Aún la justicia no ha dilucidado del todo, ni se ha cerrado el proceso, juzgado ni condenado a los responsables del ominoso episodio palaciego de espionaje ilegal, desprestigio, acoso y acorralamiento a los opositores al gobierno de Álvaro Uribe Vélez -quien asombrosamente levita sobre el episodio como en tantos hechos escabrosos de su mandato- y una estratagema similar, que bien podría llamarse Operación Trasmilenio II para seguir a tono con las “chuzadas”, está de nuevo en curso contra una de sus víctimas: Gustavo Petro. Pero esta vez, no para minar la credibilidad de sus denuncias sobre la estructura política y económica del paramilitarismo, sino para sabotear la gobernabilidad de la capital del país y dar al traste con el proyecto que el Progresismo le propone a la ciudad y que debería formalizarse legalmente en el Plan de Desarrollo.
Es evidente que hay un sector del establecimiento
capitalino que no “traga” a Petro. El partidismo reaccionario, el empresariado y
el cartel de la contratación, jamás aceptarán, salvo para las imágenes de
conveniencia, que un ex -guerrillero llegue tan lejos -“el que fue no deja de
ser”, dicen sin mirar su propio pasado. El triunfo electoral del candidato
progresista se les impuso por desdeño puesto que creían que el desprestigio del
Polo, gracias a su apego enfermizo a los hermanos Moreno Rojas, aún ante las
evidencias del desmadre al que llevaron a la ciudad, sería suficiente para que
los votantes, “curados” de izquierdismo, se volcaran en masa a favor de las
propuestas políticamente “correctas” de la tecnocracia neoliberal. ¡Y ahí fue
Troya! Petro se distanció a tiempo y denunció sin tapujos la corruptela del
partido al que pertenecía, se les creció
a sus rivales y ganó proponiéndole a los bogotanos gobernar para el futuro.
Entonces comenzaron a operar las acostumbradas tácticas de desestabilización, por conocidas
menos efectivas y, de alguna manera, neutralizables, pero con secuelas. Al
anuncio de la posible fusión de empresas de servicios, exitosa en Medellín,
coincidente con una baja de precios de acciones por efecto de operaciones
bursátiles, “alguien” le imputó un presunto pánico económico y “algún otro” detrimento
patrimonial, resultado de lo cual, el necesario debate a la propuesta, fue
congelado. Era claro que la tegua de los “cien días” no iba a operar en este
caso. El segundo envión, luego de escaramuzas mediáticas, fue el sabotaje a
Trasmilenio, con aires de “Bogotazo”, con el que el contubernio antipetrista
respondió al anuncio de que se revisarían los contratos de la primera fase del
sistema de articulados, por leoninos.
Decenas de muchachos, debidamente coordinados, cuyas
apariencias distaban de los tradicionales pelafustanes, se dieron a la tarea de
destruir y saquear las estaciones de
norte a sur por la troncal de la Avenida
Caracas ante la inacción policial, camuflados en la protesta
ciudadana por el mal funcionamiento, en proceso de concertación con el gobierno
distrital. El operativo de sabotaje fue tan efectivo que sorprendió al propio
Alcalde, quien entre indignado e impotente, trató de conjurar la asonada a
punta de “trinos” hasta que finalmente impuso la autoridad. Fue una acción
atroz, promovida y atizada por “algunos”, aún en el misterio, que, desde luego, no son los jóvenes que poco
a poco se han ido identificando como autores materiales y tendrán que responder
por los daños producidos por su vandálica actuación.
Tras el fallido intento de colapsar por asonada a la Administración
distrital, retornó el plan B: la proliferación de editoriales, columnas,
comentarios, trinos, blogs, webs dados a analizar las propuestas, iniciativas y
determinaciones del Alcalde Petro, desde la posición de autoridad superior, en
la que “ellos”, los que “saben” gobernar, administrar, ejecutar y gerenciar, reconocen
la “buena voluntad” del primerizo pero le ponen de presente los imposibles, las
urgencias, lo práctico, lo conveniente y lo llaman a “aterrizar” sus ilusiones,
utopías y promesas, todas ellas fingen interesantes y hasta plausibles pero
impracticables, no obstante corresponder a los lineamientos básicos para el
desarrollo humano establecidos por el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (previsión de los efectos del cambio climático, el agua como derecho
y eje del desarrollo, preservación de la ciudad verde, salud preventiva,
equidad educativa, prioridad a la infancia, movilidad con un sistema definitivo
de transporte, entre tantos otros). Es la diferencia entre una ciudad excluyente
y rentable para pocos y una ciudad incluyente y económicamente rentable para
todos.
La ambientación del plan de desgaste y desprestigio -un acuerdo tácito por convergencia de diversos
actores con disímiles intereses, algunos satisfechos tradicionalmente por la
misma fuente, es decir, la expoliación de la ciudad-, es tal que un día Ideas
para la Paz dice
que la restricción de la venta de alcohol y la prohibición del porte de armas
no tienen que ver con la reducción del homicidio y las lesiones por causas
violentas en el último año y, al otro, el Noticiero CM& califica de “avión”
y “desagradecido” al Alcalde Petro por su audaz propuesta al Gobierno Nacional,
para que 10 mil de las 100 mil casas gratuitas que prometió a los más pobres,
se construyan en Usme, para lo cual, de manera excepcional, ya se dispone de
los terrenos de la ciudadela no realizada por Samuel Moreno.
Como resultado del efecto de la operación en varios
frentes, la imagen y credibilidad del Alcalde se vino para el piso en las
encuestas realizadas y presentadas en el momento preciso de la faena: la
presentación del Plan de Desarrollo al Concejo. Allí, el 8 de mayo, se produjo
el primer banderillazo: dos concejales del Partido de la U , recogiendo el guante, se
vinieron lanza en ristre contra el nuevo Secretario de Gobierno, por
afirmaciones suyas a los medios sobre las razones rentísticas y rentables de la
oposición a Petro, logrando sabotear la sesión y colocando el tono de lo que
será el debate si el gobierno no cede.
Si bien, dado el ambiente políticamente adverso en el
cabildo, el Alcalde podría aprobar el Plan por decreto, quedaría seriamente
limitado para sacarlo adelante pues no tendría posibilidad de obtener el cupo
de endeudamiento necesario ni de introducir ajustes al régimen tributario de la
ciudad en busca de nuevos recursos. Los argumentos sobre la cortedad de metas,
cambios en las propuestas, vacíos y omisiones y sobre el tema de fondo de
la desfinanciación, necesidad de crédito
y posibles ajustes tarifarios van y vienen, pero para eso se lleva al Concejo:
para que se examine, modifique y ajuste
en función de los intereses de la ciudad y de todos sus habitantes, no para que
los viudos del poder intenten sacarse el clavo, menos aún cuando están
penalmente encausados, ni para que el programa de gobierno quede convertido en
una motivación de buenas intenciones y se oriente hacia lo que convenga al TLC con EE.UU. y los
intereses de los que siempre se han gozado la ciudad.
Desde luego, parte de este entuerto estaría claro para
la mayoría de los bogotanos y en alto la legitimidad y la imagen del Alcalde y
su programa, si la ciudadanía se apropiara de él y se movilizara en apoyo, pero,
hasta ahora, se carece de una estrategia pedagógica y comunicativa agresiva,
amplia, masiva y permanente hacia ese
objetivo. De contera, el ejercicio participativo y de socialización del plan de
desarrollo, ha estado por debajo de las expectativas, por razones de sobra
conocidas y eludidas por los animadores institucionales del proceso. Al Plan de Desarrollo Bogotá Humana le
falta pueblo y, como decía la frase de
campaña: ¡Ya!
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