lunes, 1 de febrero de 2010

Mi Carnaval

Introducción al libro ¡Viva el carnaval! Un homenaje al Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en septiembre de 2009.

El volcán Galeras, como lo nombraron los españoles, por la semejanza de una de sus vistas con un velero, o Urcunina, montaña de fuego en quechua -así nos gusta llamarlo a otros-, como tantas veces en su presencia milenaria volvió a rugir y una prolongada fumarola se perdió en el firmamento mientras Pasto, que se extiende desde sus faldas en el Valle de Atriz, desentendida por costumbre de sus fieros, celebraba la buena nueva que alteró su sosegada cotidianidad.

“También ésta contento”, dijo un paisano que acaba de escuchar por radio la noticia de que ese 30 de septiembre de 2009, en los Emiratos Árabes, la UNESCO había declarado al Carnaval Andino de Negros y Blancos, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, honor que compartió en Colombia con la Semana Santa de Popayán y que ya ostentaban el Carnaval de Barranquilla y San Basilio de Palenque, comunidad surgida del enclave de cimarrones rebeldes de la Cartagena colonial.

En Abú Dhabi, el tradicional Carnaval de Pasto, que se celebra anualmente del 2 al 7 de Enero pero que se extiende desde la víspera del Día de la Inmaculada, el 7 de Diciembre, hasta un mes después y en la vivencia popular es un sueño de presencia permanente, fue honrado como una de las expresiones significativas de la inspiración colectiva, creativa, alegre, lúdica e irreverente de la comunidad terrícola ubicada al sur de Colombia, en el lomo de la indómita Cordillera de los Andes, en un entorno de contemplación, éxtasis, ingenio y misterio que debe preservarse como manifestación cultural testimonial del carácter de los pastusos para sí y para la aldea global.

El Carnaval Andino de Negros y Blancos se realiza de manera formal desde hace 80 años, pero ahonda sus raíces en los festejos, danzas, y ritos agrarios precolombinos al Sol de los pastos y a la Luna de los quillacingas (hombres con nariz de Luna), los taquies que escandalizaron a los españoles, y hace eco del Calusturinda de los Kamzá y los rituales de los Aponte.

Se nutre en las ceremonias de nativos africanos que en una libre noche de danzas y tambores fueron cazados por negreros europeos, terminaron esclavos sirviendo a latigazos en las minas auríferas de un mundo desconocido y en los cabildos encontraron la forma de celebrar a sus deidades fingiendo obediencia al santoral cristiano.

Imbricado con las creencias, procesiones, juras, fiestas reales, autos sacramentales y fastos impuestos por el imperio católico español se convirtió en el acontecimiento actual. Todo lo cual, tanto en su hibridación como en su diversidad, lo hace único y a la vez universal.

La primera vez que mi papá me llevó a un carnaval en Sandoná, su tierra natal, el 5 de enero me sentí como en otro planeta huyendo de un poco de gente embadurnada de negro persiguiéndome para negrearme -¡Una pintica!- y él riendo y gritando ¡Juegue! ¡Hoy todos somos negros!

Al otro día la gente seguía bailando, arrojaba talcos y gritaba ¡viva el seis de enero! y al atardecer, el viejo, ya chispo, rodeado de amigos con rostros y cabellos blanqueados, prestos a batir palmas, declamaba la paradoja filosófica de la fiesta, Reír Llorando de Juan de Dios Peza:

“El carnaval del mundo engaña tanto

que la vida son breves mascaradas

aquí aprendemos a reír llorando

y también a reír con carcajadas”

En un carnaval, con mis hermanos, aprovechamos la camioneta band color naranja de mi papá y montamos una comparsa alegórica de la serie televisiva gringa Los Magníficos, después no queríamos abandonar los personajes del disfraz.

Cuando cumplí dieciocho años, para validar la mayoría de edad y reivindicar mi identidad de manera rebelde y radical, no tramité la cédula de ciudadanía, sino que me escapé de la casa y el trabajo para gozarme ese fiestón en Pasto y Sandoná.

Con una catira bien donosa de la capital, tuvimos una aventura amorosa, furtiva y feliz, en un carnaval. Mi primera unión marital la ratifique en un desfile de carnaval y con mi compañera de hoy me liberé de espantos en un carnaval. En la memoria de mis tres hijos está el carnaval. En familia y con los amigos nos pintamos, bailamos, jugamos, libamos, disfrutando el carnaval. Los que aún no se lo han gozado lo lamentan. Ya habrá una oportunidad.

Es la creación de gente auténtica, de alegre melancolía y firme en sus convicciones, virtudes que le han costado sus más sentidos dolores y humillaciones pero a la vez la admiración y el afecto de quienes miran sin prejuicios ni discriminación. Los muchachos en Internet se reclaman nacidos en el valle Matrix (de Atríz) y “a mi no me trajo la cigüeña sino la guaneña”, enfatiza el “Chato” Guerrero, juglar y orgullo de este pueblo.

El carnaval es una manifestación cimera y genuina de la cultura popular, amalgama de la riqueza de tres vertientes étnicas (indígenas, afrodescendientes y españoles); criatura de una historia milenaria, a veces dolorosa y paradojal, ambientada en simas y cimas del Ande majestuoso, volcanes, ríos y el mar.

Hechura de manos encallecidas en la chagra, la madera y el barniz, de un pueblo que en lugar de llorar se inventó el carnaval y allí derrocha su ingenio, su alegría, su folclor; valora su pasado, dice sus verdades, expresa sus esperanzas y grita sus ansias de paz.

¡Viva el carnaval! Es un repaso a sus rastros históricos, transculturales y transtemporales; la revisión de teorías que desde distintas miradas lo explican o intentan interpretarlo; la crónica de sus momentos: el preludio navideño, el Carnavalito, el Canto a la Tierra, la Familia Castañeda, el Día de los Negros, el Desfile Magno del Día de los Blancos.

Incluye también, algunas notas sobre el cuy, el chiste pastuso, nuestra historia entre chascos y fiascos, el son sureño, los maestros cultores, el arte y la comunicación. La cultura pastusa alrededor de la fiesta.

Un aporte para que el forastero que no lo ha vivido lo comprenda y un homenaje al pueblo que años tras año le da vida. Para que todos juntos lo disfrutemos con una pintica y un polvito, el 5 y 6 de enero.

Cómo no amar al carnaval, Patrimonio Cultural de la Nación, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y recuerdo imborrable en esta vida, vivida a voluntad. Unas páginas de este tributario suyo, de tránsito por su heredad. ¡Viva el carnaval! ¡Viva Pasto, carajo!