Guíndeme del palo a Petro,
parecería ser la consigna de los enemigos del burgomaestre de la capital, frase costeña que en cachaco es lapidaria: lo
quieren colgar. Se tragaron un salivazo de viruta con su victoria, la que ahora cuestionan los politólogos a
conveniencia por ser de mayoría entre minorías, como si ganar admitiera
modulaciones. Y es comprensible, aunque posen de despistados: su programa
orientado a hacer realidad el Estado Social de Derecho que consagra la
Constitución y niega la realidad, asusta a más de uno, colmado de los
privilegios del modelo privatista manejado por las mafias de la contratación. Digo enemigos y no opositores porque no estar
de acuerdo con alguien es legítimo y respetable, aun siendo injustificado, pero en Bogotá lo que está en marcha es un
complot de unos riquillos tramposos y sus aliados politiqueros construyendo el
descontento a través de los medios, al que arrastran a gente extraviada de la
ruta.
Sus anuncios y algunas de las
medidas en marcha, la mayor parte valorados positivamente por entidades y
especialistas internacionales y organizaciones no gubernamentales, por su
orientación hacia el desarrollo humano, la equidad, el respeto a la diversidad,
la protección del medio ambiente y el fortalecimiento de lo público como
patrimonio y escenario de todos, son desestimadas con la prepotencia de la
tecnocracia neoliberal, cuestionadas con argumentos endebles y hasta ironizados
con estupideces. Poco a poco la estrategia ha venido calando y ya varios compañeros
de oportunidad, columnistas simpatizantes de un día y seguidores confundidos se
han deslizado a la otra orilla. Se desesperaron porque creyeron que se trataba
de una nueva impostura o que los cambios son cosa de frotar los dedos.
El último capítulo de la
cruzada antipetrista lo desató la asunción de la recolección de basuras por la
EAAB, sintetizado de manera franca, rotunda y valiente por María Teresa
Ronderos en El Espectador (24.11.2012). No obstante, la columnista critica, con
buena intención y algo de ingenuidad, al contrario de como lo han hecho el
Gobierno Nacional, a través del proconsulado para Bogotá, el PM (Partido de los Medios) y algunos
politiqueros, la forma como el Alcalde asumió la defensa de la autonomía, la
descentralización y la soberanía del Distrito Capital frente a la amañada
investigación de la Superintendencia de Industria y Comercio, por excesiva e
inadecuada. Como Petro no va a los sancochos de “Gardeazabal” en Tuluá, el
gaseoso escritor no tuvo empacho en calificar su actitud como “chusmera”. Sobra
decir que a Álvarez el pueblo le ampolla la dermis. Por su parte, el vocinglero
Darío Arizmendi, con total impudicia preguntó al aire dónde tendría guardados
Petro los fusiles y qué estaría cuidando. Puro culillo, intolerancia e idiotez. Si no hubiésemos sido testigos de
la marrullería de la clase política tradicional y sus periodistas de bolsillo, cabría
el debate, pero, a sabiendas, es mejor precaver.
Si Petro no se amarra los
pantalones y acude a la gente -lo que en su discurso de posesión llamó
democracia de multitudes-, estaríamos ad portas de la destitución del gerente
de la empresa por la Superintendencia, justificada en la interpretación a
propósito de las pruebas recabadas en la “visita rutinaria” a la entidad, la
suspensión de la decisión del Alcalde de variar el esquema de manejo de la
recolección de basuras en favor del sector público -determinación que irremisiblemente
debe poner en marcha en la fecha que escogió-, el peculio de los bogotanos y de
la población dedicada al reciclaje, por convicción y mandato perentorio de la
Corte Constitucional; y la entrega de un nuevo contrato con pingües ganancias a
los validos de siempre. En un Estado decente, un negociante cuestionado por el
favoritismo oficial y sus dudosas relaciones estaría, por lo menos hasta que
las autoridades aclaren su situación, marginado de la contratación, y la autoridad local respaldada
por la del país. Aquí los funcionarios públicos del nivel nacional los defienden.
¡Vergonzoso!
La intervención en la EAAB,
clarísima señal del Gobierno Nacional de su oposición al cambio de modelo que
se adelanta en Bogotá, es una pésima señal en la generación de confianza entre
las partes, tanto en este caso, como en el diálogo que adelanta con las FARC en
Cuba. De manera enfática, el jefe del equipo gubernamental ha dicho que el
modelo neoliberal, compartido por la Unidad Nacional en el gobierno, no está en
negociación y que su posible cambio lo
definen las urnas. Pero Petro ganó y le quieren impedir que gobierne con el
programa vencedor. De la catadura de esta ambigua clase dirigente hay varias
muestras recientes. Uribe en República Dominicana pegó varios brinquitos para
llegar a donde Daniel Ortega a decirle que respetaría el fallo de la Corte de
La Haya, ahora se quiere convertir en
líder de su desacato. Bien hicieron los sanandresanos en sacar a ese chisgarabís.
La Ministra Holguín dijo hace algunos meses que fallo sería salomónico -en el
sentido de dejar contentos a todos- lo que le valió algunas críticas por
derrotista, ahora sale con que salomónico es lo que nos satisface a nosotros. Santos impidió Trasmilenio hasta el aeropuerto, luego le echó la culpa a Petro, ahora queire que se haga de afán y sus subalternos increpan a directora del IDU por pararse en la raya en defensa de Bogotá. Entonces
¿Todo depende? ¡Que desfachatez!
Por el momento Petro frenó la
embestida y ganó apoyo social para hacer sonar los zapatos en la Casa de Nariño
y hacerse respetar. Adoctrinados en la mansedumbre la mayoría de los
colombianos, desde luego los bogotanos, piensan como quieren que piensen los
que manejan los hilos del poder. Qué le significará a la inasible y maleable
opinión pública que el representante de las Naciones Unidas para el hábitat
considere a Gustavo Petro un alcalde del Siglo XXI y avale por progresista,
humanista y solidario el modelo de ciudad que postula e intenta plasmar, en sus
aspectos de movilidad, vivienda, salud, educación, medio ambiente, generación
de oportunidades y superación de la segregación y la discriminación, las mismas
que el urbanista Saldarriaga Roa fustiga por improvisadas e ineptas.
Qué silencio de la gran prensa (léase medios masivos) frente al
evento internacional sobre cambio climático que organizó la Alcaldía, las
advertencias que dejó sobre las consecuencias de la explotación de recursos por
la plata para hoy y el desastre de mañana y el reconocimiento a la agenda ambientalista
del gobierno de la ciudad. Qué indiferencia ante la radical reducción de
homicidios, pues cuando los “especialistas” decían que había llegado al
promedio posible, con sus medidas lo redujo ostensiblemente. Qué falta de
grandeza para subrayar que por primera vez en la historia del país, al ya de
por sí prominente presupuesto para educación en el plan de desarrollo de la
Bogotá Humana, el Gobierno Petro decidió aumentarlo en el 50%, un billón de
pesos para el año 2013, con énfasis en la calidad y rescate de la educación
pública directa, luego de la frustrada
experiencia de las concesiones privatistas, negocio en que pelecharon
peñalosistas, luchistas y samuelistas. A todo señor, todo honor
Ocultando las razones
técnicas, administrativas y jurídicas de la decisión de Petro, sus enemigos
convirtieron la fecha del 18 de diciembre, día en que la EAAB debe asumir la
recolección de basuras, como el ultimátum para cobrar su fracaso. Vendrán los
cacerolazos. Ante las dificultades, es posible que como mecanismo de presión,
los actuales prestadores, si las circunstancias obligan a acudir a esa fórmula,
se nieguen a subcontratar el servicio. Nada raro que los interesados en acabar
con la alternativa naciente en Bogotá, importen mugre para generar una crisis.
A lo mejor Santos le advierta e inste a acatar la supremacía presidencial. No
importa. Petro plantó bandera.
Interesante artículo para quienes nos enteramos de lo que pasa solo por los noticieros.
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