Solía caminar el elegante caballero desde las faldas del cerro de Monserrate, por los lados de Las Aguas, sitio histórico del centro de la capital, sonriendo, coqueteando y ‘dicharacheando’, como siempre, rodeado de muchachos y muchachas encantados que querían que continuara en la calle la forma fabulosa como les contaba una materia “pesada” como Historia de la Economía en la Universidad de los Andes, último centro académico donde impartió conocimiento. El maestro hacía años se había librado de la solemnidad y la rigidez del currículo y enseñaba incitando a los alumnos a soñar. Medio siglo de docencia meritoria lo hacían sentir orgulloso de que más que llenar cabezas con datos y hechos acompañaba a sus alumnos a viajar y pensar.
Hijo de una extensa familia
campesina de Cajamarca (Tolima) vivió en su infancia los rigores de la
violencia liberal conservadora como testigo de la destrucción de la tienda de
abastos de su padre por una horda enardecida, los conflictos que por la posesión
y explotación de la tierra padecieron los suyos y sus vecinos y de los dolores
de esa y guerras anteriores, desde la de los Mil días, en el recuerdo triste de
algunos de los que las vivieron. Buscando superar esos lastres su papá lo envió
a estudiar a Ibagué, donde sus reflexiones sobre los cómos y por qué de tanta
injusticia y sangre derramada lo inclinaron a estudiar historia, conocer y
comprender el pasado y encontrar claves para abordar el presente.
Hermes Tovar Pinzón, licenciado
en Historia de la Universidad Nacional, profundizó sus estudios en Chile y
obtuvo su doctorado en historia de St. Antony’s
College en Oxford, Inglaterra. Fue
quizás el primer profesional en la materia del país pues los pioneros en
la licenciatura de historia de la Nacional pertenecían a disciplinas
diferentes, Jaime Jaramillo Uribe -de
quien fue alumno y luego colega cofundador de la carrera en la misma
universidad- y Luis Eduardo Nieto
Arteta, de derecho, o Luis Ospina Vásquez, de economía. Es uno de los
precursores de la historia profesional y de los impulsores de la Nueva Historia
de Colombia. Sus aportes al esclarecimiento del pasado y la comprensión de los
años recientes le han merecido el reconocimiento de la comunidad académica
nacional e internacional.
Su rigurosidad y minuciosidad
investigativa lo han llevado a escudriñar con pasión archivos de Colombia -tal
vez nadie conozca mejor el Archivo Nacional-, América (Chile-México) y Europa
(Sevilla-Madrid-Londres), a exprimir hasta la última estadística en temas áridos
como la moneda, la tierra, la hacienda, la producción, los censos y a devorar
con fruición lecturas en una biblioteca monumental. A la par con un estilo narrativo ameno,
coloquial, a la vez erudito y popular, contundente y valiente, con lenguaje
directo y sin ambigüedades para denunciar las causas y los responsables de una
historia de ignominias, lo han hecho merecedor de los premios de Ciencias
Sociales de la Fundación Ángel Escobar 1987, Nacional de Historia de Colcultura
en 1994, de Investigación de la Asociación Nacional de Archivística 2009,
finalista del Planeta de Historia 1996 y la escogencia como el mejor docente de
educación superior en el país en 2013 por Portafolio.
Destacar alguno de sus títulos
entre una extensa lista de más 30 libros y más de 40 artículos especializados publicados aquí y
en el extranjero (México, España, Alemania) es una tarea difícil dada la
variedad, el aporte, la erudición, la cultura universal y el atractivo
temático. Sus primeros libros fueron a los inicios La Formación social chibcha y Formaciones sociales prehispánicas.
El trauma de la Conquista dio pie
a 5 volúmenes de las Relaciones y visitas
a los Andes, Hacienda colonial y
formación social y El imperio y sus
colonias: Las cajas reales de la Nueva Granada en el Siglo XVI. Su tesis en Oxford versó sobre La estructura Agraria de la Nueva Granada en
el Siglo XVIII. Al tema de la tierra y sus formas de apropiación, trabajo y
explotación en la Cordillera Central, y la colonización antioqueña, volvió con Que nos tengan en cuenta: colonos,
empresarios y aldeas, Colombia 1800-1900. Ha publicado trabajos sobre El movimiento campesino en los siglos XIX y
XX, El oscuro camino de la libertad
de esclavos 1821-1851, en coautoría con Jorge Tovar Mora, y De una chispa se forma una hoguera:
esclavitud, insubordinación y liberación.
En La estación del miedo o la desolación dispersa, el Caribe colombiano en
el Siglo XVI muestra el genocidio en Urabá por la colonización española y a
ella mira en escritos recientes para revisar el violento despojo paramilitar de
cuatro siglos después. La batalla de los
sentidos. Infidelidad, adulterio y concubinato a fines de la Colonia es una
fascinante excursión sobre los imaginarios y dispositivos de control de la
sexualidad y la subyugación de la mujer. Convocatoria
al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva Granada 1750-1830,
coautoría con Jorge y Camilo Tovar Mora, revela la valoración de los autores al
asidero en los datos como aporte clave para ese período. Los devastadores
efectos de la imposición colonial, las formas de la dominación y el valor de
estadísticas, mapas y archivos como fuentes para interpretar la realidad
conforman Los Fantasmas de la Memoria.
Poder e inhibición en la historia de América Latina.
Con el objetivo de llegar más
allá de los especialistas y denunciar que “Durante 500 años, hemos compartido
la mentira, el engaño y el querer pasar impunemente por encima del otro” publicó en 2007, Colombia: imágenes de su diversidad (1942 a
hoy), que, con varias reediciones, revisa nuestra historia desde una mirada
sugestiva, inédita y divergente. Colombia:
droga, economía, guerra y paz aborda los principales problemas del país de
los años recientes. El oficio del historiador, la denuncia sobre las causas del
atraso de Latinoamérica y el repudió de las atrocidades del falangismo
motivaron La Sal del Desarrollo. La
vida del soldado Pablo Pinzón, pariente suyo, le permitió hilar nuestras
guerras, desde la de los Mil Días, pasando por la del 50 hasta hoy y sus
consecuencias en quienes no empuñan las armas pero hacen parte de la vida de
los combatientes, sus familias y pueblos, para indagar quienes las declaran y
cómo las aprovechan en El silencio
inédito de la guerra. Espera, dolor e incertidumbre.
Corrupción Metáfora de ambición y deseo es un estudio contundente y
una imputación inobjetable contra quienes han dirigido y se han apropiado el
país desde siempre. Aupados en la venalidad colonial heredada, los traidores de
la Independencia se echaron al bolsillo la naciente república y desde entonces
le entran al tesoro público a saco roto, hacen del privilegio un derecho,
engañan y expolian a la población. Cada vez peor, con más sangre e impunidad y
con menos vergüenzas. Hermes Tovar con escrutinio minucioso y destacando el
valor de archivos fiscales, contables y judiciales da cuenta documentada de
episodios canallas desde los auto préstamos de Tomás Cipriano de Mosquera hasta
los procesos por la parapolítica, con varios congresistas enjuiciados por
propiciar el asesinato de cientos de sus compatriotas para robarles la tierra,
por anegar en sangre sus comarcas para quedarse con las rentas que deberían
costear la salud y la educación de los humildes. Los comienzos de siglo
marcados por las malas andanzas del uribismo.
La historia le ha mostrado a Hermes Tovar un país con unas clases dirigentes tradicionalmente ineptas y corruptas. De ahí su escepticismo frente a liderazgos tras los cuales brota la ambición de robarse lo público, “roscas” que se lo han quedado todo, una paz hecha para calmar fusiles pero ajena a un propósito nacional de largo aliento que saque al país de la mediocridad, el conformismo y la apatía del “no se puede”. Una guerra y una paz que define en el sentido mas humano “La guerra es el enigma de lo incierto y la paz es la presencia y la certeza de que la vida vuelve a estar con los platos en la mesa, con los pasos en la aldea y con los lares en el alma”.
Fustiga esta democracia de politiqueros sin pergaminos ni grandeza cuyas armas
nunca han defendido nuestras fronteras usurpadas y solo han servido para
mantener los reclamos de la gente a raya.
Pero también exalta la necesidad de admirar y conocer nuestras grandes
civilizaciones del pasado, los libertadores revolucionarios, las luchas y
sufrimiento de los pueblos marginados y la urgencia de memoria y verdad para
rescatar el rostro de una nación lacerada por siglos de abuso y miseria.
La cuarentena por la pandemia del Covid19 apenas endureció un encierro que, por su trabajo, aligerado con un buen vino, para él es normal no obstante ser un viajero apasionado. Lo encontró dando las puntadas finales a un enjundioso libro sobre el oprobioso régimen de explotación colonial en las minas de Potosí, Bolivia, sus incidencias en el desarrollo capitalista, la globalización de entonces y los estragos que la minería ha producido a nuestros pueblos y el planeta. Pronto será publicado. Mientras, una repentina dolencia anunció problemas con su salud de los que deseamos con afecto salga avante. Otros proyectos esclarecedores e irreverentes sobre nuestra enrevesada historia, vistos desde el padecimiento y lucha de los siempre postergados, en la mente activa y crítica de Hermes esperan concreción y Colombia los necesita.
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