Acaba de ser subastada en Viena, por cerca de 10 mil dólares, muy por encima del precio base, la foto del Che
Guevara que con el tiempo se convirtió en icono de la rebeldía universal y es
una de las más importantes y la más reproducida de la historia de la fotografía, junto con otra también famosa de Rene Berri, tomada en 1963, que muestra al revolucionario fumando tabaco.
El 4 de Marzo de 1960, apenas unos meses después del triunfo de la Revolución
Cubana, un sabotaje de la CIA hizo estallar en el puerto habanero la
embarcación La Coubre que contenía munición de origen belga comprada por el
gobierno revolucionario, causando decenas de muertos. Al día siguiente, en
segundo plano de la tribuna de la ceremonia fúnebre, hizo discreta presencia el
Che. En algún momento, mientras Fidel
honraba a los mártires y señalaba a los criminales, Guevara se asomó a ver la multitud indignada.
El fotógrafo Alberto Korda obturó
su máquina captando un instante que trascendió el siglo en una hermosa
fotografía. Al centro, en medio plano, el
Che bravío. De la boina negra adornada por la estrella de cinco puntas,
insignia del grado de Comandante, caía una desordenada melena al viento, resaltada
por la chaqueta de cuero cerrada hasta el cuello. Su mirada herida, profunda y
viril reflejaba el dolor del pueblo en
la plaza. A la derecha, tras él, una palmera cubana. En el flanco izquierdo, distante,
un hombre a quien con los años se identificaría como Jorge Masetti, periodista argentino
fundador de Prensa Latina, muerto en un intento de implantación guerrillera en ese
país. En otra toma del rollo, en la primera fila de la tarima, un poco delante del Che, Simone de Beauvoir y
Jean Paul Sartre, filósofos y escritores
existencialistas que encontraron en Cuba una esperanza, escuchan la prédica iracunda
y acongojada de Fidel.
En su laboratorio, Korda recortó
la foto dejando al Che solo lindando con el cielo y la tituló El Guerrillero Heroico. Al comienzo fue
utilizada para ilustrar avisos de prensa de convocatorias a eventos y charlas
del Comandante. El fotógrafo facilitó algunas copias a amigos y visitantes
extranjeros. Tras la especulación sobre su presencia al mando de un destacamento
guerrillero en Bolivia, la revista parisina Paris
Match la usó como portada. El editor comunista milanés Giangiacomo
Feltrinelli, a quien Korda había regalado un par de impresiones, la reprodujo
en un millón de afiches con la frase de despedida de la carta a Fidel, Hasta la victoria siempre, para hacer
visible a la guerrilla boliviana, y con ella ilustró el Diario del Che en Bolivia que puso a circular por el mundo un año
después de su muerte, luego de la edición oficial en Cuba, que fue posible gracias
a que el arrepentido Ministro del Interior de Bolivia lo hizo llegar a La
Habana junto con las manos del guerrero, que los militares le habían cercenado
para probar su identidad.
Sobre el mismo retrato, el
artista cubano Frémez hizo la primera
versión gráfica en su país, para el afiche de convocatoria al homenaje de despedida del guerrillero, configurando el
rostro con una trama de puntos negros difuminados con intensidad ascendente,
acompañado abajo con la leyenda Hasta la
victoria siempre y la firma del Che, también en negro, todo en fondo rojo,
el color del único papel de que se disponía. Sobre una bandera de Cuba, la
imagen agigantada, escogida por Celia Sánchez Manduley, cubrió el edificio del
Ministerio del Interior, vecino a la Plaza de la Revolución, en el acto solemne
del 18 de Octubre de 1967, y luego fue silueteada en acero en el mismo lugar,
como recuerdo perenne.
El irlandés Jim Fizpatrick, con
su versión al estilo de la Marilyn Monroe de Andy Wharol, afianzó la universalidad del ícono de un
personaje que ya era figura mundial. Fue la contribución del pop-art, en pleno auge
entonces (junto con The Beatles, la píldora anticonceptiva, el movimiento esudiantil y
el repudio a la agresión estadounidense a Vietnam), que con la simplicidad de perfiles
y superficies de su concepción reduccionista, estereotípica e igualitaria, facilitó la reproducción de la imagen con
aerosoles, screen, siluetas, offset y otros medios fácilmente disponibles, con
los que se fijó en volantes, afiches, paredes, camisetas y pendones que
caracterizaron e identifican movilizaciones y rebeldías.
Así, la foto se convirtió en el
símbolo del movimiento contestatario que sacudía a Occidente a finales de los
años 60, una década de cambios, y en
adelante ha inspirado la creatividad de
la plástica cubana y mundial y con variaciones de todo tipo recorre el mundo
con su significado de indignación, indocilidad, reto y clamor de justicia. Su
popularidad, desde luego, también la convirtió en objeto de consumo, lo que,
sin embargo, no reduce el significado, como se analiza ligeramente, porque
quien diseña los productos o los porta o usa sabe de qué valores y actitudes se
trata, así el objetivo para unos sean las monedas y para otros la exhibición.
La fascinante historia de la foto,
sus aplicaciones artísticas y usos
comerciales fue apreciada con el nombre de Narrativa
de un relato: el Che de Korda, en el Museo de la Fotografía de los Ángeles,
el Victoria y Albert Museum de Londres,
el Centro Internacional de la Fotografía de Nueva York y en la Tiennale
Bovisa de Milán y, en 2008, con algunas modificaciones, en el Palacio de la Virreina de Barcelona, bajo
el título ¡Che! Revolución y Mercado,
exhibiciones preparadas por Trisha Ziff,
quien junto con Luis López dirigió, a partir de la muestra, el documental Chevolución, con testimonios de admiradores del Che
como Gael García, Antonio Banderas y Garry Adams del IRA; la hija de Korda y
Liborio Noval, otro fotógrafo de la Revolución, recientemente fallecido.
Si Korda logró el retrato que dio
a conocer al Che en el mundo y lo convirtió en ícono de la rebeldía, el
fotógrafo boliviano Freddy Alborta, admirador de Guevara, con los 77 registros
de su aprisionamiento y muerte, logrados, como lo reconociera, en un ambiente
de misticismo y misterio pero negando que tuviera intenciones de darle una
dimensión religiosa –la que sin embargo impregnaba el escenario con campesinos
en oración penitente y el Che yerto sobre una alberca como arquetipo de la
muerte en Occidente-, logró encuadres
que aseguraron su canonización. Según el crítico inglés John Berger, al
comparar esas fotos con las pinturas clásicas La lección de anatomía del Doctor Tulp de Rembrant y Cristo en escorzo de Mantegna -a las que
debe agregarse El Cristo muerto de Holbein el joven y la mítica pasión de Cristo-, la composición
tradicional del cuadro empleada por Alborta, inmersa en el imaginario colectivo
occidental, enlaza sus registros con esas representaciones de Jesús, dándoles
una aureola de misticismo.
Con las fotos los militares buscaban mostrar la
veracidad de la muerte, para lo cual
incluso limpiaron el cuerpo, despojándolo de andrajos y barro, y acicalaron el
rostro de Guevara, pero el arte y la magia de la fotografía, con los misterios
que rodearon las instantáneas, potenció la mitología. Hoy aún se venera a San Ernesto de La
Higuera, el profeta martirizado. Pero para la acción, sigue hablando la foto de
Korda en las marchas estudiantiles latinoamericanas, las acampadas de los
indignados europeos, el Occupy Wall
Street, la lucha palestina y las barriadas africanas. En todo lugar donde se
rebelan o resisten los de abajo.
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