martes, 9 de octubre de 2012

El Che hoy III:Con la CIA y el FBI en los talones


En 1997, con motivo del treinta aniversario del asesinato del Che, la editora Ocean Press puso en circulación en inglés el libro El Che Guevara y el FBI. Documentos de la policía política de los Estados Unidos sobre el revolucionario latinoamericano, de los abogados progresistas estadounidenses Michael Ratner y Michael Steven Smith, editado en español en el 2000 por Siglo XXI de México. Contiene 109 documentos del FBI desclasificados en 1985 por solicitud de los autores amparada en la Ley de Libertad de Información. No acudieron a otras agencias, pero varios de los reportes reproducen informes de la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado, embajadas estadounidenses y otras dependencias especializadas en espionaje y contrainsurgencia.

En la introducción, los abogados, basados en los archivos, constatan los estereotipos sobre los latinoamericanos incultos y antiestadounidenses por “celos y resentimientos infantiles” y deducen que en muchos casos los reportes están elaborados con información falsa pero plausible para el gobierno o consecuente con los deseos de las agencias o grupos interesados, como los supuestos desacuerdos entre Fidel y El Che por el liderazgo y el alineamiento internacional, las tensiones de Cuba con la URSS y China, el destino de Guevara una vez se ausentó definitivamente -lo veían en todas partes- y las especulaciones sobre su muerte -antes de Bolivia lo mataron varias veces-.

Según los registros, el Che fue motivo de seguimiento temprano, desde su paso por Miami al final de su primera excursión latinoamericana (“Diarios de Motocicleta”), en 1952,  el cual cesó en 1968,  meses después de su muerte en Bolivia, encontrándose informes de infiltrados en la guerrilla de la Sierra Maestra y transcripciones de discursos en vivo exclusivas. Si bien los documentos no son explícitos sobre planes para asesinarlo y están muy tachonados, en ellos es evidente que los servicios secretos se empleaban a fondo en neutralizarlo, mientras boinas verdes gringos asesoraban a los ranger bolivianos en contraguerrilla. Se corrobora así lo que ya habían demostrado varios años antes los escritores cubanos Adys Cupull y Froilán González, en el libro La CIA contra el Che, a partir de investigación de campo, entrevistas, incluidos ex-agentes de la central, archivos latinoamericanos y fuentes cubanas.

Una década después del libro Ratner y Smith, el levantamiento de la reserva de los archivos secretos por el Gobierno Clinton y el Congreso permitió a los periodistas Mario Cereghino, argentino, y Vicenzo Vacile, italiano, acceder a una documentación más amplia sobre el asunto, publicada en 2008 por RBA de España, con el nombre de Che Guevara Top Secret. La guerrilla boliviana en los documentos del Departamento de Estado y la CIA. Se trata de documentos de fuentes estadounidenses sobre la situación boliviana correspondientes a los años 1963-64 y 1967-68, algunos ya publicados por Ratner y Smith.

Refrescan hechos tan interesantes como el reporte del supuesto acercamiento del Che Guevara      -que Ratner y Smith deducen inducido por los agentes gringos- a Richard Goodwin,  representante del Presidente  John Kennedy, en una reunión en Montevideo en 1961 en búsqueda de un modus vivendi, que si bien no fructificó podría evidenciar las diferencias entre las vías diplomáticas del ejecutivo y las de hecho de los servicios secretos, o las dos caras de la misma moneda. Lo contradictorio, aunque no tanto viniendo de la diplomacia detectivesca de los Estados Unidos, es que documentos posteriores involucran al propio Goodwin tratando de influenciar con  falsedades, la información sobre las relaciones cubano-soviéticas para ambientar fracturas desfavorables a la isla caribeña. Las reuniones con el Che, con ocasión de la cumbre de Montevideo, provocaron los golpes de Estado que derrocaron a los presidentes Quadros de Brasil y  Frondizi de Argentina.

El intento de acercamiento, en apariencia, se repitió en diciembre de 1964, cuando a instancias de la periodista Lisa Howard -quien moriría en extrañas circunstancias- el senador Eugene McCarthy, candidato presidencial demócrata en 1968 contrario a la intervención en Vietnam y entonces cercano a Robert Kennedy, se encontró con el Che en un apartamento en Manhattan para tratar sobre alternativas para superar sus conflictivas relaciones en la perspectiva de una posible presidencia de su amigo, asesinado, como su hermano, un tiempo después. Enterado el Departamento de Estado desautorizó de manera fulminante tales acercamientos. Este hecho fue corroborado por el juez Jim Garrison quien sigue la hipótesis de un complot de la mafia, los anticastristas y la CIA en el asesinato de John Kennedy.

A partir de los archivos, los periodistas muestran  la desconfianza del embajador estadounidense Henderson sobre las alarmas planteadas por el gobierno boliviano acerca de la amenaza de guerrilla en su país y, luego, por la supuesta presencia del Che, que considera exageradas para justificar la petición de ayuda. El escepticismo del diplomático, aducen, se debía a que los servicios secretos lo mantuvieron al margen de la información y sus operaciones, por ser de la cuerda de Kennedy y aconsejar el respeto y no aniquilamiento de los prisioneros.

Tras deslizar un par de frases comprometedoras contra la URSS en la muerte del Che; basados en lo sostenido varias veces, años después, por el agente de la CIA Félix Rodríguez, quien intentó interrogar a Guevara -quien lo llamó  “gusano” por su origen cubano- y fue testigo de su asesinato, afirman que la orden de ejecución no provino de la agencia sino del alto mando boliviano asustado con las repercusiones internacionales de un juicio al guerrillero. Supuestamente, los agentes estadounidenses querían trasladarlo vivo a Panamá. De ser cierto, el temor y ciego anticomunismo de los militares bolivianos privó a los EE.UU. de la posibilidad de intentar utilizarlo para vapulear a Cuba y contribuyó a convertir al Che en un mito.

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