viernes, 25 de octubre de 2013

Bogotá Humana y cultura ciudadana

En Cuba la dirigencia política y la comunidad educativa siempre han afirmado que la Revolución fue el mayor hecho pedagógico de su historia. La Cruzada Nacional de Alfabetización “Héroes y mártires de Nicaragua” quiso sembrar el nuevo imaginario de un proceso que retomaba el sendero de la lucha anti imperial y el derecho de decidir soberanamente su destino. El primer caso alimenta un paradigma educativo en el que la equidad y la solidaridad son pilares de la formación ciudadana. En la patria de Sandino, las promesas de un modelo propio y un mañana distinto se diluyeron en medio de la agresión, los estertores de la “guerra fría” y los errores propios. Sin embargo, las letras repartidas por miles de muchachos y muchachas comprometidas con ese manantial  de ilusiones, enterraron para siempre el pasado de la satrapía somocista.

En los últimos lustros, Bogotá ha sido escenario de distintas propuestas para la formación de lo que se denomina cultura ciudadana. Antanas Mockus, matemático, filósofo y docente, advertido de la disonancia entre los decires y las prácticas de los ciudadanos, que afectan la convivencia urbana, optó por estrategias simbólicas dirigidas a evidenciar los comportamientos antisociales y corregirlos por la vía de la sanción social, mientras la tecnocracia adelantaba un plan de desarrollo neoliberal alejado de la participación popular. Hoy los mimos y las zanahorias, que condujeron a transitorios resultados favorables para adecentar al rebaño, son cosas del pasado, pero subsiste el legado de su modelo privatista.

Enrique Peñaloza optó por la pedagogía del prohibicionismo y la sanción, cuya lección más ofensiva son los  bolardos. De nuevo la tecnocracia pro mercado, la oda al cemento y la política social desde arriba. En el camino su propuesta coincidiría con los postulados del uribismo, que en la persona de su jefe, y dadas las identidades, no vaciló en perifonear en Bogotá en favor de su nuevo mejor pupilo. Ahora, el ex alcalde trata de acomodarse un espacio dentro de la Alianza Verde, arreglo riesgoso para ambos pues la conveniencia política elude el fondo de la coherencia programática. Y lo obvio, aunque se ignore, ahí está. Un desafío para la alfabetización política.

La Alcaldía de Gustavo Petro y su Bogotá Humana, por el contrario, se han convertido en un laboratorio de cultura ciudadana -más allá del civismo- en la medida en que ha ejercido la función de liderazgo para colocar en poco tiempo y de manera polémica en el debate y la acción de gobierno temas trascendentales que recogen lo más avanzado del pensamiento progresista mundial en materia de desarrollo urbano sostenible, incluyente, equitativo y amigable con el ambiente; los derechos fundamentales de los seres humanos y de los animales; el reconocimiento y la reparación de las víctimas, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; la diversidad y las nuevas ciudadanías. En sus antecedentes como senador, Petro sacudió la conciencia de miles por la  indiferencia  con el paramilitarismo y las irregularidades autoritarias del uribismo y, luego, como político responsable, visibilizó el entramado de la corrupción en la ciudad ante una población mayoritariamente aconductada en la tolerancia al expolio y la dominación.

El Plan de Desarrollo traduce su propuesta de gobierno para la superación de la segregación social, adaptar la ciudad al cambio climático, ordenarla alrededor del agua y fortalecer lo público, rescatando servicios esenciales, potenciando la educación  y luchando contra la corrupción. El Plan de Ordenamiento Territorial traza las líneas del futuro en la misma perspectiva y busca que la ciudad también se beneficie de las ganancias del sector de la construcción y atienda las urgencias de los más necesitados, medidas  en desarrollo en países vecinos e indiscutibles en ciudades avanzadas, pero aquí sometido a la presión de grupos de interés con representación en los entes administrativos, el gobierno y la legislatura.

Una propuesta alternativa para generar cambios trascendentes con incidencia en la democracia desde la construcción de una ciudadanía crítica, que enfrenta la reacción de los eternos usufructuarios de la comunidad domesticada y expoliada, trepados en las dificultades de una estructura administrativa diseñada para la rutina, la obstrucción, el clientelismo y la corrupción. Entre ellos, el Partido de los Medios de Comunicación y los periodistas de fichaje. Aún creen que los colombianos somos tan estúpidos como para no distinguir entre el editorialismo manipulador de las grandes cadenas y periódicos pertenecientes a los conglomerados económicos y la realidad sin tapujos que con valentía y calidad nos presenta a diario Canal Capital, con la misión de promover los derechos humanos y la paz.

Los procesos de ruptura desatan cambios culturales trascendentes en tanto trasforman las estructuras imperantes e imponen nuevos referentes de sentido a la sociedad. Los adversarios denuncian  manipulación ideológica donde perciben en riesgo la dominación de la suya porque conocen su potencial transgresivo. Las estrategias de intervención conductistas pueden manipular comportamientos, actitudes y opiniones, pero sus efectos y réditos no son perdurables si aquellas no se mantienen. Aconductan, no concientizan.

Por fuera, Bogotá Humana es considerada una ciudad vanguardista, aquí soporta la embestida del parroquialismo y la politiquería. En forma cretina, Jaime Castro  trae a cuento una frase del actual Alcalde de New York, según la cual la función del gobernante local “no es hacer ideología sino recoger la basura”, callando que Blommberg invitó a Petro a exponer su plan de desarrollo como modelo social. La derecha neoliberal llama ideología a lo que no coincide con su ideología, pero la gente que vive los hechos la llama derechos. Esa es la verdadera cultura ciudadana. Una vez aprendido no se olvida.