domingo, 8 de octubre de 2017

El legendario Che Guevara

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Hace 50 años fue asesinado en el pequeño poblado de La higuera, Bolivia, Ernesto Guevara de la Serna, bautizado “El Che” en la Sierra Maestra  cubana y para la posteridad, tras ser capturado en el último combate de la diezmada guerrilla con la que quiso dar inicio a su enseña de “crear uno, dos, tres Vietnam” desde  los Andes.

Nacido en Rosario, Argentina,  médico de profesión, se hizo revolucionario como testigo de la realidad lacerante de los pobres de Bolivia, Colombia, a la que advirtió en las puertas de la infernal violencia de los 50, y Guatemala a la que los yanquis le negaron el derecho de andar derrocando a Jacobo Arbenz. Adhirió en México a la gesta rebelde de Fidel Castro contra el oprobioso régimen de Batista en Cuba,  al comando del Frente de Guerra Oriental con la toma de Santa Clara aseguró el triunfo de la Revolución de 1959 y fue uno de los orientadores del rumbo que tomaría la isla caribeña hacia el socialismo.

Tras ocupar cargos y responsabilidades  relevantes en la dirección de la economía y las relaciones internacionales, los declinó para entregarse a la guerra revolucionaria, primero en una fallida experiencia en el Congo y, luego,  con el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, un destacamento de cubanos, argentinos y bolivianos, conformado por orden de Fidel Castro a instancias suyas, al mando del cual hallaría la muerte.

Su vida y las circunstancias del final  lo convirtieron en una figura mítica de las rebeldías y el contra poder en el mundo, fascinante parábola vital que sigue siendo motivo para las ciencias sociales, el periodismo, la literatura, el cine, el arte y la historia.

De la Sierra Maestra a Ñancahuanzú
En sus viajes por Latinoamérica, el Che joven palpó la miseria, el engaño del reformismo, el vasallaje a la Casa Blanca y el tutelaje del imperio, situaciones que  lo llevaron a la convicción de la necesidad de un cambio por la vía revolucionaria. Embarcó en el yate Granma en México y vivió el fracaso del desembarco pero con el Ejército Rebelde liderado por Fidel Castro, en la Sierra Maestra emergió su ruda alma guerrera y fue artífice de la toma del poder. Presidió los tribunales revolucionarios que juzgaron a los miembros de las fuerzas represivas del régimen batistiano, muchos de los cuales fueron condenados y ajusticiados, polémica actuación que se convirtió en argumento político de los enemigos y detractores suyos y de la revolución.

Teorizó, actuó  y polemizó desde el marxismo. Cuestionó el burocratismo, la ineficiencia y el afán de lucro. Promovió la reforma agraria,  la planificación centralizada, el trabajo voluntario  y los estímulos morales en su ideal de un “hombre nuevo” y trató de enseñar con el ejemplo. Representó a Cuba en los grandes escenarios diplomáticos del mundo, donde impactó su discurso contundente y elocuente. Fue un convencido y radical antimperialista. Denunció los desequilibrios de la economía mundial, reclamó equidad de los países socialistas y logró con ellos acuerdos favorables sin renunciar a cuestionarlos.

La experiencia de la Sierra Maestra y la victoria de  la revolución, en la que fue protagonista como estoico y avezado combatiente, se tradujo en  su teoría del foco guerrillero, con la que planteó que un destacamento de revolucionarios en armas en un contexto de condiciones objetivas favorables, como era la situación de miseria y explotación de buna parte del mundo, podía crear las condiciones subjetivas para el levantamiento popular, concepción que resultó inviable en entornos diferentes al cubano. “Otros pueblos reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”, dijo en carta a Fidel en la que le comunica su decisión, la cual el líder lee con voz compungida en un acto de una organización de masas el 3 de octubre de 1965, en medio de aplausos y nostalgia.

Su vida selló un compromiso voluntarioso tras ser capturado con un balazo en la pierna izquierda en la quebrada del Churo en la región de Ñancahuanzú. Detenido en la escuela del caserío de La Higuera mientras se definía su suerte, ya que los militares querían evitar un escándalo más resonante que el creado por el juicio a Regis Debray, periodista involucrado en la guerrilla del Che,  al final,  por órdenes del general Barrientos, presidente, y el alto mando, el 9 de Octubre de 1967, en presencia de agentes de la CIA contrarios a la decisión, fue baleado por un oficial nativo ebrio al que médicos cubanos le devolvieron la vista 40 años después y a cuya hija, el presidente indígena Evo Morales nombraría como segunda al mando de las Fuerzas Armadas.

La noticia fue confirmada por Fidel Castro al pueblo cubano en una comparecencia televisada el 15 de octubre de 1967. El 18 se realizó una velada solemne en memoria de Guevara en la que Fidel proclamó “Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che!  Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che!  Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! El  Che fue declarado Héroe Nacional, proclamado “Guerrillero Heroico” y se convirtió en estandarte de las luchas populares en el mundo.

El enigma de su cuerpo, sus manos y su diario
Acicalado tras ser asesinado y expuesto en la pileta de una escuelita para corroborar que estaba muerto, las fotografías contribuyeron a darle a la escena un aire místico. Luego los militares subalternos le cortaron las manos y las depositaron en un frasco con formol para identificación e intentaron incinerar el cuerpo de lo cual desistieron tras varios intentos, para finalmente amarrarlo a los soportes de un helicóptero y conducirlo por el aire hasta Vallegrande y enterrarlo en una de las fosas que cavaron para arrojar los cadáveres de los demás guerrilleros abatidos, cerca de la pista del aeropuerto, operación que se ocultó por un pacto secreto al que se puso final 40 años después.

En 1996, el periodista estadounidense Jon Lee Anderson en la búsqueda de material para su biografía sobre Guevara entrevistó a uno de los militares responsables de la operación en su contra, quien ante una pregunta hecha al final y “por si acaso” le reveló el secreto, tras de lo cual forenses argentinos y un nutrido grupo interdisciplinar conformado por el gobierno cubano trabajaron en forma ardua para finalmente confirmar en julio la identificación de todos los cuerpos, incluido el del Che sin sus manos. Cuba erigió un impactante monumento a la a los caídos en Bolivia en la ciudad de Santa Clara y luego de multitudinarios homenajes en La Habana y Santa Clara los restos de Guevara y sus compañeros fueron depositados en el memorial.

Los pormenores de la experiencia boliviana de la guerrilla, desde las expectativas y el entusiasmo ilusorio del comienzo, su progresiva desintegración, hasta  los tormentosos momentos de la derrota, fueron consignados al detalle por el Che en una libreta y una agenda que describen las vivencias y padecimientos de los rebeldes desde noviembre de 1966 hasta el 7 de octubre de 1967. Los diarios le fueron confiscados con otros objetos al momento de su captura. Fotocopias de algunas páginas fueron entregadas a los periodistas que viajaron a Vallegrande a cubrir la noticia, para corroborar que se trataba de Guevara. El gobierno militar, buscando lucrarse, los declaró bien patrimonial a la espera de la compra de derechos de publicación por una editorial internacional.

Por coincidencias del destino, tanto las manos como el diario de Guevara llegaron a las manos de Antonio Arguedas, un exmilitante comunista que para entonces fungía como ministro del interior y mal escondía su molestia por el fusilamiento del guerrillero. Luego de las pruebas de identificación, Arguedas se quedó con las manos porque el militar responsable, al preguntarle qué hacer con ellas, le dijo, “haga con ellas lo que quiera”. Al ministro también le fue encomendado sacar una copia del diario, lo que aprovechó para hacerse a  una adicional.

Una vez con los objetos en su poder, Arguedas contactó a Víctor Zannier, un viejo camarada, para encargarlo de hacerlos llegar al gobierno cubano. Zannier contactó a Hernán Uribe, miembro del equipo directivo de la revista de izquierda Punto Final, en Santiago. Uribe y sus colegas periodistas planearon la operación “Tía Victoria”: Zannier les entregó clandestinamente el microfilm del escrito camuflado en un disco lp de música andina y Mario Díaz lo llevó a La Habana vía México en otro lp. de música clásica. De esta forma, las cuitas y tragedia de la guerrilla del Che en la selva boliviana fueron impresas con urgencia y entregadas al pueblo en forma masiva en la isla y se regaron como pólvora por el  mundo.

Así el gobierno cubano se adelantó a una posible venta por los militares bolivianos, su falsificación con fines políticos por la CIA, tergiversaciones del gobierno de Estados Unidos y probó que existió comunicación permanente entre Guevara y Castro para desmentir el supuesto abandono de los guerrilleros y el interés de Fidel por deshacerse de quien los comandaba. En 1984, alguno de los  corruptos militares bolivianos en el poder, quizá el aliado del narcotráfico Luis Arce, hurtó el original que apareció ofertado por la casa de subastas Sotheby´s de Londres, conteniendo páginas adicionales a las conocidas hasta entonces y de gran interés. Abogados al servicio de Bolivia evitaron la venta y los recuperaron regresando a los archivos del Banco Central de Bolivia.

Las manos tuvieron también un trasiego novelesco. Zannier le encomendó al militante comunista Juan Coronel Quiroga la misión de llevarlas a Cuba. En julio de 1969 le entregó una bolsa de viaje con el frasco que contenía las manos reblandecidas por el formol verdoso y la mascarilla de reconocimiento hecha al Che. Mientras ingeniaba el plan para trasladarlas, Coronel las tuvo cinco meses debajo de su cama en una pieza en arriendo en La paz. En diciembre las embarcó como equipaje de manos en un periplo que lo llevó por Lima, Guayaquil, Bogotá, Caracas y de allí a Madrid, París y Budapest, Hungría, donde un contacto del Partido Comunista le coordinó una cita con sus camaradas de Moscú para que éstos facilitaran la entrega a Castro.

En la capital rusa se encontró con Zannier quien gestionó su viaje a La Habana pero fue rechazado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, pues el gobierno consideraba a Coronel un traidor por pertenecer al PC boliviano que le había dado la espalda al plan guerrillero de Guevara. Entonces los bolivianos las entregaron a funcionarios de la embajada cubana en Moscú y fueron enviadas el 5 de enero de 1970 a La Habana.

Tras conocerse la publicación del diario del Che el 1 de julio de 1968 en Cuba, Arguedas huyó a Chile, de allí viajo a Inglaterra y  luego a Estados Unidos  donde por las reuniones que sostuvo se verificó el rumor de que también era agente de la CIA. Al regresar en 1969 a Bolivia  fue encarcelado por un tiempo y se declaró marxista. Luego de sufrir un grave  atentado organiza la entrega las manos del Che y  se asila en México. A finales de la década de los 70, vuelve para activarse en el ejercicio político y monta un grupo de investigación contra el narcotráfico, lo que le cuesta un montaje de la policía para vincularlo con actos terroristas y finalmente su muerte en un atentado al estallarle  una bomba que fuentes policiales le atribuyó.

El enigma y la tragedia que envuelve la muerte del Che, el destino de su cadáver, sus manos y su diario se extiende a la muerte violenta de la mayoría de quienes intervinieron en su asesinato. El dictador Barrientos murió al estrellarse el helicóptero en que viajaba, en abril de 1969, el comandante de la ejecución fue baleado en París en noviembre de 1970 por una célula clandestina al tiempo que en Hamburgo, la joven boliviana de origen alemán Mónica Erlt, miembro del ELN del Che en reconstrucción, mató a tiros a Roberto Quintanilla, quien ordenó la amputación de las manos.

En 1973, el coronel que intentó incinerar el cuerpo fue muerto a golpes en La Paz. El General Torres, miembro del alto mando decisor de la muerte de Guevara y luego al frente de un golpe de izquierda de breve duración, fue ultimado en Argentina en el 76 por orden de la dictadura boliviana. Gary Prado, captor del guerrillero quedó paralítico en una acción represiva que dirigía contra pobladores en Santa Cruz de la Sierra


El Che en el presente
En una de las ferias de innovaciones tecnológicas más importantes del mundo, Las Vegas, Nevada, Enero de 2012, Mercedes Benz, la fábrica de autos para los multimillonarios, presenta un nuevo modelo. Los creativos publicitarios despliegan al fondo del escenario la más famosa imagen del Che Guevara remplazando en la boina la estrella de cinco puntas por  el símbolo de la marca y el letrero ¡Viva la Revolución! El presentador justifica el contrasentido con el argumento de que el auto invita a compartir y si eso es revolucionario, “bienvenida la revolución”, con tal de vender.

Desde luego que la reacción de la comunidad cubano-estadounidense anticastrista no se hizo esperar y ante el temor de perder clientes, la agencia de publicidad y la fábrica se disculparon con cualquier tontería, de las que se acepta siempre y cuando incluya desaprobación al gobierno de Cuba. Lo que no se entiende es cómo estos genios pretenden cautivar a unos consumistas alienados artífices y súbditos del capitalismo salvaje, con la presencia y las ideas de quien dio su vida combatiendo  ese modelo de explotación por responsable del hambre que avergüenza a la humanidad, a menos que en el fondo consientan en la verdad de su mensaje.

Evo Morales, indígena aymará, Presidente de Bolivia, gestor de los cambios más importantes de la historia de ese país en la afirmación de derechos para las minorías nativas, llega a La Habana a comienzos de Octubre de 2012 en visita de Estado. En la parte izquierda de su tradicional saco, adornado con tejidos de motivos precolombinos, luce un adhesivo con la imagen del Che. La hija de uno de los militares bolivianos que  combatieron contra Guevara ha dicho que hay que apoyar a Evo porque lucha por lo que murió el argentino.

Casi al tiempo, una congresista de La Florida, EE.UU, irrumpe iracunda en los medios de comunicación para denunciar el despropósito de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA), que, para celebrar el Mes de la Hispanidad,  envió un correo electrónico ilustrado con una imagen, probablemente tomada en Cuba, en la que tras una carreta tirada por un caballo,  asoma  un mural en la pared con la efigie de Ernesto Che Guevara y la frase “Hasta la victoria siempre”. Los funcionarios de la entidad se apresuraron  a ofrecer disculpas por el “descuido” de algún subalterno que, seguro, sabía lo que hacía.

En Colombia, la guerrilla más vieja del continente, tácticamente distante pero ideológicamente identificada con el Che,  asume el reto de negociar una salida política al conflicto armado que por medio siglo ha desangrado al país, con la demanda de tierra  y justicia  para los pobres del campo que abanderó Guevara, como condición de la renuncia a la vía armada. Entre tanto el ELN, mas afín al pensamiento guevarista asume el escenario de la negociación política para desmovilizarse. Se cierra así el ciclo abierto por la Primera y Segunda Declaración de La Habana de apoyo a la insurrección armada en el continente y la decisión del Che de volver a la lucha guerrillera en los montes de Bolivia, donde encontró la muerte. 

Al cumplirse 50 años del asesinato del Che, Fidel, su compañero de luchas y proyectos, ya no está. Ahora de los dos lo que diga la historia.