Entre fiestas y dolores patrios
A
la vez, y para mal, el Bicentenario no fue la feliz ocasión para construir
ciudadanía y enriquecer la cultura política de los colombianos. Tras décadas de
guerra sucia, paramilitarismo y democracia nominal, fueron convocados a
multitudinarios espectáculos artísticos patrioteros , como treta amnésica y legitimante a las pretensiones del uribismo, período en el que la clase
política al servicio del neoliberalismo cercenó y desvirtuó la Constitución y
acomodó las instituciones para prolongar
un proyecto autoritario montado sobre la criminalidad y la corrupción, y,
fracasada la intentona continuista, para tratar de cubrirse con un ominoso
manto de impunidad en una componenda clientelista a nombre de una reforma a la
justicia (Junio 2112). Es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra dudosa vida republicana, justo al cumplirse
202 años del hito al que se ata su origen.
Senderos
nuevos de la historia en decenas de libros
La
conmemoración motivó una generosa y lúcida reflexión académica y producción
editorial en las que se destacan las
universidades. La
Universidad Industrial de Santander, con la dirección de Armando Martínez Garnica, desentrañó
documentos esenciales de archivos españoles (12 títulos); la del Rosario,
rescató testimonios e incunables invaluables (10 títulos) y editó un hermoso
compendio de artículos e iconografía; los Andes, puso a circular novedosas líneas de
investigación (5 títulos); el Centro de Estudios en Historia del Externado dio a conocer ricas e innovadoras pesquisas (8 títulos), la Cátedra 200 años, de la Javeriana y el Rosario,
divulgó investigaciones diversas y la Universidad Nacional
socializó memorias de eventos, ensayos e
investigaciones de gran valor historiográfico, como La Cuestión Colonial ,
compilación de Heraclio Bonilla, que además de su calidad editorial rescató un
tema relegado en los últimos lustros;
Indios, mestizos y negros en la Independencia (memorias); Independencia,
independencias y espacios culturales. Diálogos de historia y literatura
(Editores: César Ayala Diago, Carmen Acosta, Henry Cruz), Conceptos
fundamentales de la cultura política de la Independencia (Editores:
Francisco Ortega y Yobenj Chicangana), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública
y cultura política, siglos XVIII y XIX (Editores: Francisco Ortega y Alexander
Chaparro) Recepción de Ideas y construcción de mitos del filósofo Lisímaco
Parra, a los que se suman una colección de documentos históricos (10
títulos) y los trabajos de investigación auspiciados por la Comisión Bicentenario
(10 títulos).
Enjundiosas
investigaciones sobre la coyuntura independentista, desde diversos aspectos y con
enfoque novedoso, vieron la luz estimuladas por el Instituto Colombiano de
Antropología e Historia (8 títulos), el Banco de la República y EAFIT (4
títulos) y por el concurso convocado por
la Academia Colombiana
de Historia (3 títulos), la que editó también lujosos volúmenes conmemorativos.
La Sociedad Santanderista
reeditó estudios clásicos (4 títulos). La Asociación Colombiana
de Historiadores, con la coordinación de Javier Guerrero, realizó su congreso
bianual en Bogotá con la magnifica asistencia de cerca de mil profesionales y estudiantes de todo el
país, centrado en la
Independencia y las nuevas temáticas de interés de los
investigadores. El certamen rindió un merecido homenaje al historiador Hermes
Tovar, cuyo discurso y otros textos publicados por los Andes bajo el título La
sal del desarrollo debería ser de lectura obligatoria de todos los colombianos.
La emancipación también fue el centro de las disertaciones del encuentro de la
asociación de historiadores colombianistas. En una labor meritoria, el
historiador Luis Javier Caicedo creó y alimentó la página Web no oficial
ALBICENTENARIO que desde el 2006 hizo el seguimiento crítico a las políticas
públicas conmemorativas en Latinoamérica, alertó sobre las intenciones
oportunistas del gobierno Uribe de aplazar la efeméride y ofreció amplia
información y documentación sobre el hecho histórico y su celebración.
Las
editoriales comerciales también aportaron varios títulos en crónicas, novelas y
ensayos. Entre otros, La pasión de la
Pola , de Pedro Badrán (Grijalbo), Las locuras pasionales de
Bolívar, de Luis Roncallo (Planeta) , El soldado que despareció entre la niebla
y 111 historias, de Gonzalo España (Planeta), ¡Vuelvan caras, carajo!, de
Rafael Baena (Pre-Textos), El mariscal que vivió de prisa, de Mauricio Vargas
(Planeta), En busca de Bolívar, de William Ospina (Norma), Adiós a los próceres, de Pablo Montoya (Grijalbo) El
general y sus centauros, biografía de Santander, de Carlos Bastidas Padilla
(Panamericana) , Mujeres libertadoras, de Enrique Santos Molano (Planeta) y La
perniciosa incertidumbre, Memorias de Fermín Donaire, de Alfredo Arango y
Juan Lara ( Planeta y Editorial Puente Levadizo). Además tres libros
sobre el período, en el revisionismo hispanista de Pablo Victoria (Planeta); los
trabajos para niños de Irene Vasco, y las
compilaciones: 1810 (Tauros), Las independencias hispanoamericanas (Norma), El gran
libro del Bicentenario (Planeta) y Crónicas y relatos de la Independencia
(Ediciones B). Sin propósito conmemorativo, pero con trasfondo en la guerra de
Independencia, en Enero de 2012, fue presentada La Carroza de Bolívar (Tusquets),
deliciosa novela iconoclasta de Evelio
Rosero Diago.
Las
editoriales independientes FICA (12 títulos), La Carreta junto con la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia de Tunja (8 títulos) y
Desde Abajo (8 títulos), hicieron un esfuerzo notable por dar a conocer teoría,
balances y perspectivas de la historiografía crítica, investigaciones y ensayos
desde esta corriente y documentos reveladores
en colecciones conmemorativas. Un editor principiante publicó las memorias
antibolivarianas del militar estadounidense Ducoudray Holstein, hasta ahora
inéditas en español. La
Feria Internacional del Libro en su versión 2010 tuvo como
invitado de honor al Bicentenario y consecuente con ello abundó en
conferencias, talleres, presentaciones de libros, exposiciones, cine y
gastronomía relacionados con la efeméride.
El
Bicentenario trajo consigo el afianzamiento de nuevas tendencias de la
historiografía que implican una versión más plural e incluyente, menos procera
y patriotera, que lleva a la ampliación de los temas a investigar hacia la
cultura, la vida cotidiana, la opinión pública, las representaciones simbólicas,
los imaginarios colectivos; que habla del papel de los indígenas, los afrodescendientes,
las mujeres y el pueblo; que reconoce a las provincias y habla de
independencias, que explica la posición de la gente a partir del estudio de sus
intereses y no la rechaza desde los prejuicios; que inserta la Independencia en el
proceso más amplio de las revoluciones liberales atlánticas, obliga a estudiar
hasta donde éstas fueron causa o consecuencia
y la hermana con la rebelión anticolonial latinoamericana -desde los
levantamientos populares, indígenas y comuneros- en la que el monumental
esfuerzo militar patriota es hecho fundacional; que obliga a revaluar el peso
de la crisis monárquica de 1808 -superando
el determinismo que le adjudicó Francisco Xavier Guerra-, Cádiz y la “eclosión juntera”, el idearios y
el proyecto patriota, el retorno de la monarquía y la recuperación sangrienta
de sus dominios y, finalmente, la derrota militar y el desistimiento liberal
por desgano. Hallazgos e incógnitas que lograron amplia divulgación y
asimilación, por lo menos en los
círculos intelectuales interesados.
Memoria
y arte: desacralización y otras miradas
Se
destacó la labor museográfica y de exposiciones. En el Museo Nacional un grupo
liderado por Cristina Lleras le dio un vuelco a las miradas sacralizadas para
provocar una reflexión honda sobre las
exclusiones y los olvidos en Las Historias de un grito. El remodelado Museo de la Independencia (Casa
del Florero), bajo la dirección de
Daniel Castro, modernizó sus contenidos
con recursos interactivos y realizó una sugestiva presentación sobre la
estela del Acta de la
Independencia. La Biblioteca Luis Ángel Arango (como parte de
la Programación
del Banco de la República ),
con la dirección de Margarita Garrido,
nos puso a reflexionar sobre el significado histórico de los conceptos en la
muestra Palabras que nos cambiaron, con
la curaduría de Beatriz González mostró la agudeza de la caricatura política en
200 años de vida republicana, y
presentó, con la U.
de los Andes, la relación de la cartografía y la política en la historia en Ensamblando la nación. La Biblioteca Nacional
desarchivó y puso a la vista la fascinante muestra Proclamas, bandos y hojas
volantes 1782-1830 y varias presentaciones digitales temáticas en su web. Las
nuevas concepciones sobre la
conservación del pasado y sus proyecciones dieron como resultado atractivas
muestras interactivas, críticas, cuestionadoras, incluyentes y contrastantes.
En
lo relacionado con el arte no se pueden quedar por fuera del inventario las
versiones del Salón BAT de Arte Popular 2009 y 2010 dedicado a la Independencia , donde
artesanos y artistas de las provincias del país mostraron su habilidad y
talento. La pieza ganadora del salón 2010, un busto de Bolívar con una lágrima
de sangre, fue un mensaje contundente. Durante un año la muestra recorrió las
capitales departamentales para que se conociera la obra de esos cultores
anónimos. En Bogotá, por iniciativa de la Alcaldía y la revista El Malpensante, tuvo lugar
una exposición muy especial. Los mejores ilustradores del continente americano
y España recrearon, en versión de arte pop, algunas de las más famosas pinturas
relacionadas con personajes de la
Colonia y la
Independencia. Un Bolívar flamígero, la
“Pola” al estilo de los comics de Marvel
y el rostro despellejado y purulante
de Fernando VII fueron algunas de las osadías. El Museo de Arte Moderno
presentó varias exposiciones sobre la
pintura patriótica y la evolución del arte en Hispanoamérica. Propal dedicó su
tradicional almanaque a la conmemoración con la reproducción de lo mejor de la
iconografía sobre la época.
Con
textos de William Ospina y la dirección de Omar Porras, el MinCultura presentó
la polémica obra teatral Bolívar, fragmentos de un sueño. Por su parte, la Corporación
Colombiana de Teatro realizó un festival con obras alusivas
al período y a las luchas sociales en Colombia. El cortometraje Pienta!, la
hormiga y el coronel, propuesta financiada por concurso por la Gobernación de Santander, rinde homenaje a la
heroica resistencia del pueblo de Charalá que hizo posible la victoria en la Batalla de Boyacá. En
Cartagena, con la intervención De la historia nuestra caballero (verso de la
canción afirmativa La rebelión, de Joe Arroyo), el artista perfomance Nelsón
Fory protestó contra la exclusión de los afrodescendientes de la historia
patria, colocando pelucas afro a los bustos de los próceres criollos sitos en
la ciudad.
La
conmemoración en los medios masivos
Los
medios de comunicación no fueron ajenos al evento. Con la telenovela La Pola , RCN se la jugó con un
producto atractivo y controversial que motivó la mirada al pasado y en su
noticiero trasmitió las notas Armando la historia de Armando Martínez G., con atención a hechos
poco conocidos o mal difundidos; Caracol, en coproducción con entidades
públicas, produjo la serie Viajes a la memoria que puso el acento en los
personajes, poblaciones y sucesos regionales desconocidos o ignorados,
ampliando el escenario y los protagonistas de nuestra historia. La TV pública, a través de Señal
Colombia, presentó varias propuestas entre documentales, notas y crónicas periodísticas
y el inefable animado Profesor Super O; la Universidad Nacional
trasmitió un valioso ciclo de entrevistas a cargo de Carlos Patiño, otro tanto
hizo el MinCultura con los diálogos presentadas por Germán Mejía Pavoni.
History Chanell celebró en todo el Continente con Unidos por la Historia , atando los
cabos que unen en la diversidad a la patria grande y National Geographic
realizó cinco espléndidos documentales sobre facetas fascinantes de nuestra
historia.
Ceremonia
patria oficial y fiesta en la capital
La
agenda gubernamental fue liderada por la Alta Consejería Presidencial
para el Bicentenario, dirigida por María Cecilia Donato, que, superadas los
roces por el intento presidencial de cambiar la fecha y sus pretensiones
revisionistas , con la colaboración de reconocidos historiadores, realizó en
Cartagena un encuentro internacional de especialistas en el período, publicó
las memorias y presentó un especial de televisión sobre el mismo; promovió
eventos académicos por todo el país y una muestra gastronómica de la época;
creó una amplia, valiosa y documentada página web; editó la Historia de la Independencia de
Colombia, en dos hermosos volúmenes ilustrados con facsímiles y pinturas de la
época, que recogen ensayos de firmas
prestigiosas relativos a Revolución, independencias y guerras civiles y a Vida
cotidiana y cultura material en la Independencia.
Con
el Ministerio de Cultura, fueron las entidades
responsables de los conciertos musicales
en todos los municipios del país, con elenco especial en Leticia,
Amazonas, donde se realizó el acto oficial con presencia presidencial y énfasis
en manifestaciones patrióticas. Un mensaje contundente de la orientación
gubernamental a la celebración, en un escenario de la teatralización del poder
de que habla Georges Balandier. El MinCultura, por su parte, lideró la
adscripción controlada de memorias de sectores tradicionalmente marginados con el
proyectó de “centros locales de memoria”.El Ejército por su parte, realizó una
espectacular y costosa cuña publicitaria con el mensaje legitimante de su
entronque con las tropas patriotas y el pueblo, en una coyuntura adversa
generada por los aberrantes casos de asesinatos de civiles presentados como
bajas en combate, otro episodio nefasto de esta reciente guerra prolongada y
desquiciada que no cesa.
A
los 200 años, el 20 de Julio de 1810, fue conmemorado con un sensacional espectáculo
dirigido por Jorge Alí Triana. Tras una alegoría
teatral y musical de nuestras luchas, escenificada en el frente del
históricamente trágico Palacio de Justicia, hizo gala de la más avanzada
tecnología para convertir la fachada del
Palacio Liévano, sede de la
Alcaldía -ampliada con un nuevo edificio bautizado en honor
al Bicentenario-, en una pantalla gigante sobre la que efectos visuales
desplegaron imágenes representativas de Colombia y del ser colombiano que
culminaron con una explosión pirotécnica
multicolor, ovacionada por miles de personas. Desafortunadamente, el
carácter progresista de la celebración, contrastó con la corrupción reinante en
la Administración
capitalina, aupada por un partido de izquierda. En otras ciudades, mientras los
pastusos, liderados por el Gobernador de Nariño, Antonio Navarro, exaltaban la
lealtad y bravura del realista Agustín Agualongo y repudiaban los desmanes del
Ejército Libertador; la alcaldesa de Cartagena,
reivindicaba al
afrocubano Pedro Romero y a los pardos y negros patriotas del arrabal de
Getsemani.
Independencia:
¿tarea aún pendiente?
No
obstante que el período emancipador abarca más de dos décadas, por el lado
oficial, al parecer, se cerró el ciclo conmemorativo de los 200 años de la Independencia. Para
el actual mandatario, Juan Manuel
Santos, la celebración coincidió con su ascenso a la Presidencia de la República , algo
grandioso para cualquier ego, en particular, si se tienen ambiciones
trascendentales. Bien servido, clausuró la Alta Consejería
para el Bicentenario, creada tardía y forzosamente por su antecesor Álvaro
Uribe. A éste le pasó lo contrario,
quiso torcerle el cuello al calendario de la efeméride, consensuado por
los países latinoamericanos concelebrantes, para festejar en el Bicentenario de la Batalla de Boyacá (7 de
Agosto de 2019), la segunda década del
Estado Cumunitario, con un país
marchando firme bajo su liderazgo autoritario y mesiánico. A regañadientes
asumió los festejos del 20 de Julio -redimensionados por la Alta Consejera- y la Corte Constitucional
le cerró el paso a su ambición continuista.
En
el período de celebraciones fue notoria la ausencia de los partidos políticos
tradicionales y de las coaliciones creadas recientemente con sus
desmembraciones, más aún cuando reclaman
raíces en esos hechos históricos. La excepción estuvo por las orillas más
opuestas del espectro ideológico del país. Uribe y sus áulicos, como ya se
dijo, intentó cambiar el carácter y la fecha de la conmemoración y adaptarla a
sus objetivos políticos. Prometía comandar una segunda independencia, esta vez
de la violencia, en su visión causante de la pobreza, con un proyecto de “seguridad
democrática, cohesión social y confianza inversionista”. En confrontación, un frente de organizaciones sociales dio
inició a la Marcha Patriótica
por la Segunda
y Definitiva Independencia contra la opresión interna y externa, en su análisis,
raíz de la miseria y la exclusión, con una
apuesta por la “solución negociada del conflicto armado, justicia social y
liberación nacional”. En esa radical contradicción en algo coinciden los
extremos con muchos colombianos de a pie, consultados a propósito de los 202
años del 20 de Julio, invocando disímiles razones y significados: no somos
independientes.
El
analfabetismo político impide la
libertad
Si
bien lo expuesto da cuenta de una actividad conmemorativa variada, enriquecedora, pluralista y de amplia cobertura, la valoración del impacto
de los análisis, las ideas y las propuestas puestas en circulación no es
positiva. Varias encuestas evidencian
que un alto porcentaje de ciudadanos desconoce lo que se celebró y su
importancia para el país. Un sondeo en varios países latinoamericanos dejó al
descubierto un desinterés generalizado por el hecho histórico y su celebración.
A la par con ello, en los últimos años, las exigencias de la apertura
neoliberal condujeron a reformas en la educación que, tras la apariencia de
cambios avanzados en la pedagogía, orientados a estimular competencias
investigativas y ciudadanas e integrar materias afines, por el contrario
conducen cada vez más a la apatía, la superficialidad, la incapacidad de una
lectura crítica de la realidad, la desconexión con los contextos y antecedentes
de la vida personal y social, y, en consecuencia, la carencia de capacidad
propositiva y compromiso con el cambio. No es de menor la diferencia entre no
ser analfabeto y leer, escribir y
expresarse pensando.
Los
publicistas del neoliberalismo, extremando la necesidad de que la sociedad
colombiana dé un viraje a su perfil profesional y técnico, hacia la formación
para la producción para ser mas competitiva, fustigan la importante matrícula
universitaria en áreas sociales, en particular de historia, urgiendo políticas
que incentiven carreras orientadas a la cualificación de mano de obra. Argumentan
una extraña coincidencia de la preferencia por las ciencias sociales con el subdesarrollo,
pero evitan contrastarla con injusticia, pobreza, sometimiento y exclusión, problemas que aquellas auscultan para preocupación del statu quo, frente a la
indiferencia individualista del capitalismo actual. Paradójicamente, en un
reciente editorial, el periódico El Tiempo clamaba por recuperar y mejorar la
cátedra de historia en la educación básica, afectada por la política educativa,
dado que “Es difícil que una sociedad que ignora su pasado pueda discutir con
seriedad y sin intolerancia sus problemas”.
Es
tal la incoherencia en la materia, que el Ministerio de Educación, responsable
del problema al sujetar las metas del milenio a un asunto de cantidad, asumir
orientaciones pedagógicas aparentemente progresistas pero sustancialmente
ineficaces y confundir calidad con disponibilidad de tecnología, fue la entidad
pública que desarrolló una de las agendas conmemorativas más interesante, pedagógicamente
innovadora, pluralista y deliberativa a través del Foro Educativo Nacional, el
concurso 200 años, 200 preguntas y la iniciativa Colombia Aprende con el
Bicentenario, apoyada por un maletín didáctico entregado a las escuelas del
país que es un verdadero tesoro de recursos impresos y audiovisuales para el estudio
y comprensión del período
independentista, sus diversas manifestaciones y sus repercusiones. Esfuerzo que
ameritaba continuidad. Pero pasada la celebración legitimante ¿historia para
qué? Menos cuando los sectores más reaccionarios advierten que en esas “liberalidades”
está la causa del desafecto de la opinión urbana por los politiqueros y el
germen de la movilización de estudiantes que obligó a engavetar la reforma
educativa que imponía las cláusulas del libre comercio al sector.
La
crisis ocasionada por la estrafalaria reforma a la justicia (junio de 2012) nos
develó como un país políticamente analfabeto y, por ende, el rotundo fracaso de
la formación para la ciudadanía. Si por
un lado fue notorio el impacto de la movilización de algunas organizaciones no
gubernamentales y los medios en la indignación pública y el frenazo en seco gubernamental, la pregunta
de cómo en una democracia pasa algo tan grave y no pasa nada, queda en el aire.
La vigencia de un régimen político clientelista y mafioso es posible, en la
medida en que existe un electorado que lo avala, bien por corrupción o por
ignorancia, y en ambos casos es palmaria la carencia de ciudadanía, es decir de
un comportamiento formado, ético y participativo, por tanto autónomo, frente a
lo público y el ejercicio de derechos. Formar políticos y servidores públicos
eficientes y honestos para la construcción de una democracia real, también sería tarea de una educación de
calidad.
Patético
que un Congreso apruebe una reforma venal, que la Justicia la negocie, que
el Ejecutivo la consienta y, ante la reacción, la acabe amañando la Constitución y la Ley , y que la gente sea incapaz de una interpretación sistemática
del asunto, se aliviane con cualquier excusa y esté a expensas de los afanes cortoplacistas
e interesados de los medios, en este caso no por ello menos positivos, o de las
salidas intrépidas. Con contadas excepciones, la “clase política” da asco. La
noción del político como el representante más idóneo y transparente de los
intereses de la sociedad fue tergiversada en favor del taimado vividor. En ese aspecto, doscientos años de vida
republicana nos han servido poco. El equívoco epíteto de “Patria boba” con que
se calificó al interregno de búsquedas abierto con el Grito de la Independencia en
1810 y cerrado a sangre y fuego por el régimen del terror impuesto por Morillo
a nombre de la monarquía española en 1816, si que es preciso hoy. Pero como
entonces, hay esperanzas.
________
*Síntesis
de un trabajo que con el mismo nombre realiza una amplia revisión crítica de la
producción cultural y científica alrededor de la conmemoración, en la
historiografía, la museografía, la industria editorial, la academia, el arte y
los medios de comunicación.
**
Politólogo, abogado, investigador social y periodista.
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