En la esquizofrenia de país que vivimos todo es posible. En apariencia, en Colombia el Estado y el Gobierno garantizan las libertades de conciencia, pensamiento, opinión, expresión y prensa. El Gobierno no ha intentado por vía legislativa ni legal limitar, ni, salvo actuaciones aparentemente autónomas de miembros de la Fuerza Pública, ha ordenado reprimir esas libertades. Pero son públicas las insinuaciones del Presidente de que varios periodistas estarían incursos en conductas criminales por el ejercicio de su profesión en ámbitos que al Gobierno no le agradan, el DAS hizo fiestas con la intimidad de varios comunicadores, entre otras personas, careciendo de la orden judicial; el ejército ha hostigado y retenido equipos periodísticos y en Boyacá judicializó un caso relacionado con información sobre “falsos positivos”.
La inclinación ideológica derechista y el ejercicio autoritario del Gobierno ha logrado el respaldo de sectores ilustrados adeptos de esas tendencias y de una masa ignorante políticamente y fácilmente maleable que juega tras esos rumbos religiosamente esperanzada. En un escenario de polarización, los medios más conservadores y reaccionarios han hecho capilla con los dogmas palaciegos y sacado a relucir sus creencias íntimas sin recato, verbi gracia la “reestructuración” de Javier Darío Restrepo de El Colombiano de Medellín, que como en la fábula ganó menos en identidad política que lo que perdió en coherencia ética. Aquí no puede considerarse censura pues también es un derecho la libertad de empresa, reivindican sus directivas.
En ese ambiente es en el que el enjuiciamiento de Alfredo Molano reviste preocupación. A decir verdad los casos de denuncia penal por calumnia e injuria instaurados contra periodistas en los últimos años, no obstante la incómoda situación de sindicación y la tediosa carga de trámites judiciales, no han prosperado porque al final, y no exento de presiones, el buen juicio y la sindéresis jurídica de los juzgadores ha garantizado la preservación de los derechos constitucionales consagratorios de esas libertades. Uno de los casos superados fue el iniciado por el Dr. Alejandro Ordóñez contra Daniel Samper Ospina, Director de la Revista Soho, y el escritor Fernando Vallejo, por ofensa al culto religioso, pero no se sabe que pueda pasar la próxima vez. Hoy, Ordóñez es el Procurador General de la Nación, sus subalternos representan los intereses de la nación en el proceso contra Molano. En voz confiamos.
Los denunciantes acaban de ser absueltos en un proceso judicial y ojalá la desgracia de padecer la cárcel y el escarnio injustamente, hagan mella en su corazón para que en un acto de grandeza reconozcan el derecho de Molano de disentir, criticar y develar y el derecho de la opinión pública de hacerse a criterios y conocimientos que le permitan discernir mejor, para que con una conducta política instruida pueda contribuir de verdad y a conciencia en la construcción de una democracia participativa, un Estado Social de Derecho y una Colombia justa, decente, honesta y digna.
A Molano, un hombre que desde que conocí siempre me evoca a Gandhi, menudo, físicamente frágil, sencillo en el vestir, con frases sabias nacidas de un profundo conocimiento del hombre y la naturaleza y que ha hecho de la paz con justicia su irrenunciable cruzada, no tenemos sino que agradecerle que con su mochila terciada, cabellera blanca, jeans envejecidos y tenis desgastados se haya recorrido palmo a palmo la endemoniada y a la vez idílica geografía de nuestro país para hacernos conocer en sus libros y travesías a la Colombia real, desnuda y sincera: sus llaneros, sus santandereanos, sus paisas, sus opitas, sus vallunos, sus pastusos; sus bandoleros, sus guerrillos, sus “pájaros”, sus chulavitas, sus paracos; sus putas, sus traquetos, sus contrabandistas, sus narcos; sus indios, sus negros, sus mujeres, sus viudas y huérfanos de la violencia, sus colonos, sus campesinos, sus chilapos; sus líderes sociales, sus sacerdotes, sus políticos; sus sicarios, sus corruptos y sus ladrones.
A este sociólogo pionero, en el homenaje al Día de la Independencia le deberíamos rendir también tributo por todo lo que nos ha aportado para conocernos más como país y para encontrar las verdaderas causas del atolladero en que vivimos y de cuya adecuada resolución depende nuestra viabilidad como nación, aunque los administradores del desastre las soslayan. Pero en lugar de eso deberá asistir a audiencia de juzgamiento por injuria y calumnia por haber referido en una columna de opinión a las familias que se han repartido la riqueza y las tierras del país, el Gobierno, el Congreso, las Cortes y la burocracia, muchas veces de manera violenta, las más en ejercicio de un clientelismo ruin. Nepotismo y oligarquía culpables en gran medida del desmadre actual. Confiemos que el juez, con sano y buen juicio, sentencie la absolución y le ponga coto a ese mecanismo de presión contra la libertad de opinión.
Según se informa, la defensa de Alfredo se sustentará en la columna de opinión "Molano y la libertad de expresión", de Humberto de la Calle, publicada en El Espectador el 8 de junio de 2008. A pedido de la defensa, durante la audiencia oral intervendrán Carlos Gaviria, Ramiro Bejarano y Juan Manuel Roca. Igualmente rendirán sus conceptos técnicos los peritos Adriana Camacho, experta en gramática, el lingüista Pablo García y el periodista Alberto Salcedo Ramos. Si en algo puede ser y aún es útil, le sugiero a la defensa aportar como sustentación material científica de las afirmaciones de Molano, las investigaciones de Alvaro Echeverri Uruburu, Élites y Proceso Político en Colombia (una democracia principesca y endogámica), Alejandro Reyes Posada, Latifundio y Poder Político, Eduardo Díaz Uribe, Clientelismo, un estudio exploratorio, Francisco Lel Buitrago y Andrés Dávila Ladrón De Guevara, Clientelismo; los reportajes y roscogramas publicados periódicamente en la prensa nacional y regional y la emisiones del 8 y 9 de Julio de la emisora W radio sobre el imperio burocrático Cuello Baute. Se encontrarán tantas coincidencias con la columna causante de la denuncia contra Molano, que, como éste dice en aquella, a un senador de Texas o a un representante sueco al Parlamento Europeo, les aflojará una sonrisita de lado.
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