martes, 4 de diciembre de 2018

Adiós a tres quijotes






«¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y      
 mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. 
De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»


Charles Baudelaire

Este año que se va, como todos porque es una constante de la vida, deja en el camino a varios conocidos cercanos, es decir, de los que algo tuvieron que ver con uno  en este tránsito por la tierra. Porque hay muchos, a quien no, que me gustaría haber tratado como Carlos Marx, Simón Bolívar, Arsenio Rodríguez, Charlie Parker, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, el flaco Bateman, Bola de Nieve, Chavela Vargas o Frida Khalo, entre tantos. Pero es demasiado pedir. Personalmente he vivido otras satisfacciones a lo mejor compensatorias de esos imposibles.

Como haber tenido algo que ver con Gustavo Bustamante, Javier Ocampo y Gerardo Rivas Moreno, cada uno en lo suyo, inolvidables. En enero de este año nos dejó "Gerrimo", el incansable editor de conciencia, en agosto “Borolas”, el inclaudicable socialista y en noviembre, el otro pagano y su palabra en la rumba. Personajes inolvidables en las luchas, la cultura y la bohemia de Bogotá en el último medio siglo.

Gerardo, difusor bolivariano

 Gerardo Rivas Moreno

De mis primeros libros comprados juntando pesos, uno de los mas preciados es la edición de 39 documentos de Simón Bolívar titulada Los orígenes de la dependencia neocolonial, impresa en 1970 y editada por la Fundación de Estudios Sociales de Estudiantes de la Universidad Nacional, impulsada por Gerardo Rivas Moreno "Gerrimo", quien hizo el prólogo, la selección y la titulación. Anticipándose al giro interpretativo de la gesta bolivariana -hasta entonces denostada por el marxismo- por historiadores soviéticos y la que sería en adelante la reivindicación del Libertador  como “Pensamiento precursor del antimperialismo” en la difundida obra del historiador cubano Francisco Pividal. 

Gerardo en sus notas exalta como “Simón Bolívar, un gran visionario, preveía el carácter imperialista de los Estados Unidos y era enemigo de cualquier alianza panamericana” y su empeño en la unidad de Nuestra América. No obstante, las críticas posteriores a interpretaciones forzadas de lo dicho y actuado por Bolívar, la de Gerardo era una mirada beligerante y agitadora, sugestiva para nuestros  tempranos y febriles años.

En adelante, y casi por medio centuria, bajo su firma o la denominación de Fundación para la Investigación y la Cultura -Fica- este Quijote no dio “respiro a su alma” consagrándose con esfuerzo a la apasionante pero ingrata tarea de editor independiente, por el gusto de hacer libros para gente sensible y ávida de saber, habiéndonos legado textos del pensamiento y la cultura latinoamericana y de formación política  de enorme valía, como la colección de Poesía para amantes (Neruda, Shakespeare, Quevedo, Belli, ilustrados con una bella selección de dibujos eróticos famosos) la poesía completa de Machado, Brecht, García Lorca, Hernández, Vallejo y Cardenal en papel periódico y portadas rústicas de cartón de colores fuertes, la sensacional Colección de 50 cuadernillos  Poesía del Quinto Centenario Poetas de España y América y la colección el Pez en la red con análisis y pensamiento crítico en la primera década del siglo XXI.

Para el Bicentenario de las Independencias de América se dio a la tarea de editar la colección Indoamérica 200 años de un sueño, con testimonios, análisis e historia de la gesta y la fundamental Biblioteca Bolivariana para el Tercer Milenio con obras de la magnitud de una edición facsimilar de lujo del Correo del Orinoco y buena parte de las mejores biografías y ensayos sobre el Libertador y su obra. Años atrás, había publicado varias selecciones del pensamiento y las obras completas de Bolívar en una edición en 5 tomos sencilla para hacerla accesible, pero no se quedó con las ganas de lograr la mas completa posible (9 tomos de cartas, proclamas, decretos, mas la biografía de Waldo Frank), ilustrada y con tapas en pasta dura.
 

Como bolivariano apasionado quiso dar largo alcance a una cita de  Bolívar, recogida por el coronel O´Leary -quien como Gerardo desobedeció la orden de incinerar sus escritos-, sobre cuál sería la mejor fuente para apreciar su personalidad: "…Yo sujetaría al Libertador a un examen que muy pocos escogerían para ser juzgados, el de su correspondencia particular, y dudo que ninguno, aunque fuera menos franco y exaltado que lo fue el General Bolívar, saldría tan puro como él de semejante ordalía si se puede usar la expresión en este sentido. ¿Qué es Cicerón según sus cartas? Elocuente e ingenioso, no hay duda, pero débil, pusilánime en extremo y vanidoso hasta el fastidio. ¿Qué será Santander, juzgado por esta medida? … ¿qué?"

De sus empeños no se quedaron pendientes, una hermosa edición de Reminiscencias de SantaFé y Bogotá de Cordovéz Moure  y de Elegía de Varones Ilustres de Juan de Castellanos. No pudimos concretar la publicación de Bolívar y a guerra social de Juan Bosch, que nunca había llegado a sus manos y le ofrecí alguna vez. Está tan presente en la tarea editorial y los gustos e ideas compartidas que siempre por las librerías, olvidando su muerte, me asalta la pregunta: ¿Qué habrá sacado ahora Gerrimo?

Javier, militante socialista


Javier Ocampo

Hago memoria para recordar dónde conocí a ese pereirano de entusiasta credo socialista, sencillo, cálido y tranquilo. Me parece que fue por allá en los años 80 por las casetas de libros que engalanaban las calle 19 entre novena y séptima, zona de tanta historia y personaje en Bogotá. Él frecuentaba una venta de libros de un personaje un tanto huraño y de intransigente estirpe maoísta, al punto que solo vendía obras del “Gran timonel”, literatura de la china comunista y Tribuna Roja del Moir. El hombre, cuando se lo preguntaba, se refería a “Borolas”. De pronto también me lo haya topado en “La Comuna” de “las ticas”, un par de entrañables paisas cuyo compromiso político conllevó dolores mayores.

Javier venía ya de una militancia activa involucrado en la juventud comunistas y luchas reivindicativas barriales, sindicales y campesinas. Un Quijote curtido y comprometido con la causa que se ayudaba cantando a Gardel y declamando a Bertold Brecht. Infaltable con sus libros y periódicos en manifestaciones y eventos.

Los último años, lo saludaba y charlábamos en su puesto a la entrada de la librería Pensamiento Crítico de Renán Vega, su amigo y de quien el querido “Borolas” fue colaborador distribuyendo y promoviendo una ya amplia obra sobre episodios de la historia de Colombia hilvanada desde abajo. Javier, fue como toda la gente de izquierda y progresista de América Latina y Colombia, un entusiasta defensor de Fidel Castro, Che Guevara y la Revolución Cubana, la Unidad Popular de Allende en Chile, militante solidario con la causa antipinochetista, las luchas de los sandinistas en Nicaragua, del FMLN de El Salvador y de  la insurgencia guatemalteca en los 70 y 80.

Sospechó de “mano enemiga” en la inflexión de Gorbachov en la URSS, fue a Venezuela varias veces conmovido y entusiasmado por el proceso chavista y la ola progresista en América Latina. Partidario medido del proceso de paz con las Farc siempre se expresó temeroso de una traición y pesimista del cumplimiento por el gobierno. Temas y asuntos mas que suficientes para una conversación permanente a través de los tiempos.

Entre mis libros y videos hay muchos comprados a “Borolas”, unos, a veces, por solidaridad con sus ingresos, otros, las más, por pertinentes y oportunos. Por ahí encontré, recordándolo, los documentales “Ellos se atrevieron” sobre la Revolución Rusa y “Mayo del 68”, por los que me insistió, con toda la razón, por su carácter testimonial e histórico. Poco antes de morir le adquirí el primer volumen en historieta de la biografía del “Che” Guevara escrita por John Lee Anderson. “-El Che, en monitas”, me dice. “-Se sigue vendiendo”, le digo. Riposta: “-sigue molestando”. Así era Javier Ocampo.

Gustavo, gestor  cultural


Gustavo Bustamante

De pocos sitios se puede decir, como decimos muchos del Goce Pagano original, el que fundaron Gustavo Bustamante, César “Pagano” y su socio Juan Gaviria en la 23 con 13A, que durante esas rumbas infernales del último cuarto de siglo pasado, las “paredes sudaban”. Y era así. Tres generaciones de bohemios y fiesteros se dieron -algunas veces, nos dimos- frenéticas azotadas de baldosa al ritmo de la Tito Puente, Tito Rodríguez, Machito, Benny, P´rez Prado, Fania, Lavoe, Colón, Blades, Ángel Canales, la Sonora Matancera, Celina y Reutilio, Portabales, Barreto, Pacheco, Palmieri, Los Lebrón, Maelo Rivera, Bobby y Richi Rey …

           Tú que decías
que ya no servía
oye tú que decías
que ya no salía

Ahora mismito mi amigo
yo te vengo a saludar
escucha escucha

El sitio se hizo legendario por lo bueno del bembé, la concurrencia de vario pintos personajes de andar clandestino en épocas del Estatuto de Seguridad y por la charla con Gustavo Bustamante atento a la literatura y el arte, inquietud que promovió con “Los papeles del goce” reproduciendo textos, con o sin permiso -al parecer lo tuvo de Jorge Amado- y de figuras promisorias, como el hoy reconocido escritor Tomás González que hiciera sus pinos en el rústico bar del sitio. Gustavo era un Quijote de la divulgación literaria y de la parla.

Dicen que el nobel García Márquez y su amigo Enrique Santos festejaron en el Goce el reconocimiento universal al hijo de Aracataca. Que para un concierto de Teresita Gómez, entre amigos, despiezaron un piano en la calle y lo armaron adentro. Y que Jaime Bateman se paseaba por allí, entre sombras. En los 80 era el paradero favorito de periodistas, pintores, escritores, músicos, la gente que andaba en busca de rumbo, la mayor parte de los cuales lo encontró y no volvió.

No obstante, el entorno endemoniado que rodeó con los años al sitio, apestando en una esquina a bazuco y en la otra a yerba, los travestís en lycras en la Caracas, las putas y los cacos bajando apurados al Santa Fé, de cuando en vez la feligresía del Goce Pagano regresaba a visitar a Gustavo para echarse un pie  a luz de vela en ese piso cuarteado o a tomarse una pola para hablar con él, por el placer de escucharlo, mientras el hombre sacaba de fundas rotas esas pastas roncas por el sebo y la pátina, de las que de surco en surco la aguja dejaba oír la voz de Maelo:

          Hazle bien a tus amigos
y ofréceles tu amistad
y verás que a ti lo malo
nunca se te acercará
y en cambio todo lo bueno
contigo siempre estará

La última vez que hable con Gustavo me repitió el mismo reclamo que me había expresado la vez anterior, que lo querían sacar a como diera lugar de su nicho, por chismes y argucias del vecindario e intereses de la alcaldía local amparada en el uso de suelos del plan de ordenamiento territorial. el Goce era su diario para comer pero también su eterna morada. Por allí se le oye sumarse al coro de la Aragón:


Aprende a darle la mano a quien es tu amigo
Y al otro deja que siga por su camino.

Gerardo, Javier, Gustavo, aquí se acabó el viaje. Gracias por lo que nos dieron. Se les recuerda con cariño y nostalgia. Con ustedes se fue  algo de nosotros.

sábado, 26 de mayo de 2018

La Colombia de Gustavo Petro


Por primera vez en un siglo de existencia de las que pueden denominarse fuerzas de izquierda, un representante de esa corriente acaricia la posibilidad de llegar a la Presidencia de la República y en su defecto se ha convertido ya en factor determinante de la política del país y en el futuro inmediato. Tras setenta años de lucha guerrillera, la posibilidad de acceso al poder por propuestas alternativas se podría dar con los instrumentos de la democracia, ampliada con las conquistas de la Constitución del 91, pacto del establecimiento con un sector de la insurgencia que no logró amainar la violencia pero abrió espacios para expresiones inéditas de participación y reivindicación.

Al pueblo nunca le ha tocado
Colombia en sus doscientos años de vida republicana -el 7 de Agosto de 2019 se cumple el bicentenario de la Batalla de Boyacá que selló la independencia de la corona española- salvo el interregno breve de la Revolución de los Artesanos liderada por José María Melo de 1854, ahogada en sangre y destierro, ha sido gobernada por una minoría perteneciente a las castas acaudaladas excluyente, voraz y de espalda a los intereses de las mayorías populares, exclusión amortiguada por concesiones recortadas para aceitar el sistema, paliativos impuestos por la banca internacional o el temor al alzamiento, pues hasta los intentos reformistas fueron reversados por las fuerzas arcaicas cuando lograron alguna realización como en la “Revolución en Marcha” de López Pumarejo en 1936 o la reforma agraria y el impulso a la organización campesina del abuelo del candidato Vargas Lleras, sepultada por el papá del expresidente Andrés Pastrana, hoy aliado del terrateniente Álvaro Uribe en respaldo a Iván Duque.

La disputa por el poder entre los partidos configurados a partir de los dos bandos en que se bifurcaron los liderazgos posindependencia, el conservador hispanista y el liberal reformista, fue de elites. Primero gamonales comandando la peonada para dirimir entre camándula y libre pensamiento el rostro de la nación tras la emancipación. En el siglo XX la dirigencia aristocrática usando como carne de cañón al pueblo en sus confrontaciones por apoderarse del gobierno. La historia de las guerras civiles y sus paces acordadas sobre el reparto de puestos y presupuestos en una democracia restringida para atajar el desborde, como ocurrió con el Frente Nacional. En el siglo XXI, el liderazgo autoritario terrateniente guerrerista frente el capitalismo neoliberal aristocrático. Pero el pueblo siempre subalterno.

En ese trance, en parte por el ambiente de desamarre que generó el acuerdo de paz con las Farc en 2016, que permite a los movimientos populares, no sin costo de sacrificio a manos de los verdugos de los poderes oscuros, salir a exigir de frente sus derechos, y, en gran medida, como fruto de la cosecha que sembró en Bogotá, al ganar y hacer una Alcaldía desde una lógica de las mayorías, contrapuesta al tradicional gobierno oligárquico de la ciudad y el país, irrumpe Gustavo Petro con la fuerza arrolladora del respaldo popular ganado con el crédito de ser un hombre de batallas que no se rinde contra el autoritarismo, el paramilitarismo y la corrupción, ducho en desbaratar alambradas y emboscadas con que se blinda el establecimiento, intransigente en su compromiso en favor de los postergados y violentados y frentero con los ungidos por venir de castas o por tener su padrinazgo.

Un líder auténtico con la agenda del Siglo XXI
En Bogotá, mas allá del debate sobre lo que hizo, que logró mucho si se mide desde los sectores populares objetivo fundamental de los programas del Plan de Desarrollo de la Bogotá Humana, con resultados reconocidos por organismos especializados y las cifras del DANE, la impronta de su gobierno está en  haber demostrado que se podía, que si el propósito es claro, hay estrategia y compromiso, los cambios son posibles. Incluso en el preventivo y estrecho marco institucional vigente, diseñado para impedir reformas no controladas por los poderes establecidos, el cual tensionó para afinarlo con los mandados constitucionales del Estado Social de Derecho.

El mínimo vital de agua decían era inocuo pero ya todo el país lo asumió. Los pobres no podían vivir en estratos valorizados pero con La Hoja y otros cuantos ejemplos demostró que era posible. Los CAMAD plantearon una manera distinta de tratar la drogodependencia. Prohibió el porte de armas, acatado a desgano, y con ello dio un salto en la reducción de muertes violentas. Dijo NO a los toros, las carretas de caballos y el reciclaje sin remuneración y en eso lo copió el país. Dijo Sí a la diversidad, el animalismo, la inclusión, el ambientalismo, las culturas juveniles y con ello se puso a la vanguardia nacional con relación a las nuevas ciudadanías.

Sus apuestas en defensa de lo público y en materia de transporte multimodal sostenible, servicios públicos, aseo y disposición de basuras, educación de calidad, salud preventiva, adaptación al cambio climático, ordenamiento alrededor del agua y densificación de la ciudad, se convirtieron en temas de la agenda nacional. La desprivatización de la recolección de basuras, en la que se jugó a fondo a pesar de no pocas objeciones, permitió sondear hasta dónde el Estado puede incidir en la regulación y prestación de servicios básicos para garantizar derechos conculcados como los de los recicladores y replantear contratación lesiva a los intereses colectivos. Por eso fue destituido  mediante fallo amañado del entonces Procurador, pero también su decisión tuvo incidencias rupturistas   como la de una juez de lo contencioso administrativo que en providencia rompió  la doctrina imperante sobre la majestad del mercado y reivindicó la obligación del Estado de intervenir en defensa de la ciudadanía y los bienes públicos.

Tras la destitución reaccionó sesudo para analizar sus posibilidades, seducido ante el clamor de miles de simpatizantes objetivo de sus programas sociales o motivados por un liderazgo que asumía llevar a la lucha política las banderas de la modernidad, que le exigían no rendirse. Llenó la Plaza de Bolívar de Bogotá varias veces, antes de aceptar que frente a las formalidades había que comportarse. Traicionado en un acuerdo con el Presidente Santos de acatar las medidas de protección solicitadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a cambio de respaldo político para las negociaciones de paz, salió del Palacio Liévano para volver a los pocos días acompañado de una marea humana y quedarse hasta el final, tras una batalla jurídica colosal en todos los frentes.

El receso en el cargo y una breve gira por algunas ciudades le permitió palpar en las concentraciones el fervor que había desatado la Bogotá Humana a nivel nacional. La gente apreciaba el carácter humanista, incluyente, animalista y ecológico de su programa, su decisión y coraje para confrontar los subterfugios en los que se mantiene inmutable y con dueño la institucionalidad  y la arremetida mediática dispuesta a molerlo en público por sus osadías. De ese examen, las expectativas generadas por el proceso de paz y la constatación de que a pesar de los avatares la votación de la anterior campaña presidencial y su cauda en Bogotá se mantenían fieles. Era previsible advertir el paso a seguir.

Entusiasmo de multitudes y ruptura del discurso dominante
Durante dos años defendió ante el país y en Bogotá su gestión en la Alcaldía confrontando a su sucesor, dedicado a desmontar su legado y a servir los intereses privados, lo que lo mantuvo vigente y le permitió aprovechar a su favor los desatinos de Peñalosa. Recorrió el país como conferencista colmando auditorios para sustentar sus nuevas convicciones, entre las cuales la primordial, radical en su apuesta por proteger a la humanidad y la naturaleza del cambio climático: adiós al petróleo y los hidrocarburos. Con eso y su apego a los instrumentos democráticos y de derechos de la Organización de Estados Americanos, marcó un polémico parte aguas con la izquierda latinoamericana: ruptura con la “economía fósil”, el extractivismo,  y tránsito hacia una economía y una sociedad productivas basadas en el trabajo y el saber, el respeto al entorno, la naturaleza, la diversidad y el pluralismo en el marco del Estado Social de Derecho postulado por la Constitución de 1991. Educación como instrumento de poder que convierta al pueblo en sujeto de la historia. Un pacto social para un proyecto civilizatorio.

La precandidatura no picó en punta pero nació con opciones. El análisis de coyuntura electoral de las parlamentarias de marzo de 2018, lo llevó a una propuesta audaz y generosa, desoída con prejuicio por las otras dos candidaturas progresistas: consensuar el programa, ir a una consulta, agrupar listas al Congreso y apoyar al que la ganara. El liberal De la Calle no aceptó por distancia ideológica. La Coalición Colombia de Fajardo (Polo, Verde y fajardistas) le sacó el cuerpo con soberbia. Pero Petro iba más allá de elegir un candidato, proponía en sentido gramsciano constituir un “bloque histórico” de sectores progresistas apuntando, mas allá del Palacio de Nariño, a conjunción de sectores aunados en el poder para hacer posibles la paz y la superación de la desigualdad, la única manera de darle músculo político a la decisión de grandes cambios.

Consciente del poderoso escenario de la consulta presidencial para mantenerse expuesto y medirse en un primer sondeo frente a la fuerza del uribismo, la pactó con el exalcalde de Santa Marta, Carlos Caicedo. El case inicial fue de 2 y medio millones de votos. Si bien la consulta de la coalición de derecha e Iván Duque, el candidato ganador en el uribismo, le sacaron una amplia ventaja, Petro se consolidó en adelante en el segundo lugar en las  encuestas en forma ascendente y sin encontrar el techo que le vaticinaban.

Así inició una  campaña presidencial que advertida de los riesgos pero también de los espacios que abría el acuerdo con las Farc, se convirtió en una frenética correría por todo el país, llenando plazas con entusiasmo desbordante. Un ejercicio  democrático en el que haciendo gala de sus dotes de orador y pedagogo agitó consignas y explicitó en detalle su programa rememorando el ágora griego, para rematar con el pedido que con los días volvió cierre ritual: ¡Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su Presidente! El poder en escena del que habla Balandier, con la narrativa de los de abajo que reclama Benjamín, el sustrato democrático de la acción comunicativa descrito por Habermas, el poder de lo simbólico y la “política del amor” que teoriza Martha Nussbaum, para resaltar la importancia de las emociones y el arte en las grandes causas humanas.

Colombia Humana: apuesta por la igualdad y la dignidad
Frente al discurso ultraconservador, pro ricos y terratenientes, contrario a los acuerdos de paz de Duque, al continuismo, desplantes clasistas y ambigüedades oportunistas sobre la paz del neoliberal Vargas Lleras, a la indefinición pasmosa y el contemporizador tránsito sosegado de Fajardo en asuntos cruciales y la orfandad partidista del gran candidato liberal De la Calle, Petro desplegó el programa de la Colombia Humana, un discurso claro de compromiso con los sectores populares, por un país a la altura del siglo XXI, de propósitos innovadores en temas clave de la humanidad y una paz positiva que vaya más allá del fin de la guerra. No promueve la lucha de clases, la evidencia para superarla, analiza aguda Sara Tufano. Desbarató el discurso guerrerista y el de la oposición formal complaciente para plantear rupturas históricas con una narrativa opuesta al continuismo de los demás candidatos, agregó brillante Luciana Cadahia. Dos analistas que otean más allá que las complacientes mesas de tertulianos y evidencian lo que en el fondo está pasando.

Un programa revolucionario como compromiso de un gran acuerdo para el futuro: Cuidado a la primera infancia, jornada única escolar y educación superior pública gratuita y de calidad, salud preventiva y fin a la intermediación de las EPS, fortalecimiento del sistema pensional público y garantía de jubilación para todos replanteando el manejo de los recursos para beneficio de los fondos privados; banca pública para impulsar pequeña y mediana iniciativa empresarial, impulso al desarrollo agrícola e industrial; riqueza a partir del trabajo y no de las rentas de tierra improductiva y la especulación financiera.

Contribuir a la subsistencia del planeta con el transito del extractivismo a energías limpias, honrar los acuerdos de paz, incumplidos en los sustancial, recuperando para la justicia transicional la comparecencia de todos los actores de la guerra para así lograr la verdad que permita una real reconciliación y pasar a un nueva etapa de nuestra historia. Recuperar la independencia y soberanía de la justicia de las garras de la mafia y la politiquería y una lucha frontal y sin concesiones contra la corrupción, de parte de un paladín que se batió solitario contra el paramilitarismo hasta romper los arreglos de impunidad imperantes y que en contra de su partido de entonces y el desdén cómodo de sus dirigentes, denunció el “carrusel de la contratación” en Bogotá, capítulo del modus operandi de la alianza criminal de políticos, funcionarios y contratistas para robarse el presupuesto público, aun sub judice en sus cabezas, prominentes hombres públicos del poder regional y nacional y sus impúdicos aliados.

Un propósito colosal que de triunfar, exige para su logro propiciar un gran consenso entre grupos afines, proclives y sensibles para constituir mayoría legislativa. La nueva composición del Congreso permite alguna esperanza, siempre que el statu quo no se enfile intransigente en su contra. La otra opción, la incertidumbre de una Asamblea Constituyente acotada a temas críticos pero que tendrá la impronta del sector que imponga las mayorías, encrucijada histórica y gran reto para el movimiento social y popular. Petro propone sentar las bases de una profunda transformación social pero ha sido claro en que su marco de acción es la Constitución de 1991, el Estado Social de Derecho y la plena realización de la carta de derechos en ella consagrados, desde luego reformada en los aspectos en que ha sido contraída y distorsionada e innovada para ponerla a tono con las nuevas demandas de la sociedad en transición, el posconflicto, una economía a escala humana y los riesgos para la supervivencia de vida en el planeta.

El turno de las mayorías postergadas
La  base electoral de Petro está compuesta por la diversidad, reivindicaciones y luchas del universo popular: indígenas, afrodescendientes, campesinos, nuevas ciudadanías, población lgbti, movimientos sociales, defensores de los derechos humanos y ambientalistas, todas las insignias de la izquierda, la intelectualidad crítica, capas medias y el pueblo raso que asumió entusiasta su convocatoria para sumar mas de un millón de personas movilizadas en 80 concentraciones realizadas en apretada agenda de dos meses a lo largo y ancho del país hasta colmar la Plaza de Bolívar el 17 de mayo en impresionante manifestación  a la que cada quien llegó porque quiso y dejó boquiabierto a mas  de un opinador. En la maratón de debates promovidos por todos los medios y en las grandes ciudades, en las entrevistas concedidas a medios dirigidos por sus malquerientes comprometidos económica o afectivamente con sus adversarios, ha exhibido con lujo su conocimiento del país, sus problemas, las vergüenzas escondidas detrás de algunos de sus adversarios y las propuestas para darle a Colombia un nuevo rumbo.

Siempre se ha advertido que no hay lucha exitosa sin símbolos que la representen y Colombia los tiene en la nostalgia y el sacrificio. La cultura política precaria del país, deformada en la confrontación bipartidista, el Frente Nacional, la pasmosa exclusión y desigualdad, está signada por la muerte que truncó las esperanzas populares, Uribe Uribe, Gaitán, Galán. Petro los amalgama y potencia en su ideario pluralista y progresista, con el compromiso del consenso para el cambio, el “sancocho nacional” de que hablara el comandante mayor del M-19, Jaime Bateman, el “país de todos” que promovió Carlos Pizarro, su último comandante, y el “acuerdo sobre lo fundamental” que exigió Álvaro Gómez Hurtado para superar el establecimiento corrupto. Todo esto lo ilustra con el pasaje bíblico de Moisés conduciendo a su pueblo en medio de las aguas del Mar Rojo separadas para permitir el paso de los hombres hacia la libertad. Algunos, cizañeros mas que ingenuos, le achacan burlonamente una pretensión mesiánica. No comprenden el profundo sentido de su llamado a nuestro pueblo para que asuma las riendas de su destino.



domingo, 14 de enero de 2018

El Colorado: obra magistral con mensaje reaccionario


Majestuosa, espectacular, magnífica y faltarían sinónimos para exaltar “El Colorado”, la carroza del maestro Carlos Riberth Insuasty, ganadora del Desfile Magno del Carnaval de Negros y Blancos de Pasto 2018. Una escultura efímera monumental que presenta detalles del fatídico 24 de diciembre de 1822, cuando las tropas al mando del Mariscal Antonio José de Sucre, por orden del Libertador Simón Bolívar, ante la tenaz e infranqueable resistencia de los pastusos, llevadas al límite por la inutilidad de sus reconvenciones y llamados a la rendición ante las huestes independentistas, entraron a sangre y fuego a la ciudad en uno de los hechos más dolorosos de la historia de Pasto, recuerdo luctuoso que rememora la calle del barrio El Colorado.

En la escena del carromato un Sucre colérico pende en el aire sostenido en la testa de una calavera poblada de diablos, precedido de bestias salvajes al ataque de las que se defienden los paisanos, tras del cual, Bolívar, salido de una escena de Dante, poseído por el demonio, cabalga enloquecido en el aire -en un impactante caballo en movimiento-  mientras señala con el brazo extendido y su dedo índice hacia el objeto de sus supuestos deliberados deseos de sangre. A los lados, desde la réplica de balcones coloniales, los jugadores de la carroza disfrazados de miembros del ejército realista comparten con los observadores las carnestolendas.

La obra no solo logró simpatía y apoyo del público y el jurado por su factura, recursos y detalles, de por sí atractivos, sino por el mensaje que a fuerza de una versión vengativa del pasado se ha posado en el imaginario colectivo de los pastusos para condenar la epopeya libertadora, la gesta bolivariana y los héroes patrios y defender una resistencia que, no obstante su valentía, se constituyó en un obstinado dique para el avance de los ejércitos cuya misión era continuar hacia el sur -Ecuador y Perú- la campaña emancipadora de las cadenas del colonialismo español iniciada en Carabobo y Boyacá con la liberación de Venezuela y parte de la Nueva Granada.

El maestro Insuasty en sus declaraciones a los medios explicó que el montaje de la carroza fue objeto de investigaciones y consultas pero por su contenido se deduce que tiene inspiración en las visiones antibolivarianas sostenidas por Rafael Sañudo y otros escritores, recientemente noveladas por Evelio Rosero en La carroza de Bolívar *, en la que, al contrario de “El Colorado”, el leiv motiv es una obra alegórica a la gesta la que desata la furia por traicionar  la memoria de los antepasados “masacrados por Bolívar”.

Esta versión que cursa en aulas, tertulias y charlas callejeras, impide una comprensión contextual, dialéctica e integral de la historia pues reduce el episodio a una agresión demencial sin motivos y glorifica la rebeldía pastusa sin reparar en que para el momento constituía el mayor obstáculo para que se consolidara lo que el historiador Perry Anderson califica como “uno de los episodios mas espectaculares de la historia moderna mundial” al poner fin a la dominación hispanocolonial.

Es indudable que un pueblo no puede olvidar sus dolores y sacrificios pero es responsabilidad de sus intelectuales y docentes plantear las aristas de su interpretación y las consecuencias de las mismas: o Pasto -valiente, leal, coherente- en defensa del vasallaje pagó el lamentable costo de una cerril oposición a la emancipación, explicable en su crudeza por el fragor y la angustia de una prolongada, casi eterna, y agotadora guerra. O una partida de desquiciados ambiciosos al mando de jefes endemoniados e irreligiosos destruyó un paraíso de bienestar, holganza, libertad y buenvivir creado por Su Majestad Fernando VII en las faldas del Galeras. Posición esta última que están en libertad de defender algunos pero no de imponer por obtusa.

Construyamos entre todos las respuestas que, sin renunciar a los positivos valores del ser pastuso puestos a prueba en aquellas aciagas fechas, como la lealtad, el valor, la indignación, la solidaridad, nos lleven a interpretar los episodios de manera constructiva hacia el futuro para encontramos con la nación colombiana en su mito fundacional: la Revolución de Independencia cuyos ímpetus transformadores truncaron las élites al hacerse al poder y que entre todos tenemos el desafío de rescatar y realizar. 

* Ver: Una historia no oficial del Libertador  www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-11719081