lunes, 20 de junio de 2011

La risa de Silvia retumba en Cimitarra (Periodismo en años aciagos III)

Cuando Ramón Jimeno se inventó el semanario Zona de regreso al país después de enriquecedoras experiencias en el exterior, no me aguanté las ganas de buscarlo y pedirle que me diera un lugar en esa atrayente aventura. Poco a poco, puliéndome y “neutralizando” mis artículos y entrevistas me abrió espacio. Desafortunadamente, la empresa, saludada con mucha expectativa en el medio, duro muy poco.

La campaña de expectativa, al estilo de la propaganda clandestina de la izquierda, prendió alertas. Su contenido crítico y de denuncia cerró puertas. La distribuidora, por precaución, la dejaba arrumada en la bodega. Pero los pocos números que vieron la luz trajeron sorpresas. El estilo moderno de periodismo que le imprimió Jimeno, algunas “chivas” investigativas sobre corrupción y la publicación de testimonios y documentos desconocidos, tuvieron impacto.

Publicó un documento desclasificado que evidenciaba el envío de armas por los EE.UU. a Ospina Pérez para que conjurara la revuelta desatada por el asesinato de Gaitán el 9 de abril; el testimonio que revelaba la estrategia diseñada por Carlos Pizarro, comandante del M-19, para tomarse militarmente nada menos que Cali -su gran obsesión-; el no menos alucinante relato de cómo, años antes, llevaron un avión, repleto de armas, desde la Guajira para acuatizarlo en el río Orteguaza, en las selvas del Caquetá, y los primeros hallazgos de su investigación sobre la masacre del Palacio de Justicia.

Éramos pocos en un gran salón sin divisiones en el que funcionaban la redacción, la diagramación y la administración. Allí compartimos unas cuantas veces, en consejo de redacción, con Silvia Margarita Duzán. La mujer “Pila” y valiente, apasionada por las historia de barrio bajo, de las pandillas y la música desafiante de los marginales. En un espacio así, su risa era más notoria y la prodigaba con gusto. Como aquella vez que me sorprendió coqueteándole a una de las asistentes y se soltó a corear la canción del Grupo Niche “esto me huele a matrimonio”, en medio de las carcajadas de todos y mi sonrojo. Después del cierre de Zona no supe de ella por unos meses.

Hasta el 26 de febrero de 1990. En la noche de ese día, en Cimitarra, Santander, Silvia departía con Josué Vargas, Miguel Ángel Barajas y Saúl Castañeda, directivos de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, quienes la apoyaban para realizar un documental sobre cultivos ilícitos para la BBC, cuando fueron abordados y asesinados por miembros de los grupos paramilitares que, en complicidad con el ejército y la policía, terratenientes y capos del narcotráfico, anegaron en sangre el Magdalena Medio para “limpiarlo de comunistas”.

La ATCC se había ganado el aprecio de muchos pacifistas y demócratas del país y del exterior por rechazar la violencia de cualquier origen y exigir que los dejaran adelantar con tranquilidad sus proyectos económicos y de vida. El Plan Nacional de Rehabilitación los respaldaba en alguna iniciativa, por lo que desde la oficina de prensa tuve la oportunidad de dialogar con sus directivos y hacer notas periodísticas sobre su empeño. Eran unos campesinos dignos y frenteros.

A veinte años de los sucesos, María Jimena Duzán, periodista y columnista brillante, valerosa, aguda, incisiva (leer en Semana por qué los colombianos no protestamos o la crítica a la conveniente neutralidad de los políticos jóvenes), a quien la violencia también puso por un tiempo en el exilio, decidió confrontar el pasado para tratar de desentrañar quiénes fueron los asesinos, las razones del crimen y por qué tanta dilación y encubrimiento desde algún sector de la justicia y la autoridad castrense y policial.

El relato conmovedor y revelador de sus vivencias, reflexiones y pesquisas lo hace en el libro “Mi viaje al INFIERNO”. Un retrato de la Colombia aun herida que clama verdad, justicia y reparación.

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