Pavoneándose en la arrogancia que le inyectó el
clientelismo, el Procurador General de la Nación, proyección del oscurantismo
medieval en el siglo XXI, desató una cruzada sectaria -él que debe propender
por los derechos de todos y todas- contra expresiones y decisiones que son
conquistas modernas y posmodernas de la humanidad. Así amplios sectores aún no
las hayan asimilado o incorporado a sus umbrales de aceptación el aborto, la diversidad sexual y de género, los derechos
de la mujer sobre su cuerpo, las parejas y matrimonios del mismo sexo, son una realidad social, cultural y jurídica.
La Constitución de 1991 elevó al rango de derechos el pluralismo, la
diversidad, la multiculturalidad, el libre desarrollo de la personalidad. En
forma inaudita el señor Ordoñez los desconoce, estigmatiza a las comunidades y
minorías y pretende imponer su credo patriarcal y santurrón. Y, salvo algunas
protestas, en apariencia no pasaba nada.
La corrupción se enseñoreó en Colombia como premio
gordo de la politiquería. En un régimen clientelista las contraprestaciones colocan el soporte popular de una asquerosa
escalera de coimas y prebendas que se coronan en las entidades públicas, las
cortes o el Congreso en la capital y los favores cruzados entre éstas. A esa
corruptela se sumó la alianza con el paramilitarismo para exprimir las regiones
y aniquilar los opositores. De ahí que
sea loable y merezca respaldo la función disciplinaria y judicial contra la corrupción.
Sin embargo, requiere imparcialidad, ecuanimidad, juridicidad, magistratura
moral. Ordoñez, a través de una interpretación abusiva y dictatorial de sus
funciones, adelanta un régimen disciplinario
prolijo, mediático, parcializado y sectario en una Procuraduría de enemigo para
amordazar antagonistas tanto como para diluir o dilatar la responsabilidad de
sus conmilitones políticos, saqueadores, parapolíticos o militares violadores de los DD.HH, con uno
que otro sacrificado para impactar la tribuna. A esa conducta infecta le sumó
la descarada negociación de su reelección con congresistas y magistrados. Y, salvo
algunas protestas, en apariencia, no pasaba nada.
La estrategia de las basuras
Como pocos se había ganado el sentimiento del
hombre más odiado del país en muchos sectores y él reía. Y lo hacía con razón
pues ya no parece un chiste que sus sentencias disciplinarias relacionadas con
los funcionarios de mayor importancia hayan sido la ejecución de un plan para
sacar del camino a sus posibles opositores
en la campaña presidencial de 2018, con el fin de montar una república
ultraconservadora en alianza con el uribismo. En ese propósito, Gustavo Petro y
un éxito de su gobierno son un obstáculo
de peso. Lo de la crisis por las basuras
–si este no es el motivo habría sido cualquier otro- resuelta en 3 días, pero
que según la Procuraduría demostró la “incapacidad absoluta del Alcalde para
superarla” es un deleznable pretexto - Emilio Tapia convicto por el cartel de
la contratación en la ciudad y para nada afecto a Petro, denunció el complot de
los privados para generar el caos (El Espectador 11.12.2012). Sobre ese
libreto, hinchando sus facultades y
manipulando un proceso, el Procurador se propuso darle la muerte política a
Petro en un fallo que trasunta una coartada y una postura ideológica, confiado
en que la reacción a tal arbitrariedad apenas despertaría una deslucida
reacción. Con el agravante de las denuncias de que la determinación se cocinó
en conciliábulos extremistas. Pero el tiro le salió por la culata y sin
vaselina.
Esta vez, alguien tenía que rebelarse y Petro se
rebeló en nombre de los 721.308 habitantes de la ciudad que lo
elegimos y apoyamos su programa, en defensa de la soberanía del voto popular. Bogotá
se indignó, llenó la Plaza de Bolívar y le dijo NO. Destituir a un
legislador o funcionario de elección popular desconociendo los procedimientos
constitucionales en un país signatario de la Convención Americana de Derechos
Humanos, sin mediar sentencia penal, es una violación al Derecho Internacional
de los Derechos Humanos. Inhabilitarlo por 15 años cuando frente a su paisano Samuel Moreno
intervino tarde y en forma laxa, muestra la iniquidad y parcialidad de la
decisión. La indignación nacional con la medida no implica, hay que
reconocerlo, un respaldo a Petro, aunque éste ha aumentado en la coyuntura,
sino un rechazo mayoritario de la sociedad a la prepotencia, la arbitrariedad y
la beatería del señor Ordoñez y su campaña inquisitorial y un reclamo por
instituciones democráticas.
Pero hay más. Como nunca antes, el país está cerca
de concretar acuerdos de paz con las dos más antiguas organizaciones
guerrilleras del continente sino del mundo -a las Farc se sumará el ELN- que implican o dejarán sellado el compromiso
de reformas en aspectos álgidos de la realidad nacional y concesiones para
incorporación política de la insurgencia. La extrema derecha, después de
negociar con el paramilitarismo, pretende la desmovilización por una supuesta
rendición producto de la intensificación de la contrainsurgencia con sus costos
en vidas y más atraso. Desde ese lado cabildea Ordoñez ante organismos
internacionales. Petro, por el contrario, como exguerrillero, líder exitoso y
segunda autoridad ejecutiva del país, está del lado de las víctimas, adelanta
un programa a favor de los desplazados, apoya
los diálogos y promueve la movilización de respaldo. En este aspecto,
como en sus iniciativas frente al modelo de ciudad, es un objetivo a neutralizar
y de paso sabotear los diálogos de La Habana. Pero esta vez las cosas no le
salieron bien a Ordóñez. Las Farc repudian su decisión pero para endurecer el
reclamo de garantías y es mayoritaria la interpretación de que se trata de un
abuso con fines políticos.
La estrategia de la dignidad
La Procuraduría de Ordoñez es un ídolo con pies de
barro. Los juristas constituyentes (Gaviria, Hernández, Zafra) le recuerdan que,
según la Constitución, la facultad para destituir al Alcalde de Bogotá es
exclusiva del Presidente de la República (Arts. 121, 314, 323); el Consejo de
Estado cuestiona sus fallos por invadir el ámbito penal; el Fiscal General de
la Nación discute la decisión por inconstitucional, avala una acción protectiva
internacional, critica el adefesio anti jurídico en que se han convertido los
procesos disciplinarios y ordena una inspección judicial al expediente,
motivada en un posible prevaricato. La Convención Americana de Derechos Humanos
consagra que tal medida solo procede cuando hay una decisión penal y ante el
Consejo de la entidad se solicitan medidas cautelares de protección para
suspender la destitución y examinar las consecuencias de la violación.
Alcaldes suramericanos y eurodiputados apoyan a
Petro. La ONU muestra preocupación. El próximo embajador de los EE.UU. en
Colombia, en representación de la
política de su gobierno de respaldo al proceso de paz -se acabó la plata para
ayuda, se abren expectativas de negocios
y la izquierda gobierna en buena parte del continente- cuestiona por estúpida
la decisión en medio de las conversaciones y en contra del símbolo actuante de
que vale la pena dejar las armas. Nada de eso habría pasado si Petro, manso
como lo quisiera la élite neoliberal y ultraconservadora (no hay
contradicción), agacha la cabeza y se va para la casa. Pero con su actitud de
defensa de la legitimidad del mandato popular abrió la caja de pandora: se puso
a la cabeza de un sector mayoritario del país, parte de la clase política,
formadores de opinión y hasta el empresariado, que están hastiados con la
Procuraduría dictatorial de Ordóñez.
Lo más importante: conocida la noticia al mediodía
del 9 de diciembre, las redes sociales colapsaron. Paulatinamente la Plaza de Bolívar se fue
llenando con gente provenientes de todos lados y de todas las condiciones. Los
primeros, los recicladores hoy vinculados contractualmente a la empresa de aseo
de la ciudad. Al final de la tarde, por
lo menos 40 mil personas coreaban “Petro no se va”. Él, desde el balcón de la
alcaldía, pidió resistir en defensa de
la democracia y la paz, con Aída Abella y Antonio Navarro a su lado para
recordar la masacre contra la Unión Patriótica y la lealtad del M-19 con los
acuerdos. Al día siguiente, la escena se repitió con la compañía del líder
campesino César Pachón. El 13 habrá la gran manifestación de Bogotá con
vigilancia de la Guardia Indígena de Cauca, el 19 protesta nacional. La
indignación que tumbó las reformas a la educación y la justica y arrinconó la
de salud; que apoyó la Minga Indígena, al pueblo del Catatumbo y la Rebelión de
las Ruanas campesinas, que se movilizó masivamente el 9 de Abril y el 21 de
noviembre de 2013 por la Paz, la Democracia y la Defensa de lo Público, ahora reacciona
contra el abuso del poder, en defensa de proyectos alternativos y por la
renovación institucional. Hoy Bogotá es la capital de la indignación nacional.
9 de diciembre de 2013
9 de diciembre de 2013
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