miércoles, 11 de septiembre de 2019

BICENTENA-URIO





Deslucida y distorsionada celebración de los 200 años de nuestra Independencia
Mural homenaje a la Campaña Libertadora en Paya. Junto a Bolívar,  Simona Amaya, quien luego de integrarse al Ejercito Libertador tras la Batalla de las Termopilas de Paya, primer combate victorioso contra los españoles, cayó en combate en la Batalla del Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                La conmemoración oficial de los 200 años de la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819), confrontación que con el triunfo de los patriotas puso en desbandada a las autoridades y tropas españolas del centro de la Nuevo Granada y abrió paso a la emancipación del sur de América de la dominación colonial, fue jurásica y fingida. Para nada estuvo a la altura de “uno de los episodios más espectaculares de la historia moderna mundial”, como la calificara el reconocido profesor Perry Anderson. Con un desapacible discurso presidencial y una modesta puesta en escena en el Puente de Boyacá y un evento artístico cultural en la Plaza de Bolívar de Tunja celebró Colombia 200 años de Independencia.

Absurdo desdén por aquella epopeya en la que, según informaba el comandante de las tropas reales Pablo Morillo al reinado en crisis de Madrid tras la derrota: “Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates [... ] Los llanos de Barcelona, los de Apure y Casanare, todos están en poder de los rebeldes [...] La suerte de Venezuela y de Nueva Granada no puede ser dudosa [...] Estos prodigios, que así pueden llamarse por la rapidez con que los han conseguido, fueron obra de Bolívar y un puñado de hombres [... ] Si llegamos a sucumbir y se pierde la Costa Firme que es la América militar, no la volverá jamás a recuperar el Rey nuestro señor, aunque para ello se empleen treinta mil hombres.”

El gobierno colombiano lució ignorante, desganado y obligado. Se sumó a la efemérides  con protocolos de rutina y el anunció de obras públicas adicionales para incluir a Santander en el plan aprobado por ley de la república para honrar los municipios de Arauca, Casanare y Boyacá que hicieron parte de la ruta de la campaña libertadora y de monumentos de los cuales se notó poco convencido de su justificación histórica. Los ministerios de Educación y Cultura  estuvieron ausentes en una época en la que el ambiente que rodeó los acuerdos de paz demandaba estrategias dirigidas a reivindicar nuestra identidad, hitos fundacionales y valores democráticos, ciudadanos  y humanistas. El Museo Nacional apenas hizo una pobre exhibición de carteles y objetos alusivos.

No se podía esperar mucho mas. En su estreno, para agradar al gobierno estadounidense en busca de su aceptación, un mal consejo  hizo que el Presidente Duque le diera agradecimiento al Secretario de Estado, Mike Pompeo, por el “apoyo crucial” de los padres fundadores a nuestra Independencia, cuando, por el contrario, Bolívar protestó por la neutralidad fingida en favor de los españoles, lo que echaba por tierra la identidad en los criterios ideológicos que guiaron los respectivos procesos emancipadores, de donde quisieron prenderse los asesores para disimular el despropósito.

No por nada, Darío Fajardo, sociólogo y profundo conocedor de los problemas agrarios, raíz de la violencia intermitente en nuestra vida republicana, dijo en un evento que sentía rabia que la Independencia la celebraran los descendientes de la clase contra la que se realizó, para referirse al mal aprendido y peor pronunciado discurso de la Vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, en la conmemoración de la masacre de Pienta (Charalá, 4 de agosto de 1819), tragedia que contribuyó a la victoria de Boyacá por frenar los apoyos a Barreiro de una soldadesca embrutecida con la sangre y que en el imaginario se convirtió en batalla precursora.

La paz, homenaje esquivo a la Independencia
Con el retorno del uribismo su puja por reorientar el relato histórico de la guerra y la violencia en Colombia cobró bríos. Uribe, en la conmemoración del Grito de Independencia (20 de Julio de 1810), en plena euforia de la “Seguridad Democrática”, pretendió refundar la patria y hasta le trazó el rumbo en un plan de largo plazo que pretendía culminar en 2019, en el bicentenario de Boyacá, sobre las bases de su populista Estado comunitario.

Su “tanque de pensamiento” alimentó la teoría de la ausencia de conflicto y de que violencia en el país es resultado de la agresión terrorista de signo comunista (“castrochavista”), justificatoria del combate al “enemigo interno”, con las desastrosas consecuencias que tal acepción y las prácticas que desencadena, implica para los Derechos Humanos. La vuelta de tuerca sorpresiva de su ungido, Juan Manuel Santos, replanteó esa visión para negociar  con las Farc la desmovilización sobre la base de reconocer el alzamiento armado en causas sociales y políticas. Posición histórica y valiente.

Contrastó con la decisión,  luego de la polémica pero notoria y pródiga conmemoración del Bicentenario del Grito de Independencia en el país, de dar por finalizado el asunto tras posesionarse,  sin advertir que apenas se iniciaba una época de remembranzas y que el trascurso de las negociaciones, en una década de efemérides emancipatorias, constituía un “momento de efervescencia y calor” para adelantar una estrategia pedagógica y comunicacional que concientizara a los colombianos sobre el valor de la paz, la convivencia, el respeto a la diferencia, el pluralismo y  la diversidad. Dejó  escapar “esta ocasión única y febril” -como calificó el “Tribuno del Pueblo” Acevedo y Gómez el 20 de julio de 1810. La oportunidad de una cruzada civilizatoria con la que el voto por el sí en el plebiscito a los acuerdos de paz habría sido mayoritario y habríamos dado un gran salto adelante con un proyecto progesista  de nación orientado a la solución de parte de nuestros males.

Aun con esa falencia, por fin en décadas se respiró la posibilidad de desactivar de manera progresiva la histórica confrontación violenta mediante una transacción de inclusión de excombatientes y territorios que legitimara al Estado. La ultra derecha ha hecho de todo para impedirlo y, si bien no ha podido desbaratarlo, no ceja en sus intentos por desfigurarlo como lo evidencian las andanadas contra la justicia transicional y la reorientación al negacionismo del conflicto y relativización de la responsabilidad de algunos actores, desde la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica.

Esfuerzo que no disimuló Duque cuando planteó que el Museo de la Memoria Histórica sería un homenaje al Bicentenario, contra la misión que le fue otorgada por ley de reconocer a las víctimas de la guerra, y anunció la reglamentación de la ley que reintroduce de manera genérica la historia de Colombia en el pensum escolar, en esa visión patriotera tan cara a las huestes derechistas. No han faltado alfiles uribistas con propuestas legislativas que buscaban controlar la libertad de cátedra, aturdidos por el cuestionamiento que promueve el pensamiento crítico, y otros que promueven “sanear” la historia en función de la democracia de élites.

Son las disputas por apropiar e imponer un relato que intenta negar que, como afirma de forma contundente el eminente historiador Hermes Tovar Pinzón: “…ni el 20 de Julio ni el 7 de agosto de 1819 fueron los hechos mas notables de la Independencia. Esas fechas son meras referencias de lenguajes no descifrados sobre una revolución que culminó en 1830 con el fracaso del proyecto socioeconómico que diseñaron los libertadores. Dicho fracaso es lo que se vislumbra hoy (…) cuando el modelo republicano hace crisis por ausencia de instituciones orientadas al bienestar y desarrollo de la gran mayoría de la sociedad”.

El Bicentenario, en twitter y en bicicleta
En esta conmemoración mediocre, no se pueden dejar de señalar algunos esfuerzos meritorios por rescatar una historia incluyente, amplia y plural, impulsados desde la academia, los medios y por algunos sectores alternativos. En general bastante menores de lo que fue la producción generada por la conmemoración de 1810, empresa intelectual bastante ignorada una década después.

Sobresale el coleccionable de la revista Semana de Historia desde las Regiones, la serie sobre Bolívar de Caracol Televisión, la colección la Historia de Colombia a través de sus billetes y estampillas de El Tiempo. El programa “200 años de una Nación en el Mundo” adelantado en forma meritoria por el Banco de la República con múltiples actividades, entre otras: producción editorial impresa y digital, la serie en video Glosario de la Independencia en plastilina,  la moneda conmemorativa dedicada a Antonio Nariño y los apreciados eventos académicos de la Biblioteca Luis Ángel Arango y red cultural de sus 23 sedes departamentales. Varias de estas piezas y actividades se publicaron por las redes sociales y algunas están dispuestas en el excelente portal web de la entidad.

La programación de la Radio Nacional de Colombia desde las regiones en su emisora, en potcast y otros medios digitales y su excelente programa del 7 de Agosto sobre cómo se vivió la Independencia desde las regiones y sectores subalternos. Los especiales impresos y digitales de El Tiempo y de El Espectador y de los espacios noticiosos de las grandes cadenas de radio y televisión, con acento en los territorios y actores sociales tradicionalmente ignorados en su aporte a las luchas de Independencia. Libertadoras llamó El Espectador su especial impreso y digital sobre mujeres en esa etapa  crucial  y en  nuestra historia. Interesante la muestra del Museo de Bogotá sobre las huellas de la Independencia en la ciudad.

Enjundiosa la obra Historia de la Primera República de Colombia 1919-1831”Decid Colombia sea, y Colombia será”, de Armando Martínez Garnica.  Ameno, novedoso y objetivo el relato de 1819 de Daniel Gutiérrez Ardila. Reivindicatorio de la lucha emancipadora en el contexto de la insurrección de los pueblos contra el régimen colonial, Bolívar y San Martín La Independencia como Proceso Continental de Medófilo Medina y Rigoberto Rueda. Como siempre, oportunos, novedosos y amenos los libros de Gonzalo España Los mejores relatos de la Independencia de América y Del grito a la victoria. De reconocer los esfuerzos de la Academia Nacional de Historia y las academias departamentales y de la Asociación Colombiana de Historiadores, hechos desde la pasión y la austeridad, que buscan eco en el alma de la nación.

En la otra orilla, el periódico Desde abajo presentó una separata de interpretación crítica, liderada por la pluma comprometida de Enrique Santos Molano. El periódico de la Central Unitaria de Trabajadores produjo un suplemento clasista y reivindicativo. Pero, en general, las fuerzas de izquierda, progresivas y alternativas, lucieron distantes de un hecho que debería ligar sus luchas en la historia.

Tal vez, lo mas destacable, el discurso del senador y  Gustavo Petro en la conmemoración por el Congreso de la Batalla del  Pantano de Vargas  que, como es común en su práctica de propalar la vacuidad,  diluyeron los medios en el comentario farandulero de la calvicie que puso al descubierto el viento feroz de aquél día, para ignorar lo que dijo: en la expropiación de los derechos legítimos de quienes fueron originarios de estas tierras y la explotación despiadada de sus descendientes están las causas de todas las violencias y en el saber y el conocimiento la vía de la paz. Reclamo respaldado por los obispos de la Iglesia Católica de Colombia el 7 de agosto de 2019 en un solitario comunicado desde las instituciones tradicionales en el que afirman “es preciso ahora sellar la independencia frente a otras realidades que nos tiranizan y destruyen.”

Fabio Rubiano, actor, director, hombre de teatro, se fajó la comedia  Historia Patria no oficial para cuestionar desde escenas de la época de la Independencia los problemas actuales. La persistencia por herencia de taras que hoy laceran nuestra sociedad (corrupción, exclusión, arribismo, discriminación, machismo, oportunismo) y  que muchos, por ignorancia o beneficio, se empeñan en mantener. Por ello suena cómplice el grito de la boba Honorata Falla en la obra: “No soy india ni española. Soy boba, soy de aquí, soy una hijueputa, y peleo por la Independencia.”

Pero  el mejor emprendimiento -como se llama ahora el esfuerzo sufrido de siempre- para conmemorar el Bicentenario, fue la maravillosa idea de María J. Cadavid y Nelson Cárdenas de recorrer la ruta de la campaña libertadora, esos 77 días de vértigo, sangre, lanzas y plomo entre Tame y el Puente de Boyacá, en bicicleta - el Bicicentenario. Desde el llano al páramo y de ahí a la meseta cundiboyacense, para corroborar en una crónica dramática salpicada de testimonios de a pie y en “caballito de acero”,  dentro del barro y la historia -escrita a cuatro manos y con fotografía de Pablo Porras-, que tras doscientos años, ahora con luz y celular, gran parte del país carece de la independencia que dan el trabajo, la tierra, la honradez y el saber. Para decir, con el subtítulo insurgente del libro, que “La libertad sigue pendiente.”

miércoles, 7 de agosto de 2019

Independencia: Del grito del 20 de julio a la victoria de Boyacá

La Batalla de Boyacá, J.N.Cañarete (Museo Nacional)

Tras el “Grito de Independencia” en Santa Fe el 20 de Julio de 1810 -que juró lealtad al  monarca - y manifestaciones similares en varios pueblos de la Nueva Granada, como reacción a la invasión francesa a España y la abdicación de Fernando VII, sucesivamente las juntas creadas para gobernar en nombre del rey declararon su autonomía e independencia rompiendo lazos con la “madre patria”. En la definición sobre qué tipo de organización político administrativa se debería acoger, los criollos se debatieron, hasta con las armas, entre el centralismo y el federalismo, con el infortunio de que aun sin zanjarse el debate, en 1816, “El deseado” rey Fernando VII regresó al trono y organizó una poderosa flota de reconquista al mando de Pablo Morillo que puso fin al  interregno republicano, primera fase del proceso independentista.

Morillo en un recorrido de muerte, confiscaciones y extrañamientos, sembró el terror entre los notables y el pueblo criollo, llevando al cadalso a los mas destacados dirigentes republicanos. Pero en un tiempo corto, embestida por las guerrillas y el ejército patriota, bajo la lúcida conducción estratégica de Bolívar, la tropa realista sucumbió sucesivamente hasta ser desterrada del centro del país, el 7 de agosto de 1819, no obstante conservar algunos perturbadores bastiones hasta casi una década después.

Los reductos patriotas sobrevivientes a la represión de “Regeneración” se retiraron a los Llanos orientales para organizar la resistencia, mientras en poblados y veredas de los actuales departamentos de Tolima, Cundinamarca, Boyacá, Santander y Casanare, las partidas o guerrillas, como las del “Mosco” Rodríguez, la de los Almeyda o la de Coromoro, liderada por Antonia Santos por los lados de Charalá, se convirtieron en un dolor de cabeza de las tropas realistas con sus acciones diarias de hostigamiento, emboscada, sabotaje y espionaje. Los abusos de la “pacificación” y la persistencia del ideal patriota de ganar la independencia conquistaron al pueblo neogranadino.

Francisco de Paula Santander fue designado por Bolívar para reagrupar los contingentes dispersos en huida al Llano. El general criollo juntó guerrillas dispersas, llaneros, indígenas y voluntarios extranjeros para  conformar en Arauca un ejército capaz de confrontar el poderío militar español. Tarea que asumió con propiedad dando cara a los destacamentos realistas al mando de Barreiro que en abril de 1819 intentaron desalojarlo de sus posiciones.

En territorio venezolano desde 1817 se libraba una dura confrontación militar sin que  los patriotas pudieran expulsar a las huestes españolas mas allá del territorio liberado en Guyana (Angostura). Esa situación  llevó a Simón Bolívar a concebir como alternativa expulsar los ejércitos de la monarquía de la Nueva Granada y luego independizar Venezuela. El plan final fue avanzar para atravesar el río Arauca y juntar su tropa con la de Santander en los llanos colombianos, ascender y trasmontar la cordillera oriental por el Páramo de Pisba y enfrentar por sorpresa a la Tercera División de los Ejércitos del Rey al mando del coronel José María Barreiro, en territorio del actual Departamento de Boyacá (Sogamoso y Tunja).

Luego de la importante victoria de Queseras del Medio, el 25 de mayo parten de Mantecal Bolívar y el mando patriota (Anzoátegui, Soublette, entre otros) con 1.500 hombres, avanzan por Guasdualito  y atraviesan en pleno invierno caudalosos arroyos y el río hasta Arauca en medio de aguaceros, con el agua hasta la cintura, soportando la rudeza del medio y con las armas y vituallas en alto para evitar su deterioro. En Tame, el 12 de junio de 1819, se produce el encuentro entre Santander y Bolívar y proceden a reorganizar el ejército patriota (Santander dirige la vanguardia, Anzoátegui  la retaguardia). Así emprenden el heroico paso de los Andes.

El 27 de junio, la vanguardia del Ejército Patriota al mando de Santander toma el fuerte realista de Paya, primera gran victoria en la campaña libertadora -en la que se destacó Simona Amaya. El 30, Bolívar proclama al pueblo neogranadino "no habrá mas culpables que los tiranos españoles, y ni aun estos perecerán si no es en el campo de batalla". En la primera semana de julio, Santander y la tropa a su mando superan el paso por Pisba y llegan a Socha. Bolívar y la retaguardia padecen cuchillos de hielo, silbidos aterradores, resbaladeros de vértigo, pierden cargas y caballos. La muerte acecha, hombres emparamados son revividos con calor. Los sobrevivientes dan lástima. Sin ropa y famélicos, conservan sus lanzas y fusiles. Un sacrificio descomunal.

El pueblo solidario, curas y autoridades acuden a apoyar con ropa, frazadas y alimentos al disminuido Ejército Libertador y a promover la causa. Hay júbilo popular en Tasco, Socha y Socotá. Según testimonio del canónigo Andrés Gallo sobre los hechos, Bolívar expresó su gratitud ante el gesto “La mujer… la mujer… Dios la ha dotado de gran perspicacia y sensibilidad, y ha puesto en su corazón fibras delicadísimas, cuerdas muy sensibles a todo lo noble y elevado. El patriotismo, la admiración y el amor hacen vibrar esas cuerdas, y de ahí resultan la caridad, la abnegación y el sacrificio. Si así no fuera, las damas de la provincia de Tunja,  ante cuya caridad y abnegación me descubro con respeto, no habrían podido realizar el milagro que han hecho y que todos palpamos.” Justo reconocimiento a  aquellas que como Juana Velasco de Gallo, Justina Estepa, Teresa Izquierdo, Estefanía Parra, Simona Amaya, Clara Tocarruncho, Juana Escobar, Estefanía Neira de Eslava, Juana Plazas, Matilde Anaray, Antonia Santos, entre tantas, dieron su vida o fueron perseguidas en su apoyo crucial a la independencia en Sogamoso, Paipa, Tunja, Socha, Tame, Paya, Cómbita, Corrales, Bonza, Sativa, Gámeza, Tópaga,  Charalá, El Socorro y tantos lugares de la patria.

Recuperada la tropa, el 10 y 11 de julio, patriotas al mando del coronel Justo Briceño golpean a los realistas en Corrales pero son derrotados en Gámeza. Barreiro ordena matar a lanza a 38 patriotas prisioneros. El 11 la confrontación es en Tópaga. Betéitiva recibe al ejército libertador el 17. El  25 se enfrentan en el Pantano de Vargas, cerca de Paipa, donde una heroica acción de la caballería y los lanceros al mando de Juan José Rondón logra revertir la batalla a favor de los patriotas. En vil venganza el 28 de julio es fusilada Antonia Santos. El 4 de agosto, los chapetones masacran el pueblo de Charalá en resistencia. El 7, tras 77 días de heroica marcha, 2.850 republicanos al mando de Bolívar -“el ejército de pordioseros”  del que se burlaba Barreiro -derrotan y ponen en desbanda a la  tropas realistas (2.500 hombres mejor armados) en el Puente del río teatinos (Boyacá) causándoles cien muertos y 1.600 prisioneros, entre ellos el soberbio e inescrupuloso Barreiro, quien intentó sobornar al niño soldado Pascasio Martínez para que lo dejara huír y recibió la respuesta de un héroe y ejemplo para estos tiempos: marche o lanceo. Levantamientos populares consolidan la liberación del centro de la Nueva Granada. Comienza así el fin de la dominación española en América del Sur, Una de las  mas grandes hazañas de la historia universal, al decir de Michael Lowy.
       

lunes, 20 de mayo de 2019

Paz, la palabra que resonó en la fiesta de los libros

DETRAS DE LA GUERRA EN COLOMBIAimage.png


                  
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La Feria Internacional del Libro de Bogotá se convirtió de forma inesperada en un evento cultural de respaldo y reivindicación del diálogo, la negociación política y los acuerdos de paz, en una coyuntura en la que desde el gobierno y el partido de gobierno hacen hasta lo imposible por imponer la concepción de inexistencia de un conflicto económico y social y desterrar  alternativas civilizadas de resolución de los conflictos políticos -la FilBo fue un contraveneno, dijo Ricardo Silva en su columna de El País de Madrid.

Mas allá de las previsibles decenas de lanzamientos de libros, la presencia de escritores famosos (Massimo Manfredi, Rosa Montero, Martín Caparrós, John Katzenbach, Gilles Lipovetsky, Santiago Posteguillo, Mario Mendoza, Ricardo Silva y tantos mas), la gastronomía (“Libros para comer” fue uno de los programas), la poesía, el cine (“Mujeres de Macondo” cine colombiano en charlas y cartelera), el periodismo, la ciencia, las filas para la firma, las conferencias, los diálogos, los inefables youtubers, la fiebre por la autoayuda, las recetas sobre liderazgo, acompañamiento, mercadeo y enriquecimiento, algunos eventos relacionados con la historia del país y del conflicto armado, los acuerdos de paz y la tensión política actual, rebasaron las expectativas de asistencia y ventas.

La esperanza de paz y los horrores de la guerra
El expresidente Juan Manuel Santos tuvo una distendida charla con el escritor Juan Gabriel Vázquez sobre el proceso de paz con las Farc relatado en su exitoso libro, colmada de aplausos de gratitud. Similar situación vivió el jefe negociador de los Acuerdos de La Habana, Humberto De la Calle, con sus reflexiones sobre la negociación. ¿Cómo se logró el acuerdo de paz con las Farc?, la metodología del proceso, publicada por el Centro de Pensamiento y Seguimiento de la Universidad Nacional, constituye un importante aporte sobre las claves que condujeron al fin del conflicto mas antiguo del continente americano, al igual que Rutas y retos, sobre las complejidades de la implementación de los acuerdos, dos de los tantos títulos presentados por la Nacional, que a la par con otras universidades dan lustro a la feria con una amplia divulgación de su producción intelectual progresista. En un espacio ambientado con una réplica de La casa del florero, lugar donde ocurrió el hecho formal desencadenante del grito de Independencia, el periódico El Espectador desarrolló una variada agenda temática en la que resaltó la pedagogía sobre justicia transicional y el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición surgido de los Acuerdos de Paz: La Jurisdicción Especial de Paz y la Comisión de la Verdad fueron tema central.

Los horrores de la guerra siguen motivando testimonios, investigaciones y análisis, de lo que dan cuenta varias novedades feriales, entre otros: Aquí no ha habido  muertos. Una historia de asesinatos y negación en Colombia de María McFarland, Los dormidos y los muertos de Gustavo López Ramírez, Tierra verde calcinada de Juan Miguel Álvarez, Huellas de Germán Castro Caycedo y Crónicas de la violencia en los Llanos de Alberto Baquero Nariño. Por mala convocatoria fracasó el evento de presentación del Archivo Guzmán (del sociólogo Germán Guzmán Campos, coautor con Eduardo Umaña y Orlando Fals del primer estudio sobre La violencia en Colombia), con un fascinante libro de fotos y correspondencia, la mayoría inéditas, entre actores del proceso de Entrega de armas de las guerrillas del Llano. Sep.-oct.1953 editado por los profesores Alberto Valencia, Luis Carlos Castillo y Francisco Ramírez, publicado por la Universidad del Valle, y el ensayo de Guzmán Tres estamentos de poder Colombia siglo XX.

Las conversaciones con el ELN, suspendidas tras el congelamiento al que las sometió el gobierno Duque y la racha de atentados de esa guerrilla durante este año, fueron otro tema de interés y de acuerdo sobre su casi imposibilidad en este cuatrienio, como de que en algún momento tendrá que ser. El historiador Carlos Medina Gallego presentó una Historia de las Ideas Políticas del ELN (1958-2018) y Conflicto Armado, Iglesia y Violencia sobre el asesinato de monseñor Emilio Jaramillo por ese grupo insurgente. Víctor de Currea Lugo llamó Historia de un Fracaso el intento sostenido por el gobierno Santos y el ELN, recogido en la compilación de sus escritos sobre el asunto y Luis Eduardo Celis tituló los esfuerzos de distintos gobiernos con esa agrupación como “Una paz sin dolientes”, un libro publicado por NC, editorial impulsada por excombatientes de las Farc. El Coronel (r) Darío Cortés y Alejandra Cerón sostienen en Negociación con el ELN. Una mirada desde su complejidad la inviabilidad de un acuerdo si se desconoce el carácter político de ese actor armado. Darío Villamizar conversó sobre la reedición de su biografía sobre Jaime Bateman, el fundador y mítico comandante del M19, y de la Historia de las Guerrillas en Colombia.

La política brota entre las palabras
Y la política en sus diversas manifestaciones hizo delicias envuelta en otros ropajes. La FilBo y Señal Colombia estrenaron un merecido y cálido homenaje a la comprometida, luminosa y apasionada vida de la periodista y escritora Laura Restrepo con el muy diciente nombre  Laura, vida y rebeldía. Fernando Vallejo charló con Mario Jursich sobre su hilarante, filoso y  quirúrgico Memorias de un hijueputa. Hijas de la revolución, el diálogo de las jóvenes escritoras Karina Sainz Borgo (venezolana), Wendy Guerra (cubana) y Laurence Debray -hija nada menos que de Regis Debray, compañero del Che Guevara y ministro de Mitterrand, y Elizabeth Burgos, biógrafa de Rigoberta Menchú, a quienes cuestiona con rudeza- resultó bastante lugar común y desangelado en el cometido de desnudar las utopías que las autoras consideran infierno, no obstante que, como dice, Sainz “las revoluciones siempre tienen algo de estropicio, de promesas incumplidas, de cosas que no fueron”.

León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares),  presentó el Retorno del uribismo del que resaltó la incidencia de las emociones en las determinaciones políticas en referencia a como el trato del gobierno de Duque a los partidos  que lo apoyaron para su elección marcó su distanciamiento (en particular a Gaviria del Liberal y a Vargas Lleras de Cambio Radical) y la preponderancia de Uribe y el Centro Democrático. A casi un año de mandato el analista arriesga tres escenarios para el novel presidente: corrige el rumbo, termina y elige sucesor, sigue al servicio de Uribe y le da paso a las fuerzas alternativas o el uribismo decepcionado lo cambia por la vicepresidente (aquí el público estalla en risas). Como invitada a la presentación, Ángela María Robledo no contuvo su inconformidad por el “trato tan duro” a Gustavo Petro en el libro, a lo que Valencia ripostó que admiraba al senador, que era  “un político espectacular” y “un gran vendedor de sueños”. Entonces Ángela le insinuó con picardía su fajardismo y el autor zanjó, “los analistas tenemos nuestro corazoncito pero siempre  tratamos de tomar distancia”.

Por su parte, el subdirector de Pares, Ariel Ávila, tras una bien manejada campaña de expectativa, aparte del merecido interés en la publicación, logró hacer una presentación con asistencia desbordada y entusiasmada -al mejor estilo de los youtubers estelares de la feria- de Detrás de la guerra, un documentado análisis del conflicto armado que le permite derrumbar mitos que prolongaron por años el sufrimiento y atraso del país, evidenciar no una sino múltiples guerras y advertir que como maldición a cada paz ha sobrevenido otra guerra por los factores no resueltos y los intereses en que sea así.

En una programación diaria inundada de eventos académicos de disímil calidad pero muy diversa, un conversatorio de especial interés fue el motivado por la presentación del libro de varios autores Contracorriente. Materiales para una teoría renovada del populismo, compilado por Luciana Cadahia y otros, de la Editorial Javeriana. En una profunda disertación apurada por el tiempo, la politóloga cuestionó el uso ideologizado, estigmatizador tergiversado e ignorante del término populismo por periodistas, opinadores, políticos de derecha y hasta docentes, para reivindicar una categoría política que da cuenta de los esfuerzos y luchas de los sectores subordinados por lograr una institucionalidad plebeya de cambio al establecimiento oligárquico gamonal imperante en América Latina, que si bien tiene carta de nacimiento por estos lugares ya cobra incidencia en Europa y el resto del mundo. El populismo de izquierda convoca la superación del concepto nación, hegemónico, clasista, dominante y excluyente, por el de lo nacional popular para integrar en condiciones de equidad social a los excluidos, con opciones de disputa del poder y ejercicio de gobierno para hacer realidad una  agenda social, económica y política postergada con distintos dispositivos de opresión. No faltó la mención al atentado contra Francia Márquez y los adalides afro, indígenas y campesinos del norte del Cauca, ocurrido ese día. Otra charla que llamó la atención fue la moderada por Juan Fernando Londoño con los autores en la presentación de El pueblo contra sí mismo: el plebiscito por la paz en Colombia y los límites de la democracia, editado por la Universidad Republicana.

Una amena charla de Lisandro Duque con Jaime Abello sobre la realización cinematográfica de Milagro en Roma, un cuento de García Márquez, le sirvió al director para soltar una irreverencia: la anécdota de Gabo sobre la trágica historia del manuscrito de Cien años de soledad, enviada a la editorial por mitades por falta de plata para el importe, fue una mentira candorosa, con mucha antelación alardeaba de su éxito. La música tampoco fue ajena al evento ni estuvo exenta de connotaciones políticas. Un evento de irreverentes y bohemios presentó un libro testimonial de homenaje a Gustavo creador del Goce pagano fallecido el año pasado, Santiago Rivas se divirtió y divirtió en un diálogo sobre la música en la historia nacional. Del sonido sabanero al sonido paisa, de Juan Sebastián Ochoa, Editorial Universidad Javeriana, un recorrido socio y musicológico de la onda corralera al chucu chucu en una época de violencia deja en el aire si se trató de una estrategia elusiva de la realidad o un refugio anímico ante el horror. Y sonó cumbia: en La cumbia como matriz sonora de Latinoamérica de Darío Blanco Arboleda, editado por Universidad de Antioquia, se aborda “el estudio de este género musical como una oportunidad de comprender las dinámicas y lógicas de una comunicación latinoamericana entre clases sociales populares, citadinas, pero de procedencia campesina en la producción, la recepción, la vivencia y la adaptación musical”. Sobre el mismo fenómeno se presentó el documental Los pasos de la cumbia del África a Colombia y de la costa nuestra a Latinoamérica.

La Independencia revisitada
Sin la vistosidad y amplitud con que se conmemoró el bicentenario del Grito de Independencia en la FilBo 2010, la celebración de los 200 años de la Batalla de Boyacá fue invitada de honor de esta edición 2019. Una réplica de una chichería de la época, una imprenta de tipos móviles de madera agrandados que permitía a los visitantes imprimir mensajes sobre las palabras clave de la efeméride, una exposición de textos de época que muestran el tránsito ideológico del lenguaje de la dominación a la emancipación y una librería temática sobre Colombia conformaron el Pabellón Colombia 200 años, que también albergó un foro permanente sobre arte, diversidad, cultura, conflicto, mujer, medio ambiente, paz e historia, en particular la revolución de Independencia en variados aspectos. En uno de los carteles expuestos con frases de la época se leía “No podemos pronunciar la palabra libertad sin ser insurgentes. (…) Hay un diccionario para la España europea y otro para España americana: en aquella (…) libertad e independencia son virtud; en esta insurrección y crimen”, Antonio Nariño.

El Bicentenario también fue tema de varias producciones editoriales presentadas en la feria, entre otras: la esperada, polémica y densa Historia de la Primera República de Colombia 1819-1831 “Decid Colombia y Colombia será de Armando Martínez Garnica, publicada por la Universidad del Rosario. Un ambicioso discurrir por un objetivo y su nacionalización e institucionalización, que el autor describe como la utopía, acotamiento y materialización de una ambición: de la desmedida patria grande continental, a la fracasada Gran  Colombia y de su disolución al triunfo de las ambiciones patrias de cada país surgido de la gesta bolivariana. Medófilo Medina y Rigoberto Rueda narran la saga épica y la relación y confluencia de las gestas del sur y el norte de los Andes en Bolívar y San Martín. La Independencia como proceso continental de Editorial Aurora que también público La Independencia jamás contada de Adolfo León Atehortúa. El joven y acreditado historiador Daniel Gutiérrez en 1819, editado por la Universidad Externado de Colombia e ilustrado por Santiago Guevara, hace un novedoso y ameno relato de la guerra libertadora. La Universidad del Rosario y el Banco de la República coeditan el importante estudio El  mundo atlántico español durante el siglo XVIII. Guerra y reformas borbónicas 1713-1796 de Allan Kuethe, antecedente fundamental para comprender la Independencia.

La resistencia de los pueblos del sur de la actual Colombia a las armas de la república  es abordada por Marcela Echeverri en Esclavos e indígenas realistas en la era de la Revolución, coedición Universidad de los Andes-Banco de la República. Las trastornadoras guerras civiles del siglo XIX, sus motivaciones, actores y la forma en que se acordó su terminación son estudiadas en un libro de autoría plural que cierra Iván Orozco Abad comparando esas paces con la última firmada con las Farc por el gobierno Santos.  Paz en la República. Colombia siglo XIX, de la Universidad Externado, nos subraya la eterna paradoja del país: pacta el fin de una guerra sobre el germen de la que viene y  no obstante, siempre está buscando la paz.