martes, 25 de abril de 2023

Los sueños rotos de Julio Daniel (Periodismo en años aciagos I )


Algún funcionario lamedor del Plan Nacional de Rehabilitación del gobierno de Virgilio Barco, me increpó enfadado: – ¡mire lo que escribió su amigo Julio Daniel Chaparro! Revisé el periódico El Espectador hasta que encontré la nota, una de las varias que hizo como balance del cuatrienio, para la cual Julio me había consultado varias veces como jefe de comunicaciones del PNR. El titular me preocupó pero el artículo, aparte de bien escrito por la calidad de Julio y su vena poética, era ecuánime, sustentado, contrastado, en fin, “objetivo”. Al preguntarle por qué había titulado así, me explicó la razón de la ironía “El PNR lava en casa”: si el plan había sido positivo en llevar precariamente el Estado a algunas zonas que lo desconocían, sencillamente estaba empezando a limpiar la suciedad de la que éste era responsable.

Coincidíamos. A mi no me molestaba la crítica porque había llegado al cargo, aceptando la propuesta de Eduardo Díaz Uribe, con la postura de apoyar comunicativamente al plan y no a hacer propaganda. Así lo reconoció María Teresa Herrán, en una de sus columnas, al calificar el mini informativo de TV del PNR Amarillo, Azul y Rojo, realizado por Alexandra Uribe y Martha Lucía Ávila, como “un comercial a punta de patria”, en mención a mi lineamiento de que la valoración de las obras, de la gestión y las críticas las hiciera la gente humilde de todos los rincones de un país hasta entonces invisible para las grandes ciudades.

Conocí a ese exquisito poeta llanero en un seminario sobre periodismo para el desarrollo que organicé con el apoyo de Fescol y el Círculo de Periodistas de Bogotá, bajo la presidencia de Rafael Gálvez. Fue un evento con buena asistencia, ameno y productivo. Tenía temor, porque a pesar de que conocía a varios colegas de los medios, la invitación la hacía desde un programa gubernamental y ellos me identificaban en la brega de la prensa alternativa. Un corito de amigas solidarias, encabezado por Marcela Giraldo, me quitó el susto: - vinimos por ti, para apoyarte. Recuerdo, además, a Carlos Chica, Víctor Javier Solano, Carlos Arturo Páez, Servio Tulio Díaz y María Teresa Herrán. Entre la treintena de colegas, llegó con su mochila arhuaca terciada el inolvidable Julio Daniel Chaparro, con quien después de un par de tanteos nos hicimos amigos de muchos tintos.

Tiempo después, al valiente y osado Julio Daniel, en el periódico, le asignaron -a lo mejor se lo peleó- un reportaje sobre la violencia en el nordeste antioqueño donde había sucedido uno de los hechos más espantosos de la violencia paramilitar: la masacre de 43 personas a plena luz del día en el pueblo minero de Segovia, el 11 de noviembre de 1988, por las bandas de Fidel Castaño, mientras las fuerzas de la policía y el ejército simulaban ataques de la guerrilla para guardarse en sus cuarteles y dejar a la gente a su suerte.

La noche del 24 de abril de 1991, Julio Daniel y el fotógrafo Jorge Enrique Torres, fueron acribillados en uno de los sitios donde se produjo la matanza. Se pensó que por orden de los mismos autores intelectuales y a lo mejor por las mismas manos, pero con el tiempo se supo que fue el Ejército de Liberación Nacional (ELN), hecho sobre el cual nunca se ha manifestado. Había escrito dos libros de poemas y en su homenaje se publicó Papaito país con sus crónicas y reportajes sobre la Colombia profunda. Sin saber qué pasaría con su vida, dijo de las tristezas del amor en Los sueños de ahora:

Hubo un tiempo en que soñamos

Entonces éramos como soles

Éramos vientos

De nuestras manos salían alces

Y en los pechos queríamos dibujar un eclipse de sol en una noche.

....

Y ahora lo recuerdo sumergido en este frío

Desnudo yo, tan opaco, tan muñeco muerto

Tan hecho mí enemigo

Susurrando amor, amor

En esta hora interminable

Que me es río de sombra, mar de miedo

Ahora lo recuerdo muerto de pájaros y digo

Hubo un día y éramos como soles. Éramos vientos.

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