Foto tomada en el Patio Sevillano del Club Atlético Santiago el día 1 de septiembre de 1948, por Onay Valdés. Del blog de Santiago de las Vegas.
Se necesita ser bien jodido para que en Cuba lo apoden a uno anacobero, término ñáñigo de la hermandad abakuá con que se designa al diablo y que por extensión se utiliza para señalar al disoluto y fiestero. A fuerza de cantar durante sus primeros años en La Habana de los años 40 un tema así denominado, como por su espíritu gocetas, fue el remoquete con que se hizo famoso el boricua, de Trastalleres, Santurce, Daniel Doroteo Santos Betancur, quien por estos días de febrero (el 5 o 6 de 1916, no está claro) estaría cumpliendo cien años de nacido, debido a que por cuestiones astrológicas adelantó 5 meses su advenimiento.
Hijo de pobres, carpintero y costurera, sin niñez, pues pronto
la vida lo puso a rebuscarse la comida de la familia, también fue temprana su
incursión en la música de la mano del compositor boricua Pedro Flórez quien lo
descubrió en un cabaret de Nueva York y lo llevó a cantar con su cuarteto hasta
alcanzar la fama en el bolero. De ahí a Cuba y Latinoamérica. Desde entonces no
paró de componer, cantar y grabar con orquestas y grupos famosos o improvisar
formaciones para registrar en el acetato versiones e inspiraciones que le
demandaba un público cada vez más enamorado
de su particular estilo, a través de los traganíqueles, las
presentaciones y los discos. Más de 400 composiciones y mil 200 temas y 120
larga duración grabados dan testimonio de su ardorosa y prolija carrera.
Con corazón de pueblo
Su etapa con la Sonora Matancera en Cuba en los 50 fue suceso
de beneficio mutuo pero no se quedan atrás sus grabaciones con el Cuarteto
Flórez, Conjunto Sociedad, Mike Hernández, Johny Segguí, Xavier Cugat, Moncho
Usera, Wisso Rivas, Pérez Prado, Julio Gutiérrez, René Hernández, la Orquesta
Casino, Los Jóvenes del Cayo, Rómulo Morán, Miguel Carrillo, Lucho Silva, Máximo
Torres, mariachis Tenochitlán y Pancho Villa, Sexteto Borinquén, conjuntos
Encanto, de Sociedad y Máximo Torres, las sonoras Boricua, Caracas, Mexicana,
Caribe y de Lucho Macedo. También con Jhonny Pacheco, Héctor Lavoe, Yomo Toro y
la Fania, el Conjunto Clásico, Javier
Vásquez, la Charanga Vallenata y decenas de formaciones incluidas las
colombianas de Pedro Laza y sus Pelayeros -Candela-,
Los Diplomáticos y grupos de estudio que le armó Discos Fuentes.
Su fuerte, indudablemente, el bolero con esas cumbres El preso, Despedida, Linda, Virgen de
medianoche, Perdón, Esperanza inútil, Dos gardenias, Llevarás la marca (Corazón
de pueblo), Se vende una casita, Cruel condena, Desgracia, Olga, Maggie, La
pared la fono novela Historia de
Linda, y un largo etcétera, aunque la guaracha y la salsa no se le quedaron
atrás con ese golpe irresistible para el rumbero de El tibiri tabará, El corneta, Déjala dar contra el suelo, Así es la
humanidad, Borracho no vale, Jugando máma, jugando, El sofá, El mambo es universal, Asopao de pollo, Toma
jabón pa´que laves, Capitán, A dónde va José, Candela, Panamá tombé y decenas más. Pero también hizo
suyas baladas como El triste, Amada Amante, Déjenme si estoy llorando, La estrella de
David y una interpretación estremecedora de Temes. Cantó Rock and roll, cumbia, merengue, música santera,
jamaiquina y haitiana. En lunfardo, inglés y creole.
Gustaba y se convirtió en un ídolo porque en sus cantos
sabrosos, lamentos sentimentales y relatos jocosos de los oficios y vida del
hombre común estaba retratada la patria grande.
En su discografía resaltan, entre tantos, títulos graciosos,
picarescos y coloquiales como El dedo gordo del pie, Por culpa de la
melena, Cuida los huevos, El mesero
chino, El gabinete (Humorada sobre equipo ministerial conformado por
miembros de la Sonora Matancera), y numerosas guarachas del cubano Pedro Cairo,
con quien hizo una sociedad de éxitos: Péinate
ese crespito María, Como me da la gana,
Pa' fricasé los pollos , Como se dan los besitos, Pa' la timba, Vive como yo, ¿Y qué mi socio?,
Luchando con ella (Pa' que no me tumbe),
Corviño el cocinero, El niño majadero , Sabrosito , Moñito, Mambo pide la gente, Ya se peinó María , Mira
qué viva es, Almorzando, Si me pica me rasco, ¿Pa' dónde iré? , Se formó
la bronca, Me tocó la mía, La rumba tiene valor, Así, así, Rumba pa'
Yemayá y Dale la lechita al niño
“Yo conozco todos esos barrios de Latinoamérica, he estado en
todas sus barras, me he dado el trago con todos sus borrachos (…) En estos
lugares hay poco dinero, y donde hay poco dinero, hay delincuencia, hay
necesidad, hay que robar. Esa es la realidad de esos sectores marginados que
tanto han contribuido al desarrollo de la música popular latinoamericana”, le
dijo a Josean Ramos en Vengo a decirle
adiós a los muchachos.
Adorado en los antros mexicanos, homenajeó en discos a Agustín
Lara, Pedro Infante, Javier Solís, José Alfredo Jiménez, Los Hermanos Martínez
Gil y Los Panchos. En Perú elevó culto a Chabuca Granda y el folklor andino. Rindió
tributo a sus paisanos Pedro Flórez, Rafael Hernández y Bobby Capó y cantó con
Myrta Silva. Con su amigo de juergas Julio Jaramillo, el “Jilguero de América”,
grabó a dúo entre copas y se hizo querer en las barras del Ecuador y al morir
le ofrendó un soberbio tributo interpretando sus canciones en dos lp., uno en solitario y otro junto con Orlando Contreras, también
cultor de despechos y nostalgias. En Nicaragua, según recuerda Sergio Ramírez, cincuentón y descuidado, hacía
llorar a las coperas con su oración a la Virgen
de medianoche. Interpretó tangos famosos y le compuso un homenaje a Gardel
aunque en Argentina lo considerarán ordinario por su estilo y se hizo admirar
en Chile. Aunque en Venezuela la dictadura le cerró las puertas, fue un ídolo
como lo constatan la trama y la banda sonora de la película “El pez que fuma”
Pero el amorío con Colombia fue especial. Se oyó en bares y
cantinas de todo el país, sus presentaciones en griles y televisión eran un
éxito. Grabó a su acomodo en Medellín -en el barrio Guayaquil lo nombraron “El
jefe”-, su versión guarachera de Se casó
Drácula del paisa Gildardo Montoya es reliquia. En Cali se plantó 6 años
para convivir con una sardina 35 años menor con quien trajo al mundo dos de la
docena de hijos que tuvo, en igual número de casorios, bautizando al varón
Daniel Albizu, para recordar al patriota puertorriqueño adalid de la
independencia de ese pedazo de Latinoamérica forzosamente adscrito a Estados
Unidos. En la sultana, era un consentido de El obrero, San Nicolás y la Loma de
la Cruz, trabó amistad con el tumaqueño “Tito Cortés”, un imitador suyo con
estilo propio, grabaron al alimón y a cual más hacían y hacen llorar o
bailotear a sus fanáticos.
Para que no quedara duda del afecto por la patria de su amigo
García Márquez, quien pone sus canciones en boca del náufrago del relato y le
declaró su admiración en citas y en voz alta, bajo la dirección de Javier
Vázquez y una nómina estelar de salseros produjo, con la Charanga Vallenata, El marimbero, un tributo al vallenato
con temas insignia como Río Badillo, Cóndor
Legendario, Mercedes, Las tapas y La
muerte de Abel Antonio. A Gabo le dedicó el álbum El hijo del telegrafista y el tema ídem de su autoría, en memoria
de la masacre de las bananeras, acompañado de otras páginas memorables como Por ella y La potra zaina. Entre rarezas dejó una grabación de Espumas de Jorge Villamil y otra en elogio a Vargas
Vila por irreverente.
Daniel el travieso
Tuvo fama bien ganada de mujeriego, marihuanero, peleón y borrachín, aspectos que por interés o
ignorancia de sus seguidores y promotores, ocultan aristas más provocadoras y
progresistas de un irremediable bohemio con gran sensibilidad social. El preso,
surge de un carcelazo en la Habana, de los que se repetirían varios en
distintos sitios por escándalos, reclamos contractuales o represión policial,
como en la cárcel El Hormiguero de Managua donde fue a parar por un enredo que
encubría el castigo por negarse a cantar para el sátrapa Somoza o en República
Dominicana por burlarse del tirano Trujillo en la radio e incitar al pueblo con
el canto Despierta dominicano, una arenga a favor de la
insurrección de 1965 liderada por Caamaño. Los boleros Amnistía, Patricia, Ya tú
ves, Patricia y Virgen de Regla, son
clamores a favor de convictos, compuestos en Cuba, y Cautiverio y Cataplún…
pa´dentro surgieron tras las rejas en Guayaquil, Ecuador. Su apoyo a la independencia
de Puerto Rico y la Revolución Cubana le granjeó sospechas y malquerencias en Estados Unidos.
Tenía clara la razón de su popularidad, como se lo expresó a
Josean Ramos: “Yo entro a cualquier barrio del mundo, porque en todos se habla
un idioma común, el idioma de la pobreza, y aunque haya matones, tecatos, putas
o contrabandistas, siempre me respetan. Para otros son barrios malos, para mí
no. Yo sé lo que ha pasado esa gente porque yo nací así, qué carajo. Nací pobre
y al pobre le echan la culpa de todo lo malo, pero eso no es así. Hay gente
noble en esos lugares atestados de dolor”. Decía que grababa para ellos, que
ahorraban los centavos para comprar sus discos, porque los ricos podían pagar
costosas entradas a tabernas y conciertos.
A sus expensas grabó su tema Sierra Maestra en homenaje a Fidel Castro y los “barbudos”, con el
que bautizó Conjunto Sociedad, y lo donó a los grupos de apoyo del Movimiento
26 de Julio en Nueva York. Cuando Radio Rebelde, dirigida por el “Che” Guevara,
lo irradió por orden de Fidel se convirtió en himno de la insurrección contra
Batista en Cuba. Fue perseguido por el FBI y se llegó a creer que era un agente
cubano. Requerido por si Fidel había comprado su composición siempre manifestó:
"La escribí porque me salió de los cojones, porque yo soy un hombre libre
y no me pagó nada, porque yo cuando escribo cosas por conciencia no
cobro".» Luego haría famoso su estribillo “Si Fidel es comunista que
me apunten en la lista”, también producido a su costa con la imaginaria
Orquesta de Orestes Santos, para saludar las primeras medidas del gobierno
castrista. Si bien no regresó a Cuba después de los años 60 y dicen que se
distanció por algunas decisiones, jamás se pronunció en contra de la Revolución
Cubana.
Del dolor de su patria hizo célebre Lamento borincano de Rafael Hernández. En 1960, con la orquesta de
Mike Hernández, grabó La masacre de
Ponce, larga duración que además del sentido bolero denuncia, contiene
varias proclamas independentistas. También
se acompañó de la orquesta de su compatriota Claudio Ferrer
y la voz de “Davilita” en varios los manifiestos radicales contra la anexión de
Puerto Rico a Estados Unidos, el más conocido con el nombre Los
patriotas, que incluye el famoso Yankee
Go Home (Fuera yanquis), luego realizó otro álbum con poemas de José Corretjer. La posición de
Daniel Santos a este respecto estaba inspirada
en la prédica de Pedro Albizu Campo, que también inflamara la conciencia de
Filiberto Ojeda, el trompetista de la Sonora Ponceña masacrado por el FBI en el
patio de su casa en 2011 en San Juan, luego de heroica resistencia, y por quien
reclama Calle 13. Paradójicamente, Santos murió el 27 de noviembre en Ocala,
Florida, Estados Unidos. Su cuerpo fue enterrado en San Juan cerca a las tumbas
del patriota Pedro Albizu y el compositor Pedro Flórez.
En los 70, con una
gigantesca orquesta 11 de Octubre formada por miembros de la Guardia Nacional de
Panamá, dirigida por Clarence Martín, grabó
El revolucionario elogioso de la obra
del General Omar Torrijos y en defensa de la soberanía del canal. Cuando el
pueblo nicaragüense se levantó contra el oprobio del somocismo, junto con su
connacional Danny Rivera promovió colectas solidarias en República Dominicana a
favor del Frente Sandinista. Reprochado por esas actuaciones, con inteligencia
para no generar reacciones contrarias afirmaba que no le gustaba la política
pero odiaba el sufrimiento de los pueblos.
Sin embargo, documentos a punto de perderse, descubiertos por Ramos para la nueva edición
de su libro con motivo del centenario,
corroboran el compromiso rebelde del “Inquieto anacobero”, como varias
letras dedicadas a luchadores sociales, entre ellos el sacerdote colombiano
Camilo Torres, muerto en combate hace 50 años (15 de febrero de 1966) en las
filas del Ejército de Liberación Nacional. Una de las estrofas dice: “Murió
cual mueren los héroes que quieren a su patria de verdad y dan el todo por nada
contra toda adversidad. Hombre de honor y coraje, roca de la lealtad, sufriendo
sin inmutarse la injuria, la calumnia y la maldad”.
Que estos aspectos de su pensamiento y actuaciones fueran
poco difundidos, en la filosofía de la vida de Daniel Santos tenía una
explicación, en esta época de valores pervertidos, como se lo plateó a Cesar
Pagano (Revista 99.1, No. 11, 1996): “Dígales que yo fumo marihuana, que yo me
meto un “pase”, que tomo licor, porque si dice que Daniel Santos es una bella
persona, nadie compra la porquería de libro ese. Si dice que yo soy patriota,
que me gusta ayudar a los pobres, que soy solidario, eso no sirve. Si tú eres
bueno, nadie te quiere hermano”.
Pero guardaba esperanzas. “La causa nacionalista y de
justicia social puede decaer durante un período, pero vuelve a resurgir.
Mientras haya maldades, hambre y malicia, tiene que surgir alguien que grite,
porque los que tienen no gritan. Gritamos nosotros los que no tenemos nada, y
por el grito de nosotros los que no tenemos nada es que se hacen muchas cosas
enderezadas a acabar con esas situaciones injustas”.
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