miércoles, 30 de mayo de 2012

Los 40 años del CINEP

Quien conozca algo de la realidad del país -de la realidad digo y no de los sofismas del establecimiento y los espejismos de los medios- con seguridad estudió algún material investigativo o de análisis producido por el Centro para la Investigación y Educación (Cinep), fundado en 1972 por miembros de la comunidad jesuita en continuación de la experiencia del Centro de Investigación y Acción Social (Cias), con el ideal de contribuir a la trasformación del país desentrañando la raíz de los males que lo aquejan desde que es tal: politiquería, corrupción, engaños, falsedades, exclusión, desigualdad, marginalidad, represión, terrorismo y tantos más, todo lo cual impide aún que podamos hablar de una democracia de verdad.

Desde los inicios de la institución, la revista Controversia se constituyó en una valiosa herramienta documental y analítica sobre la realidad latinoamericana y nacional, con ensayos críticos sobre economía, política, cultura, iglesia y sociedad, realizados por jóvenes investigadores que con el tiempo se constituirían en referente en sus áreas de estudio, y que aportaron a develar las causas profundas de la problemática y las permanentes triquiñuelas por maquillarlas o la argucia de presentar como “interés nacional” o “beneficio de los más necesitados”, las fórmulas perversas de preservar el país para unos pocos. Labor que continúa en una edición semestral.

Esa tarea se amplió con Cien días vistos por Cinep, en edición mensual, que en artículos de profundidad toma el pulso a la coyuntura nacional, permitiendo a los lectores formarse un criterio fundamentado y en perspectiva sobre los hechos del acontecer nacional -por décadas signados por la violencia, la criminalidad y la ilegitimidad del Estado; la agenda pública gubernamental y la evolución de los movimientos sociales y las expresiones culturales. Esa óptica se masificó en los años 90 del siglo pasado cuando la revista se insertó en la edición dominical de periódicos de gran tiraje, para pasar luego, por rigor presupuestal y de los nuevos tiempos, a conformar parte de la página web del Cinep.

La indagación sobre el conflicto social y la violencia prolongada llevó al equipo de investigación, liderado por el sacerdote e historiador Fernán González, a partir de la constatación de un Estado lánguido y estrecho en el que se desarrollan problemáticos procesos regionales, agravados por el narcotráfico y los grupos armados ilegales, a proponer una nueva mirada a sus causas: Colombia era, es, un país en construcción, que para lograr la convivencia debe adecuar su estructura jurídico-política y económica a la sustancia de la democracia participativa e incluyente, hacia lo que se ofrecía posibles salidas. Pero también es un país de regiones, como denominó el Cinep un valioso proyecto que permitió la revisión de la historia y la geografía desde una mirada interdisciplinaria e integral, profusamente difundida a través de separatas insertas en periódicos locales.

En esa orientación, estudios de caso regionales, culturales, políticos, económicos, e institucionales así como propuestas alternativas, presentadas en la colección Sociedad y Conflicto y la serie Documentos Ocasionales, le mostraron al país las causas, entrañas y consecuencias de temas como la guerra de las esmeraldas en Boyacá, las subculturas del narcotráfico en Medellín, el conflicto del Bajo Cauca Antioqueño, la colonización del Sumapaz, las masacres en el Tolima, la tragedia del Magdalena Medio, la protesta campesina y la inequidad agraria, la cuestión urbana y la protesta cívica, la clase obrera y la injusticia laboral, los límites de la modernización, las izquierdas y la cultura política, la cultura política colombiana, una mirada civil de las Fuerzas Armadas, la accidentada historia de los procesos de paz, la violencia juvenil -con el pionero testimonio "No nacimos pa´semilla" de Alonso Salazar- entre otros temas, y propuestas surgidas de encuentros, seminarios y experiencias sobre paz y solución de conflictos armados, democracia y justicia social.

En la línea trazada por el equipo interdisciplinario de investigación y los trabajos individuales resultado del nuevo enfoque, en el año 2003, Fernán González, Ingrid Bolívar y Teófilo Vázquez presentaron el libro Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado, fruto de cinco años de investigación, que en contraposición a la postura tradicional de la violencia como producto del debilitamiento del Estado y la pérdida del monopolio de la fuerza, evidencia que la progresiva articulación de poblaciones y territorios, mediante interrelaciones complejas y conflictivas, deriva en complicado proceso de construcción del Estado que aún no se consolida.

Acorde con la “opción preferencial por los pobres” que signa su quehacer, el Cinep, además de buscar comprender la realidad nacional, aportar a su entendimiento y promover alternativas humanistas, afirmó ese compromiso con acciones concretas. La creación de un banco de datos sobre la situación de los derechos humanos, siempre lacerante, presente y apremiante, condujo a la publicación de Noche y Niebla, el seguimiento minucioso, documentado y escalofriante de la estrategia de terror y amedrentamiento contra los colombianos pobres, mediante asesinatos, desapariciones, desplazamientos y masacres, que, así no parezca, continúa. En la labor de defensa de los Derechos Humanos, el padre Javier Giraldo, ex- investigador en temas urbanos y movimientos sociales del Cinep, ha tenido el respaldo y la colaboración de la institución. El padre Alejandro Angulo, por su parte, es el anfitrión de un archivo de prensa, gran parte ya digitaliazado, que, como herramienta de análisis, muestra bien claro nuestro pasado reciente a quien lo quiera ver sin anteojeras.

Ante el drama del Magdalena Medio, cuna de la guerrilla del ELN y paraje de la última mirada de Camilo Torres, escenario de acciones y desmanes de las FARC, “territorio libre de comunismo” a sangre y fuego para las autodefensas paramilitares, zona de operaciones y complicidades del ejército, tierra bendita anegada en sangre, pueblo altivo humillado por las armas, el sacerdote Francisco De Roux y un equipo de constructores de paz y vida se echaron al hombro la tarea de buscarle una salida al atolladero, dándole a la gente la oportunidad de recuperar su lar y la dignidad perdida. Los hechos hablan.

Conjuntamente con el Programa por la Paz de la Compañía de Jesús, desde 2006, a través de las estrategias de investigación, educación y comunicación, a partir de su propia perspectiva del conflicto social y armado, el Cinep trabaja en el fortalecimiento de las organizaciones sociales y experiencias locales, la institucionalidad democrática y el desarrollo regional, el respeto de los derechos humanos y alternativas económicas de alcance social y ecológico. La vinculación de varios de sus investigadores en el pasado, en temas de economía, ciudad democracia y Derechos Humanos, a la Administración Petro en Bogotá (2012-2016), si bien no en su nombre, traza un interesante expectativa sobre el futuro de lo que se ha denominado Bogotá Humana.

En este trasegar, muchas veces señalado con insania desde el poder y por los gobiernos de turno, al Cinep le colgaron el INRI de “centro al servicio de la subversión”, “nido de curas rojos”, “enemigos del país”, hasta que desde hace poco, a veces en rectitud y muchas otras por oportunismo, los voceros oficiales se basan en sus estadísticas, denuncias y conceptos para validar acciones y políticas que, desafortunadamente, no van más allá del episodio o el titular y, por tanto, poco o nada van a incidir en cambiar de verdad las situaciones que explican nuestro cíclico deambular por la violencia. Varias veces, sus miembros han sido amenazados y la entidad señalada en listas negras. Elsa Alvarado y Mario Calderón fueron la ofrenda de vida por luchar contra la muerte.

En sus alegrías y dolores, el país tiene que agradecerle al Cinep que siempre ha sido una luz en medio de las sombras.

jueves, 10 de mayo de 2012

Bogotá Humana: al plan rastrero, Plan con pueblo


 Aún la justicia no ha dilucidado del todo, ni se ha cerrado el proceso, juzgado ni condenado a los responsables del ominoso episodio palaciego de espionaje ilegal, desprestigio, acoso y acorralamiento  a los opositores al gobierno de Álvaro Uribe Vélez -quien asombrosamente levita sobre el episodio como en tantos hechos escabrosos de su mandato- y una estratagema similar, que bien podría llamarse Operación Trasmilenio II para seguir a tono con las “chuzadas”, está de nuevo en curso contra una de sus víctimas: Gustavo Petro. Pero esta vez, no para minar la credibilidad de sus denuncias sobre la estructura política y económica del paramilitarismo, sino para sabotear la gobernabilidad  de la capital del país y dar al traste con el proyecto que el Progresismo le propone a la ciudad y que debería formalizarse legalmente en el Plan de  Desarrollo.


Es evidente que hay un sector del establecimiento capitalino que no “traga” a Petro. El partidismo reaccionario, el empresariado y el cartel de la contratación, jamás aceptarán, salvo para las imágenes de conveniencia, que un ex -guerrillero llegue tan lejos -“el que fue no deja de ser”, dicen sin mirar su propio pasado. El triunfo electoral del candidato progresista se les impuso por desdeño puesto que creían que el desprestigio del Polo, gracias a su apego enfermizo a los hermanos Moreno Rojas, aún ante las evidencias del desmadre al que llevaron a la ciudad, sería suficiente para que los votantes, “curados” de izquierdismo, se volcaran en masa a favor de las propuestas políticamente “correctas” de la tecnocracia neoliberal. ¡Y ahí fue Troya! Petro se distanció a tiempo y denunció sin tapujos la corruptela del partido al que pertenecía,  se les creció a sus rivales y ganó proponiéndole a los bogotanos gobernar para el futuro.

Entonces comenzaron a operar las acostumbradas  tácticas de desestabilización, por conocidas menos efectivas y, de alguna manera, neutralizables, pero con secuelas. Al anuncio de la posible fusión de empresas de servicios, exitosa en Medellín, coincidente con una baja de precios de acciones por efecto de operaciones bursátiles, “alguien” le imputó un presunto pánico económico y “algún otro” detrimento patrimonial, resultado de lo cual, el necesario debate a la propuesta, fue congelado. Era claro que la tegua de los “cien días” no iba a operar en este caso. El segundo envión, luego de escaramuzas mediáticas, fue el sabotaje a Trasmilenio, con aires de “Bogotazo”, con el que el contubernio antipetrista respondió al anuncio de que se revisarían los contratos de la primera fase del sistema de articulados, por leoninos.

Decenas de muchachos, debidamente coordinados, cuyas apariencias distaban de los tradicionales pelafustanes, se dieron a la tarea de destruir y saquear  las estaciones de norte a sur por la troncal de la Avenida Caracas ante la inacción policial, camuflados en la protesta ciudadana por el mal funcionamiento, en proceso de concertación con el gobierno distrital. El operativo de sabotaje fue tan efectivo que sorprendió al propio Alcalde, quien entre indignado e impotente, trató de conjurar la asonada a punta de “trinos” hasta que finalmente impuso la autoridad. Fue una acción atroz, promovida y atizada por “algunos”, aún en el misterio,  que, desde luego, no son los jóvenes que poco a poco se han ido identificando como autores materiales y tendrán que responder por los daños producidos por su vandálica actuación.

Tras el fallido intento de colapsar por asonada a la Administración distrital, retornó el plan B: la proliferación de editoriales, columnas, comentarios, trinos, blogs, webs dados a analizar las propuestas, iniciativas y determinaciones del Alcalde Petro, desde la posición de autoridad superior, en la que “ellos”, los que “saben” gobernar, administrar, ejecutar y gerenciar, reconocen la “buena voluntad” del primerizo pero le ponen de presente los imposibles, las urgencias, lo práctico, lo conveniente y lo llaman a “aterrizar” sus ilusiones, utopías y promesas, todas ellas fingen interesantes y hasta plausibles pero impracticables, no obstante corresponder a los lineamientos básicos para el desarrollo humano establecidos por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (previsión de los efectos del cambio climático, el agua como derecho y eje del desarrollo, preservación de la ciudad verde, salud preventiva, equidad educativa, prioridad a la infancia, movilidad con un sistema definitivo de transporte, entre tantos otros). Es la diferencia entre una ciudad excluyente y rentable para pocos y una ciudad incluyente y económicamente rentable para todos.

La ambientación del plan de desgaste y desprestigio -un  acuerdo tácito por convergencia de diversos actores con disímiles intereses, algunos satisfechos tradicionalmente por la misma fuente, es decir, la expoliación de la ciudad-, es tal que un día Ideas para la Paz dice que la restricción de la venta de alcohol y la prohibición del porte de armas no tienen que ver con la reducción del homicidio y las lesiones por causas violentas en el último año y, al otro, el Noticiero CM& califica de “avión” y “desagradecido” al Alcalde Petro por su audaz propuesta al Gobierno Nacional, para que 10 mil de las 100 mil casas gratuitas que prometió a los más pobres, se construyan en Usme, para lo cual, de manera excepcional, ya se dispone de los terrenos de la ciudadela no realizada por Samuel Moreno.

Como resultado del efecto de la operación en varios frentes, la imagen y credibilidad del Alcalde se vino para el piso en las encuestas realizadas y presentadas en el momento preciso de la faena: la presentación del Plan de Desarrollo al Concejo. Allí, el 8 de mayo, se produjo el primer banderillazo: dos concejales del Partido de la U, recogiendo el guante, se vinieron lanza en ristre contra el nuevo Secretario de Gobierno, por afirmaciones suyas a los medios sobre las razones rentísticas y rentables de la oposición a Petro, logrando sabotear la sesión y colocando el tono de lo que será el debate si el gobierno no cede. 

Si bien, dado el ambiente políticamente adverso en el cabildo, el Alcalde podría aprobar el Plan por decreto, quedaría seriamente limitado para sacarlo adelante pues no tendría posibilidad de obtener el cupo de endeudamiento necesario ni de introducir ajustes al régimen tributario de la ciudad en busca de nuevos recursos. Los argumentos sobre la cortedad de metas, cambios en las propuestas, vacíos y omisiones y sobre el tema de fondo de la  desfinanciación, necesidad de crédito y posibles ajustes tarifarios van y vienen, pero para eso se lleva al Concejo: para que se examine, modifique  y ajuste en función de los intereses de la ciudad y de todos sus habitantes, no para que los viudos del poder intenten sacarse el clavo, menos aún cuando están penalmente encausados, ni para que el programa de gobierno quede convertido en una motivación de buenas intenciones y se oriente hacia  lo que convenga al TLC con EE.UU. y los intereses de los que siempre se han gozado la ciudad.

Desde luego, parte de este entuerto estaría claro para la mayoría de los bogotanos y en alto la legitimidad y la imagen del Alcalde y su programa, si la ciudadanía se apropiara de él y se movilizara en apoyo, pero, hasta ahora, se carece de una estrategia pedagógica y comunicativa agresiva, amplia, masiva  y permanente hacia ese objetivo. De contera, el ejercicio participativo y de socialización del plan de desarrollo, ha estado por debajo de las expectativas, por razones de sobra conocidas y eludidas por los animadores institucionales del proceso. Al Plan de Desarrollo Bogotá Humana le falta pueblo y, como decía  la frase de campaña: ¡Ya!