miércoles, 21 de noviembre de 2012

La W: "Julito, no me cuelgue" o la audiencia súbdita


La W, red de emisoras en Colombia del grupo español Prisa, propietario también de la tradicional cadena Caracol Radio y de otras en el continente; del periódico El País, varias revistas, cinemas y la cadena radial SER de España, acaba de recibir el Premio Ondas al mejor programa radial de Iberoamérica, famoso reconocimiento anual de ese grupo. Bajo la dirección de Julio Sánchez, La W se ha convertido en un suceso radial nacional e internacional,  cuyo éxito es cortejado por Prisa con una amplia nómina de corresponsales en las principales ciudades de los Estados Unidos, Europa y Oriente Medio, estaciones en Nueva York y Madrid y enlace con cadenas de emisoras de toda Latinoamérica.

 

Desde hace años, Sánchez es el líder del dial en Colombia. Con La W está ratificando su favorabilidad en sintonía, como la tuvo en La FM, de la cadena rival RCN,   propiedad  del multimillonario empresario Carlos Ardila Lulle, o en Viva FM, de Caracol, su primera casa, entonces propiedad de Julio Santo Domingo, otro magnate de los negocios. Una fórmula de magazín informativo que combina de manera amena arte, ciencia, noticias  y frivolidad desde epicentros nativos e internacionales, con una línea informativa promotora y defensora de la institucionalidad, el gobierno, el libre mercado y los negocios, la iniciativa y el éxito individual y profesional, las estructuras internacionales de poder  y los placeres ligeros de la cultura posmoderna, lo convirtió en el Rey Midas de la radio.

 

Sánchez, un hombre inquieto por la música, el cine, la farándula, las novedades literarias, los escándalos de las celebridades y las banalidades de las revistas de entretención, pero también un periodista informado, inquieto, experimentado, recursivo y audaz, con una voz acogedora, poco a poco, conquistando audiencia con empatía, fungiendo como vocero oficial u oficioso, imponiendo gustos, promoviendo  ventas, animando filantropía, haciendo migas con los que manejan la plata y las decisiones, ha tornado en importante factor de poder. Combina seriedad, sobriedad, simpatía y afinidad con el poder y las personalidades; intimidad, picardía y frescura con las mujeres y la farándula;  desparpajo, igualamiento, compasión y burla con los de abajo. Y así le gusta a la mayoría.

 

El balance de verosimilitud e irreverencia corre hoy por cuenta de Yamit Palacios y Camila Zuluaga, dos jóvenes periodistas avezados, incisivos, bien documentados, toderos y, de cuando en vez, arrogantes e intensos. Función que años atrás cumplió Félix De Bedoud. La “carga en profundidad”, la protagonizan Alberto Casas y María Isabel Rueda, representantes de la más rancia estirpe conservadora, no sólo por vinculación partidista sino por posición ideológica. Casas funge como  caballero tradicional y oráculo de la institucionalidad republicana, María Isabel es ojo crítico para los males del sistema y cuchillo afilado contra los detractores de éste, la moral y las buenas costumbres. No tienen empacho en elevar a Laureano Gómez (“El monstruo” de la violencia de los 50) al pedestal de los forjadores de la democracia. Quien pone punto final a los “excesos” de los jóvenes periodistas, las respuestas laberínticas de los entrevistados, los abusos de tiempo y  de criterio de los oyentes (“Julito no me vaya a cortar”) y bendice los comentarios de la pareja goda, es Sánchez Cristo.

 

El carácter de su programa es claro: Habla el Presidente, hablan los ministros, los congresistas, los mandos militares, los embajadores, con especial atención al estadounidense,  y, según la necesidad informativa impuesta por la agenda mediática general o la de la emisora, los magistrados, el Fiscal, el Procurador, la Contralora. También, desde luego, y de manera privilegiada, hablan los empresarios, los industriales, los banqueros y la élite política. Son llamados para tratar sobre cosas positivas, grandes proyectos y asuntos de gobierno o empresa, en charlas respetuosas y pródigas de optimismo. Habla el establecimiento y los que mandan en el país.

 

Las desavenencias y  altercados, se dan  por cuenta de algún funcionario público o privado inepto o venal  caído en desgracia, por culpa propia (corrupción, desidia, negligencia), o según el canon  de La W, que actúa como báculo moral para sacudir y mover correctivos a las disfuncionalidades del sistema, como cuando, ante el temor del  escarmiento público, pone a marchar a la paquidérmica administración. En esa función, la emisora se ha convertido en cruzado de la batalla contra la corrupción, el clientelismo, la politiquería y la burocracia, caracterizadas con frases ya célebres del ideario de la “la dobleulio”, mote burlesco que se da a  la emisora, como “la política es dinámica”, “ciudadanos preocupados”, “gente con ideas”, “eso le salió mal” y “al gratín”, entre otras.

 

Por lo general, las furruscas son con quienes chocan a fondo y desde otra orilla, con la idílica visión de futuro a lomo del liderazgo tecnócrata y el gran capital y cuestionan las inequidades, distorsiones y manipulaciones del actual orden de cosas, como son los académicos críticos, la izquierda radical, los dirigentes de movimientos sociales, el sindicalismo, el campesinado, los maestros, los defensores de derechos humanos, las víctimas, todos a quienes a veces se reconoce  la justeza de sus reclamos ante causas para las que la “mesa de trabajo” exige  comprensión, pero  les llama al orden por sus formas de expresión y presión, consideradas por  fuera de los causes legales y nocivas al afectar los factores del desarrollo en la concepción neoliberal;  cuando no se los  reconviene por prestarse a los propósitos de “oscuros intereses”.

 

Sánchez es, a la vez, un hábil comercializador que, además de concentrar una gran parte de la inversión publicitara en radio, convirtió su programa en una plataforma de ventas por lo que con frecuencia la radio revista informativa da paso a remotos desde algún lugar de Bogotá, del país, e incluso de Madrid, Miami o Nueva York, para contar dividendos sobre alguna feria de ventas de vehículos, vivienda,  tecnología o crédito, que está realizando para alguna firma. O de algún concurso o espectáculo artístico auspiciado y dirigido a fidelizar la audiencia. La incidencia de tal maridaje en la calidad de la información es notable en casos recientes, como el progresivo cambio de tratamiento a lo relacionado con la petrolera Pacific Rubiales, desde que ésta se convirtió en la mayor cuenta de la W.

 

El lado social del programa  lo constituyen eventos anuales para postular a una persona pobre a una vivienda amoblada o la gran colecta para los soldados lisiados en combate, de cuenta de las firmas patrocinadoras o de escuchas, que con la donación pagan su mención. La avalancha de  oyentes convencidos del poder de Julito, lo obligó a montar un acceso en la página web y una línea telefónica para “Soluciones W”, donde se tramitan peticiones de todo tipo frente a la administración pública o la empresa privada.

 

En un universo de criterios prestablecidos y entorno hostil si se sale de la referencia dominante, la simulada participación de la audiencia, a través de una línea abierta, pseudomoderada por el conductor, alimenta la creencia en el pluralismo democrático. No obstante, una interpretación del Grupo de Investigación: Cultura Política, Instituciones y Globalización de la Universidad Nacional realizada en 2009, sobre un esquema informativo similar al actual -aunque en los años inmediatos la emisora convirtió la corrupción en asunto medular-, concluyó que “La W estimula un tipo de cultura súbdito-parroquial más que participativa, pese a sus niveles de audiencia y a la precomprensión en contrario que se podría tener sobre la misma” y que “ no satisface  mínimos de factualidad  de la noticia en términos de verdad y relevancia, lo que cuestiona el nivel de cultura política democrática que propicia, y tampoco satisface los mínimos de imparcialidad en cuanto al equilibrio y neutralidad en la emisión y presentación de las noticias”.

 

La W habla sobre todo, entretiene, divierte, nos pasea por las delicias y tragedias del país y el mundo, cuestiona a los funcionarios y desnuda a los políticos pícaros para aplauso de la tribuna, es la justicia al aire frente a la inoperancia de la de toga,  micrófono abierto a los comunicativos,  gestora de las  angustias existenciales  de la gente, pero…no me cuelgue Julito. Con ese formato y contenido                        -imitado,  en algunos casos, en mala versión-  aliena  la comprensión  de las causas de estos problemas en la estructura política y  el modelo económico social vigente y contribuye muy poco a la formación de una cultura política que profundice la democracia participativa y el Estado Social de Derecho. Se puede argumentar que ese no es el propósito deliberado de los realizadores y que formar ciudadanos no es función de la radio, ambas falsas razones pero materia de otros análisis.  Lo real es que hoy la información es una mercancía que las empresas comerciales explotan jugosamente en  beneficio del statu quo y dista de ser un derecho garantizado por la práctica de principios éticos y políticas públicas que posibiliten un acceso plural, diverso y equitativo a los medios a otros sectores y visiones de la sociedad.

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