Apabullante continuismo y expectativa verde
Cabalgando en la magia de las estrategias de opinión, la manipulación publicitaria, el clientelismo y la realidad virtual de las encuestas, en las que el Presidente Uribe mantiene un incomprensible nivel de aceptación pública al que parece no hacerle mella el desbarajuste institucional, las trapisondas palaciegas, el desempleo, la persistente pobreza e indigencia, las abismales desigualdades sociales y el preocupante déficit fiscal ahondado por el asistencialismo paternalista, Juan Manuel Santos se impuso sobrado en la primera vuelta presidencial del pasado 30 de mayo y parece seguro ganador en la segunda vuelta, el 20 de junio. Una parte importante de los electores gratifica favores aunque carezca de derechos, se amedrenta con supuestas hecatombes, da fervorosas demostraciones de afecto por el caudillo y sus políticas, perdona lo imperdonable, y ratifica el respaldo a la continuidad del rumbo. Pese a todo, gana y manda el que tenga los votos.
El susto con Mockus se asume conjurado y ahora se pueden lanzar los salvavidas necesarios para intentar sacar de líos a tanto amigo tras las rejas, reversar procesos y evitar que muchos otros terminen judicializados, porque varios casos en curso (Yidispolítica, Dasgate, ejecuciones extrajudiciales, manejos para los referendo reeleccionista y rereeleccionista, mal uso de Agro Ingreso Seguro) ya no esperan la prueba reina sino los actores determinadores. En esta situación, una Fiscalía adscrita a la Presidencia -tal la propone Santos- sería como un vasito de agua en desierto del Sahara. Y a la Corte Suprema le tocará demostrar que su firmeza va más allá de pararle al macho a las agresiones de Uribe al no poder controlarla. Es evidente que el “profe” lanzó una alerta cuestionando el cómo se están haciendo las cosas, es decir, el arrogante todo vale y el cinismo de que el fin justifica los medios.
Antanas sedujo. En medio de este marasmo su propuesta por la ética, la cultura ciudadana, la democracia deliberativa, el actuar de consuno con las leyes, la educación como factor de desarrollo, es balsámica. Por ello, intelectuales y artistas y el elector de opinión viraron de su apoyo al Polo, representado hace cuatro años por la vigorosa campaña de Carlos Gaviria Díaz, un programa real de cambio de rumbo, por la rectificación en la ruta de Mockus, que se percibe más posible y menos costosa. Además atrajo a la ola de los “primivotantes” pues es el más sintonizado con las modernas tecnologías, las suspicacias de la acción comunicativa y con una juventud harta de escándalos, politiquería e hipocresía. Pero la ola verde a la hora de las urnas no fue lo que se preveía y dejó traslucir debilidades y evidenció argumentos de poco recibo en el campo oposicionista que se suponía era su bastión. La maquinaria uribista a todo vapor por Santos mostró su poderío pacientemente simulado ante los debates y las apariencias de las encuestas, la ONG Global Exchange ha identificado la coincidencia de los electorados oficialistas con las zonas beneficiarias de programas como Familias en Acción y es que no se necesita presionar directamente, el pobre es agradecido.
Ambigüedades e incertidumbres
Hay incoherencias, contradicciones y errores que denotan desconocimiento, inexperiencia e ingenuidad, en las cuales no hubiera caído un político mañoso, y que el día de elecciones le pasaron la cuenta de cobro; un fetichismo por la norma que fue fundamento de regímenes autoritarios; varios de sus aliados se han dejado en tercera fila porque el cuestionamiento ético y los procesos disciplinarios o judiciales también los tocan y eso es muy feo para quien hondea la “legalidad democrática”, y una autopropalada y pretenciosa aureola angelical de los cuatro exalcaldes ahora verdes, que procura excluir sus gestiones de cualquier cuestionamiento y sería torvo pasar de agache por moda frente a errores, desaciertos y silencios de los que seguimos padeciendo sus efectos.
Da grima que en un Estado laico, con libertad de cultos, por conveniencia electoral, el candidato verde, quien defiende la majestad constitucional, salga a dar pruebas de fe católica cuando es conocido su agnosticismo. Eso se entiende en Uribe y Santos, politeístas a interés: se hacen bautizar en iglesias evangélicas, se hacen rezar de taitas, se hacen asegurar de mamos y le besan el anillo a Monseñor Rubiano. ¡Que circo! Fatal también la afirmación de Mockus en algún debate, en contravía de la conclusión que las ciencias sociales han validado, de que sostener que la injusticia social es generadora de violencia es justificar el terrorismo. Para corregir ese exabrupto le bastaría revisar las encíclicas papales.
De otra parte, si bien la Corte Constitucional , aunque no por la sustancia, declaro inconstitucional la ley de convocatoria al referendo para la cadena perpetua a violadores de menores, Mockus sumó ese supuesto activo del peñalosismo, gancho sensible que le granjeó a su promotora la mayor votación al Senado, sin fijar una posición al respecto, en un tema indudablemente controversial, que no atiende a una concepción jurídica integral, universal, neutral, rehabilitadora y garantista, sino a la emotividad vindicativa que el establecimiento no apoyaría, por ejemplo, en los procesos que encaran los paramilitares desmovilizados. Mockus nos quedó debiendo cuál es su concepción sobre la justicia judicial, porque el problema va más allá de eficiencia, descongestión, acceso y pedagogía. Por ejemplo: el nuevo sistema penal es un monumento a la impunidad. El asunto es conceptual.
Respecto del plan económico de Mockus, socialmente atractivo, no deja de ser irónico que Rudolf Hommes, ex Ministro de Hacienda de César Gaviria, funja como furibundo mockusista y pose de doctrinero del Partido Verde. Él fue el genio de la apertura neoliberal que arrasó el campo -tarea que complementaron las autodefensas por otra vía- , del achicamiento del Estado y reducción de sus funciones a facilitador de negocios y de las reformas que llevaron a la privatización y mercantilización de la provisión de servicios y derechos sociales. Con descaro, en una de sus columnas de opinión se regocijó de que el Gobierno de Gaviria tuvo el ingenio de entretener a la izquierda, los movimientos sociales y las guerrillas desmovilizadas en los debates para consagrar los derechos fundamentales y la Democracia Participativa de papel en la Constitución del 91, mientras ellos adoptaban la catarata de leyes y decretos que posibilitaron las reformas económicas neoliberales. El modelo neoliberal hizo que el Estado Social de Derecho que proclama la Carta que ya cumple 20 años, fuera un remedo. Queda esperar que Hommes y los gaviristas que acompañan a Mockus no representen más que adhesiones.
Malo conocido o bueno por conocer
La candidatura de Antanas Mockus apuesta por modernizar las instituciones y costumbres de los colombianos de acuerdo con los valores postmaterialistas: cultura y justicia que legitimen las nuevas formas de expresión del capitalismo nativo en la lógica de generar las condiciones para un crecimiento económico acelerado, vía calificación de mano de obra y aumento de la capacidad competitiva y de consumo, aspectos en los que es fundamental elevar los niveles educativos de la población, cerrarle el paso a la ilegalidad, seguridad jurídica, mayor inversión social financiada con impuestos, efectividad y progresividad de la tributación, enfrentar el déficit fiscal, reducir la corrupción, una distribución mas equitativa del ingreso, hacer de la superación de la violencia una cruzada nacional por la vida y consolidar la seguridad y el monopolio de las armas a través de una fuerza pública eficiente y legítima. Todas características necesarias para un Estado moderno viable y acorde con los estándares del Banco Mundial. Para financiar este reto, anunció con total verdad, honestidad y responsabilidad que había que aumentar impuestos, lo que a la luz del marketing político es un suicidio y pudo pesar en su contra. Mockus no actúa como político, se equivoca, ofrece disculpas, rectifica, exhibe piel suave donde predomina el cuero duro y la aspereza. Actitudes humanas en la que sus adversarios encontraron el punto débil como si no hubiera en la historia pasada y reciente, gobernantes cuya incapacidad, escándalos o yerros se disfrazaron con el buen manejo escénico y la perorata demagógica.
La diferencia se sitúa finalmente entre el neoinstitucionalismo y el maquiavelismo en el manejo de los asuntos públicos. Santos rueda sobre el carruaje uribista, se reclama su heredero con el fardo que ello implica, tiene cancha de sobra y abundó en promesas -hasta la inverosímil de que no subirá impuestos-, para asegurar el continuismo, faro a donde se volcará toda la derecha para no quedarse por fuera de la torta, el Frente Nacional redivivo. Mockus propone que “La violencia, la desigualdad y la corrupción no pueden ser nuestro destino”, que “La vida y los recursos públicos son sagrados”, que “Con educación todo se puede” que “La unión hace la fuerza” y que hay que gobernar en equipo. Un timonazo que se desaceleró porque interpretó mal las señales de la vía, no es un cambio de rumbo pero permitiría circular con reglas. Queda pendiente fortalecer el vehículo para recorrer un camino viable, real y cierto para hacer realidad el Estado Social de Derecho, sanear las instituciones públicas, empoderar al pueblo, sacar a millones de colombianos de la pobreza, generar equidad en el reparto de competencias iniciales y crear las condiciones para una sociedad democrática, justa, pacífica y progresista.