Por primera vez en un siglo
de existencia de las que pueden denominarse fuerzas de izquierda, un
representante de esa corriente acaricia la posibilidad de llegar a la
Presidencia de la República y en su defecto se ha convertido ya en factor
determinante de la política del país y en el futuro inmediato. Tras setenta
años de lucha guerrillera, la posibilidad de acceso al poder por propuestas
alternativas se podría dar con los instrumentos de la democracia, ampliada con
las conquistas de la Constitución del 91, pacto del establecimiento con un
sector de la insurgencia que no logró amainar la violencia pero abrió espacios
para expresiones inéditas de participación y reivindicación.
Al
pueblo nunca le ha tocado
Colombia en sus doscientos
años de vida republicana -el 7 de Agosto de 2019 se cumple el bicentenario de
la Batalla de Boyacá que selló la independencia de la corona española- salvo el
interregno breve de la Revolución de los Artesanos liderada por José María Melo
de 1854, ahogada en sangre y destierro, ha sido gobernada por una minoría
perteneciente a las castas acaudaladas excluyente, voraz y de espalda a los
intereses de las mayorías populares, exclusión amortiguada por concesiones
recortadas para aceitar el sistema, paliativos impuestos por la banca
internacional o el temor al alzamiento, pues hasta los intentos reformistas
fueron reversados por las fuerzas arcaicas cuando lograron alguna realización
como en la “Revolución en Marcha” de López Pumarejo en 1936 o la reforma
agraria y el impulso a la organización campesina del abuelo del candidato
Vargas Lleras, sepultada por el papá del expresidente Andrés Pastrana, hoy
aliado del terrateniente Álvaro Uribe en respaldo a Iván Duque.
La disputa por el poder
entre los partidos configurados a partir de los dos bandos en que se bifurcaron
los liderazgos posindependencia, el conservador hispanista y el liberal reformista,
fue de elites. Primero gamonales comandando la peonada para dirimir entre
camándula y libre pensamiento el rostro de la nación tras la emancipación. En
el siglo XX la dirigencia aristocrática usando como carne de cañón al pueblo en
sus confrontaciones por apoderarse del gobierno. La historia de las guerras
civiles y sus paces acordadas sobre el reparto de puestos y presupuestos en una
democracia restringida para atajar el desborde, como ocurrió con el Frente
Nacional. En el siglo XXI, el liderazgo autoritario terrateniente guerrerista frente
el capitalismo neoliberal aristocrático. Pero el pueblo siempre subalterno.
En ese trance, en parte por
el ambiente de desamarre que generó el acuerdo de paz con las Farc en 2016, que
permite a los movimientos populares, no sin costo de sacrificio a manos de los
verdugos de los poderes oscuros, salir a exigir de frente sus derechos, y, en
gran medida, como fruto de la cosecha que sembró en Bogotá, al ganar y hacer
una Alcaldía desde una lógica de las mayorías, contrapuesta al tradicional
gobierno oligárquico de la ciudad y el país, irrumpe Gustavo Petro con la
fuerza arrolladora del respaldo popular ganado con el crédito de ser un hombre
de batallas que no se rinde contra el autoritarismo, el paramilitarismo y la
corrupción, ducho en desbaratar alambradas y emboscadas con que se blinda el
establecimiento, intransigente en su compromiso en favor de los postergados y
violentados y frentero con los ungidos por venir de castas o por tener su
padrinazgo.
Un
líder auténtico con la agenda del Siglo XXI
En Bogotá, mas allá del
debate sobre lo que hizo, que logró mucho si se mide desde los sectores
populares objetivo fundamental de los programas del Plan de Desarrollo de la
Bogotá Humana, con resultados reconocidos por organismos especializados y las
cifras del DANE, la impronta de su gobierno está en haber demostrado que se podía, que si el
propósito es claro, hay estrategia y compromiso, los cambios son posibles. Incluso
en el preventivo y estrecho marco institucional vigente, diseñado para impedir reformas
no controladas por los poderes establecidos, el cual tensionó para afinarlo con
los mandados constitucionales del Estado Social de Derecho.
El mínimo vital de agua
decían era inocuo pero ya todo el país lo asumió. Los pobres no podían vivir en
estratos valorizados pero con La Hoja y otros cuantos ejemplos demostró que era
posible. Los CAMAD plantearon una manera distinta de tratar la
drogodependencia. Prohibió el porte de armas, acatado a desgano, y con ello dio
un salto en la reducción de muertes violentas. Dijo NO a los toros, las
carretas de caballos y el reciclaje sin remuneración y en eso lo copió el país.
Dijo Sí a la diversidad, el animalismo, la inclusión, el ambientalismo, las
culturas juveniles y con ello se puso a la vanguardia nacional con relación a
las nuevas ciudadanías.
Sus apuestas en defensa de
lo público y en materia de transporte multimodal sostenible, servicios
públicos, aseo y disposición de basuras, educación de calidad, salud
preventiva, adaptación al cambio climático, ordenamiento alrededor del agua y
densificación de la ciudad, se convirtieron en temas de la agenda nacional. La
desprivatización de la recolección de basuras, en la que se jugó a fondo a pesar
de no pocas objeciones, permitió sondear hasta dónde el Estado puede incidir en
la regulación y prestación de servicios básicos para garantizar derechos
conculcados como los de los recicladores y replantear contratación lesiva a los
intereses colectivos. Por eso fue destituido mediante fallo amañado del entonces Procurador,
pero también su decisión tuvo incidencias rupturistas como la
de una juez de lo contencioso administrativo que en providencia rompió la doctrina imperante sobre la majestad del
mercado y reivindicó la obligación del Estado de intervenir en defensa de la
ciudadanía y los bienes públicos.
Tras la destitución
reaccionó sesudo para analizar sus posibilidades, seducido ante el clamor de miles
de simpatizantes objetivo de sus programas sociales o motivados por un
liderazgo que asumía llevar a la lucha política las banderas de la modernidad, que
le exigían no rendirse. Llenó la Plaza de Bolívar de Bogotá varias veces, antes
de aceptar que frente a las formalidades había que comportarse. Traicionado en
un acuerdo con el Presidente Santos de acatar las medidas de protección
solicitadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a cambio de
respaldo político para las negociaciones de paz, salió del Palacio Liévano para
volver a los pocos días acompañado de una marea humana y quedarse hasta el
final, tras una batalla jurídica colosal en todos los frentes.
El receso en el cargo y una
breve gira por algunas ciudades le permitió palpar en las concentraciones el
fervor que había desatado la Bogotá Humana a nivel nacional. La gente apreciaba
el carácter humanista, incluyente, animalista y ecológico de su programa, su
decisión y coraje para confrontar los subterfugios en los que se mantiene
inmutable y con dueño la institucionalidad y la arremetida mediática dispuesta a molerlo
en público por sus osadías. De ese examen, las expectativas generadas por el
proceso de paz y la constatación de que a pesar de los avatares la votación de
la anterior campaña presidencial y su cauda en Bogotá se mantenían fieles. Era
previsible advertir el paso a seguir.
Entusiasmo
de multitudes y ruptura del discurso dominante
Durante dos años defendió
ante el país y en Bogotá su gestión en la Alcaldía confrontando a su sucesor,
dedicado a desmontar su legado y a servir los intereses privados, lo que lo
mantuvo vigente y le permitió aprovechar a su favor los desatinos de Peñalosa.
Recorrió el país como conferencista colmando auditorios para sustentar sus
nuevas convicciones, entre las cuales la primordial, radical en su apuesta por
proteger a la humanidad y la naturaleza del cambio climático: adiós al petróleo
y los hidrocarburos. Con eso y su apego a los instrumentos democráticos y de
derechos de la Organización de Estados Americanos, marcó un polémico parte
aguas con la izquierda latinoamericana: ruptura con la “economía fósil”, el
extractivismo, y tránsito hacia una
economía y una sociedad productivas basadas en el trabajo y el saber, el
respeto al entorno, la naturaleza, la diversidad y el pluralismo en el marco
del Estado Social de Derecho postulado por la Constitución de 1991. Educación
como instrumento de poder que convierta al pueblo en sujeto de la historia. Un
pacto social para un proyecto civilizatorio.
La precandidatura no picó en
punta pero nació con opciones. El análisis de coyuntura electoral de las
parlamentarias de marzo de 2018, lo llevó a una propuesta audaz y generosa,
desoída con prejuicio por las otras dos candidaturas progresistas: consensuar
el programa, ir a una consulta, agrupar listas al Congreso y apoyar al que la
ganara. El liberal De la Calle no aceptó por distancia ideológica. La Coalición
Colombia de Fajardo (Polo, Verde y fajardistas) le sacó el cuerpo con soberbia.
Pero Petro iba más allá de elegir un candidato, proponía en sentido gramsciano constituir
un “bloque histórico” de sectores progresistas apuntando, mas allá del Palacio
de Nariño, a conjunción de sectores aunados en el poder para hacer posibles la
paz y la superación de la desigualdad, la única manera de darle músculo
político a la decisión de grandes cambios.
Consciente del poderoso
escenario de la consulta presidencial para mantenerse expuesto y medirse en un
primer sondeo frente a la fuerza del uribismo, la pactó con el exalcalde de
Santa Marta, Carlos Caicedo. El case inicial fue de 2 y medio millones de
votos. Si bien la consulta de la coalición de derecha e Iván Duque, el
candidato ganador en el uribismo, le sacaron una amplia ventaja, Petro se
consolidó en adelante en el segundo lugar en las encuestas en forma ascendente y sin encontrar
el techo que le vaticinaban.
Así inició una campaña presidencial que advertida de los
riesgos pero también de los espacios que abría el acuerdo con las Farc, se
convirtió en una frenética correría por todo el país, llenando plazas con
entusiasmo desbordante. Un ejercicio democrático en el que haciendo gala de sus
dotes de orador y pedagogo agitó consignas y explicitó en detalle su programa rememorando
el ágora griego, para rematar con el pedido que con los días volvió cierre
ritual: ¡Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su Presidente! El poder en escena
del que habla Balandier, con la narrativa de los de abajo que reclama Benjamín,
el sustrato democrático de la acción comunicativa descrito por Habermas, el
poder de lo simbólico y la “política del amor” que teoriza Martha Nussbaum,
para resaltar la importancia de las emociones y el arte en las grandes causas
humanas.
Colombia
Humana: apuesta por la igualdad y la dignidad
Frente al discurso
ultraconservador, pro ricos y terratenientes, contrario a los acuerdos de paz
de Duque, al continuismo, desplantes clasistas y ambigüedades oportunistas sobre
la paz del neoliberal Vargas Lleras, a la indefinición pasmosa y el
contemporizador tránsito sosegado de Fajardo en asuntos cruciales y la orfandad
partidista del gran candidato liberal De la Calle, Petro desplegó el programa
de la Colombia Humana, un discurso claro de compromiso con los sectores
populares, por un país a la altura del siglo XXI, de propósitos innovadores en
temas clave de la humanidad y una paz positiva que vaya más allá del fin de la
guerra. No promueve la lucha de clases, la evidencia para superarla, analiza
aguda Sara Tufano. Desbarató el discurso guerrerista y el de la oposición
formal complaciente para plantear rupturas históricas con una narrativa opuesta
al continuismo de los demás candidatos, agregó brillante Luciana Cadahia. Dos
analistas que otean más allá que las complacientes mesas de tertulianos y
evidencian lo que en el fondo está pasando.
Un programa revolucionario
como compromiso de un gran acuerdo para el futuro: Cuidado a la primera
infancia, jornada única escolar y educación superior pública gratuita y de
calidad, salud preventiva y fin a la intermediación de las EPS, fortalecimiento
del sistema pensional público y garantía de jubilación para todos replanteando
el manejo de los recursos para beneficio de los fondos privados; banca pública
para impulsar pequeña y mediana iniciativa empresarial, impulso al desarrollo
agrícola e industrial; riqueza a partir del trabajo y no de las rentas de
tierra improductiva y la especulación financiera.
Contribuir a la subsistencia
del planeta con el transito del extractivismo a energías limpias, honrar los
acuerdos de paz, incumplidos en los sustancial, recuperando para la justicia
transicional la comparecencia de todos los actores de la guerra para así lograr
la verdad que permita una real reconciliación y pasar a un nueva etapa de
nuestra historia. Recuperar la independencia y soberanía de la justicia de las
garras de la mafia y la politiquería y una lucha frontal y sin concesiones
contra la corrupción, de parte de un paladín que se batió solitario contra el
paramilitarismo hasta romper los arreglos de impunidad imperantes y que en
contra de su partido de entonces y el desdén cómodo de sus dirigentes, denunció
el “carrusel de la contratación” en Bogotá, capítulo del modus operandi de la
alianza criminal de políticos, funcionarios y contratistas para robarse el
presupuesto público, aun sub judice en sus cabezas, prominentes hombres
públicos del poder regional y nacional y sus impúdicos aliados.
Un propósito colosal que de
triunfar, exige para su logro propiciar un gran consenso entre grupos afines,
proclives y sensibles para constituir mayoría legislativa. La nueva composición
del Congreso permite alguna esperanza, siempre que el statu quo no se enfile
intransigente en su contra. La otra opción, la incertidumbre de una Asamblea
Constituyente acotada a temas críticos pero que tendrá la impronta del sector
que imponga las mayorías, encrucijada histórica y gran reto para el movimiento
social y popular. Petro propone sentar las bases de una profunda transformación
social pero ha sido claro en que su marco de acción es la Constitución de 1991,
el Estado Social de Derecho y la plena realización de la carta de derechos en
ella consagrados, desde luego reformada en los aspectos en que ha sido
contraída y distorsionada e innovada para ponerla a tono con las nuevas
demandas de la sociedad en transición, el posconflicto, una economía a escala
humana y los riesgos para la supervivencia de vida en el planeta.
El
turno de las mayorías postergadas
La base electoral de Petro está compuesta por la
diversidad, reivindicaciones y luchas del universo popular: indígenas,
afrodescendientes, campesinos, nuevas ciudadanías, población lgbti, movimientos
sociales, defensores de los derechos humanos y ambientalistas, todas las
insignias de la izquierda, la intelectualidad crítica, capas medias y el pueblo
raso que asumió entusiasta su convocatoria para sumar mas de un millón de
personas movilizadas en 80 concentraciones realizadas en apretada agenda de dos
meses a lo largo y ancho del país hasta colmar la Plaza de Bolívar el 17 de
mayo en impresionante manifestación a la
que cada quien llegó porque quiso y dejó boquiabierto a mas de un opinador. En la maratón de debates
promovidos por todos los medios y en las grandes ciudades, en las entrevistas
concedidas a medios dirigidos por sus malquerientes comprometidos económica o
afectivamente con sus adversarios, ha exhibido con lujo su conocimiento del
país, sus problemas, las vergüenzas escondidas detrás de algunos de sus
adversarios y las propuestas para darle a Colombia un nuevo rumbo.
Siempre se ha advertido que
no hay lucha exitosa sin símbolos que la representen y Colombia los tiene en la
nostalgia y el sacrificio. La cultura política precaria del país, deformada en
la confrontación bipartidista, el Frente Nacional, la pasmosa exclusión y
desigualdad, está signada por la muerte que truncó las esperanzas populares,
Uribe Uribe, Gaitán, Galán. Petro los amalgama y potencia en su ideario
pluralista y progresista, con el compromiso del consenso para el cambio, el
“sancocho nacional” de que hablara el comandante mayor del M-19, Jaime Bateman,
el “país de todos” que promovió Carlos Pizarro, su último comandante, y el
“acuerdo sobre lo fundamental” que exigió Álvaro Gómez Hurtado para superar el
establecimiento corrupto. Todo esto lo ilustra con el pasaje bíblico de Moisés
conduciendo a su pueblo en medio de las aguas del Mar Rojo separadas para
permitir el paso de los hombres hacia la libertad. Algunos, cizañeros mas que
ingenuos, le achacan burlonamente una pretensión mesiánica. No comprenden el profundo
sentido de su llamado a nuestro pueblo para que asuma las riendas de su
destino.
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