Hace 50 años fue asesinado en el pequeño poblado de La higuera, Bolivia, Ernesto Guevara de la Serna, bautizado “El Che” en la Sierra Maestra cubana y para la posteridad, tras ser capturado en el último combate de la diezmada guerrilla con la que quiso dar inicio a su enseña de “crear uno, dos, tres Vietnam” desde los Andes.
Nacido en Rosario,
Argentina, médico de profesión, se hizo
revolucionario como testigo de la realidad lacerante de los pobres de Bolivia,
Colombia, a la que advirtió en las puertas de la infernal violencia de los 50,
y Guatemala a la que los yanquis le negaron el derecho de andar derrocando a
Jacobo Arbenz. Adhirió en México a la gesta rebelde de Fidel Castro contra el
oprobioso régimen de Batista en Cuba, al
comando del Frente de Guerra Oriental con la toma de Santa Clara aseguró el
triunfo de la Revolución de 1959 y fue uno de los orientadores del rumbo que
tomaría la isla caribeña hacia el socialismo.
Tras ocupar cargos y
responsabilidades relevantes en la
dirección de la economía y las relaciones internacionales, los declinó para
entregarse a la guerra revolucionaria, primero en una fallida experiencia en el
Congo y, luego, con el Ejército de
Liberación Nacional de Bolivia, un destacamento de cubanos, argentinos y
bolivianos, conformado por orden de Fidel Castro a instancias suyas, al mando
del cual hallaría la muerte.
Su vida y las circunstancias del
final lo convirtieron en una figura
mítica de las rebeldías y el contra poder en el mundo, fascinante parábola
vital que sigue siendo motivo para las ciencias sociales, el periodismo, la
literatura, el cine, el arte y la historia.
De la Sierra Maestra a Ñancahuanzú
En sus viajes por Latinoamérica,
el Che joven palpó la miseria, el engaño del reformismo, el vasallaje a la Casa
Blanca y el tutelaje del imperio, situaciones que lo llevaron a la convicción de la necesidad
de un cambio por la vía revolucionaria. Embarcó en el yate Granma en México y
vivió el fracaso del desembarco pero con el Ejército Rebelde liderado por Fidel
Castro, en la Sierra Maestra emergió su ruda alma guerrera y fue artífice de la
toma del poder. Presidió los tribunales revolucionarios que juzgaron a los
miembros de las fuerzas represivas del régimen batistiano, muchos de los cuales
fueron condenados y ajusticiados, polémica actuación que se convirtió en
argumento político de los enemigos y detractores suyos y de la revolución.
Teorizó, actuó y polemizó desde el marxismo. Cuestionó el
burocratismo, la ineficiencia y el afán de lucro. Promovió la reforma
agraria, la planificación centralizada, el
trabajo voluntario y los estímulos
morales en su ideal de un “hombre nuevo” y trató de enseñar con el ejemplo.
Representó a Cuba en los grandes escenarios diplomáticos del mundo, donde
impactó su discurso contundente y elocuente. Fue un convencido y radical
antimperialista. Denunció los desequilibrios de la economía mundial, reclamó equidad
de los países socialistas y logró con ellos acuerdos favorables sin renunciar a
cuestionarlos.
La experiencia de la Sierra
Maestra y la victoria de la revolución,
en la que fue protagonista como estoico y avezado combatiente, se tradujo en su teoría del foco guerrillero, con la que
planteó que un destacamento de revolucionarios en armas en un contexto de
condiciones objetivas favorables, como era la situación de miseria y
explotación de buna parte del mundo, podía crear las condiciones subjetivas
para el levantamiento popular, concepción que resultó inviable en entornos
diferentes al cubano. “Otros pueblos reclaman el concurso de mis modestos
esfuerzos”, dijo en carta a Fidel en la que le comunica su decisión, la cual el
líder lee con voz compungida en un acto de una organización de masas el 3 de
octubre de 1965, en medio de aplausos y nostalgia.
Su vida selló un compromiso
voluntarioso tras ser capturado con un balazo en la pierna izquierda en la
quebrada del Churo en la región de Ñancahuanzú. Detenido en la escuela del
caserío de La Higuera mientras se definía su suerte, ya que los militares
querían evitar un escándalo más resonante que el creado por el juicio a Regis
Debray, periodista involucrado en la guerrilla del Che, al final, por órdenes del general Barrientos, presidente,
y el alto mando, el 9 de Octubre de 1967, en presencia de agentes de la CIA
contrarios a la decisión, fue baleado por un oficial nativo ebrio al que
médicos cubanos le devolvieron la vista 40 años después y a cuya hija, el
presidente indígena Evo Morales nombraría como segunda al mando de las Fuerzas
Armadas.
La noticia fue confirmada por
Fidel Castro al pueblo cubano en una comparecencia televisada el 15 de octubre
de 1967. El 18 se realizó una velada solemne en memoria de Guevara en la que
Fidel proclamó “Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros
combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos
decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean
los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el
Che! Si queremos decir cómo deseamos que
se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se
eduquen en el espíritu del Che! El Che fue
declarado Héroe Nacional, proclamado “Guerrillero Heroico” y se convirtió en
estandarte de las luchas populares en el mundo.
El enigma de su cuerpo, sus manos
y su diario
Acicalado tras ser asesinado y
expuesto en la pileta de una escuelita para corroborar que estaba muerto, las
fotografías contribuyeron a darle a la escena un aire místico. Luego los
militares subalternos le cortaron las manos y las depositaron en un frasco con
formol para identificación e intentaron incinerar el cuerpo de lo cual desistieron
tras varios intentos, para finalmente amarrarlo a los soportes de un
helicóptero y conducirlo por el aire hasta Vallegrande y enterrarlo en una de
las fosas que cavaron para arrojar los cadáveres de los demás guerrilleros
abatidos, cerca de la pista del aeropuerto, operación que se ocultó por un
pacto secreto al que se puso final 40 años después.
En 1996, el periodista
estadounidense Jon Lee Anderson en la búsqueda de material para su biografía
sobre Guevara entrevistó a uno de los militares responsables de la operación en
su contra, quien ante una pregunta hecha al final y “por si acaso” le reveló el
secreto, tras de lo cual forenses argentinos y un nutrido grupo
interdisciplinar conformado por el gobierno cubano trabajaron en forma ardua
para finalmente confirmar en julio la identificación de todos los cuerpos,
incluido el del Che sin sus manos. Cuba erigió un impactante monumento a la a
los caídos en Bolivia en la ciudad de Santa Clara y luego de multitudinarios
homenajes en La Habana y Santa Clara los restos de Guevara y sus compañeros
fueron depositados en el memorial.
Los pormenores de la experiencia
boliviana de la guerrilla, desde las expectativas y el entusiasmo ilusorio del
comienzo, su progresiva desintegración, hasta
los tormentosos momentos de la derrota, fueron consignados al detalle
por el Che en una libreta y una agenda que describen las vivencias y
padecimientos de los rebeldes desde noviembre de 1966 hasta el 7 de octubre de
1967. Los diarios le fueron confiscados con otros objetos al momento de su
captura. Fotocopias de algunas páginas fueron entregadas a los periodistas que viajaron
a Vallegrande a cubrir la noticia, para corroborar que se trataba de Guevara.
El gobierno militar, buscando lucrarse, los declaró bien patrimonial a la espera
de la compra de derechos de publicación por una editorial internacional.
Por coincidencias del destino,
tanto las manos como el diario de Guevara llegaron a las manos de Antonio
Arguedas, un exmilitante comunista que para entonces fungía como ministro del
interior y mal escondía su molestia por el fusilamiento del guerrillero. Luego
de las pruebas de identificación, Arguedas se quedó con las manos porque el
militar responsable, al preguntarle qué hacer con ellas, le dijo, “haga con
ellas lo que quiera”. Al ministro también le fue encomendado sacar una copia
del diario, lo que aprovechó para hacerse a una adicional.
Una vez con los objetos en su
poder, Arguedas contactó a Víctor Zannier, un viejo camarada, para encargarlo de
hacerlos llegar al gobierno cubano. Zannier contactó a Hernán Uribe, miembro del
equipo directivo de la revista de izquierda Punto Final, en Santiago. Uribe y
sus colegas periodistas planearon la operación “Tía Victoria”: Zannier les
entregó clandestinamente el microfilm del escrito camuflado en un disco lp de
música andina y Mario Díaz lo llevó a La Habana vía México en otro lp. de
música clásica. De esta forma, las cuitas y tragedia de la guerrilla del Che en
la selva boliviana fueron impresas con urgencia y entregadas al pueblo en forma
masiva en la isla y se regaron como pólvora por el mundo.
Así el gobierno cubano se
adelantó a una posible venta por los militares bolivianos, su falsificación con
fines políticos por la CIA, tergiversaciones del gobierno de Estados Unidos y
probó que existió comunicación permanente entre Guevara y Castro para desmentir
el supuesto abandono de los guerrilleros y el interés de Fidel por deshacerse
de quien los comandaba. En 1984, alguno de los
corruptos militares bolivianos en el poder, quizá el aliado del
narcotráfico Luis Arce, hurtó el original que apareció ofertado por la casa de
subastas Sotheby´s de Londres, conteniendo páginas adicionales a las conocidas
hasta entonces y de gran interés. Abogados al servicio de Bolivia evitaron la
venta y los recuperaron regresando a los archivos del Banco Central de Bolivia.
Las manos tuvieron también un
trasiego novelesco. Zannier le encomendó al militante comunista Juan Coronel
Quiroga la misión de llevarlas a Cuba. En julio de 1969 le entregó una bolsa de
viaje con el frasco que contenía las manos reblandecidas por el formol verdoso
y la mascarilla de reconocimiento hecha al Che. Mientras ingeniaba el plan para
trasladarlas, Coronel las tuvo cinco meses debajo de su cama en una pieza en
arriendo en La paz. En diciembre las embarcó como equipaje de manos en un
periplo que lo llevó por Lima, Guayaquil, Bogotá, Caracas y de allí a Madrid,
París y Budapest, Hungría, donde un contacto del Partido Comunista le coordinó
una cita con sus camaradas de Moscú para que éstos facilitaran la entrega a
Castro.
En la capital rusa se encontró
con Zannier quien gestionó su viaje a La Habana pero fue rechazado por el
Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, pues el gobierno consideraba a
Coronel un traidor por pertenecer al PC boliviano que le había dado la espalda
al plan guerrillero de Guevara. Entonces los bolivianos las entregaron a
funcionarios de la embajada cubana en Moscú y fueron enviadas el 5 de enero de
1970 a La Habana.
Tras conocerse la publicación del
diario del Che el 1 de julio de 1968 en Cuba, Arguedas huyó a Chile, de allí
viajo a Inglaterra y luego a Estados
Unidos donde por las reuniones que
sostuvo se verificó el rumor de que también era agente de la CIA. Al regresar
en 1969 a Bolivia fue encarcelado por un
tiempo y se declaró marxista. Luego de sufrir un grave atentado organiza la entrega las manos del Che
y se asila en México. A finales de la
década de los 70, vuelve para activarse en el ejercicio político y monta un
grupo de investigación contra el narcotráfico, lo que le cuesta un montaje de
la policía para vincularlo con actos terroristas y finalmente su muerte en un
atentado al estallarle una bomba que
fuentes policiales le atribuyó.
El enigma y la tragedia que
envuelve la muerte del Che, el destino de su cadáver, sus manos y su diario se
extiende a la muerte violenta de la mayoría de quienes intervinieron en su
asesinato. El dictador Barrientos murió al estrellarse el helicóptero en que
viajaba, en abril de 1969, el comandante de la ejecución fue baleado en París
en noviembre de 1970 por una célula clandestina al tiempo que en Hamburgo, la
joven boliviana de origen alemán Mónica Erlt, miembro del ELN del Che en reconstrucción,
mató a tiros a Roberto Quintanilla, quien ordenó la amputación de las manos.
El Che en el presente
En una de las ferias de
innovaciones tecnológicas más importantes del mundo, Las Vegas, Nevada, Enero
de 2012, Mercedes Benz, la fábrica de autos para los multimillonarios, presenta
un nuevo modelo. Los creativos publicitarios despliegan al fondo del escenario
la más famosa imagen del Che Guevara remplazando en la boina la estrella de
cinco puntas por el símbolo de la marca
y el letrero ¡Viva la Revolución! El presentador justifica el contrasentido con
el argumento de que el auto invita a compartir y si eso es revolucionario,
“bienvenida la revolución”, con tal de vender.
Desde luego que la reacción de la
comunidad cubano-estadounidense anticastrista no se hizo esperar y ante el
temor de perder clientes, la agencia de publicidad y la fábrica se disculparon
con cualquier tontería, de las que se acepta siempre y cuando incluya
desaprobación al gobierno de Cuba. Lo que no se entiende es cómo estos genios
pretenden cautivar a unos consumistas alienados artífices y súbditos del
capitalismo salvaje, con la presencia y las ideas de quien dio su vida
combatiendo ese modelo de explotación
por responsable del hambre que avergüenza a la humanidad, a menos que en el
fondo consientan en la verdad de su mensaje.
Evo Morales, indígena aymará,
Presidente de Bolivia, gestor de los cambios más importantes de la historia de
ese país en la afirmación de derechos para las minorías nativas, llega a La
Habana a comienzos de Octubre de 2012 en visita de Estado. En la parte
izquierda de su tradicional saco, adornado con tejidos de motivos precolombinos,
luce un adhesivo con la imagen del Che. La hija de uno de los militares
bolivianos que combatieron contra
Guevara ha dicho que hay que apoyar a Evo porque lucha por lo que murió el
argentino.
Casi al tiempo, una congresista
de La Florida, EE.UU, irrumpe iracunda en los medios de comunicación para
denunciar el despropósito de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA),
que, para celebrar el Mes de la Hispanidad,
envió un correo electrónico ilustrado con una imagen, probablemente
tomada en Cuba, en la que tras una carreta tirada por un caballo, asoma
un mural en la pared con la efigie de Ernesto Che Guevara y la frase
“Hasta la victoria siempre”. Los funcionarios de la entidad se apresuraron a ofrecer disculpas por el “descuido” de
algún subalterno que, seguro, sabía lo que hacía.
En Colombia, la guerrilla más
vieja del continente, tácticamente distante pero ideológicamente identificada
con el Che, asume el reto de negociar
una salida política al conflicto armado que por medio siglo ha desangrado al
país, con la demanda de tierra y
justicia para los pobres del campo que
abanderó Guevara, como condición de la renuncia a la vía armada. Entre tanto el
ELN, mas afín al pensamiento guevarista asume el escenario de la negociación
política para desmovilizarse. Se cierra así el ciclo abierto por la Primera y
Segunda Declaración de La Habana de apoyo a la insurrección armada en el
continente y la decisión del Che de volver a la lucha guerrillera en los montes
de Bolivia, donde encontró la muerte.
Al cumplirse 50 años del asesinato del
Che, Fidel, su compañero de luchas y proyectos, ya no está. Ahora de los dos lo
que diga la historia.
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