martes, 9 de octubre de 2012

El Che hoy II: una imagen ubicua y sempiterna


Acaba de ser subastada en Viena, por cerca de 10 mil dólares, muy por encima del precio base, la foto del Che Guevara que con el tiempo se convirtió en icono de la rebeldía universal y es una de las más importantes y la más reproducida de la historia de la fotografía, junto con otra también famosa de Rene Berri, tomada en 1963, que muestra al revolucionario fumando tabaco. El 4 de Marzo de 1960, apenas unos meses después del triunfo de la Revolución Cubana, un sabotaje de la CIA hizo estallar en el puerto habanero la embarcación La Coubre que contenía munición de origen belga comprada por el gobierno revolucionario, causando decenas de muertos. Al día siguiente, en segundo plano de la tribuna de la ceremonia fúnebre, hizo discreta presencia el Che. En algún momento,  mientras Fidel honraba a los mártires y señalaba a los criminales, Guevara se asomó a ver la multitud indignada.

El fotógrafo Alberto Korda obturó su máquina captando un instante que trascendió el siglo en una hermosa fotografía. Al  centro, en medio plano, el Che bravío. De la boina negra adornada por la estrella de cinco puntas, insignia del grado de Comandante, caía una desordenada melena al viento, resaltada por la chaqueta de cuero cerrada hasta el cuello. Su mirada herida, profunda y viril  reflejaba el dolor del pueblo en la plaza. A la derecha, tras él, una palmera cubana. En el flanco izquierdo, distante, un hombre a quien con los años se identificaría como Jorge Masetti, periodista argentino fundador de Prensa Latina, muerto en un intento de implantación guerrillera en ese país. En otra toma del rollo, en la primera fila de la tarima,  un poco delante del Che, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre,  filósofos y escritores existencialistas que encontraron en Cuba una esperanza, escuchan la prédica iracunda y acongojada  de Fidel.

En su laboratorio, Korda recortó la foto dejando al Che solo lindando con el cielo y la tituló El Guerrillero Heroico. Al comienzo fue utilizada para ilustrar avisos de prensa de convocatorias a eventos y charlas del Comandante. El fotógrafo facilitó algunas copias a amigos y visitantes extranjeros. Tras la especulación sobre  su presencia al mando de un destacamento guerrillero en Bolivia, la revista parisina Paris Match la usó como portada. El editor comunista milanés Giangiacomo Feltrinelli, a quien Korda había regalado un par de impresiones, la reprodujo en un millón de afiches con la frase de despedida de la carta a Fidel, Hasta la victoria siempre, para hacer visible a la guerrilla boliviana, y con ella ilustró el Diario del Che en Bolivia que puso a circular por el mundo un año después de su muerte, luego de la edición oficial en Cuba, que fue posible gracias a que el arrepentido Ministro del Interior de Bolivia lo hizo llegar a La Habana junto con las manos del guerrero, que los militares le habían cercenado para probar su identidad.

Sobre el mismo retrato, el artista  cubano Frémez hizo la primera versión gráfica en su país, para el afiche de convocatoria al homenaje de  despedida del guerrillero, configurando el rostro con una trama de puntos negros difuminados con intensidad ascendente, acompañado abajo con la leyenda Hasta la victoria siempre y la firma del Che, también en negro, todo en fondo rojo, el color del único papel de que se disponía. Sobre una bandera de Cuba, la imagen agigantada, escogida por Celia Sánchez Manduley, cubrió el edificio del Ministerio del Interior, vecino a la Plaza de la Revolución, en el acto solemne del 18 de Octubre de 1967, y luego fue silueteada en acero en el mismo lugar, como recuerdo perenne.

El irlandés Jim Fizpatrick, con su versión al estilo de la Marilyn Monroe de Andy Wharol,  afianzó la universalidad del ícono de un personaje que ya era figura mundial. Fue la contribución del pop-art, en pleno auge entonces  (junto con The Beatles, la píldora anticonceptiva, el movimiento esudiantil y el repudio a la agresión estadounidense a Vietnam), que con la simplicidad de perfiles y superficies de su concepción reduccionista, estereotípica e igualitaria,  facilitó la reproducción de la imagen con aerosoles, screen, siluetas, offset y otros medios fácilmente disponibles, con los que se fijó en volantes, afiches, paredes, camisetas y pendones que caracterizaron e identifican movilizaciones y rebeldías.

Así, la foto se convirtió en el símbolo del movimiento contestatario que sacudía a Occidente a finales de los años 60, una  década de cambios, y en adelante ha inspirado  la creatividad de la plástica cubana y mundial y con variaciones de todo tipo recorre el mundo con su significado de indignación, indocilidad, reto y clamor de justicia. Su popularidad, desde luego, también la convirtió en objeto de consumo, lo que, sin embargo, no reduce el significado, como se analiza ligeramente, porque quien diseña los productos o los porta o usa sabe de qué valores y actitudes se trata, así el objetivo para unos sean las monedas y para otros la exhibición.

La fascinante historia de la foto, sus aplicaciones artísticas  y usos comerciales fue apreciada con el nombre de Narrativa de un relato: el Che de Korda, en el Museo de la Fotografía de los Ángeles, el Victoria y Albert Museum de Londres,  el Centro Internacional de la Fotografía de Nueva York y en la Tiennale Bovisa de Milán y, en 2008, con algunas modificaciones, en  el Palacio de la Virreina de Barcelona, bajo el título ¡Che! Revolución y Mercado, exhibiciones preparadas por  Trisha Ziff, quien junto con Luis López dirigió, a partir de la muestra, el documental  Chevolución, con testimonios de admiradores del Che como Gael García, Antonio Banderas y Garry Adams del IRA; la hija de Korda y Liborio Noval, otro fotógrafo de la Revolución, recientemente fallecido.

Si Korda logró el retrato que dio a conocer al Che en el mundo y lo convirtió en ícono de la rebeldía, el fotógrafo boliviano Freddy Alborta, admirador de Guevara, con los 77 registros de su aprisionamiento y muerte, logrados, como lo reconociera, en un ambiente de misticismo y misterio pero negando que tuviera intenciones de darle una dimensión religiosa –la que sin embargo impregnaba el escenario con campesinos en oración penitente y el Che yerto sobre una alberca como arquetipo de la muerte en Occidente-,  logró encuadres que aseguraron su canonización. Según el crítico inglés John Berger, al comparar esas fotos con las pinturas clásicas La lección de anatomía del Doctor Tulp de Rembrant y Cristo en escorzo de Mantegna -a las que debe agregarse  El Cristo muerto de Holbein el joven y  la mítica pasión de Cristo-, la composición tradicional del cuadro empleada por Alborta, inmersa en el imaginario colectivo occidental, enlaza sus registros con esas representaciones de Jesús, dándoles una aureola de misticismo.

Con  las fotos los militares buscaban mostrar la veracidad de la muerte,  para lo cual incluso limpiaron el cuerpo, despojándolo de andrajos y barro, y acicalaron el rostro de Guevara, pero el arte y la magia de la fotografía, con los misterios que rodearon las instantáneas, potenció la mitología.  Hoy aún se venera a San Ernesto de La Higuera, el profeta martirizado. Pero para la acción, sigue hablando la foto de Korda en las marchas estudiantiles latinoamericanas, las acampadas de los indignados europeos, el  Occupy Wall Street, la lucha palestina y las barriadas africanas. En todo lugar donde se rebelan o resisten los de abajo.

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