Sumido el mundo melómano en la tristeza por la muerte de Michael Jackson a muchos colombianos se nos creció el luto ante la muerte de Alfonso Córdoba, “El Brujo”, el viernes 26 de junio a los 83 años. Musicalizó las historias que le contaban los ribereños del Atrato cuando siendo niño acompañaba a su papá que se ganaba la vida como boga. Desde entonces era el intérprete natural de la música del viejo Chocó. Alfonso nació para las artes. Fue premiado como el mejor orfebre de Colombia pues dominaba la filigrana con maestría. Tallaba en madera los santos que veía en la iglesia de Quibdo cuando era muchacho y en la materia también se le reconoció su valor. Era un buen dibujante y se recorría con los ojos vendados la selva y la manigua del Baudó. Pero en lo que más lo identificó su pueblo y un puñado de forasteros fue como músico, compositor y cantante, haciendo vibrar en cuitas y nostalgias de brujería con timba las noches de la rumba septembrina de San Pacho. Apenas una reseña de página interior en la prensa y otro grande que se va sin que este país indolente y egoísta reconozca de verdad a quien vale. Me uno con el corazón al velorio en La Yesquita, su barrio en Quibdó, y al coro que siguiendo su voz cadenciosa se desplaza por ríos y selvas de ese pedazo de patria tan expoliado y tan humillado por propios y extraños. Se fue a otra dimensión a cantar con Aristarco y Neptolino:
“Cuando suena el bombo la gente grita contenta
Porque allá en Curique se engalanaron de fiesta
Cuando suena el bombo todos saltan de alegría
Porque el tamborito nació fue en la tierra mía
Porque el tamborito se baila en la tierra mía”.
Para fortuna del folclor y la cultura colombiana, hace dos años la Corporación Sonidos de la Tierra le publicó un compacto y recientemente, Alexis Lozano, creador y director de Guayacán, tuvo el acierto de grabarle un nuevo trabajo con música de su tierra y son que es la mejor herencia que nos pudo legar.
Y “El Brujo” que se nos va y la Bambarabanda que llega. El lunes 29 de junio en la tarima de la XV versión del festivalazo Rock al Parque a las 2:00 de la tarde se presenta la Bambarabanda, talento pastuso lleno de color, magia, creatividad, arte. Un grupo de muchachos y muchachas que en las nuevas tendencias han creado una locura de fusión de funk, punk, pop, rock, sanjuanitos, huaynos. Un dispositivo instrumental y percusivo del carajo, pura descarga. En sus rarezas de canciones hay también violines y acordeones, un vestuario homenaje al desparpajo y una puesta en escena que deja boquiabierto a más de uno pues tienen formación teatral. Y lo mejor: no cantan bobadas, son irreverentes, reivindican a su tierra, presentan mensajes críticos, retornan a sus raíces para enriquecer el panorama musical de un departamento que se tiene bien ganada la definición de “tierra de las artes”.
Este desquicie ha prohijado géneros como el sonsureño encebollado, el huayno ruidoso, la tonada barriada, el sanjuanito funk ecuatoriano, entre otras bellezas. Exitazos: Pa los santos, El vereche (Homenaje a Ernesto Guevara), El Superdepor (Al Deportivo Pasto), El baile de los obligados… La Bambarabanda: Yeimy Argotti, Batería y Percusión; Juan Cano, Voz; Magda Ponce, Voz; Andrés Eraso, Bajo; Adriana Benavides, Guitarra eléctrica y Guitarra acústica; Pablo Muñoz, Violín y Coros; Fausto Álvarez, Acordeón y Teclado; María Escobar, Percusión y Coros; José Santacruz, Productor.
¿Por qué Bambarabanda? Pues como buenos pastusos se dieron a la tarea de burlarse de todo el mundo al utilizar un quechuismo de esos que salpican el hablar cantarino del sur, que en su acepción local tradicional es sinónimo de marica (bámbaro) pero que con el tiempo ha derivado en trato cariñoso, expresión de admiración, mensaje de amistad. Así que no sean bámbaros y acompañen a esta banda de la muy digna y leal Villaviciosa de la Concepción de San Juan de Pasto, Mariscal de Campo de los Ejércitos de su Majestad Fernando VII. Estos y estas guaguas del Galeras son una verdadera erupción de color y sabor que le pondrá achichucas al achichay. Más de uno quedará chumado y váyanse bien comidos, por ejemplo un fritico u hornado de Sindamanoy, porque cualquier angarillo, quilico se puede desgualangar y que pena con las guambritas de por allá que lo vean tiritingo y achilado. Tatay.
Cuando la escuchen se les va a pegar: “Tal vez con rabia, tal vez doliendo. Tal vez con ganas de decir lo que siento”.
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