El subsecretario del Senado Saúl Cruz -“Saulito”, entre sus validos del Senado- en
una actitud tan pueril como bandidesca, para vengarse de reportes informativos
del noticiero de televisión Noticias Uno sobre sus andanzas politequeras, las
de sus colegas administrativos, de los congresistas y de su familia, montó una
agresión del camarógrafo en su contra para salir a quejarse desde el atril de
la plenaria del supuesto ataque, simulando tristeza y dolor. Farsa que
necesitaba la partidocracia clientelista sentada en las curules para desatar
sus rabias contenidas contra el informativo, porque en varias ocasiones ha
hecho públicas sus vagabunderías y fechorías.
La trama le salió mal a “Saulito”. La cámara del noticiero grabó
de corrido y registró el autogolpe, además su dirección solicitó a la
presidencia del senado las grabaciones internas, que le fueron facilitadas con
la seguridad de que el subsecretario no podía haber sido tan obvio. Pero
resulta que sí, los tramposos se acostumbran y creen que nunca los van a
pillar, aunque siempre hay una vez y, muchas veces, mas de una. Denunciada la
tramoya en amplia nota de Noticias Uno y desatada la indignación, en sesión que
cuestionó la actitud del funcionario la mayoría de compinches de Cruz hicieron mutis por el foro, algunos de los
vociferantes se declararon engañados pero alegaron ante cualquier determinación
“debido proceso” en favor de su aliado y solo doce senadores solicitaron una
drástica sanción frente a semejante grosería.
El patético “Saulito”, mediante carta al noticiero presentó
disculpas, con distorsión de los hechos -la grabación muestra que buscó
golpearse contra la cámara-, “al querer esquivarlo se presentó el contacto con
la cámara, fue un hecho accidental y fortuito, no lo emebestí y también
entiendo que no fue el propósito del camarógrafo hacerlo”, y exculpándose con
cinismo por sus palabras “originadas por la confusión, emotividad y estrés del
momento al cual no estoy acostumbrado” lo que “me llevó a cometer una
imprecisión a la hora de transmitir lo que pasó”. Y ya. San se acabó. Semejante
escándalo que se lleva por delante la credibilidad de una poder del Estado y
del funcionario que certifica sus actuaciones, que además resultó cabildero de
intereses reaccionarios -en cámara se le ve desesperado buscando votos para el
candidato derechista a la Corte Constitucional- y protegido de un exprocurador
separado de su cargo por haberse hecho elegir canjeando votos por puestos.
Ofrecer perdón y retractarse ya no es una compensación de
vergüenza por la ofensa originada sino una táctica para diluir la acción
judicial una vez logrado el efecto difamador mediático. Práctica recurrente del
expresidente Uribe y sus correligionarios con desdén absoluto por las leyes
cuando son ellos las que las trasgreden, evidente en las sucesivas ocasiones en
que injurian y calumnian para luego desdecirse ante los jueces con disculpas o
rectificaciones forzadas que de forma cínica mantienen el agravio, como con
Holman Morris, Yohir Akerman, Daniel
Coronel, Julián Martínez, Daniel Samper Ospina y las madres de los muchachos asesinados
por el ejército residentes en Soacha, luego de engañarlos para atraerlos y
presentarlos como bajas en combate, sobre quienes lanzó la especie de que
podían ser delincuentes para tratar de rebajar la gravedad del crimen
propiciado por las licencias de la “Seguridad Democrática”.
El caso de Cortés hace gala de la excremental táctica de la posverdad utilizada
por el uribismo para emberracar al electorado en contra del plebiscito por la
paz y ahora su arma predilecta. Con total descaro ofrece un perdón ofensivo al tratar de cubrir un
embuste con otro y el inefable Uribe sentencia que si es “un perdón honesto debe
concedérsele”. Por jugarretas como esas se expulsa estudiantes indisciplinados
de los colegios, se les quita la salida del domingo a los hijos en el propósito
altruista de corregir el engaño y la mentira y cortar por lo sano. Pero resulta
ahora que, con la premeditación y picardía mas descarada, con el ánimo de hacer
daño a la imagen de un medio de comunicación, en el recinto por excelencia de
la democracia, un alto funcionario del poder legislativo monta una treta de la
peor calaña, cuyo mal ejemplo orada cualquier principio de moralidad y basta
con fingir para reparar el daño.
Mientras el Congreso da las peores demostraciones de clientelismo
y chantaje como parapeto al poder y mecanismo de negociación entre poderes, la
oposición de derecha acude a los mas bajos procederes para dar al traste con
quien considera un traidor y conseguir el poder pleno para arrear al país, el
Consejo Electoral de la partidocracia pierde decencia al setarse su presidente
a manteles con sus vigilados e intentar cambiar a la fuerza mecanismos como la
revocatoria para favorecer a sus protegidos, como también el Contralor Distrital en sus encuentros
“casuales” con los concejales bajo su lupa para comer hamburguesa y el Fiscal
General que, con drasticidad en unos casos, trata de eludir el impedimento generado
en su vinculación con el escándalo de Odebretch (vía Grupo Aval-Navelena). Caso éste último
que enloda por igual al Presidente de la República, al principal candidato de
la oposición en las últimas elecciones y a buena parte de la clase política.
Cómo puede ser que una parte de la sociedad, para mayor precisión
en las responsabilidades la mayoría de representantes de la clase política con
presencia en el Congreso de la República y sus partidos, incluido un
expresidente de la república, exculpe por un perdón mentiroso, un montaje vil
cuyo efecto nocivo en la moralidad, la ética pública y la legitimidad
institucional en un país donde éstas están por el suelo por la corruptela
generalizada y entronizada como basamento del poder político, es
inconmensurable. La renuncia de Saúl Cortés sería lo mínimo. Pero mas allá de
la satisfacción momentánea que generaría, poco probable o leve en un escenario
de favores mutuos, de poco sirve porque la corrupción está enseñoreada en todas
las instituciones del Estado. Esta casa, nuestra amada Colombia, necesita una limpieza general.
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