La W, red de emisoras en
Colombia del grupo español Prisa, propietario también de la tradicional cadena Caracol
Radio y de otras en el continente; del periódico El País, varias revistas,
cinemas y la cadena radial SER de España, acaba de recibir el Premio Ondas al
mejor programa radial de Iberoamérica, famoso reconocimiento anual de ese grupo.
Bajo la dirección de Julio Sánchez, La W se ha convertido en un suceso radial
nacional e internacional, cuyo éxito es
cortejado por Prisa con una amplia nómina de corresponsales en las principales
ciudades de los Estados Unidos, Europa y Oriente Medio, estaciones en Nueva
York y Madrid y enlace con cadenas de emisoras de toda Latinoamérica.
Desde hace años, Sánchez es
el líder del dial en Colombia. Con La W está ratificando su favorabilidad en
sintonía, como la tuvo en La FM, de la cadena rival RCN, propiedad
del multimillonario empresario Carlos Ardila Lulle, o en Viva FM, de
Caracol, su primera casa, entonces propiedad de Julio Santo Domingo, otro
magnate de los negocios. Una fórmula de magazín informativo que combina de
manera amena arte, ciencia, noticias y
frivolidad desde epicentros nativos e internacionales, con una línea informativa
promotora y defensora de la institucionalidad, el gobierno, el libre mercado y
los negocios, la iniciativa y el éxito individual y profesional, las
estructuras internacionales de poder y
los placeres ligeros de la cultura posmoderna, lo convirtió en el Rey Midas de
la radio.
Sánchez, un hombre inquieto
por la música, el cine, la farándula, las novedades literarias, los escándalos
de las celebridades y las banalidades de las revistas de entretención, pero
también un periodista informado, inquieto, experimentado, recursivo y audaz, con
una voz acogedora, poco a poco, conquistando audiencia con empatía, fungiendo
como vocero oficial u oficioso, imponiendo gustos, promoviendo ventas, animando filantropía, haciendo migas
con los que manejan la plata y las decisiones, ha tornado en importante factor
de poder. Combina seriedad, sobriedad, simpatía y afinidad con el poder y las
personalidades; intimidad, picardía y frescura con las mujeres y la
farándula; desparpajo, igualamiento,
compasión y burla con los de abajo. Y así le gusta a la mayoría.
El balance de verosimilitud
e irreverencia corre hoy por cuenta de Yamit Palacios y Camila Zuluaga, dos
jóvenes periodistas avezados, incisivos, bien documentados, toderos y, de
cuando en vez, arrogantes e intensos. Función que años atrás cumplió Félix De
Bedoud. La “carga en profundidad”, la protagonizan Alberto Casas y María Isabel
Rueda, representantes de la más rancia estirpe conservadora, no sólo por
vinculación partidista sino por posición ideológica. Casas funge como caballero tradicional y oráculo de la
institucionalidad republicana, María Isabel es ojo crítico para los males del
sistema y cuchillo afilado contra los detractores de éste, la moral y las
buenas costumbres. No tienen empacho en elevar a Laureano Gómez (“El monstruo”
de la violencia de los 50) al pedestal de los forjadores de la democracia.
Quien pone punto final a los “excesos” de los jóvenes periodistas, las
respuestas laberínticas de los entrevistados, los abusos de tiempo y de criterio de los oyentes (“Julito no me
vaya a cortar”) y bendice los comentarios de la pareja goda, es Sánchez Cristo.
El carácter de su programa
es claro: Habla el Presidente, hablan los ministros, los congresistas, los
mandos militares, los embajadores, con especial atención al estadounidense, y, según la necesidad informativa impuesta por
la agenda mediática general o la de la emisora, los magistrados, el Fiscal, el
Procurador, la Contralora. También, desde luego, y de manera privilegiada, hablan
los empresarios, los industriales, los banqueros y la élite política. Son
llamados para tratar sobre cosas positivas, grandes proyectos y asuntos de
gobierno o empresa, en charlas respetuosas y pródigas de optimismo. Habla el
establecimiento y los que mandan en el país.
Las desavenencias y altercados, se dan por cuenta de algún funcionario público o
privado inepto o venal caído en
desgracia, por culpa propia (corrupción, desidia, negligencia), o según el
canon de La W, que actúa como báculo
moral para sacudir y mover correctivos a las disfuncionalidades del sistema,
como cuando, ante el temor del
escarmiento público, pone a marchar a la paquidérmica administración. En
esa función, la emisora se ha convertido en cruzado de la batalla contra la
corrupción, el clientelismo, la politiquería y la burocracia, caracterizadas
con frases ya célebres del ideario de la “la dobleulio”, mote burlesco que se
da a la emisora, como “la política es
dinámica”, “ciudadanos preocupados”, “gente con ideas”, “eso le salió mal” y “al
gratín”, entre otras.
Por lo general, las
furruscas son con quienes chocan a fondo y desde otra orilla, con la idílica
visión de futuro a lomo del liderazgo tecnócrata y el gran capital y cuestionan
las inequidades, distorsiones y manipulaciones del actual orden de cosas, como
son los académicos críticos, la izquierda radical, los dirigentes de movimientos
sociales, el sindicalismo, el campesinado, los maestros, los defensores de
derechos humanos, las víctimas, todos a quienes a veces se reconoce la justeza de sus reclamos ante causas para
las que la “mesa de trabajo” exige comprensión, pero les llama al orden por sus formas de expresión
y presión, consideradas por fuera de los
causes legales y nocivas al afectar los factores del desarrollo en la
concepción neoliberal; cuando no se
los reconviene por prestarse a los propósitos
de “oscuros intereses”.
Sánchez es, a la vez, un
hábil comercializador que, además de concentrar una gran parte de la inversión
publicitara en radio, convirtió su programa en una plataforma de ventas por lo
que con frecuencia la radio revista informativa da paso a remotos desde algún
lugar de Bogotá, del país, e incluso de Madrid, Miami o Nueva York, para contar
dividendos sobre alguna feria de ventas de vehículos, vivienda, tecnología o crédito, que está realizando para
alguna firma. O de algún concurso o espectáculo artístico auspiciado y dirigido
a fidelizar la audiencia. La incidencia de tal maridaje en la calidad de la
información es notable en casos recientes, como el progresivo cambio de
tratamiento a lo relacionado con la petrolera Pacific Rubiales, desde que ésta
se convirtió en la mayor cuenta de la W.
El lado social del programa
lo constituyen eventos anuales para
postular a una persona pobre a una vivienda amoblada o la gran colecta para los
soldados lisiados en combate, de cuenta de las firmas patrocinadoras o de
escuchas, que con la donación pagan su mención. La avalancha de oyentes convencidos del poder de Julito, lo
obligó a montar un acceso en la página web y una línea telefónica para
“Soluciones W”, donde se tramitan peticiones de todo tipo frente a la
administración pública o la empresa privada.
En un universo de criterios
prestablecidos y entorno hostil si se sale de la referencia dominante, la
simulada participación de la audiencia, a través de una línea abierta, pseudomoderada
por el conductor, alimenta la creencia en el pluralismo democrático. No
obstante, una interpretación del Grupo de Investigación: Cultura Política,
Instituciones y Globalización de la Universidad Nacional realizada en 2009,
sobre un esquema informativo similar al actual -aunque en los años inmediatos
la emisora convirtió la corrupción en asunto medular-, concluyó que “La W estimula
un tipo de cultura súbdito-parroquial más que participativa, pese a sus niveles
de audiencia y a la precomprensión en contrario que se podría tener sobre la
misma” y que “ no satisface mínimos de
factualidad de la noticia en términos de
verdad y relevancia, lo que cuestiona el nivel de cultura política democrática
que propicia, y tampoco satisface los mínimos de imparcialidad en cuanto al
equilibrio y neutralidad en la emisión y presentación de las noticias”.
La W habla sobre todo, entretiene,
divierte, nos pasea por las delicias y tragedias del país y el mundo, cuestiona
a los funcionarios y desnuda a los políticos pícaros para aplauso de la
tribuna, es la justicia al aire frente a la inoperancia de la de toga, micrófono abierto a los comunicativos, gestora de las
angustias existenciales de la
gente, pero…no me cuelgue Julito. Con ese formato y contenido -imitado, en algunos casos, en mala versión- aliena
la comprensión de las causas de
estos problemas en la estructura política y
el modelo económico social vigente y contribuye muy poco a la formación
de una cultura política que profundice la democracia participativa y el Estado
Social de Derecho. Se puede argumentar que ese no es el propósito deliberado de
los realizadores y que formar ciudadanos no es función de la radio, ambas falsas
razones pero materia de otros análisis. Lo real es que hoy la información es una
mercancía que las empresas comerciales explotan jugosamente en beneficio del statu quo y dista de ser un
derecho garantizado por la práctica de principios éticos y políticas públicas
que posibiliten un acceso plural, diverso y equitativo a los medios a otros
sectores y visiones de la sociedad.
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