viernes, 27 de noviembre de 2020

Daniel Santos, anacobero y rebelde

 


Foto tomada en el Patio Sevillano del Club Atlético Santiago el día 1 de septiembre de 1948, por Onay Valdés. Del blog de Santiago de las Vegas.

Se necesita ser bien jodido para que en Cuba lo apoden a uno anacobero, término ñáñigo de la hermandad abakuá  con que se  designa al diablo y que por extensión se utiliza para señalar al disoluto y fiestero. A fuerza de cantar durante sus primeros años en La Habana de los años 40 un tema así denominado, como por su espíritu gocetas, fue el remoquete con que se hizo famoso el boricua, de Trastalleres, Santurce, Daniel Doroteo Santos Betancur, quien por estos días de febrero (el 5 o 6 de 1916, no está claro) estaría cumpliendo cien años de nacido, debido a que por cuestiones astrológicas adelantó 5 meses su advenimiento.

Hijo de pobres, carpintero y costurera, sin niñez, pues pronto la vida lo puso a rebuscarse la comida de la familia, también fue temprana su incursión en la música de la mano del compositor boricua Pedro Flórez quien lo descubrió en un cabaret de Nueva York y lo llevó a cantar con su cuarteto hasta alcanzar la fama en el bolero. De ahí a Cuba y Latinoamérica. Desde entonces no paró de componer, cantar y grabar con orquestas y grupos famosos o improvisar formaciones para registrar en el acetato versiones e inspiraciones que le demandaba un público cada vez más enamorado  de su particular estilo, a través de los traganíqueles, las presentaciones y los discos. Más de 400 composiciones y mil 200 temas y 120 larga duración grabados dan testimonio de su ardorosa y prolija carrera.

Con corazón de pueblo

Su etapa con la Sonora Matancera en Cuba en los 50 fue suceso de beneficio mutuo pero no se quedan atrás sus grabaciones con el Cuarteto Flórez, Conjunto Sociedad, Mike Hernández, Johny Segguí, Xavier Cugat, Moncho Usera, Wisso Rivas, Pérez Prado, Julio Gutiérrez, René Hernández, la Orquesta Casino, Los Jóvenes del Cayo, Rómulo Morán, Miguel Carrillo, Lucho Silva, Máximo Torres, mariachis Tenochitlán y Pancho Villa, Sexteto Borinquén, conjuntos Encanto, de Sociedad y Máximo Torres, las sonoras Boricua, Caracas, Mexicana, Caribe y de Lucho Macedo. También con Jhonny Pacheco, Héctor Lavoe, Yomo Toro y  la Fania, el Conjunto Clásico, Javier Vásquez, la Charanga Vallenata y decenas de formaciones incluidas las colombianas de Pedro Laza y sus Pelayeros -Candela-, Los Diplomáticos y grupos de estudio que le armó Discos Fuentes.

Su fuerte, indudablemente, el bolero con esas cumbres El preso, Despedida, Linda, Virgen de medianoche, Perdón, Esperanza inútil, Dos gardenias, Llevarás la marca (Corazón de pueblo), Se vende una casita, Cruel condena, Desgracia, Olga, Maggie, La pared la fono novela Historia de Linda, y un largo etcétera, aunque la guaracha y la salsa no se le quedaron atrás con ese golpe irresistible para el rumbero de El tibiri tabará, El corneta, Déjala dar contra el suelo, Así es la humanidad, Borracho no vale, Jugando máma, jugando, El sofá,  El mambo es universal, Asopao de pollo, Toma jabón pa´que laves, Capitán, A dónde va José, Candela, Panamá  tombé y decenas más. Pero también hizo suyas baladas  como El triste, Amada Amante, Déjenme si estoy llorando, La estrella de David y una interpretación estremecedora de Temes. Cantó Rock and roll, cumbia, merengue, música santera, jamaiquina y haitiana. En lunfardo, inglés y creole.

Gustaba y se convirtió en un ídolo porque en sus cantos sabrosos, lamentos sentimentales y relatos jocosos de los oficios y vida del hombre común estaba retratada la patria grande.  En su discografía resaltan, entre tantos, títulos graciosos, picarescos  y coloquiales como El dedo gordo del pie, Por culpa de la melena,  Cuida los huevos, El mesero chino, El gabinete (Humorada sobre equipo ministerial conformado por miembros de la Sonora Matancera), y numerosas guarachas del cubano Pedro Cairo, con quien hizo una sociedad de éxitos:  Péinate ese crespito María, Como me da la gana,  Pa' fricasé los pollos , Como se dan los besitos,  Pa' la timba, Vive como yo, ¿Y qué mi socio?,  Luchando con ella (Pa' que no me tumbe),  Corviño el cocinero, El niño majadero , Sabrosito , Moñito,  Mambo pide la gente, Ya se peinó María , Mira qué viva es, Almorzando, Si me pica me rasco,  ¿Pa' dónde iré? , Se formó la bronca, Me tocó la mía, La rumba tiene valor, Así, así, Rumba pa' Yemayá  y Dale la lechita al niño  

“Yo conozco todos esos barrios de Latinoamérica, he estado en todas sus barras, me he dado el trago con todos sus borrachos (…) En estos lugares hay poco dinero, y donde hay poco dinero, hay delincuencia, hay necesidad, hay que robar. Esa es la realidad de esos sectores marginados que tanto han contribuido al desarrollo de la música popular latinoamericana”, le dijo a Josean Ramos en Vengo a decirle adiós a los muchachos.

Adorado en los antros mexicanos, homenajeó en discos a Agustín Lara, Pedro Infante, Javier Solís, José Alfredo Jiménez, Los Hermanos Martínez Gil y Los Panchos. En Perú elevó culto a Chabuca Granda y el folklor andino. Rindió tributo a sus paisanos Pedro Flórez, Rafael Hernández y Bobby Capó y cantó con Myrta Silva. Con su amigo de juergas Julio Jaramillo, el “Jilguero de América”, grabó a dúo entre copas y se hizo querer en las barras del Ecuador y al morir le ofrendó un soberbio tributo interpretando sus canciones  en dos lp., uno en solitario y  otro junto con Orlando Contreras, también cultor de despechos y nostalgias. En Nicaragua, según recuerda  Sergio Ramírez, cincuentón y descuidado, hacía llorar a las coperas con su oración a la Virgen de medianoche. Interpretó tangos famosos y le compuso un homenaje a Gardel aunque en Argentina lo considerarán ordinario por su estilo y se hizo admirar en Chile. Aunque en Venezuela la dictadura le cerró las puertas, fue un ídolo como lo constatan la trama y la banda sonora de la película “El pez que fuma”

Pero el amorío con Colombia fue especial. Se oyó en bares y cantinas de todo el país, sus presentaciones en griles y televisión eran un éxito. Grabó a su acomodo en Medellín -en el barrio Guayaquil lo nombraron “El jefe”-, su versión guarachera de Se casó Drácula del paisa Gildardo Montoya es reliquia. En Cali se plantó 6 años para convivir con una sardina 35 años menor con quien trajo al mundo dos de la docena de hijos que tuvo, en igual número de casorios, bautizando al varón Daniel Albizu, para recordar al patriota puertorriqueño adalid de la independencia de ese pedazo de Latinoamérica forzosamente adscrito a Estados Unidos. En la sultana, era un consentido de El obrero, San Nicolás y la Loma de la Cruz, trabó amistad con el tumaqueño “Tito Cortés”, un imitador suyo con estilo propio, grabaron al alimón y a cual más hacían y hacen llorar o bailotear a sus fanáticos.

Para que no quedara duda del afecto por la patria de su amigo García Márquez, quien pone sus canciones en boca del náufrago del relato y le declaró su admiración en citas y en voz alta, bajo la dirección de Javier Vázquez y una nómina estelar de salseros produjo, con la Charanga Vallenata, El marimbero, un tributo al vallenato con temas insignia como Río Badillo, Cóndor Legendario, Mercedes, Las tapas y La muerte de Abel Antonio. A Gabo le dedicó el álbum El hijo del telegrafista y el tema ídem de su autoría, en memoria de la masacre de las bananeras, acompañado de otras páginas memorables como Por ella y La potra zaina. Entre rarezas dejó una grabación de Espumas de Jorge Villamil y  otra en  elogio a Vargas Vila por irreverente.

Daniel el travieso

Tuvo fama bien ganada de mujeriego, marihuanero, peleón  y borrachín, aspectos que por interés o ignorancia de sus seguidores y promotores, ocultan aristas más provocadoras y progresistas de un irremediable bohemio con gran sensibilidad social.  El preso, surge de un carcelazo en la Habana, de los que se repetirían varios en distintos sitios por escándalos, reclamos contractuales o represión policial, como en la cárcel El Hormiguero de Managua donde fue a parar por un enredo que encubría el castigo por negarse a cantar para el sátrapa Somoza o en República Dominicana por burlarse del tirano Trujillo en la radio e incitar al pueblo con el canto Despierta  dominicano, una arenga a favor de la insurrección de 1965 liderada por Caamaño. Los boleros Amnistía, Patricia, Ya tú ves, Patricia  y Virgen de Regla, son clamores a favor de convictos, compuestos en Cuba, y Cautiverio y Cataplún… pa´dentro surgieron tras las rejas en Guayaquil, Ecuador. Su apoyo a la independencia de Puerto Rico y la Revolución Cubana le granjeó sospechas y malquerencias  en Estados Unidos.

Tenía clara la razón de su popularidad, como se lo expresó a Josean Ramos: “Yo entro a cualquier barrio del mundo, porque en todos se habla un idioma común, el idioma de la pobreza, y aunque haya matones, tecatos, putas o contrabandistas, siempre me respetan. Para otros son barrios malos, para mí no. Yo sé lo que ha pasado esa gente porque yo nací así, qué carajo. Nací pobre y al pobre le echan la culpa de todo lo malo, pero eso no es así. Hay gente noble en esos lugares atestados de dolor”. Decía que grababa para ellos, que ahorraban los centavos para comprar sus discos, porque los ricos podían pagar costosas entradas a tabernas y conciertos.

A sus expensas grabó su tema Sierra Maestra en homenaje a Fidel Castro y los “barbudos”, con el que bautizó Conjunto Sociedad, y lo donó a los grupos de apoyo del Movimiento 26 de Julio en Nueva York. Cuando Radio Rebelde, dirigida por el “Che” Guevara, lo irradió por orden de Fidel se convirtió en himno de la insurrección contra Batista en Cuba. Fue perseguido por el FBI y se llegó a creer que era un agente cubano. Requerido por si Fidel había comprado su composición siempre manifestó: "La escribí porque me salió de los cojones, porque yo soy un hombre libre y no me pagó nada, porque yo cuando escribo cosas por conciencia no cobro".» Luego haría famoso su estribillo “Si Fidel es comunista que me apunten en la lista”, también producido a su costa con la imaginaria Orquesta de Orestes Santos, para saludar las primeras medidas del gobierno castrista. Si bien no regresó a Cuba después de los años 60 y dicen que se distanció por algunas decisiones, jamás se pronunció en contra de la Revolución Cubana.

Del dolor de su patria hizo célebre Lamento borincano de Rafael Hernández. En 1960, con la orquesta de Mike Hernández, grabó La masacre de Ponce, larga duración que además del sentido bolero denuncia, contiene varias proclamas  independentistas. También se acompañó  de  la orquesta de su compatriota Claudio Ferrer y la voz de “Davilita” en  varios  los manifiestos radicales contra la anexión de Puerto Rico a Estados Unidos, el más conocido con el nombre  Los patriotas, que incluye el famoso Yankee Go Home (Fuera yanquis), luego realizó otro álbum con  poemas de José Corretjer. La posición de Daniel Santos a este respecto estaba  inspirada en la prédica de Pedro Albizu Campo, que también inflamara la conciencia de Filiberto Ojeda, el trompetista de la Sonora Ponceña masacrado por el FBI en el patio de su casa en 2011 en San Juan, luego de heroica resistencia, y por quien reclama Calle 13. Paradójicamente, Santos murió el 27 de noviembre en Ocala, Florida, Estados Unidos. Su cuerpo fue enterrado en San Juan cerca a las tumbas del patriota Pedro Albizu y el compositor Pedro Flórez.

En los 70,  con una gigantesca orquesta 11 de Octubre  formada por miembros de la Guardia Nacional de Panamá,  dirigida por Clarence Martín, grabó El revolucionario elogioso de la obra del General Omar Torrijos y en defensa de la soberanía del canal. Cuando el pueblo nicaragüense se levantó contra el oprobio del somocismo, junto con su connacional Danny Rivera promovió colectas solidarias en República Dominicana a favor del Frente Sandinista. Reprochado por esas actuaciones, con inteligencia para no generar reacciones contrarias afirmaba que no le gustaba la política pero odiaba el sufrimiento de los pueblos.

Sin embargo, documentos a punto de perderse,  descubiertos por Ramos para la nueva edición de su libro con motivo del centenario,  corroboran el compromiso rebelde del “Inquieto anacobero”, como varias letras dedicadas a luchadores sociales, entre ellos el sacerdote colombiano Camilo Torres, muerto en combate hace 50 años (15 de febrero de 1966) en las filas del Ejército de Liberación Nacional. Una de las estrofas dice: “Murió cual mueren los héroes que quieren a su patria de verdad y dan el todo por nada contra toda adversidad. Hombre de honor y coraje, roca de la lealtad, sufriendo sin inmutarse la injuria, la calumnia y la maldad”.

Que estos aspectos de su pensamiento y actuaciones fueran poco difundidos, en la filosofía de la vida de Daniel Santos tenía una explicación, en esta época de valores pervertidos, como se lo plateó a Cesar Pagano (Revista 99.1, No. 11, 1996): “Dígales que yo fumo marihuana, que yo me meto un “pase”, que tomo licor, porque si dice que Daniel Santos es una bella persona, nadie compra la porquería de libro ese. Si dice que yo soy patriota, que me gusta ayudar a los pobres, que soy solidario, eso no sirve. Si tú eres bueno, nadie te quiere hermano”.

Pero guardaba esperanzas. “La causa nacionalista y de justicia social puede decaer durante un período, pero vuelve a resurgir. Mientras haya maldades, hambre y malicia, tiene que surgir alguien que grite, porque los que tienen no gritan. Gritamos nosotros los que no tenemos nada, y por el grito de nosotros los que no tenemos nada es que se hacen muchas cosas enderezadas a acabar con esas situaciones injustas”.