El concierto Paz Sin Fronteras II, realizado en La Habana, Cuba, el 20 de Septiembre de 2009, no obstante la manifestación ingenua por parte de los organizadores y diplomática por parte de los anfitriones, de que se trataba de un evento apolítico, si a la definición de política se le da la connotación precisa y original de expresión de la ciudadanía, fue eminentemente un acto político. Y no puede ser de otra manera, así insista el periodismo ligero que fue un éxito porque no hubo panfletos ni consignas, es decir lo evidente. Claro que fue político en la amplia expresión de la palabra, porque sin decir se dijo lo que no se quería que se dijera. De parte de Cuba: ¡Aquí está la Revolución Cubana! Con sus logros y fracasos, con sus aciertos y sus errores, con lo que compartimos y en lo que divergimos. Por Juanes y amigos: Que en el mundo haya Paz, Libertad, Cambio, en un voluntarioso propósito, a veces controvertible por la interpretación de los términos.
El concierto fue un éxito como espectáculo y un hecho histórico y político. Desde la crispación que generó la osadía de Juanes de ir a La Habana puesto que para alguna parte del exilio, la derecha internacional y críticos del régimen cubano era legitimarlo, prestarse a sus supuestas manipulaciones, reivindicar a los Castro y aunque la mayoría no pudo negar las evidencias, no pocos le gritan comunista en Miami. Mientras que para los cubanos y cubanas, la solidaridad internacional, las diversas izquierdas y fuerzas progresistas, los isleños que viven fuera de la isla sin alinearse con el extremismo anticastrista, entre otros, representaba la oportunidad de que el mundo, sin intermediarios, viera al pueblo cubano en vivo y en directo como pudo verlo y sentir "a un pueblo riendo, cantando y bailando durante casi cinco horas;sus cuerpos no se veían anémicos, escuálidos, sino todo lo contrario: vigorosos y fuertes, alimentados, bien vestidos y con deseos de gritar: ¡lo que queremos es vivir en paz con todos los hombres y mujeres del planeta!", como escribió el cubano Jorge González.
Qué dilema y qué días tan tensionantes para Juanes y su corte, lo que explica su explosión nerviosa previa al concierto, activada por la disciplina y severidad con las que los organismos policivos y de control de la isla cumplen, y a veces "sobre cumplen", sus tareas, muchas odiosas de verdad. Pero es injusto -aunque explicable- que el dispositivo mediático internacional intente menguar el impacto favorable a Cuba, desconocer la apertura y colaboración del Gobierno cubano, ignorar el gesto amplio de Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, convertir en víctimas al cantante colombiano y a sus acompañantes - la parte cubana también debió sufrir su cuota de stress - e interpretar que los asistentes a la plaza no coreaban a Bosé cuando cantaba Libertad porque no la vivían pero que si se hacen más conciertos y se repite, el coro terminará en una estampida que irá presta a adorar a la estatua que lleva ese nombre en New York. Qué irrespeto con un pueblo que sabe mejor que ninguno el sentido de las palabras.
“Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas”, expresó Olga Tañón tras un arranque desfogado de merengue en el que pudo más el amor que una aguda laringitis, en una frase emblemática de la hermandad de las islas caribeñas y de la demanda de independencia del pueblo borinqueño a la que se sumó luego su compatriota Danny Rivera, ese enternecedor bolerista que hizo famoso Madrigal y estuvo preso más de un mes durante las jornadas que llevaron al retiro de la marina de los Estados Unidos de la isla de Vieques, en el hasta hoy “Estado libre asociado”. Yo quiero un pueblo, una de sus interpretaciones, es algo más que una canción, es una declaración de amor a la humanidad. “Que luche por la justicia el que quiera paz” fue su frase de despedida. Le dio paso al sentimiento del ecuatoriano Juan Fernando Velazco quien llamó a la hermandad colombo ecuatoriana en un momento de tensiones. Y el cadencioso rapero italiano Jovanotti dijo que había escrito su tema El ombligo del mundo inspirado en La Habana. Mensajes políticos
“Esto es Cuba, yo soy de aquí, yo soy cubana”, arengó Cucú Diamante, la voz de Yerba Buena, una fusión rapera cubano venezolana que se acompañó de miembros de Yoruba Andabo, agrupación de música rumbera de raíz africana, y en medio de su sabrosa presentación exigió que “el mundo se abra a Cuba”. X Alfonso, parte del elenco de la sufrida y divertida Habana blues, cantó Revolución y homenajeó a Michael Jackson. Los Orishas volvieron a la tierra a la que siempre le cantan desde sus raíces, a la Cuba profunda de santeros y babalaos. Y el connotado Amaury Pérez, cantautor de refinada voz, exitoso compositor, desconocido en el exterior pero odiado por el exilio extremista debido a su militancia revolucionaria, recibió el aplauso de reconocimiento de la multitud ¿Cultura política?
Luego, el cantaautor español Víctor Manuel clamó por la memoria, por no olvidar grandezas y canalladas, derrotas ni victorias, desmayos ni luchas. Es clara su alineación en el bando de los que se oponen a las injusticias y las imposiciones y rechazan la avaricia y la indolencia. El baladista Miguél Bosé reiteró la reivindicación de un concepto elevado de política: ¡Que haya Paz en el mundo! Cantó baladas, es decir versos políticos sobre el amor, como Amante bandido (pop); a duo con Carlos Varela, su autor, El Muro y brindó con su Partisano un NO rotundo a las guerras. Con Juanes coreó ante el silencio de los presentes “quiere una isla en el mar y llámala la libertad” y un flojo aunque sentido Es tiempo de cambiar, de la autoría del colombiano. “Voy a Cuba porque me da la gana”, había dicho Bosé en una expresión de autonomía y libertad muy política.
Y Juan Estaban Aristizábal, un poco por fuera del libreto acordado pero aprovechando la licencia de ser el inspirador, reclamó “libertad para los secuestrados que hace más de 11 años están allá en la selva, detenidos injustamente”, refiriéndose a los uniformados colombianos en manos de las Farc, una demanda humanitaria y por ello muy política, que aparte de justa para la mayor parte de nosotros los colombianos, cobraba una especial significación hecha desde la Plaza de la Revolución de La Habana, colmada de entusiasmados cubanos y cubanas que de seguro pensaron en sus cinco compatriotas presos en Estados Unidos sometidos a un amañado proceso judicial, y para los que su fugaz susurro de "Cuba libre" contrastaba de manera negativa con sus frases de afecto y respeto.
Juanes y Bosé reiteraron exhortaciones a la paz, a vencer el miedo, a amar la libertad, a la unión entre hermanos, al abrazo entre cubanos exiliados y residentes en la isla, propósito que, aunque no se divulgue, se cultiva todo el tiempo, salvo por el extremismo anticomunista sito en Miami. Pero las ovaciones del pueblo se escucharon cuando los dos artistas se refirieron a la gente de Cuba, a esa multitud de carne, hueso y cerebro que se aplaudía al saberse reconocida y admirada, a ellos que tantas otras veces plenos de dignidad y grandeza, ante celebraciones o amenazas, han colmado esa plaza, a ellos que dicen con Martí “Patria es humanidad” y por preservarla han dado mil batallas.
Hace poco el artista colombiano expresó que la canción que más ha influido en su vida es Mujeres de Silvio Rodríguez, por encima de las catedrales del rock que admira, es decir que ha sido impactado por las letras políticas en el más elevado sentido del término. En el concierto, Silvio dijo lo suyo con El escaramujo y Ojalá que, como toda su obra, no son cancioncitas para distraer sino profundas reflexiones sobre el ser, el amor, la sociedad, la cultura, Cuba y su compromiso socialista. El año pasado, fiel a su militancia, dejó de dar conciertos en el exterior para dedicarle su tiempo a cantar y concienciar a los delincuentes comunes presos en las cárceles del país.
En ese sentido, si bien a Juanes hay que admirarle su constancia, valentía y compromiso con la música y sus criterios; sus letras, frente a líricas de la inspiración de Aute, Víctor Manuel, Varela, Rodríguez e incluso Velazco y Bosé, por hablar sólo de los presentes, son más bien expresiones sencillas de sus sentimientos y emociones con una musicalización moderna y pegajosa, que junto a la capacidad de mercadeo y gestión en el circuito comercial internacional de su manager, Fernán Martínez, han cosechado una gran fanaticada. Pero, por otra parte, esto último es lo que ennoblece su empecinamiento de cantar en Cuba, porque no se amilanó a pesar de las amenazas contra su integridad y la de su familia y los riesgos futuros para su carrera. Acechanzas disipadas pues ya quisiera cualquier figura internacional tener un público como el de Paz sin Fronteras II en La Habana. Gracias a ello, Juanes catapultó su estrellato.
Luego del concierto, Aristizábal ironizó a los que piden libertad para Cuba diciendo que ni Estados Unidos, ni Colombia son libres porque “como seres humanos somos prisioneros de nuestros propios errores y decisiones”. Dijo que su interés era el arte, que la cultura unía a los pueblos y que jamás se preguntaba si un artista estadounidense que le gustaba era demócrata o republicano porque eso no iba a cambiar su concepto que era eminentemente cultural. Quiéralo o no, así como sus cruzadas humanitarias por los secuestrados o contra las minas antipersona, sus opiniones también son expresiones políticas, de las que enaltecen el quehacer público, tan distintas de los que lo convirtieron en engaño y corruptela y de ahí la repelencia a que se le dé ese nombre a lo que por esencia lo es.
También estuvo presente Luis Eduardo Aute, con canciones profundas y comprometidas, para nada apolíticas. Basta escuchar Al Alba para tener claro de que se está hablando: un canto antifascista. Y luego, Carlos Varela, compositor interpretado exitosamente por varios cantantes españoles, renovador de la Nueva Trova como voz de los reclamos políticos de relevo de la juventud cubana con canciones como Los hijos de Guillermo Tell que seguramente no interpretó porque afuera nadie lo entendería. Como siempre irónico e irreverente, se puso una camisa negra con la leyenda “tengo una camisa blanca” en el concierto promovido por el exitoso cantante de Tengo la camisa negra.
Y el remate, de antología. Después de una tanda de songo, esa orquesta revoltosa y rumbera que es Los Van Van de Juan Formell -quien emocionado gritó: "el concierto ya se hizo, duélale a quien le duela"- le puso fondo ceremonial al Chan Chan de Francisco Repilado, el fallecido Compay Segundo, para que la impactante voz de Yenisel Valdés con versos martianos incitara a los artistas y al público a que dieran rienda suelta a sus sentimientos y delirios.
Al final, el llanto de la Tañón, Bosé y Juanes expresó la emoción por lo que sus ojos vieron y vimos todos a pesar del fatal bloqueo estadounidense contra Cuba: Más de un millón de cubanos y cubanas, la mayor parte adolescentes y jóvenes, vitales y cultos, conscientes y comprometidos, dignos y firmes, amables y solidarios, vestidos de blanco, clamando por la paz, vibrando de alegría bajo un candente cielo habanero en el año 50 de su Revolución, como en otras tantas citas de la historia de su patria.
* Amigo, compañero
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