Famosos de actividades,
personalidades y creencias disímiles han contribuido con el tributo al Che por
identificarse con su mensaje de justicia e irreverencia. El futbolista Diego
Maradona lo lleva tatuado en el hombro y es pública la admiración del francés
Tierry Henry y de Sergio el “Kun” Agüero;
el boxeador Myke Tison se lo estampó en el abdomen. El líder del
movimiento gay en Chile lo reivindica. El rockero Carlos Santana, asistió a la
entrega del Oscar en 2005 con una camiseta con su imagen, Jhony Deep lo lleva
en una cadena en su cuello. Rubén Blades
cantó su hazaña en el tema Juan González “de la sierra sale un grito: no
ha muerto en vano compadre”. Andrés
Calamaro, Maná, Manu Chao, Vicentico y los Fabulosos Cadillacs (“El gallo
rojo”), Charly García, Rage Against The Machine (Rabia contra la máquina), La
Bambarabanda, Komplot y Madonna, se suman a cientos de bandas y cantantes de
todo género que le han dedicado composiciones y han incorporado su imagen a sus
cuerpos, sus conciertos y producciones.
A los homenajes musicales y poéticos en todo el
mundo ya conocidos, de Carlos Puebla (“Hasta
siempre Comandante”, con más de 200 versiones), Silvio Rodríguez, Pablo
Milanés, Victor Jara, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Julio Cortázar,
Nathalia Cardone, María Farantouri y Frank
Fernández, aclamado pianista cubano que musicalizó filmes en su honor, se agregan los más recientes del español Alberto
Iglesias (banda musical de Guerrilla),
el argentino Gustavo Santaolalla ( banda
de Diarios de Motocicleta, que
incluye la bella canción Al otro lado del
río de Jorge Drexler) y la hermosa cantata Diario del Regreso con poemas de Hamlet Lima Quintana, musicalizada
por Oscar Cardozo Ocampo e interpretada por Jairo, argentinos, con la
orquestación de músicos argentinos y la Sinfónica villaclareña, estrenada el 14
de junio de 2000 en el mausoleo al Che
en Santa Clara, frente a la Plaza de la Revolución, atiborrada de gente
emocionada y nostálgica, como homenaje a los 72 años de su nacimiento.
El Che ya es parte del imaginario
libertario y personaje de la historia
así las irrupciones extremistas intenten negarlo. La estatua que lo recordaba
fue decapitada con dinamita en Santiago
de Chile tras el golpe de 1973 pero al regresar su cuerpo a Cuba, un majestuoso
memorial lo esperaba en Santa Clara en 1997, al cumplirse 30 años de su
asesinato, y dos gigantescas estatuas se descubrían en Rosario, su ciudad natal -donde también hay un museo-,
y en El Alto, Bolivia, en el cuarenta aniversario. Un busto, una tienda, su rostro en las paredes
de las casas y la escuela donde lo asesinaron convertida en museo lo recuerdan
en La Higuera y un mausoleo en el lugar de su
primer entierro en Vallegrande, la plaza principal de la Universidad Nacional de Bogotá lleva su nombre al igual que un auditorio de la UNAM de México y su estela habita en Cuba y en el corazón
de los cubanos.
Los años recientes han sido
prolijos en nuevas biografías y publicación de documentos relacionados con el
Che. El prestigioso periodista John Lee Anderson, tras una investigación de una
década presentó un denso y documentado volumen, el novelista mexicano Paco
Ignacio Taibo II un apasionado y vibrante recorrido por su parábola vital,
Jorge Castañeda, en la Vida en rojo,
impone la conclusión, acorde con sus posiciones políticas, de que la suerte del
Che estuvo en manos de Fidel y de Moscú, el argentino Paco O´Donell lo
reivindica desde la polifonía al igual que su compatriota Coco López.
Walter Salles, con el protagónico
de Gael García, llevó al cine los
diarios del primer viaje del joven Guevara por Latinoamérica, Steven
Sodeberg, con Benicio del Toro como El Che, produjo los largometrajes El Argentino y Guerrilla; el documental homenaje El Hombre Nuevo de Bauer Tristán, con
imágenes y documentos inéditos facilitados por la familia y el gobierno cubano
así como involuntariamente por las reticentes autoridades bolivianas, al
momento de la grabación, fue premiado en Canadá en 2009 y Un hombre de este mundo de Marcelo Schapces, mediante testimonios evidencia la calidad
humana y el compromiso humanista de Guevara.
Desde luego, tiene atambién acérrimos malquerientes. El sociólogo Juan José Sebreli,
conocido por su crítico ensayo Buenos
Aires, vida cotidiana y alienación, en un
viraje ideológico total, en el libro Comediantes
y mártires: ensayo contra los mitos, dedica un capítulo al Che con
exhibición de erudición y cultura para intentar hacer incuestionables sus
asertos. En su "nueva" óptica, el revolucionario no fue más que un joven amargado
y vengativo por ausencia de familia, un aventurero mesiánico fugado de la literatura,
un ególatra y narcisista, un ser mediocre, un farsante intelectual que vivió y
murió para hacer de su muerte un mito y llevó a muchos a morir por egoísmo. Apenas muerto la CIA pagó una película difamatoria con argumentos por el estilo, que años despúes llevó al protagonsita, Omar Sharif, a protestar por haber sido vulgarmente utilizado.
Para que Sabreli le reconociera
algo, según su diatriba, Guevara debió nacer aprendido y haberse comportado con
los atributos del político cínico de hoy, calcular y engañar, renunciar a la indignación
con la injusticia y a la utopía, abrazar el neoliberalismo y la democracia
tutelada y ser adivino. En la misma línea, aunque más lugar común, Enrique
Krause intenta abordar al Che en otro libro panfletario de la derecha
latinoamericana. Por su lado la novela Método práctico
de guerrilla, del joven autor brasileño Marcelo Ferroni, según la
presentación de contratapa “utiliza las armas de la ficción para recuperar y
traicionar biografías, diarios y declaraciones”, inventando un guerrillero
brasileño y explotando morbosamente los momentos dramáticos vividos por la
guerrilla, en la nueva tendencia de la industria editorial de alterar
escandalosamente hechos históricos como atractivo de venta. Todo depende al final del cristal con que se mire pero al Che hay que mirarlo de frente.
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