción y recursos gestionados por Carlos Lucio y la asesoría de la madre de la salsa bogotana, Bertha Quintero, una big band poderosa, con la voz de Jimmy Sabater, grabó para un futuro disco compacto, varias letras inspiradas en la lucha contra la extradición. Terminada la grabación, los sufragios hicieron que Edy abandonara el país y nadie sabe de la suerte del carrete con la obra que, no obstante su gran calidad, no pudo ser reproducida. 

 Durante una prolongada estadía en Pasto, vinculado a la Universidad de Nariño y en homenaje a los 25 años del Departamento de Música, Edy conformó una big band con músicos jóvenes, daándoles la savia de su experticia y creatividad y grabó un trabajo que incluye una estupenda versión suya de La Guaneña Hoy en jazz, el estándar Manteca de Dizzy Guilispie, ademas de sus composicionese Manuela ¡si!, Mother´s Day, Tambores de la U., Joyce´s Calipso, Morning Shushine, Never let mi go, Laye, Homenaje a once compositores colombianos y el pasillo Procesión Nigromante, obra dedicada a los mártires de la violencia en Colombia, así de extenso y así de claro porque Edy es un hombre humanista y progresista

En 2008, para su álbum Midnight jazz affair, nominado al Premio Grammy, recreó el himno popular de nuestro Nariño en una ejecución orquestal espléndida. El talentoso compatriota Héctor Martignon, en las notas discográficas del trabajo, destaca la creación de Edy y sus arreglos para los solos del virtuoso flautista boricua Dave Valentín, quien, dice, se apropia nota a nota de la “majestuosa melodía incaica”. Edy le dio a La Guaneña status de “música del futuro”, según una revista especializada de New York.

 El documental de Carlos Ospina y el próximo libro de Jairo Grijalba ilustran con detalle la hazaña de nuestro Quijote de las blancas y las negras, con un currículum de lujo en el mundo de la salsa y el jazz. Aún imberbe integró y enriqueció con sus arreglos la orquesta de Ray Barreto, con la que grabó homenajes a su mamá y a su hermana y la brutal descarga de Irresistible y por ello, en el tema El watusi, Ray anuncia con orgullo, “From Colombia Edy Martínez”. 

Después, Mongo Santamaría se lo llevó a su grupo y Edy realizó los arreglos de esa hermosura que es Sofrito. Trabajó también, nada más ni nada menos, que con Tito Puente, Carlos “Patato” Valdéz, Tito Rodríguez, Celia Cruz, Loui Ramirez y la Broadway. Por si fuera poco, y es uno de sus mayores orgullos, no reconocidos por la firma de Pacheco y Masucci, compuso el tema de presentación de la Fania All Stars, “Oye que rico suenan, las Estrellas de Fania”. 

 El jazzista argentino Gato Barbieri lo conoció y prendado de su arte musical contó con él para varios trabajos. Entre ellos, tuvo la dicha de ser el arreglista de la suite ¡Viva Emiliano Zapata! y de la banda sonora de la sensual película, El último tango en París, entonces torpemente censurada, en cuya filmación el director Bernardo Bertolucci se hizo el loco para que el cuarentón Marlon Brando -conguero y asiduo del histórico Copacabana de Nueva York- lubricara por detrás con mantequilla a la adolescente María Schneider y la accediera para la posteridad, haciendo real un acto que se convino sería simulado. Hecho bizarro que para nada opaca la calidad de la música que acompaña el filme. 

Entre 1979 y 1981 la empresa de instrumentos de percusión LP crea el Latin Percussion Jazz Ensemble (LPJE) para promocionar sus productos en Europa. Un grupo de prestigiosos músicos radicados en Nueva York recorrió escuelas de música y universidades europeas y ofreció talleres y recitales a los estudiantes. Se destacaban el baterísta Steve Berríos, el bajista Sal Cuevas, el trompetista René López, y el percusionista Johnny Rodríguez, además de del timbalero Tito Puente y el conguero Carlos “Patato” Valdéz. Y, por supuesto, Edy Martínez al piano. En la primera grabación de LPJE, The just magic, el maestro Edy compuso The oppener (con Sal Cuevas),  Afro blue y Martínez Blus. El trabajo es un estándar del Latin Jazz.
 
Para Ángel Canales, Edy hizo los arreglos de temas prodigiosos como Lejos de ti y El sol de mi vida. Joe Quijano lo llevó a su charanga para homenajear a los Titos y a Machito. Con el percusionista venezolano Gerardo Rosales hicieron el maravilloso Rítmico y Pianístico. La Cubop City del holandés Lukas Van Merjick contó con su talento para los álbumes dedicados a la música de los cubanos soneros Arsenio Rodríguez, Benny Moré, Luciano “Chano” Pozo y Latin Vocal Explosión. The Latín Jazz Coalition del griego Demetrios Kastaris, lo tuvo entre sus invitados e integró la Irazú del chileno Raúl Gutiérrez en Europa. Diego “El Cigala”, en conocimiento de la maestría de Edy lo llamó para que acompañara la grabación de su álbum salsero que nombró Indestructible y que trae una versión poderosa del de por si contundente tema original de Barreto con los arreglos de Martínez. 

 A la lista incompleta de sus participaciones en la historia de la música rumbera se suman, la Orquesta Universal de Nueva York de Carlos Konig y Richie Vitale, la Charanga de la Tapa, Zaperoco, el Grupo Madera de Mauricio Smith, la Mambo Dulcet de Carlos Jiménez, La Manigua Mambo, Chico Álvarez en el compacto Montuneando, y hasta una enigmática participación con la agrupación rockera Malo V. Con su amigo Ray Mantilla realizó siete álbumes. En uno de ellos, The Connection, Edy vuela con los dedos en el piano en su Andean Fantasy, y, en otro, Mantilla agradecido le dedica el tema Martínez. Con grupo propio, Edy grabó Privilegio para Casa de Citas de Carlos González, Su Majestad el Piano con FM Discos, Universidad de Nariño Big Band y Midnight Jazz Affair para Jogal Musical Productions. Ha ganado mucchos reconocimientos en el mundo de Latín Jazz, incluida su presencia en obras ganadoras de un par de Grammys. 

 En la película de Carlos Ospina desfilan, en testimonio homenaje a un precursor de la fusión de las frenéticas barriadas neoyorquinas con los ancestrales sonidos tropicales del Caribe, “El Pulpo” Colón, Tito Allen, Luis “Perico” Ortiz, Samuel Torres, Adalberto Santiago, Bobby Valentín, Nicky Marrero, Orlando Marín, Tempo Alomar, José Mangual Jr., “Papo” Pepin y una pléyade de artistas. La cuarentena por el Covid 19 impidió la presencia de Larry Harlow y Orestes Vilató. Yuri Buenaventura puso su voz para una contundente versión de Irresistible en la banda sonora. 

 Para que la dicha fuera completa, Carlos Ospina produjo el EP (extended play) Travesía y legado, grabado, en parte, en los míticos estudios Egrem de La Habana, Cali y New York, con una nómina de lujo en la que participaron, entre otros, Barbarito Torres (Buenavista Social Club) en el laud, Alexander Abreu en la trompeta y el recién fallecido creador de NG la banda, José Luis Cortés “El tosco”, en la flauta, con la dirección, composiciones y arreglos del gran Edy Martínez. Además de Indestructible, el trabajo incluye versiones de Yiri yiri bom, La mulata rumbera y el bolero A mi manera. En el formato disco compacto se agrega una suite  y Hard Drive Blues

Hay en apartes de la película un profundo dejo de nostalgia como acompañar a Edy en la soledad de un pequeño apartamento en Nueva York, donde se reponía, tras la pandemia, de un grave accidente de tránsito o insinuar el llamado a cuentas de la vida en la aridez del desierto y la decrepitud de un rostro, el recuerdo de sus amores en la edad añeja y su caminar solitario como expresión profunda de libertad al final del camino. 

La música fue todo en la existencia de Edy Martínez y a ella entregó su privilegiado talento. En muchas partes del mundo se reconoce su sello y su estela, pero siempre parece poco. Tal vez su mayor orgullo y alegría sea recibir el aplauso de sus paisanos y vecinos - ¡Viva Caracha le gritan recordándole el barrio donde se crió. Ahora que trae de regreso a la La Guaneña para compartir la película sobre su vida (17 de noviembre) y dedicarle  un concierto acompañado  de jóvenes músicos nariñenses con lo mejor de su repertorio, páginas sublimes de la historia de la melodía afrolatina.

martes, 25 de abril de 2023

Los sueños rotos de Julio Daniel (Periodismo en años aciagos I )


Algún funcionario lamedor del Plan Nacional de Rehabilitación del gobierno de Virgilio Barco, me increpó enfadado: – ¡mire lo que escribió su amigo Julio Daniel Chaparro! Revisé el periódico El Espectador hasta que encontré la nota, una de las varias que hizo como balance del cuatrienio, para la cual Julio me había consultado varias veces como jefe de comunicaciones del PNR. El titular me preocupó pero el artículo, aparte de bien escrito por la calidad de Julio y su vena poética, era ecuánime, sustentado, contrastado, en fin, “objetivo”. Al preguntarle por qué había titulado así, me explicó la razón de la ironía “El PNR lava en casa”: si el plan había sido positivo en llevar precariamente el Estado a algunas zonas que lo desconocían, sencillamente estaba empezando a limpiar la suciedad de la que éste era responsable.

Coincidíamos. A mi no me molestaba la crítica porque había llegado al cargo, aceptando la propuesta de Eduardo Díaz Uribe, con la postura de apoyar comunicativamente al plan y no a hacer propaganda. Así lo reconoció María Teresa Herrán, en una de sus columnas, al calificar el mini informativo de TV del PNR Amarillo, Azul y Rojo, realizado por Alexandra Uribe y Martha Lucía Ávila, como “un comercial a punta de patria”, en mención a mi lineamiento de que la valoración de las obras, de la gestión y las críticas las hiciera la gente humilde de todos los rincones de un país hasta entonces invisible para las grandes ciudades.

Conocí a ese exquisito poeta llanero en un seminario sobre periodismo para el desarrollo que organicé con el apoyo de Fescol y el Círculo de Periodistas de Bogotá, bajo la presidencia de Rafael Gálvez. Fue un evento con buena asistencia, ameno y productivo. Tenía temor, porque a pesar de que conocía a varios colegas de los medios, la invitación la hacía desde un programa gubernamental y ellos me identificaban en la brega de la prensa alternativa. Un corito de amigas solidarias, encabezado por Marcela Giraldo, me quitó el susto: - vinimos por ti, para apoyarte. Recuerdo, además, a Carlos Chica, Víctor Javier Solano, Carlos Arturo Páez, Servio Tulio Díaz y María Teresa Herrán. Entre la treintena de colegas, llegó con su mochila arhuaca terciada el inolvidable Julio Daniel Chaparro, con quien después de un par de tanteos nos hicimos amigos de muchos tintos.

Tiempo después, al valiente y osado Julio Daniel, en el periódico, le asignaron -a lo mejor se lo peleó- un reportaje sobre la violencia en el nordeste antioqueño donde había sucedido uno de los hechos más espantosos de la violencia paramilitar: la masacre de 43 personas a plena luz del día en el pueblo minero de Segovia, el 11 de noviembre de 1988, por las bandas de Fidel Castaño, mientras las fuerzas de la policía y el ejército simulaban ataques de la guerrilla para guardarse en sus cuarteles y dejar a la gente a su suerte.

La noche del 24 de abril de 1991, Julio Daniel y el fotógrafo Jorge Enrique Torres, fueron acribillados en uno de los sitios donde se produjo la matanza. Se pensó que por orden de los mismos autores intelectuales y a lo mejor por las mismas manos, pero con el tiempo se supo que fue el Ejército de Liberación Nacional (ELN), hecho sobre el cual nunca se ha manifestado. Había escrito dos libros de poemas y en su homenaje se publicó Papaito país con sus crónicas y reportajes sobre la Colombia profunda. Sin saber qué pasaría con su vida, dijo de las tristezas del amor en Los sueños de ahora:

Hubo un tiempo en que soñamos

Entonces éramos como soles

Éramos vientos

De nuestras manos salían alces

Y en los pechos queríamos dibujar un eclipse de sol en una noche.

....

Y ahora lo recuerdo sumergido en este frío

Desnudo yo, tan opaco, tan muñeco muerto

Tan hecho mí enemigo

Susurrando amor, amor

En esta hora interminable

Que me es río de sombra, mar de miedo

Ahora lo recuerdo muerto de pájaros y digo

Hubo un día y éramos como soles. Éramos vientos.

Carlos Pizarro habla de la Paz (páginas recuperadas 1)

 








domingo, 4 de diciembre de 2022

Eternamente Pablo

En los inicios de la Revolución Cubana el joven Pablo Milanés incursionaba con entusiasmo en la corriente del Filin, esa manera muy propia de hacer canción sentimental y poética, emparentada con el bolero, escudriñando formas para aportar en la música al tránsito que vivía la sociedad, conservando la riqueza de sus raíces. Simpatizaba con “Los barbudos” pero, desde el comienzo, por su forma de su ser franca y rebelde, hizo públicas sus críticas sobre la progresiva imposición ideológica y represiva que se inmiscuyó hasta en las letras de las canciones y en los ritmos admitidos en la cruzada “anti yanqui”.

Pablo, con “Mis 22 años” y “Tu, mi desengaño”, a mediados de los 60, se colocaba a la vanguardia de la canción romántica con trazas trovadorescas, influencias del barroco y el renacentismo y lograba el reconocimiento entre los cultores de la canción elegante, amadrinado por Aida Diestro, Marta Valdéz y Miryam Ramos. A la vez que sus críticas y cuestionamientos públicos a sectores del poder, por las imposiciones y la intolerancia, le cobraron factura. Convocado a cumplir el servicio militar patriótico fue conducido a un campo de reeducación para corregir sus “desviaciones”. 

 El maltrato a Milanés fue un error, como tantos que cometió y comete la dirigencia de la Revolución Cubana, intentando ayer, sosteniendo hoy, una alternativa para América Latina y El Caribe, acechada siempre por los zarpazos imperiales y en una difícil lucha por ser auténtica pero atada a intransigencias anacrónicas, frente a una realidad que exige reformas y apertura. Pablo se escapó del “correccional”, que, ante las denuncias, el gobierno trataba de hacer presentable reduciendo, por ejemplo, la altura de las alambradas de púas de 23 a 14 líneas (pelos), lo que le dio pie para componer “14 pelos y un día me separan de mi amada”. Al final, no sin pasar otros malos momentos, quedó libre. 

 Junto con varios talentosos noveles compositores inspirados en al efervescencia revolucionaria hizo parte del disruptivo Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Artes e industria Cinematográfica (Gesi-Icaic), creado para componer bandas sonoras del naciente nuevo cine y explorar sonoridades. Con esa base, el noviembre de 1972, con milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicolá, como insignias, surgió la Nueva Trova Cubana, que bebió en el agua de la trova tradicional, de comienzos de siglo, para decir lo que inspiraba un acontecimiento como la Revolución. 

Justo en el cincuenta aniversario de ese alumbramiento, Pablo Milanés dejó de existir físicamente. Más de 50 años de carrera artística e igual número de trabajo discográficos publicados, escenarios repletos y delirantes por toda América Latina y El Caribe, España y otros lugares, temas profundos que en voz alta dijeron en bellas composiciones sus reflexiones sobre la soledad, la muerte, el tiempo, los años, la vejez, la juventud, el amor, el desamor, las humedades, las luchas, las esperanzas y la patria. En los inicios cantó a los poetas, a Martí y a Guillén, de quien creo con “Canción” una página sublime. 

Ya ves”, “Para vivir” “Yolanda”, “El breve espacio”, “El tiempo, el implacable, el que pasó”, “Proposiciones”, son entre muchas, canciones de obligada recordación entre bohemios, amantes y enamorados. Parte de su discografía estuvo dedicada al bolero y al rescate de la tradición con tres volúmenes de “Años” interpretados en compañía de connotados ejecutantes de las cuerdas y la música tradicional, como Luis Peña, “El albino”, Octavio Sánchez, “Cotán” y “Compay Segundo” (Francisco Repilado), con quien hizo la primera versión del mundialmente famoso son ”Chan Chan”. 

Hizo la segunda voz a  Armando Garzón para que brillara “el jilguero de la voz de terciopelo” con celebrados temas de antaño. Participó en el bello homenaje jazzístico del lamentado Emiliano Salvador a Puerto Padre. En Venezuela, con la folclorista Lilia Vera realizó un hermoso homenaje a la canción vernácula. Reivindicó a los músicos tradicionales opacados por las nuevas generaciones, mucho antes del impacto comercial de Buena Vista Social Club. 

 Con el canario Caco Senante versionó preciosos boleros y con el boricua Andy Montañez se dieron gusto cantando, soneando y salseando. En Brasil, son inolvidables sus conciertos con Caetano Velozo, Chico Buarque y Elsa Ramalho, como en Buenos Aires con Silvio, Mercedes Sosa y otros cantores. En Santiago, cumplió la promesa de pisar “las calles nuevamente”. Bogotá vivió un hermoso concierto suyo en compañía de Piero, registrado en grabación producida por el pastuso Javier Martínez Maya. Querido Pablo de 1995 y Pablo Querido de 2005 compilan versiones de una pléyade de artistas iberoamericanos entusiastas de sus letras y amistad, con presentación, este último, de Gabriel García Márquez, “Este disco es una casa sin puertas ni ventanas…”. 

 Su rítmica y melodía, permitieron que canciones tristes se convirtieran en varios éxitos salseros interpretados por las mejores agrupaciones del género, como la Sonora Ponceña y el Gran Combo de Puerto Rico. Con el magistral “Chucho” Valdéz en el piano y temas íntimos grabó “Más allá de todo”, producido en su propio estudio en La Habana, una de las ventajas que permitió por un tiempo la concesión del gobierno a algunos músicos de cierta autonomía a través de fundaciones. En los teatros Mella y Carlos Marx de La Habana, un público emocionado acompañó los conciertos con sus hijas Lynn y Haydée, que brillan con luz propia.  Su último trabajo en estudio fue una selección de estándar del jazz. 

 La rebeldía de Pablo era conocida en Cuba, él se calificaba liberal para decir lo que pensaba y lo que no le gustaba pero siempre reivindicó la Revolución como una ruptura histórica en busca de justicia. De tanto en tanto fustigaba a la dirigencia, por poco diligente, y, en los últimos años, dio respaldo a manifestaciones de inconformidad después de tantos de resistencia. No obstante, con Fidel Castro mantuvo una relación de admiración por la que al llamado de éste, o en los que se hacían en su honor, siempre estuvo en la tarima, “Si el poeta eres tú, que puedo yo cantarte comandante”. Fidelidad, motivo del famoso impasse con Rubén Blades, al que calificó de oportunista cuando le increpó por su respaldo a Castro, y de la bronca no curada con la pequeña Habana miamense. 

Los últimos años de vida de Pablo Milanés fueron dolorosos por un cáncer prolongado que lo llevó a vivir a España donde tuvo mucho amigos y admiradores, giras y trabajos con Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos. En medio de la enfermedad, el arañazo cruel de la tristeza vino con la muerte, en enero de este año, de su hija Suylén, música y gestora cultural de 50 años, por un accidente cerebro vascular. En julio, en el multitudinario y estorbado concierto “Mi Habana” se despidió con  “Amo esta isla soy del caribe” y “Yo me quedo”. A la pena se agregó el deceso, en agosto, por trombosis pulmonar, del esposo de Suylén, Camilo Guevara March, hijo del Comandante de la Revolución Ernesto Guevara de la Serna, “El Che”, a quien Pablo dedicara, “Un homenaje para tu ausencia, lo llenas todo con tu presencia”. 

 El 22 de noviembre se cumplió la cita y sentencia que Milanés había anunciado en “Renacimiento”, un precioso álbum publicado en 2013 con líricas trascendentes de corte de cuentas con la existencia y reivindicaciones al manantial inagotable de la música cubana en todos sus géneros: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes! Vida, estamos en paz! Vida, estamos en paz!”

domingo, 26 de septiembre de 2021

Y no pudieron hacerla trizas

 

“La paz frágil”, dijo el presidente de Colombia ante la Asamblea de Naciones Unidas para referirse con sorna a los acuerdos que trajeron de vuelta a la institucionalidad descaecida del país a las FARC-EP. La misma paz con la que el gobierno y sus representantes sacan pecho para recibir los elogios y apoyos que le ha deparado el mundo a Colombia por ese pacto histórico de civilidad y de cuyo estado actual –recortes y fragilidad- es absoluto responsable.

El vociferante Ministro de Defensa siguió la pauta al afirmar que ahora no hay una sino tres FARC: la que tiene representación en el Congreso, la que se hartó de los incumplimientos y erróneamente volvió a las armas y la que nunca creyó en ese cuento. Calló que a la primera, leal a los acuerdos, la están masacrando y el gobierno no ha sido capaz de impedirlo.

Se sumaron al coro el Ministro del Interior, que tuvo la osadía de lesa antidemocracia de salir a retar al candidato favorito a las presidenciales restregándole su pasado guerrillero, y el embajador en los Estados Unidos que, como funcionario del gobierno firmante de la paz, asintió a favor de las conversaciones y ahora las repudia.

Las reacciones amargadas y guerreristas del gobierno uribista, del partido en el gobierno -el Centro Democrático y sus aliados-, y de Uribe -desde su trinchera campestre y ecuestre-, obedecen a una razón de fondo: el proceso de paz facilitó las condiciones para que un gobierno alternativo dirija los destinos de la nación.

Esa es en el fondo la razón de la bronca contra los acuerdos de paz. Prefieren ignorar que, a la par, la alternativa de las armas fue deslegitimada como opción en un país acostumbrado a acudir a ellas para dirimir sus diferencias.

La república señorial de estirpe terrateniente y mafiosa y “el Estado Social de Derecho” neoliberal de la burguesía urbana financiera se resisten a aceptar la realidad de que, tras el acuerdo de paz con la guerrilla más grande e histórica, la guerra dejó de ser amenaza y freno y la gente se liberó para expresar su inconformidad y optar por un posible vuelco político histórico. Eso no lo calcularon Santos y su gente, pero contribuyeron a ello y, por eso, la reacción no se los perdona.

La desazón se nota en la desesperación de las reacciones por manchar como fracaso y minimizar el quinto aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz Estado-FARC-EP, fraguados en La Habana durante un lustro, desde que el nuevo presidente, Juan Manuel Santos, anunció que tenía la llave de la puerta de la paz, el 7 de agosto de 2012, liberándose de las amarras de la “seguridad democrática” de Uribe.

El 26 de septiembre de 2016, en pomposo acto en Cartagena, cimbrado por aviones de guerra que reafirmaron la posición de las Fuerzas Armadas -la paz es la victoria, les prometió el presidente-, “Timochenko” (Rodrigo Arias Londoño) y Santos estamparon sus firmas y estrecharon sus manos en medio de vítores de los invitados. A pocas cuadras, el expresidente Álvaro Uribe, altavoz en mano, se despachaba contra el tratado.

La dicha fue breve. El terco y soberbio empeño de Juan Manuel Santos por glorificarse con un plebiscito de apabullante apoyo a su gestión se estrelló con los efectos de la estrategia mezquina del uribismo para desprestigiar las negociaciones. Contra el optimismo y el tremendismo atemorizador de la propaganda oficial, el 2 de octubre ganó el No por una mínima diferencia y sobre la base de muchas mentiras e infamias.

Como para la reelección, el presidente tuvo que acudir al respaldo del movimiento social partidario de la paz -que no a su mandato de carácter neoliberal- para darle oxígeno a un proceso balbuceante, edificado institucionalmente sobre la base del apoyo político de los partidos de la coalición de gobierno, “mermelada” a los congresistas y medios de comunicación y la promesa a los grandes empresarios de mejores días para los negocios.

Tras el pasmo de la derrota, en una hábil decisión, Santos consultó con los ganadores modificaciones: aceptó muchas formales y, presionadas por los militares azuzados por Uribe, otras de fondo como la impunidad jerárquica. El 7 de octubre, el otorgamiento del Premio Nobel de Paz le dio el necesario y urgido espaldarazo ante el país y el mundo. Con el apoyo del Congreso y el aval de la Corte Constitucional logró una salida institucional al proceso.

El acuerdo se ratificó en una nueva ceremonia en el Teatro Colón de Bogotá, el 24 de noviembre. Desde entonces, la división es irreconciliable. El uribismo no acepta lo acordado así en gran parte, no se haya cumplido. El gobierno Santos, a pesar de los esfuerzos y, en algunos casos adrede, no logró completar la arquitectura de implementación de los compromisos ante unas FARC-EP desmovilizadas.

El cumplimiento de los acuerdos, en la esencia de lo negociado -que más allá de la desmovilización de las FARC-EP apuntaba a destrabar factores de injusticia que dieron justificación a la insurgencia-, requería de un gobierno afín. El establecimiento, que apañó la iniciativa de Santos por considerarla manejable, se “patraseó” ante la posibilidad de un gobierno de cambio. Para atajar a Gustavo Petro, corrieron a imponer a Duque, en conocimiento de que traicionaban lo que habían respaldado.

El movimiento social que ha promovido una solución política a los conflictos celebra el Acuerdo de Paz, no obstante la implementación desvirtuada y reducida por parte del Gobierno Duque y los 289 firmantes, hombres y mujeres, y cientos de líderes sociales asesinados, reivindica lo avanzado y sigue trabajando porque se pueda recuperar el espíritu original y cumplir lo acordado. Comparte una visión holística en la que paz significa equidad, justicia, verdad, reparación de las víctimas y compromiso de no repetición. Una sociedad reconciliada en sus diferencias y con un proyecto de país para todos.

El Gobierno Duque, con la política de “paz con legalidad”, se ha limitado a procurar la reincorporación de excombatientes de base, a tolerar con cicatería la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción de Paz, a un Centro de Memoria Histórica desvirtuado por el negacionismo y a proyectos menores en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial -PDET- afectados por el impacto del conflicto. El uribismo, al asumirse vencedor en la guerra sin limitaciones humanitarias impuesta con la “seguridad democrática”, aspiraba a una imposible claudicación de la insurgencia e imponer las condiciones del desarme. Nada más.

Reforma rural integral, catastro multipropósito, sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, restitución de tierras despojadas, dignificación de los territorios, participación decisoria, justicia transicional restaurativa, memoria histórica centrada en las víctimas quedaron en el papel y son ahora filtrados por los intereses de los victimarios.

A pesar de eso, de que se han desatado varias guerras y cunde la muerte para contener el descontento social tras el reciente estallido, no han podido “hacer trizas la paz”. Colombia no les copia a los guerreristas. Lo dicen, una tras otra, las encuestas. No hay duda, mejor una paz frágil y por construir que la guerra abominable que promueve con mentiras ominosas la derecha envilecida y asustada ante la posibilidad de un cambio de rumbo, el cual intenta parar desde el gobierno y el Congreso con toda clase de manejos y trucos.

viernes, 21 de mayo de 2021

Juventud, la "primera línea"

 

En el nuevo paro nacional iniciado el 28 de abril –y aún con un horizonte incierto- hay un actor indiscutible, notorio, valorado por la gente y aún desconocido e ignorado desde el gobierno: Los y las jóvenes.  Lo son de nuevo, como lo fueron en las jornadas de 2011 en las que la Mesa Nacional Estudiantil obligó al gobierno Santos a engavetar una propuesta privatizadora de la educación pública; o en  las noches de agosto de 2013 en las que a punta de cacerolazos y plantones en las plazas de Bolívar y Tunja le demostraron a ese mismo Gobierno su respaldo al paro agrario cuando Santos dijo que era inexistente; y en las semanas durante las que acompañaron a Gustavo Petro, luego de su abusiva destitución de la Alcaldía de Bogotá por el procurador de entonces, hasta su restitución.

Fueron las y los jóvenes quienes, tras las primeras reacciones de tristeza e indignación, con una movilización sentida y comprometida, les dieron un segundo aire a los acuerdos d paz ante el sorpresivo e insólito triunfo del No en el plebiscito de 2016. Esto le dio a Santos un margen de maniobra y la posibilidad de recomponer el escenario político para sacarlos adelante. Y, liderados por la Uness y la Acress, apenas despuntaba el gobierno uribista de Iván Duque, en octubre de 2018, las y los estudiantes del país se movilizaron por un pliego que tenía como objetivo central el compromiso de orientar recursos para evitar a catástrofe financiera de las universidades públicas (lo cual se logró en el papel pero  parcialmente en las ejecuciones).

El desconocimiento de la filosofía de los acuerdos de paz, la avanzada de reformas como la tributaria, la pensional y la laboral, el asesinato de líderes sociales, el incumplimiento por sucesivos gobiernos a los compromisos adquiridos con comunidades campesinas, afrodescendientes, indígenas y de cultivadores de coca, entre muchos otros factores, motivaron a las organizaciones sindicales, con el respaldo de otros sectores, a convocar el Paro Nacional del 21 de Noviembre de 2019. A través de distintas formas de protesta y una activa participación del artistas sensibles y comprometidos con el activismo social, esta movilización  se prolongó cerca de 2 semanas, culminadas con el impactante concierto “Un canto por Colombia”.

La juventud, lanzada a las calles de nuevo, conmovió al país con su entusiasmo inagotable, sus nuevas formas de expresión y su cuota de sacrificios. Quedó para la posteridad el nombre de Dylan Cruz, asesinado en Bogotá por un agente del escuadrón antidisturbios. Las actuaciones aberrantes del Esmad han convertido la necesidad de su disolución y la reforma policial en otra reivindicación. Esta vez exigían el cumplimiento de lo acordado el año anterior y reiteraban una reforma democrática del crédito educativo, la condonación de gravosos intereses, el presupuesto para la ciencia y la investigación, y universidad pública universal y gratuita.

Una maniobra palaciega sirvió al gobierno Duque para contener por un tiempo la protesta: la convocatoria a “una conversación nacional” de cuyos resultados no se hicieron ilusiones las organizaciones participantes. La pandemia declarada por el virus Covid19 sirvió de anestesia parcial, pero las medidas gubernamentales para conjurarla apenas le dieron tregua. La poderosa Minga Indígena se hizo sentir a mediados del año pasado, y el asesinato en un puesto de policía de Javier Ordóñez, en Bogotá, desató la indignación juvenil con un resultado trágico ante la descomunal reacción policial aun impune.

Con más de la mitad de su mandato a cuestas, el Gobierno, que se promovió como “de la juventud”, después de la firma de los acuerdos con las y los universitarios, en octubre del 2018, apenas se volvió a acordar de la mitad de la población del país con el paro N21, para convocarla a la distractiva “conversación” y anunciar un documento Conpes de Política de Juventud (aún en veremos). Ante la gravedad de la situación socioeconómica de los y las jóvenes, agravada por los efectos de la pandemia en educación, empleo e ingresos, aumento de la pobreza y la indigencia, todo fue indiferencia, largas y demagogia.

Las condiciones estaban dadas para que la juventud volviera a tener una actuación protagónica en el paro nacional convocado para el 28 de abril que, trayendo al presente las demandas suspendidas con la “conversación” y la pandemia, se encontró con el trámite de una reforma tributaria que por diversos factores -entre otros la tozudez despótica del gobierno- radicalizó las expresiones de protesta al punto que ni su retiro ni la renuncia del ministro de hacienda trajeron calma. La última en caer fue la reforma privatizadora de la salud.

La juventud de sectores populares del país sufre en forma despiadada los efectos de la crisis, la discriminación social y racial imperante en ciudades como Cali y el trato prejuiciado, abusivo y violento de la policía. En ese entorno, han venido surgiendo distintas formas organizativas que intentan la seguridad y defensa de sus territorios a la vez que hacerse sentir en un grito desesperado provocado por la exclusión y el marginamiento. A ese estallido social, el Gobierno, a través del Esmad y la Policía, ha respondido de manera cruel y desproporcionada, tal vez con la idea de generar escarmientos que disuadan el alzamiento. De otra parte, por su cuenta, se deshace en anuncios demagógicos de programas hasta hace poco impensados.

Cientos de miles de jóvenes colman avenidas y plazas cubiertos con la bandera tricolor de Colombia. Se han atrincherado en varias ciudades del país, en vías cruciales de sectores populares que han rebautizado como Puerto Resistencia, la ya mundialmente famosa rotonda de Aguablanca, en Siloe o en la Loma de la Dignidad en Cali o la Estación de la Resistencia (Avenida de las Américas) en Bogotá. Allí,  dispuestos en formación de defensa, muchachos que constituyen la “primera línea” contienen los ataques de la fuerza pública, mientras a sus espaldas otros grupos los pertrechan, asisten en primeros auxilios y, en conjunto, comparten solidariamente en ollas comunitarias -atendidas por madres y compañeras con apoyos del vecindario-, bailan salsa y cantan rap. ¿Qué pretenden? Hacerse sentir y respetar.

Los enfrentamientos entre manifestantes, la gran mayoría adolescentes, y la fuerza pública, que intenta controlarlos y recuperar calles, vías y evitar ataques a estaciones, arrojan cerca de medio centenar de muertos. Entre estos los casos ignominiosos de Marcelo Agredo, baleado por un policía por patearlo en Cali, Lucas Villa, artista y deportista tiroteado por francotiradores en Pereira, Sebastián Quintero, impactado por una granada aturdidora disparada por el Esmad durante las protestas por la detención y posterior suicidio de la joven Alison Salazar, quien denunció que había sido abusada por los agentes en Popayán, y Santiago Murillo asesinado por otro policía en Ibagué.

A esa cifra luctuosa se suman la denuncia de cerca de 500 desapariciones, otros 18 casos de abuso sexual, 28 impactos en los ojos y más de mil casos de lesiones causadas por artefactos cuya utilización ha sido cuestionada por organizaciones de derechos humanos y organismos internacionales. Sin descartar que muchos hechos de disturbios sean generados por células subversivas, es indudable - los medios y redes lo muestran- que la mayor parte de estas víctimas fueron afectadas por la fuerza pública en refriegas contra manifestantes.

La decisión de cómo se trata una protesta social la determina el Gobierno y, en mucho, depende de sus legitimidad y fortaleza. En el caso colombiano, es un derecho constitucional reglamentado en la ley de seguridad ciudadana y protegido por sentencias de la Corte Constitucional (la más reciente de las cuales, frente a abusos de la policía en las protestas del 2019, dio directrices al Gobierno -que las acomodó a su criterio- para garantizar ese derecho). Sobra hablar del exabrupto de la magistrada que pretendió prohibir las movilizaciones en curso.

Tanto Iván Duque como los funcionarios relacionados con el manejo de gobierno y seguridad: Ministro de Defensa, Ministro del Interior, consejeros de paz, seguridad, normalización –en su mayoría gente joven- están matriculados en una comprensión de la protesta social como asunto de orden público, asociado con la visión uribista de tratar la inconformidad no tramitada por conductos oficiales como estrategia terrorista -así como interpreta la paz negociada-. La última “explicación” teórica de esa mirada totalitaria es la “revolución molecular dispersa” con la que intentan interpretar los paros y protestas.

De ahí que el Ministro de Defensa, Diego Molano, refiera a menores en la guerrilla como “máquinas de guerra” y en las marchas como “terroristas”, y contrate una estrategia de comunicación para “transformar la mentalidad hacia imaginaros de legitimidad”; el Ministro del Interior, Daniel Palacios, como su partido Centro Democrático, hablen de una “estrategia de desestabilización”; que  el Consejero de Paz, Miguel Ceballos, patrocine en la Esap una cátedra de la mansedumbre  y la “doctrina social” y que el Consejero de Seguridad, Rafael Guarín, pretenda la creación de una coordinación gubernamental de la lucha antiterrorista y una estrategia de comunicación preventiva.

Es una visión contrainsurgente de la sociedad, de “enemigo interno”. Les cuesta aceptar como interlocutor legitimo a un sector de la sociedad que, como la juventud, está cuestionando las instituciones, reclama su inclusión a partir de su identidad y cultura, y exige cambios en todos los órdenes de la vida social con su participación. Es lo que con claridad han expresado en los pocos espacios de diálogo abiertos en estas jornadas y en las encuestas recientes. Respaldan el paro pero reivindican también su lugar. Han asumido el consejo del gran humorista asesinado, Jaime Garzón: “Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlos. Nadie”

Quien se desapegue de lugares comunes y explicaciones fáciles como el “deconstructivismo” en la interpretación del pronazi chileno que da conferencias en la escuela militar y es seguido por gente cercana al gobierno, según el cual en los grafitis, las canciones, los perfomances, junto con los actos vandálicos, hay un patrón común para acabar con el sistema -de consuno con George Soros, Antifa y Maduro. Quien asuma la realidad de la juventud se dará cuenta que hace rato la conformación socioeconómica, poblacional, educativa y cultural del país cambio y es con ella que se debe construir la agenda del futuro.

El análisis de las expresiones juveniles desde maquetas antisubversivas encuentra hoy en Colombia una significativa y contradictoria particularidad. Como hechos simbólicos de la resistencia los indígenas Misak han derribado estatuas de crueles invasores como Sebastián de Belalcázar (Popayán y Cali) y Jiménez de Quesada (Bogotá), los jóvenes en Neiva dieron cuenta del monumento a la Raza (“El mestizo”) y a Misael Pastrana, presidente conservador acusado de fraude electoral; en Popayán al esclavista Julio Arboleda, en Manizales destronaron al patriarca falangista Gilberto Alzate Avendaño; y, si no se protege con vigilancia especial en inmediaciones de la Universidad Sergio Arboleda, alma mater de este gobierno, la estatua de Laureano Gómez, instigador de la violencia de los años 50, iba a dar contra el suelo.

Al mismo tiempo, para sorpresa, pues los anteriores gestos iconoclastas podrían considerarse afines ideológicamente contra personajes reaccionarios , en Pasto fue derrumbada la estatua de Antonio Nariño, precursor de la Independencia y difusor de los Derechos Humanos, y en Cumbal y Guachucal bajaron del pedestal al Libertador Simón Bolívar (en ambos casos por un desencuentro del sur con la historia central). Por si fuera poco, en la multitudinaria manifestación en el Monumento a Los Héroes, el 15 de mayo en Bogotá, mientras unos porfiados jóvenes tiraban hacia abajo con cuerdas y le prendían fuego a la estatua ecuestre de Bolívar, otros pintaban al costado la cifra “6.402 héroes” -para referirse a los asesinatos del ejército en el gobierno Uribe documentados por la JEP- y, en el frente, el rostro épico de Alison Salazar, la joven vejada por la policía en Popayán. Y en cuerpos y paredes pintada la bandera con el rojo arriba: para que no se olvide la masacre. Un cúmulo de hechos cuya carga simbólica no puede ser una nota más cuando todo está en cuestión.