sábado, 2 de marzo de 2013

Cosas de signos: Entre las basuras y el Bronx


Desconcertante la columna Los signos de Petro (El Tiempo, 22.2.13) del semiólogo Armando Silva, de quien por su procedencia y antecedentes intelectuales se esperan argumentos menos tendenciosos. Pesca una cita en una declaración del Alcalde Gustavo Petro, “la enseñanza no es un asunto de ladrillos, sino de educación", para afirmar, tras una lista de imprecisiones o sentencias anticipadas sobre obras fracasadas, que “Tales afirmaciones proyectan un alcalde poco preocupado por la estética, con una mirada en que la belleza no les pertenece a los pobres.”

Y, parapetado en su abusiva interpretación, converge en la retahíla deslegitimadora : “(Cuando) va emergiendo su proyecto urbano, que desconoce las formas, por darles salida a confrontaciones, entonces aparecen claves. El mayor símbolo de ruina lo han constituido las basuras, pues a su espectáculo visual ha de agregarse que los residuos, tanto de cuerpo como de la ciudad, representan lo que produce más asco y rechazo social, conexiones atávicas con el caos y temores de muerte. Decir que se trataba de hacernos ver las inmundicias que producimos suena a chiste funerario.”

O sea que no se trató del impasse transitorio resultado de la apuesta por la desprivatización de un servicio, cuya prestación por la empresa privada constituye uno de los más descarados abusos, según la Contraloría General de la República, sino  de las ganas de Petro de compartir sus malas maneras y desafiar con su mal gusto. Aparte del absurdo de que la imagen de las basuras es autónoma de la situación que llevó a su exhibición  -la hiperrealidad en su faceta obsena (Braudillard). Y, a propósito, Silva reivindica del “materialismo soviético”, vía izquierda del 68, que “para resolver el problema político se debe pasar por lo estético, puesto "que es la belleza la que lleva a la libertad". Asunto que para el pueblo soviético fue un engaño y para los nazis una obsesión criminal.

Algo distinto a la afirmación que comparto de que  “La cultura estética presupone una revolución en las formas de percepción y sentimiento; la belleza no es un adorno ni un asunto pasajero o de una clase, sino que atraviesa la sensibilidad ciudadana. Dotar al pueblo de una conciencia de liberación por darle forma digna y apreciable a su quehacer ha de ser una preocupación política.”

Desde esa perspectiva deberíamos mirar la suspensión de las corridas de toros, el reemplazo de la tracción animal, la formalización del reciclaje, la peatonalización de la 7ª., demorada y ahora fea, pero apropiada masivamente por una caravana humana diversa y multicolor; la Secretaría de la Mujer, los Camad, la incorporación de la comunidad LGBTI , la reducción significativa de homicidios, y, particularmente, el plan recuperación de la calle del Bronx, escenario de la degradación humana, “ otro símbolo de ruina que produce asco y rechazo social”, que se quiere dignificar y  recuperar, a través de la Secretaría de Integración Social, tras décadas de abandono, al lado de un bastión militar y una central policial: elocuente muestra de las amenazas simbólicas de un sistema que Silva propone superar pintando pajaritos en el aire.

Para no pasar del todo al otro lado, Silva hace un reconocimiento contradictorio. “A decir verdad, Petro tiene (¿tenía?) las condiciones para protagonizar una emancipación de lo popular. Similar a lo que hace el arte público de hoy, producir objetos, relacionarlos para que emerjan nuevas fuerzas que hagan una urbe más justa, creativa, segura de sí. Ejemplo positivo de lo dicho puede darse en el Canal Capital, que concibe nuevas fachas, otras maneras de crear opinión, provocaciones, como un programa dedicado al orgasmo, para que sea un logro de libertad y no una vergüenza.”

Estamos de acuerdo. Pero el ejemplo es engañoso. El Canal Capital pertenece al Distrito y la Administración lo maneja autónomamente, aunque no ha faltado el arrebato de algún cavernario. No implica replantear el modelo de gestión ni la participación pública, caso en el que surgiría necesariamente la confrontación de intereses. Salvo esa  claridad, hay que señalar que la política editorial de Hollman Morris (orientada y compartida por Gustavo Petro), más allá de “fachas, otras maneras de crear opinión y provocaciones”, prioriza la inclusión de poblaciones tradicionalmente excluidas y discriminadas y visibiliza de forma valiente y comprometida una realidad por décadas ocultada, ignorada o despreciada por la mayoría de los colombianos: la de las víctimas del conflicto económico, social y militar. Las de Pablo Escobar le merecieron un justo CPB. Es una isla de verdad en el mar del ocultamiento y de la excepcionalidad mediática.

La conclusión del semiólogo, que no necesitaba de tanta vuelta para manifestar su posición política, es que Petro resultó un pésimo administrador. Y también estoy de acuerdo, administrar es manejar con idoneidad lo que se recibe. Petro lo que quiere es cambiar. Silva ignora convenientemente o no se ha dado cuenta de eso,  y lo que cuesta. Precondición de la belleza es  la dignidad. Lo demás es lo mismo de siempre: la belleza del 1,2,3 de CM&, rostros al servicio de la paga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario