Fui testigo y lamento que el
relevo del Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda, se produjera a través de
un trino, mientras respondía a una entrevista de Yamid Amat, quien también
sorprendido preguntó ¿Qué pasó? Para luego darle un giro al interrogatorio y
permitir al entrevistado exponer sus ideas fundamentales sobre la Paz Total, de
la que es inspirador, y la valoración de su gestión.
Recordé, en ese momento, los
abrazos con los cuales celebramos la victoria de Gustavo Petro, frente a la
máquina de escribir que perteneciera a nuestro común y querido amigo, el
asesinado abogado y defensor de los derechos humanos, Eduardo Umaña Mendoza, en
la sede de Contagio Radio, donde nos juntamos por invitación de Danilo, para
analizar los resultados electorales.
Días después, en uno de sus
primeros nombramientos, Gustavo Petro, primer presidente de izquierda en la
historia de Colombia, nombró a Danilo Rueda, Alto Comisionado para Paz, y, mediante decreto, amplió las
funciones del cargo para colocarlo a la cabeza de las gestiones por el fin de
la violencia y la reconciliación en el país.
A pesar de los esfuerzos del
Fiscal General, un sector de los medios de comunicación, algunos “pazólogos”,
varias de las organizaciones de derechos humanos, miembros del gobierno Santos
y la oposición, de desprestigiar y desconocer la brega revolucionaria y audaz
con la que Danilo adelantó su misión, los resultados y perspectivas que deja
son muy importantes para hacer realidad el mandato constitucional de la Paz.
Tiene en su haber, como promotor
intelectual, la Ley de Paz Total (Ley 2272 de 2022), declarada exequible en sus
aspectos fundamentales el pasado 28 de noviembre por la Corte Constitucional.
La ley establece criterios clave para el gobierno del cambio como Paz Total y
Seguridad Humana, habilita negociaciones políticas con grupos armados
organizados y conversaciones sociojurícas para el sometimiento de estructuras
armadas de crimen organizado, y los ámbitos y mecanismos para adelantar
diálogos y conversaciones.
En sus escasos quince meses en el
cargo, acompañado de una miríada de apasionados de la lucha por los derechos
humanos y la paz, la mayoría, como él, forjados en las resistencias en el
territorio, exmilitantes de las izquierdas y las guerrillas, que hemos hecho de
la paz y la justicia social la cruzada
de nuestras vidas, logró traer de nuevo a la mesa de negociaciones al Ejército
de Liberación Nacional, proceso que ya completa su quinta ronda de
conversaciones con acento en la participación popular.
La delegación gubernamental, por
lineamiento de Danilo, es diversa, amplia y representativa, destacándose la
participación del partido de oposición uribista Centro Democrático, a través
del experimentado negociador José Félix Lafourie. Otro tanto sucede con la
conformación de los designados por el presidente para adelantar diálogos con el
Estado Mayor Central que congrega parte de las disidencias de la Farc que se
opusieron, desde el comienzo, a las negociaciones con Santos. Allí el CD está
representado por el experimentado Fabio Valencia.
Danilo acordó con el presidente
que estos procesos estuvieran en cabeza de un luchador de izquierda humanista,
Camilo González Posso, con EMC, y un líder histórico de la guerrilla en la que
se formó el presidente, Otty Patiño, comandante del M19 en la época de su
desmovilización por la paz, con el ELN.
Contrario a lo propalado por
medios y analistas, el EMC, cuya cuestionada integración permitió establecer un
diálogo conjunto con agrupaciones dispersas, lo que habría sido un obstáculo
para el avance de la política de paz, acaba de fortalecer su representación en
la mesa de negociación con miembros de su alto mando, mientras se concreta la
agenda a discutir y se superan impasses, no obstante los cuales ha mantenido su
disposición a dar continuidad al proceso. La Segunda Marquetalia, disidencia a
la que por provenir del proceso ya en marcha con las extintas Farc se le ha
negado el reconocimiento político, está a la expectativa y dispuesta a acordar
los términos de un diálogo, como lo constató Danilo con su líder “Iván
Márquez”.
En cuanto a las estructuras
armadas de crimen de alto impacto, las
gestiones dirigidas por Danilo para disipar la violencia urbana han logrado
aquietar la actividad de una decena de bandas en Quibdó, desescalar la
confrontación entre Shottas y Espartanos en Buenaventura -que posibilitó que
por primera vez en medio siglo llegara
un crucero turístico al puerto- y un acuerdo con todas las organizaciones de
Medellín y el Valle de Aburrá que, al día siguiente de su reemplazo, iban a firmar un acuerdo para
adelantar conversaciones de cara a la opinión pública sobre aspectos sensibles
de la cotidianidad de las comunas y poblados empobrecidos y tenaces de donde emergen, mientras se concreta el
marco jurídico de su posible reinserción en la sociedad, abandonando la
criminalidad a cambio de incentivos jurídicos.
La crítica furiosa al cese al
fuego unilateral decretado por el presidente Petro, a instancias de Danilo, con
seis organizaciones al margen de la ley el 31 de diciembre pasado, por la
inconsistencias de algunas de ellas más que por error del gobierno, no permitió
apreciar la bondad de la iniciativa y la grandeza del gesto. El ELN, en actitud
arrogante, se deslindó. Un horroroso ajusticiamiento interno del EMC en el
Putumayo obligó al gobierno a reactivar la acción militar contra ese grupo en
algunas zonas del país. Un “paro armado” en el bajo Cauca antioqueño y el
ataque a la policía impuso también la suspensión con las autodenominadas autodefensas gaitanistas.
Esos hechos, repudiables e
inadmisibles todos si estamos sinceramente por una opción a la carnicería en
que se ha convertido el país, por supuesto son golpes para un tejedor de
alternativas y obsesionado por superar décadas de sufrimiento de los
territorios que padecen el conflicto armado. Danilo habría preferido ir a
hablar, razonar, buscar acuerdos y salvar vidas y la vía del diálogo pero se
impuso la presión por obrar con fuerza. Muy a pesar de las diatribas, los
canales de comunicación se mantuvieron y ningún de los grupos descartó la
posibilidad de avanzar hacia acuerdos. Meses después pasó algo similar en el
corregimiento de El Plateado, Argelia, Cauca, y volvimos a lo mismo, o diálogo
y más diálogo o bala y guerra eterna.
Cuando todos los interesados le
caían en gavilla a Danilo para acabarlo, la Unidad de Investigación y Acusación
de la Jurisdicción Especial para la Paz le dio un espaldarazo contundente a su
gestión. En los lugares donde hay cese al fuego, diálogos o conversaciones han
disminuido las afectaciones a la población, las bajas de la fuerza pública, los
golpes entre armados y aberraciones como la extorsión, el secuestro y la
violencia sexual se expresan, con mayor magnitud, en zonas donde no operan o lo
hacen parcialmente los actores armados.
En el momento en el que el
compañero presidente Gustavo Petro le comunicó a Danilo su decisión de
relevarlo, impulsaba con entusiasmo iniciativas suyas surgidas de su profundo
conocimiento de los territorios, los actores y las formas de hacer acuerdos.
Queda el embrión de MisiónPaz, los núcleos civilistas de un nuevo país de
convivencia que fructificarían en Ecosistemas de Paz donde el concepto se
ampliaría a todos los espacios de interacción del ser humano, y su estratégica
visión de los planes de acción de transformación territorial transversal con
los que aspiraba hacer realidad el Estado Social y Ambiental de Derecho en los
territorios. Anima que el nuevo Alto Comisionado, Otty Patiño, asume que es
imprescindible territorializar la paz.
A Danilo Rueda no le faltan
méritos académicos pero, a diferencia de muchos supuestos expertos en paz, ha
hecho de su vida una misión recorriendo descalzo los barrizales ensangrentados,
los ríos llenos de cadáveres y los pastizales que guardan muertos anónimos,
para animar a los deudos dolientes. Con la mochila al hombro y el dolor en el
pecho acompañó la terquedad pacifista en el Catatumbo, en las riveras del
Telembí, en el Atrato y el bajo San Juán, en Calima y Cacarica, en el Putumayo,
en los Montes de María, en los llanos del Yarí, y a la comunidad de San José de
Apartadó, estigmatizada y flagelada por defender a fondo el principio cristiano
de que la vida es sagrada, y convirtió la sangre de sus mártires en cacao para
el mundo. Gracias Danilo.