Por cerca de medio siglo la música tropical gobernó
el ánimo fiestero de los colombianos y hoy es obligada nostalgia decembrina. Un
homenaje al querido Chucu Chucu.
La muerte de Gustavo “El loko” Quintero el 18 de diciembre de 2016
parece el cierre aplazado de una época que se niega a desaparecer por la
sobrevivencia de tres generaciones que vivieron bajo los influjos sabrosones
del fiestero Chucu chucu, de pronto, como lo insinúan investigaciones
recientes, responsable de que nos consideremos un país feliz sobreaguando en
las tragedias. Este año, el 26 de octubre, también nos dejó el barranquillero
Nelson Pinedo, voz insigne de la Sonora Matancera y de la música tropical, antecedente
de la época Quintero, con la que en conjunto representan la historia de la
música tropical, ese género tan identitario de esta parte de América.
De la Costa vino la nota
A finales de los años 50 del siglo XX, la región andina colombiana,
superando las distancias con el Caribe, había sucumbido ante el sabor de las
grandes orquestas y las parejas llenaban salones para bailar cumbias, porros y
fandangos con “Lucho” Bermúdez (“Colombia tierra querida”, “Carmen de Bolívar”,
“Salsipuedes”, “Tolú”, “Aguardiente”, Navidad negra”, “San Fernando”, “Te
busco”) “Pacho” Galán (“Cosita linda”, “Librada”, “Boquita salá”, “Plinio
Guzmán”, “Joselito Carnaval”, “Tina”, “Alántico”), José María Peñaranda (“El
boga y el bote” y “La mujer de Toño”), Edmundo Arias (“Ligia”, “Diciembre azul”,
“Cumbia candelosa”, “Alma Quibdoseña”, “El mecánico”) y Alex Tovar (“Pachito e´che”).
Trascendía los años la música costeña con cuerdas de Guillermo Buitrago,
rey desde entonces de todos los diciembres (“Que criterio”, “El brujo de
Arjona”, “El grito vagabundo”, “Las mujeres a mí no me quieren” y la inmortal
“Víspera de año nuevo”), Bovea y sus vallenatos con las populares composiciones
de Rafael Escalona (“La maye”, “La casa en el aire”, “El viejo Migue”), Luis
Carlos Meyer con la orquesta del mexicano Rafael de Paz (“La historia”, “La
puerca”, “El gallo tuerto”) y Tony Camargo (“El año viejo”, “La llorona loca”,
“Bandolera”). Perseveraban en el recuerdo Benny Moré en “La Múcura”, “Pachito e´che”
y “San Fernando”, Tito Rodríguez con “La pollera colorá”, Don Américo en el
“Guere guere” y “La mujer de Roberto” con la voz “Caballito” Garcés y éste con
su conjunto en “La muy indina” y “El canalete” y Jorge Torres y Los Alegres Vallenatos en la
capital del país (“Pomponio”, “Los camarones” y “El aguacero”).
A comienzos de los 60 eran favoritas en las fiestas de la Costa y comenzaban a incidir en el interior
con porros, cumbias y vallenatos, agrupaciones como La Sonora Curro (“Suena la
timba”, “Bocachica”, “Carnavaleando”, “Que toque Rufo”), La Sonora Cordobesa
(“El breu”, “San Carlos”, “El pájaro picón”), Rufo Garrido (“Ten con ten”, “Compadrito”,
“Falta la plata”), Abel Antonio Villa, Juancho Polo Valencia (“Lucero
espiritual”), Cristobal Pérez (“La negra Celina”) Crescencio Salcedo (“Yo no
olvido el año viejo”), Luis Enrique Martínez (“El Cantor de Fonseca”), Lito
Barrientos, Pedro Salcedo (“La pollera colorá”), Manuel Villanueva (“La
estereofónica”), Guido Perla, José Barros y Los Trovadores de Barú, “Pello”
Torres, Noel Petro (“Me voy pa´l salto”, “Cabeza de hacha”), la orquesta de
Juancho Torres y Los hermanos Martelo. La mayoría llevadas al acetato por las
disqueras Fuentes, Curro y Tropical.
Con ellos competían Pedro Laza y sus Pelayeros (“La negra caliente”,
“Viva la vida”, “La buchaca, “La boquillera”, “Pie pelu´o”, “El breu”, “El
cebú”), Clímaco Sarmiento (“Bombo y maracas”, “La cigarra”, “El tirabuzón”,),
Ariza y su combo (“Descarga en saxofón” y “Gózala”), Alejo Durán (“Alicia
adorada”, “Fidelina”, “Cachucha vacana”) y otros grandes de la música de la
costa que hicieron las fiestas de los años 50 y 60. Por el sur, el golpe de
currulao de Peregoyo y su Combo Vacaná con la voz de Marquitos Micolta (“Mi
Buenaventura”, “La pluma”, “Así es mi tierra”) y desde Nariño el sonsureño de
la Ronda Lírica, cantando Bolívar Meza, y la Orquesta de Tomás Burbano.
En tiempo del Chucu Chucu
Aspectos como el afincamiento de la industria fonográfica en la capital
antioqueña con el traslado de la emblemática casa Discos Fuentes de Cartagena a
Medellín en los 50 en decisión visionaria de José María y “Toño” Fuentes y la
fundación de los sellos Codiscos, Sonolux y Victoria, el desplazamiento, por ésta razón de los
músicos de la Costa y sus músicas -acercando a esa región al país-, la herencia
del vallenato con guitarra de Buitrago y sus muchachos, Bovea y sus vallenatos,
Aníbal Fernández y de la música parrandera paisa, de una parte, la atracción del rock y el estilo de Elvis
Presley y Los Beatles y el rompimiento cultural de los 60 en el mundo, por la
otra, sumados al talento e idiosincrasia paisa convergieron en la irrupción de
un nuevo fenómeno musical, cultural y comercial.
En ese escenario surge una música de fiesta, pegajosa para fines
comerciales y con mayor posibilidad de expansión geográfica, con la sonoridad
suficiente para gustar a pesar de rebajar la calidad frente a la riqueza
interpretativa y los matices de la música costeña, vestida e instrumentada con
los estilos de la nueva ola, sencilla y
conformista en sus líricas. Los arreglos del guitarrista puntero Pedro Jairo
Garcés (“Los Golden Boys”), las guitarras eléctricas, órganos y sintetizadores
y cobres, en distintas agrupaciones, se impusieron.
Así despuntan Los Teen Agers, que luego serían “Los 8 de Colombia” (“La
cinta verde”, éxito auroral con Gustavo Quintero, “Color de arena”, “Isla de
San Andrés), conjunto precursor tras el cual aparecieron con sede en la “bella
villa”, Los Golden Boys con las voces de Pedro Juan Garcés, Bobby Montes y
Miguel Velásquez (“El elevao”, “Si tú me quieres”, “Rubiela”, “Pirulino”, “La chichera”, “Locutor loco”), Los
Falkons (“Aquellos diciembres”, “Liliana”), Los éxitos (“La pecosa” con Jorge
Juan Mejía), Los Claves (“Mirándote así”, “Boquita de Primavera”), Los rockets,
Los Monjes, Los Black Stars
(“Violencia”, “La piragua”, de Jóse Barros, éxitos en la voz de Gabriel Romero)
y Los Hispanos del que se desligaría el cantante Gustavo Quintero para fundar
Los Graduados.
Bajo ese influjo surgieron Los Univox en Bogotá (“Turmeque”, “Año
nuevo”), Los Bobby Soxers en Palmira (“Don Martín”) y Los Be Bops en
Bucaramanga. Para que no quede duda de la extraña mixtura que se tomó las
fiestas caseras de entonces ahí está en “Very very well”, interpretado por
Carlos Roman con el acordeón de Morgan Blanco, grabado a solicitud de Discos
Fuentes para competirle con sabrosura a
la ola rocanrolera, éxito en los 60 relanzado un cuarto de siglo después
promovido por su inclusión en una telenovela, junto con el “Pirulino” al que la
vueltecita arrastrada con meneada de cola de Miguel Varoni revivió con fiebre
en las tarimas.
El nuevo “sonido paisa”, que se ajustó reduciendo la incidencia
rocanrolera y la experimentación foránea, acentuando en los ritmos costeños y asumiendo
el formato orquestal, competía por espacio frente a Los Corraleros de Majagual
con su descarga papayera, venero de grandes artistas tropicales como Calixto
Ochoa, Alfredo Gutiérrez, “Chico” Cervantes, Julio Erazo, Lucho Argain, Eliseo
Herrera, Julio Estrada “Fruko”, Lizandro Mesa, Armando Hernández, que impusieron temazos como
“Suéltala pa´ que se defienda”, “La burrita de Eliseo”, “La yerbita”, “La
bonga”, “El ascensor”, “La pikina”, “La adivinanza”, “Charanga internacional”, “Los
sabanales” y un largo etcétera.
Con “Fantasía nocturna”, Gustavo Quintero inició una larga carrera de
éxitos discográficos y de afectos con un público que aplaudió y bailó sus temas
y gozó con sus excentricidades. De punta a punta de Colombia, en fiestas y
carnavales, en el vecindario, en “los miamis” y “los yores” y mas allá, se
raspó piso con “Carita de ángel”, “La pelea del siglo”, “Quinceañera”, “El
matrimonio de Drácula”, “Ese muerto no lo cargo yo”, “La cañaguatera”, “El
aguardientosky”, “Alumbra luna”, “Lucerito”, “El goterero” (versión del clásico
parrandero del paisa Agustín Bedoya), “El 20 de enero”, “El tren de seis”, “los
gansos”, “Cumbia negra” (“Ahí vienen los negros bailando su bamboleo, ahí
vienen los negros con las esperm’a en los dedos”), y tantas mas. En los 60 Quintero
se trepó en la tarima y no paró de cantar, loquear y hacer bailar familias y
amores. Se fue en este diciembre el mes en el que más se escucha y seguirá
sonando.
Suerte parecida corrieron Los Hispanos con los que la voz del magangueleño Rodolfo Aicardi, que robado
de la música carrilera, el bolero y la balada (“La pena de mi viejo”, “El eco
de tu adiós”, “Charly”) impuso números inolvidables desde “Así empezaron papá y
mamá”, “Hace ocho días”, “Tírame la pelotica”, “Macondo”, “Adonay”, “Masculino
y femenino” y “Feliz Nochebuena” hasta “Olvidemos el pasado”, “Vagabundo soy”, “Tabaco
y ron”, “Ojitos hechiceros”, “Boquita de caramelo”, “Se va la vida” y
“Cariñito”. Otro rey de las navidades. Aicardi precedió al “Loko” nueve años en
la partida, después de medio siglo de repartirse al público y hacer gozar a
Colombia.
La sabrosura del hermano pueblo
Pero la efervescencia de la música tropical de los 70 y 80 no solo se
vivía en nuestro país, incidió al lado. En Venezuela, la tradicional orquesta
de baile del dominicano Billo Frometa recobraba bríos en competencia con Los
Melódicos de Renato Capriles y las voces de Víctor Piñero (“Veneración”,
“Quiero verla esta noche”, “Nostalgia
campesina”, “Negrura”), “Perucho” Navarro (“La tamborera”, “Amparito”),
Verónica Rey (“María Morena, “Cumbia sobre el mar”) y “Chico” Salas, la voz del
“Emigrante Latino” de Antonio Del Vilar.
Los Melódicos repitieron el invento de Billo Frómeta de incluir al final
de sus grabaciones un salpicón de trocitos de temas alegres y boleros de gran
aceptación. Uno de los mejores, Recuerdos 21, “Cerca del camino real hay un
hombre aparecido…donde come, donde duerme, donde vive la langosta”. Su
incidencia llegó hasta los años 90 desmejorada de la mano del tecnomerengue en
la voz de Divenana y Liz.
En la Billos, la impecable, elegante y cadenciosa interpretación de
“Cheo” García hizo bellezas con la cumbia colombiana con “Cumbia caletera”, “Tres
perlas”, “Yo soy Cartagena”, “La casa de Fernando”, “El minero”, “Raza”, “Yo
soy Cartagena”, “Palmira Señorial”, “La flor del trabajo”, entre tantas,
mientras que su compañero “Memo” Morales cobraba su estilo y salero en
“Rumores”, “Manola”, “La rubia y la trigueña”, “Linda mujer”, “Juanita bonita”,
“Luz del alma mía” y la hermosa
“Alborada Guajira”. Y ambos alternaron en los sensacionales mosaicos del
maestro Billo (en los que en los 60 participaron José Luis Rodríguez y Felipe
Pirela), obligados en las fiestas. En las dos orquestas tuvo su época de oro “El
ciclón antillano” Manolo Monterrey a quien se recuerda por el famoso “que la
baila el pompo, que la baila el pompo, mira mira, mira mira, mira ma”.
A ellos se sumaron Emir Boscán y Los tomasinos, voz y autor de “Soy
parrandero”, “Yolanda”, “Carmenza”, “Herencia gitana”, en la onda moruna, “El
gavilán pollero”, “El burrito de Belén” y “Cubita la Bella” - oda suya a la
isla sin conocerla- y el “Homenaje a Víctor Piñero”. En esta agrupación se inició Pastor López (“El palomo”
y “Caimito”). El Combo de Willy Quintero pegó con su grupo “La prima”, “El
tizón”, “Can can”, “Senderito de amor”. Orlando y su combo se hicieron querer
de los bailarines con “Luna barranquillera”, “Comborerías costeñas” y un álbum
dedicado a la música colombiana del interior con arreglos bailables. También se
oían La Sans Souci, Los Megatones de Lucho y Chucho Sanoja y su orquesta.
Nelson Henríquez con su elegante voz afectada por el tiempo irrumpió
aclamado con el “Festival Vallenato” del fonsequero Francisco Eugenio ‘Geño’
Mendoza, que a pesar de ser un reclamo contra un "quillero” hizo que “curramba”
lo consagrara Congo de oro en el 73: “Acabó con los Buendía, ahora a dónde irá
a parar, parece que allá en el Cesar, le quedan poquitos días”. A ese hit sumó varios
golpes de autores colombianos como “Mi vieja Barranquilla”, “Muchacha de 15”
“Toros y corralejas”, “Nube Viajera”, además de “Zaguate Cumbia”, que modernizada
en arreglos reflejó las influencias matanceras y el bello “Baión de Madrid”. En
la voz del adolescente Pastor López, Nelson logró imponer “La gaita de
Venezuela”, “La Batea”, “El Fiestón”, “Tierra Linda”, “Playa Blanca”, “la
Hamaca Rayá” y “Playa Colorá”.
El maracucho Pastor López se creció y mandó por casi tres décadas desde aquél
sentido mano a mano con Willy Quintero en el 73, del que pegó “Recuerdos del
festival” (“Llevo en el recuerdo la fecha de mi partida al saber lo lejos que
estaré del Festiva, porque al recordar forma parte de mi vida ese cielo azual
que cubre a Valledupar”), “El eco de tu adiós”, “Callate corazón” y “Corazón
apasionado déjame tranquilo que me estoy tomado un trago”.
Sus versiones de temas de autores venezolanos, peruanos, ecuatorianos y colombianos (en este caso
paseos, cumbias y vallenatos a los que se entregó con amor) constituyeron
una racha de éxitos: “Traicionera”, “Golpe
con golpe”, “Pecadora”, “El hijo ausente”, “Tempestad”, “El cantor de Fonseca”,
“La verdad”, “Juancho Polo Valencia”, “Las
bonitas no son fieles”, “Árbol sin hojas”, “Solitario”, “No voy a Patillal”. En
su voz el “Las limeñas” adaptada como
homenaje a “Las caleñas” sigue sonando en discotecas y balnearios.
Pastor tropicalizó a Julio Jaramillo en un álbum con las canciones
rompecorazones del ecuatoriano arregladas para el baile y a Leonardo Favio con
“Mas que un loco”, repitiendo el éxito de la balada en toque raspa, como
también con “Tu cárcel” de Los Bukis, aceleró varias rancheras en sus mosaicos
y se dio aires flamencos en “El gitano señorón”. En la voz de Tonal Gutiérrez
popularizó “Mujer sublime”, “Flor de primavera” (“Tu vives en verano yo vivo en
un invierno…”), “Noviecita mía” “Semillas de dolor” y “Las maracas de Cuba”.
Hasta hace poco, cuando las afectaciones de salud recortaron su actividad, era
obligado en las fiestas y carnavales de nuestro país.
También hizo parte de esta pléyade Nelson González y sus Estrellas,
orquesta nacida bajo la influencia del boogaloo y la salsa pero que d e la mano de un director creativo y revolucionario en la experimentación sonora impuso su estilo. Familiarizada con Colombia se contagió de porro y San Juanero con una versión
inigualable de la pieza de Anselmo Durán. En la voz de Luis Felipe González, la agrupación pegó temas como “Bailaderos”, “Llorándote”, “El
porro”, “Payaso”, “La sirena”, “Canción india”, “Quédate con tu mujer”, “Londres”,
“Luna del río”, “Pascua de navidad”, una fenomenal adaptación de bolero en
salsa de “Llora corazón” y “Siete cartas” y homenajes “A Fusagasugá” y “Para ti
caleña”, entre otras, aun infaltables en una fiesta de recordación.
Inolvidable, ese sonido tan especial y la dulce voz de Luis Felipe: “La
noche aquella que fuiste a buscar la leña al río, todo el mundo presagiaba un sentimiento
sombrío. La florecita del pueblo fue a buscar la leña al río y como ya está de
noche se escuchan muchos reproches” (“El Forastero”). Separado de su hermano
algunos años, con la Pirafónica, Luis Felipe impuso “La saporrita”, del
barranquillero Juvenal Viloria. Pero las glorias fueron de los González juntos.
Ambos se radicaron en Colombia y viven de la nostalgia de su música recorriendo
el país que los acogió con entusiasmo en aquellos años.
Otra orquesta inolvidable y tributaria de los compositores costeños fue
el Supercombo Los Tropicales, donde la barranquillera Doris Salas se hizo
sentir con “Sabes”, “Valledupar”, “Las marionetas”, “El arenal”, “Queja negra”,
“Yo me llamo cumbia” y “Caimanes y Galinazos”, y don Chelo Navarro, por su
parte, impuso “La pelota caliente”, “Josefa Matia” y “El baile del
Muñeco”. Son infaltables los hermanos
Blanco de Maracaibo con la característica voz de “Cheo” Matos en “Cumbia sabrosa”,
“Volando”, “Morena consentida”, “Siguiendo el ritmo”, “Merengue a lo Blanco”, “Amor, amor”, y “Te
olvidé”, La Playa con “Cumbia marinera” y “Promesas de cumbiambera”, La
Tremenda “Amargo y Dulce” en la voz de Doris Salas, “Cheché” Mendoza con
“Pensando en ti” y el arpa de Hugo Blanco (“Agua fresca”, “La chispita). Y como
solista, Tania, grande y eterna, “Parranda de Navidad”, “Enamorada”, “Campesino,
“Playas de mi tierra”, “Por tus recuerdos”. Oscar De León y la “Dimensión
Latina” con Llorarás hacen parte del capítulo de la salsa.
Los años dorados de la música tropical
En el documental “Afrosound: cuando el chucuchucu se vistió de frac”
producido por el Instituto Técnico Metropolitano de Medellín en 2013, como
parte de un plausible trabajo de arqueología del género que etiquetó a Colombia
en el exterior y la identificó dentro de sus fronteras, Julio Ernesto Estrada,
el fenomenal “Fruko”, cuenta como ante la preocupación de “Toño” Fuentes por la
avalancha imparable de las orquestas venezolanas ante el declive de la primera
ola de “sonido paisa”, su modesto aporte daría pie al viraje que llevó al
rescate de la iniciativa y a la modernización y diversificación de la música
bailable en el país.
De allí nacieron, en una estrategia ganadora y muy inteligente, sobre
una misma planta orquestal pero adaptando la instrumentación a distintos ritmos
y melodías: Fruko y sus Tesos, la matriz, grande en la salsa, e inevitables si se habla de
goce, con las voces de “Joe” Arroyo y Wilson Saoco (“El preso”, “El ausente”, “El
caminante”, “Manyoma”, “El negro chombo”), The Latin Brothers con “Piper” Pimienta y “Joe” Arroyo
(“Buscándote”, “Patrona de los reclusos”, “Duelo de Picoteros”, “Las
cabañuelas”), Wganda Kenya (“Homenaje a los embajadores”) para satisfacer el
público cartagenero mas incidido por la música africana, Afrosound (“El
pesebre”, “Tiro al blanco”, “Cumbia árabe”) en la línea de la cumbia “chicha”
peruana, Anán en la organeta (“La perra), el Sexteto Miramar (“Carruseles”), Los
Líderes con música ecuatoriana (“La bocina”, “El enterrador” y “El canelazo” en
la voz de Jaime Ley), Los Bestiales comodín de versiones y Los Diplomáticos, estilización
para escucha pasiva.
Se potenció la Sonora Dinamita que con la voz de Lucho Argaín y Meliyará
popularizó “Se me perdió la cadenita”, “Ay Chave”, “Las brujas”, “Los mechones”,
“Las velas encendidas”, “Soy getsemanisense” y tantos mas, como a Los Corraleros
del Majagual con la voz de Armando Hernández (“Caballo viejo”), quien luego
haría una seguidilla grandes éxitos bailables (“Que voy a hacer sin ti”, “El
guayabo”, “Celos de amor”, “Loquito por ti”, “Sin alma y sin corazón”) al igual
que Hernán Hernández (“La Zenaida”, “Tanto amor”, “Falso amor”). El Combo
Candela con la voz de “Piper” Pimienta le puso sabor a la “La guagua” y “El
carbonero” del chocoano Senén Palacio. Separado de “Fruko”, viene la primera
época de “Joe” Arroyo con “La rebelión”, “En Barranquilla me quedo”, “Mary”,
“La noche”, “Tumbatecho”… La era de oro de Fuentes quedó plasmada en 14
Cañonazos bailables variado de fin de año que desde 1961 impuso la música
bailable por décadas. En justo homenaje Caracol Televisión produjo en 2015 el
documental “Candelazos Tropicales”.
También en Medellín, impulsado por Codiscos nace “Combo de las
Estrellas” con la estupenda voz de Jairo Paternina que llevó al éxito viejas
tonadas españolas y composiciones de paisas en esa línea como “Limosna de
amores”, “Te lo juro yo” y “La bien paga”, junto con “Plegaria vallenata” la
protesta de Gilberto Montoya, “El tiburón comelón” y otros éxitos, orquesta que
aun anima bailes y grabaciones con la voz de Fernando González (“En silencio te
amaré”). También hicieron parte de ese momento, el Combo Nutibara (“Managua
Nicaragua”, “El revoliático”), Marianella (“Amor estudiantil”) y Gabriel “Rumba”
Romero (“Plena española”, “La subienda” y “Las lavanderas”).
Pero la música oriunda de la Costa con sus connotados compositores en
sus diversas variantes jamás dejó de estar presente en el ambiente tropical. Aparte
del Vallenato, que progresivamente -salvo excepciones como Alejo Durán “Cuerpo
cobarde”- fue perdiendo raíces para ceder a la demanda mercantil para su
internacionalización, guarachas, cumbias y paseos seguían gustando y animando
fiestas con Aníbal Velásquez (“Un poquito de cariño”, “Caracoles de colores”,“El
desfile”, “Sal y agua”) Lisandro Meza (“Matilde Lina” del gran Leandro Díaz, “La
matica”, “Miseria Humana”, “El guayabo de la ye”, “Las tapas”), Aniceto Molina
(“Remolino”), Nafer Durán (“Sin ti”), Andrés Landero (“La pava congona”, “El
clarín de la montaña”), Adolfo Pacheco y sus cumbiamberos (“Santo Domingo”, “Al
amanecer”),Lucho Cuadros(“Te están matando los años”),Germán Carreño.
Otros de la época, Policarpo
Calle (“La porra caimanera”, “La negra petrona”, “Mi canoita”), Efraín González
(“El tres cienaguero”), Alfredo Gutiérrez (“Si me quisiste tanto”, “Cabellos
cortos”, “Anhelos”, “Festival en Guararé”, “El solitario”) Calixto Ochoa
(“Charanga campesina”, “La empanadita”) El Cuarteto Imperial, Los Wawancó y Los
Wuarahuaco con la voz del cartagenero Hernán Rojas (“El canoero”, “El pescador
de Barú”, “He nacido para amarte”, “Enamorando”), “La cantaleta” de Los rivales
y “Con paso fino” de Manduko, triunfaban tanto aquí como en el sur del
continente y en México. Uno de los temas más hermosos de entonces es “Amaneciendo”
de Adolfo Echeverría (también compositor de “Las cuatro fiestas”): “Esta noche
tengo ganas de bailar y de ponerle a mi negra serenata”.
El vecindario andino no se quedó atrás. Tras convertir en ídolos a Los
Hispanos y Los Graduados en Perú y Ecuador surgieron o se trasformaron
agrupaciones juveniles que con sello propio comenzaron a impactar en nuestro
país. Con la guitarra eléctrica como elemento estelar llegaría “Caminito
serrano” (Los Destellos), “Sombras”, “Taita Dios”, “Tres Marías” (Los Betas)
“La Danza de los Mirlos”, “La danza del petrolero” (Los Mirlos), “Carnaval en
Arequipa”, “Bailando con la Dolores” (Los cariñosos), “La marcha del Pato”,
“Cumbia india”, “La danza del mono” (Los Orientales) “Malambo” (Los Diablos
Rojos), “Mi gran noche” (Aniceto y su combo). Del Ecuador, la emblemática
orquesta de Medardo y sus Players, Manuel Mantilla y El Combo Palacio
(“Colegiala, “La revancha” “Por favor olvídeme”, “El negro José”). En esa onda
se hicieron sentir Los nada que ver, colombianizando el sonsureño nariñense (“La
Guaneña”, “La Guandera”, “La culebra” y “Los Parientes”).
Tiempo después, desde Nariño asomó fugaz la deliciosa combinación de
instrumentos andinos y arreglos tropicales para temas del folclor, versiones de
música bailable de antaño y composiciones vernáculas de Hugo Ortega con Sol
Barniz (“La chaza” y “El trompo sarandengue”, triunfador en la Feria de Cali) y
Trigo Negro, del destacado quenista “Chucho” Vallejo. Al pie del Galeras en
época decembrina y carnavales, desde hace un cuarto de siglo, pastusos y
nariñenses gozan al ritmo de aires tradicionales compilados en “Fuego de volcán”,
el titánico esfuerzo discográfico anual del médico, compositor e intérprete
eximio de quenas y dulzainas, Oscar Salazar.
Todo tiene su final
Entrados los años 80, con total justicia, el país gozón y rumbero caía a
los pies de “Joe” Arroyo y La Verdad, Jairo Varela y Niche, Aléxis Lozano y
Guayacán, La Misma Gente, Los Niches, Yuri Buenaventura desde Francia, Diomedes
Díaz, El Binomio de Oro y otros, imponiéndose la salsa de mayor elaboración y
los últimos juglares del vallenato, como también una insoportable tendencia “rancherizante”
y romanticona, con pocas excepciones. En los 90, Carlos Vives revivía la música
de Escalona y los clásicos de la provincia vallenata en rescate de “la tierra
del olvido”, con arreglos modernos y gran éxito.
La industria disquera y del espectáculo advertida de la presencia de la
música tropical en los hogares colombianos lanzó proyectos de actualización de
temas icónicos de aquella época con el vestido del Tropipop, con relativo
impacto de audiencia y comercial, con grupos y solistas como, entre otros, “Café
Moreno”, “Barranco”, que produjo Ídolos acompañando a varias glorias (Matilde
Díaz, Alfredo Gutiérrez, Aníbal Velásquez, Lisandro Meza, Noel Petro y Gustavo
Quintero), “Madremonte”, “Ivan y sus ban ban”, Los Tupamaros, Tulio Zuluaga y
Moisés Angulo.
A comienzos del siglo XXI la pervivencia tozuda del Chucu Chucu motiva
otro envión y surgen orquestas con formato tropical para ligar mosaicos de
recordación con un gran éxito los fines
de año que a estas alturas parece llegar a la saturación (Majagual All Stars,
el reencuentro modernizado de los viejos Corraleros), Taxi, Matecaña, Los
canoeros, Caramelo, Banda Fiesta, Son de Fiesta, Sol Caribe, Los 50 de Joselito).
Hoy, musicalmente hablando, Colombia es otra. En la onda de rescate de nuestras
raíces, creatividad y proyección surgen promisorias nuevas músicas con La 33,
Chocquibtown, Herencia de Timbiquí, Bahía, La República, Mojarra Eléctrica y muchas
agrupaciones más. Nuevas sonoridades proyectadas a la aldea global desde los
pueblitos aun sin asfaltar. Con la influencia de las grandes corrientes
musicales del mundo pero orgullosos de llevar lo nuestro a cualquier lugar del
planeta.
Hasta aquí este ejercicio de recordación sumido en la nostalgia, que hace
tiempo quería hacer y no había logrado. Con la muerte de Gustavo Quintero me
animé a sacar elepés y cd, escucharlos, revisarlos y atrapar por un instante
momentos gratos que regresaban fugaces. Desempolvé “Que viva el Chucu Chucu”,
una compilación de crónicas bien logradas de Rafael España, funcionario de
Fenalco, publicado en 1995, con el que me identifico plenamente en su adoración
por esa música que marcó nuestra infancia, adolescencia y parte de los años
“serios” y que sigue metida ahí, en el fondo del alma.
La música bailable, que junto con la balada, la denostada “plancha”, nos acompaña así no haya remedio, la que
bailamos y cantamos alborozados aunque nos digan “cuchos”, la que gritamos a
pulmón para animar los desvaríos, achantes y verraqueras. No están todos los
que son, no era el propósito, pero se identifica a la mayoría con lo mejor de
su obra. Luego de leer este repaso apurado espero que el lector se anime a ir a
buscar los discos que le recordó, escuchándolo se apure un ron y sin pena arrastre
las chancletas y grite conmigo: ¡Que viva el Chucu Chucu!
BIEN AMIGO GUILLERMO SEGOVIA: TU RECORRIDO, ME DEJA PERPLEJO, YA QUE SOLAMENTE HEMOS RECORDADO EN NUESTRAS MEMORIAS, A LOS CLÁSICOS: A PA CHO GALÁN, LUCHO BERMÚDEZ, EDMUNDO ARIAS, LOS MELÓDICOS DE RENATO CA PRILES QEPD, LA BILLOS CARACAS BOYS, LA ORQUESTA DE CHUCHO SANOJA, EL SUPERCOMBO LOS TROPICALES, Y NELSON GOZÁLEZ.HASTA LLEGAR DONDE JOE ARROYO, DE LO MEJORCITO DE COLOMBIA CON EL PIANO DE CHELITO DE CAS TRO, Y DESDE LUEGO FRUCO, QUE VIENE A SER EL MENTOR DE LA NUEVA MÚ SICA NACIONAL, CON SU SALSA, DE LOS TESOS.Y LANZÓ A JOE, Y WILSON. GRACIAS, POR HABER MENCIONADO A MÍ AMIGO DE FENALCO (“Que viva el Chucu Chucu”, una compilación de crónicas bien logradas de Rafael España, funcionario de Fenalco, publicado en 1995)ESTE PERIODISTA MUSICAL, SE ATREVIÓ A COLOCAR MI OBRA EL EMIGRANTE LATINO, COMO NÚ MERO UNO EN LA LISTA DE INTERPRETACIONES DE LOS MELÓDICOS. ME SENTÍ HALAGADO EL DÍA, QUE ÉL, ME AUTOGRAFIÓ, SU LIBRO, EN SU DESPACHO EN FENALCO. GRACIAS GUILLERMO INVESTIGADOR. TE DEJO MIS COORDENADAS PARA SERVIRTE EN UN DÍA NO LEJANO. MÁS AHORA QUE ESTOY YA CUMPLIENDO MIS 50 AÑOS DE ARTISTA, HABIENDO RECORRIDO LA UNIÓN SOVIÉTICA, MÉXICO, CU BA, ESPAÑA. ATTE. ANTONIO DEL VILLAR, COMPOSITOR DE EL EMIGRANTE LA TINO. TEL 00571-2856256--CEL 3015682306- MAIL nobeldemusicaantonio@gmail.com
ResponderEliminarBOGOTÁ COLOMBIA.
Que gran trabajo Guillermo. Mi nombre es Juan David y tengo una emisora on line que se llama ecos de Colombia donde difundo canciones solo interpretadas por Colombianos de todos los géneros y de todas las épocas. Además realizo programas para otra emisora on line que se llama la recuerdo radio. le solicito permiso para tomar parte de ésta investigación y realizar un programa especial para ambas emisoras. De antemano muchas gracias y felicitaciones
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