Pasto, exótica, histórica, amable, pero
distante, incomprendida y, a veces, ironizada ciudad andina a los pies del
volcán Galeras, en la frontera sur de Colombia, merecía ser escenario de una
gran novela. La carroza de Bolívar,
reciente creación del escritor de origen nariñense Evelio Rosero Diago,
publicada por la editorial Tusquets de Barcelona, cumple ese propósito con
creces y confirma al autor como uno de los mejores escritores colombianos.
Luego de una seguidilla de premios nacionales,
Rosero obtuvo, en 2006, el de novela de Tusquets con Los Ejércitos, una narración magistral,
bella y novedosa de un tema trillado,
sempiterno y lacerante, y por eso difícil de asumir: la violencia como trasfondo
del amor y las virtudes humanas. En 2009, el diario The Independent la premió como la
mejor obra de ficción traducida al inglés y en 2011 lo hicieron
escritores y editores daneses. A la
fecha, Los Ejércitos se lee en 19
idiomas. El autor es elogiado por la crítica literaria en Europa, EE.UU. y
Latinoamérica.
La obsesión irreverente
La carroza de Bolívar narra las
peripecias del ginecólogo Justo Pastor Proceso López durante los Carnavales de
Negros y Blancos de Pasto de 1966. Disfrazado de simio el Dia de los Inocentes previo, para asustar a su mujer y gozarse la
fiesta, el protagonista comienza un agitado itinerario de vivencias que
evidencia las veleidades, el adulterio y
la displicencia de su esposa, la indiferencia de sus hijas, los
aprovechamientos y deslealtades de sus amigos, sus infidelidades y su obsesión
investigativa por demostrar que el Libertador Simón Bolívar fue un canalla.
Propósito, éste último, que encuentra una imprevista oportunidad en la ira
arrebatada del ricachón de la ciudad contra el artesano que construye una
carroza para burlarse de su ordinariez.
El trasfondo histórico va de la mano del
catedrático Arcaín Chivo, que aburre y duerme a la mayoría de sus alumnos y se
gana la tirria de algunos de ellos, de izquierda y miembros de una célula
guerrillera, por su constante retahíla antibolivariana -fundamentada en el lamentable perfil que del Libertador hizo
Carlos Marx y en los Estudios sobre la
vida de Bolívar, la iracunda y desmesurada semblanza del erudito pastuso
José Rafael Sañudo publicada en 1922-, razón por la cual, luego de lograr su
expulsión de la universidad, lo someten a una paliza vindicativa.
Antes de que el ricachón destruya a tiros la carroza, que lleva como
motivo su perfil burlesco agigantado, y acabe con la vida del artesano creador,
el ginecólogo, al constatar el tremendo parecido de aquél con Bolívar, propone
y logra la salomónica solución de variar la figura y su entorno para mostrar la
verdad histórica sobre el “hombrecillo”. El grupo de constructores, gracias a
la intervención justificadora de la esposa del artesano creador -para quien, en
la novela, Bolívar fue “un gran hijo de
puta”- pasa de la negativa, por respeto al Libertador, a la colaboración
entusiasmada para ilustrar las andanzas mezquinas del “Napoleón de las
retiradas”.
Todos estos personajes y algunos más, retratados
al mínimo detalle en su catadura física y humana, se entrecruzan en una trama
divertida, dramática, expectante, descrita de manera impecable, con un encadenamiento
perfecto pero siempre sorpresivo, no exento de los ineludibles episodios de
violencia propios de nuestra realidad.
De nada sirven las advertencias del profesor, el
obispo y el alcalde a Justo Pastor, sobre la provocación y el irrespeto de
mostrar al “Padre de la Patria ” en una faceta
apocada y ruin, distinta a la propalada
por la historia oficial, en las visitas a su casa en las que aprovechan para
burlarse de él con la complicidad de su mujer, a la que el profesor Arcaín
corteja en sus narices. Tampoco lo disuade el asalto de advertencia al taller
donde se arma la carroza y el robo de
varias piezas o el posterior intento de un grupo de encapuchados de dinamitar
el carromato, que al fallar, amenazan con hacerlo en pleno desfile del 6 de
enero.
Luego, un poeta humanista, miembro de la célula
subversiva –puesto a prueba asesinando a un
policía-, es “ajusticiado” a tiros por sus compañeros por desobedecer
las órdenes del comando. En la misión de vigilar a Justo Pastor para ubicar el
coche alegórico, tras seguir sus recorridos libidinosos, arrepentido, le advierte que lo van a matar y fracasa en
dar con el sitio donde se “viste” la carroza, para destruirla.
El comandante del ejército, y amante de la mujer
del ginecólogo, tampoco logra el propósito de no dejarla exhibir pues, luego de
que un destacamento militar la decomisa por orden suya para desbaratarla, los
artesanos artífices atacan a los soldados, la rescatan y la esconden en el fondo de la tierra, “a la espera del
carnaval del año que viene”.
Bolívar ¿héroe o villano?
Alineado en el
antibolivarismo que profesan aún parte de la sociedad pastusa y algunos
monarquistas criollos, insostenible en un análisis histórico amplio, integral,
veraz y comprensivo, el autor hace explícito su propósito de desmitificar a Bolívar, no humanizándolo, al
estilo de de El General en su laberinto
de García Márquez, sino tratando de disecar una alimaña y exhibir sus
purulencias.
De la mano de Rosero vuelve a Europa el
“conejillo de indias”, ahora como provocativo cuy asado que se puede saborear
en Catambuco, en las afueras de la ciudad, de camino a la bella Cocha (laguna en quechua) del Guamuez,
acompañado con un par de anisados y de postre un quimbolito (envuelto de maíz).
De pronto, las menciones a Sandoná, pueblo famoso por sus músicos, los
sombreros de paja toquilla y la panela en tapas, ayuden a descifrar los
misterios de su nombre, que bien podría tener origen chibcha, quechua o
francés.
Evelio hace sonar La
guaneña una y otra vez y también El
miranchurito, El son sureño y Viejo dolor de Luis E. Nieto. Menciona, en
homenaje postrero, a Luis “Chato”
Guerrero, el gran compositor terrígeno (Cachirí,
Jodidos y contentos, y Agualongo)
fallecido en 2011, y al poeta ecológico de América, Aurelio Arturo. Agualongo
reaparece como adalid y héroe regional, más que por su defensa de la causa
realista, por representar la dignidad y
la valentía de un pueblo. Leyendo La Carroza de Bolívar, el Carnaval se vive. Pasto se siente.
"Bolívar como ser humano tuvo defectos y desatinos y sobre la Independencia caben distintas valoraciones. Pero mucho va de ello a reducir esa colosal obra y su artífice a una sucesión de episodios signados por el oportunismo, la insania, el crimen y la mentira, interpretados en forma sesgada con la lente de una moralidad arcaica como la de Sañudo, [...]"En efecto, siendo ésta la consigna proclive de los bolivarianos, ninguna revisión certera puede sacarse. Las distintas valoraciones, en mención, resultan de necesidades sistemáticas, a saber, la estructuración del estado-nación moderno, una historiografía consecuente y una sociedad homogénea. Nótese que el revisionismo norteamericano ha elucidado la conducta de Washington, sin generar traumas perentorios. Es de advertir en Sañudo, la consideración a los errores, pues son común disposición humana. No es entendible, en cambio, que sean deliberación del espíritu y lleven a perpetrar actos atroces. Perú de Lacroix, Guitiérrez, O'Leary, entre otros cronistas ibarreños, testifican la participación de Bolívar en la hecatombe de Ibarra, situación hórrida, que, a causa de su ebriedad en el campo, lo sumió en trance, y, así, heridos postrados fueron ultimados por éste. De ser ello un error, y no un crimen cobarde, debe dispensarse al ejercito rojo por acceder carnalmente a las alemanas en su arribo a Berlín, porque habianlas algunas en servicio, que se explica por una de las divisiones femeninas de las SS. Por tanto, según tu criterio, halla justificación esto último. Esto para observar el absurdo, no obstante, hechos superiores en crueldad y culpa de Bolívar. Sañudo era conservador, de linaje malagueño, asaz leal a su credo y convicciones. No hay pastuso, tal como yo hago, que excuse su interpretación mediante la Lex expiationis, conforme a esto anterior, pero no es motivo de suponer incorrección en su moral, antes bien, una moral elemental dicta no proceder con comunidad civil como se hizo con facción beligerante. Y el escritor subraya esto. Así mismo, mandar apresar a una púber de 15 años, con objeto de pervertir su castidad, no es acción loable ni bondadosa. Ver historia de la estirpe Santacruz. La moral de Sañudo se substrae, sí, de preceptos de la cristiandad, que él explique las justas dolencias de Bolívar ante su muerte, con eso de sus maldades anteriores, no implica que la lectura de su libro merme en cualidad, puesto que la perístasis de éste es la vida de Bolívar; será el lector quien convenga cuando las barbaries son morales, si las hay...
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